• Pasado •
Los faroles de luces ya comienzan a escasear en las oscuras calles, eso solo significa que mi destino ya se encontraba cerca. Noto por la ventana cómo el sol empieza a ocultarse detrás de unas nubes grises, dándole el poder a la oscuridad para que esta logre envolverlo todo.
Doy vuelta a la esquina y el letrero viejo del cementerio Forest Lauw es lo primero que logro ver, apago el auto y aguardo. Espero unos cuantos minutos, luego esos minutos se convierten en horas y esas malditas horas terminan con mi escasa paciencia. Aguardo un poco más, busco cualquier tipo de indicio de su presencia. Apoyo mi frente en el volante al estar cansado.
«¿Por qué tardas tanto, niña?».
La vibración que produce mi celular me espanta de inmediato y me hace saltar del susto y golpear mi cabeza contra el techo.
—Mierda...
Tomo el celular y veo el mensaje que el número desconocido me ha mandado hace algunos segundos.
—El juego está por empezar. Mantén tu cabeza centrada y no caigas en los encantos del demonio. Recuerda que Lucifer fue un ángel antes de convertirse en lo que es ahora...
Recibido: 18:30 h
Frunzo mi ceño al leer el mensaje. Hay veces que no logro entender sus extraños acertijos, él se está volviendo muy molesto.
Una mancha negra brota de la nada y hace que mis sentidos se pongan en alerta máxima. Al verla, tan pronto como ella sale del cementerio, arranco mi auto y la sigo con lentitud. Noto su cuerpo tensado, intenta mirar sobre su hombro, pero el miedo la invade, así que apresura el paso.
—¿Ángel? Jamás lo fuiste, niña. No te dieron esa oportunidad... —murmuro para mí mismo.
Detengo el auto. Aguardo unos segundos y luego decido salir de él al notar cómo sus piernas tiemblan notoriamente, aprieta sus manos en un puño y aguarda tiesa en ese lugar. Cuando sus ojos se encuentran con los míos, los pensamientos negativos que tengo sobre ella se desvanecen al instante. Al oír cómo mi nombre sale de sus hermosos labios mi mundo entero cae en sus pies de nuevo y me hace perder por completo el juego.
Ella corre hacia mí y me abraza con todas sus fuerzas; yo hago lo mismo. El delicioso olor de vainillas que tiene su cabello provoca que todo mi cuerpo se relaje al inhalarlo. No quiero que esto termine. Deseo quedarme con ella para siempre, ser feliz y verla feliz a ella; eso es todo lo que yo quiero. Pero la vida me muestra que eso es solo un deseo para los niños. Algo que jamás pasará, y lo siento así cuando es ella quien rompe nuestro abrazo; y también nuestra burbuja perfecta.
—Nada de lo que pasó esa noche cambiará, así que deja de llorar, Peque... —Evito a toda costa no decirlo de mala manera.
—¿A qué has venido aquí, Bred? —Su voz es ronca y áspera, seguramente por todo el tiempo que ha estado llorando en este asqueroso lugar.
—Yo también tengo derecho a verlo, Elisabeth. Mucho más que tú. —Ahora sí no evito soltar mi veneno.
—... Lo sé, lo sien...
—No. No termines esa oración. Detesto que te disculpes por eso.
Sus ojos vuelven a mí, ahora brillantes por las lágrimas que estaban a punto de salir. Su labio inferior tiembla y Elisabeth se abraza así misma con fuerza mientras yo me contengo para no volver a fundirla en otro abrazo.
—Llévame a casa. —Su orden me toma por sorpresa; antes de poder objetar algo, Elisabeth pasa a mi lado y se sube a mi auto sin pedir permiso.
Doy dos inhalaciones profundas para poder contenerme y subir al mismo auto. Enciendo el motor y lo pongo en marcha, el incómodo silencio no desaparece ni cuando enciendo la radio. Noto cómo Elisabeth se pega a la puerta del auto, intentando alejarse de mí, lo que me provoca una risa por aquel gesto.
—¿Ahora me tienes miedo, Peque? —La miro y sonrío con ironía.
—¿Tengo razones para sentir miedo por ti? —pregunta divertida pero con intriga.
—Por supuesto —afirmo sin dudar.
Ella arruga su frente y me observa por algunos segundos, yo vuelvo mi vista a la carretera y no los aparto por nada; pero aquellos extraños ojos provocan en mí demasiados sentimientos que intento olvidar.
—¿Por qué has vuelto, Bred? —Su susurro no me toma por sorpresa, estaba esperando esta pregunta.
—Negocios, Peque. Simples negocios... —Intento sonar casual, no quiero que Elisabeth sepa la verdad; aunque ella me conoce tan bien como la palma de su mano.
—¿Esos negocios tienen que ver con los Williams? —Su enojo es claro, el reproche en aquella pregunta me da cierta gracia y enfado a la vez.
—Los Williams son viejos amigos. ¿Acaso me dirás con quien puedo y no puedo juntarme? —Volteo un poco mi rostro y le sonrío, pero la diversión en mi gesto es escasa.
—En otros tiempos lo haría...—Mi sonrisa se desvanece al oírla y ahora el enojo me cubre por completo.
Por algunos segundos, ninguno dice nada. Giro un poco los ojos para poder ver el perfil de Elisabeth, su cabello se ve más oscuro por la escasez de luz, su semblante es caído y no deja de retorcer sus dedos con nerviosismos. Al verla tan vulnerable como lo está ahora, no logro cerrar mi boca y la pregunta que deseo que conteste desde el momento que fui a verla con Austin se escapa.
—¿Estás con Austin?
—¿Eh..? ¿Qué? —Bajo la velocidad al notar cómo su rostro se transforma al comprender aquella pregunta.
Su nariz y frente se arrugan en señal de asco, su pequeño cuerpo gira por completo y una carcajada sale de sus bellos labios.
—¡¿Qué mierda te pasa, Bred?! ¡¿Estás loco o qué?! —Su risa no cesa y pronto termina por contagiarme de aquella innata melodía.
—En mi cabeza sonaba lógico... —Dejo de reír poco a poco, freno el auto al notar que ya estábamos frente a su casa—. Ya puedes bajarte, Peque.
—Juro que no estoy con Austin, Bred. Jamás podría hacerle eso a...
—A Jeremy, lo sé. Pero él ya no está aquí. Ahora puedes estar con quien quieras, ¿no?
Apoyo mi frente en el volante, la ira poco a poco sale de mi cuerpo y es reemplazada por lástima. ¿Cómo podría ser tan patético? Aún no lograba entender el efecto que ella tiene sobre mí, el poder que Elisabeth Jones podía tener sobre mi persona y saber que es ella la única mujer que logra desarmarme por completo con tan solo una mirada.
—Bred... —Siento cómo ella se mueve en el asiento.
—Ya es tarde, es mejor que te vayas.
Un sollozo corta el tenso aire; tan pronto como lo escucho, volteo hacia Elisabeth y veo cómo lágrimas delicadas caen por sus rosadas mejillas.
«—Solo tú puedes verme así, Bred. Eres el único al que puedo mostrarle mi verdadero rostro...», aquel recuerdo aparece como un flashback, mi pecho se contrae por aquellas palabras que Elisabeth me había dicho años atrás.
—Lo siento mucho, Bred... yo, en serio, ya no sé qué hacer para que me perdones. Y-y yo te necesito, ¿sabes? En verdad lo hago, eras mi mejor amigo y luego... Y luego...
No se cómo me he movido tan rápido, pero antes de que yo mismo pueda detener mis propias acciones, tomo a Elisabeth del brazo para poder atraerla más cerca de mí.
Uno nuestros labios antes de poder pensarlo dos veces, Elisabeth se paraliza por un instante, pero gracias a los cielos corresponde con más fuerza mi beso. Se sienta arriba de mí y yo abrazo su pequeña cintura mientras intento controlar todos los deseos que solo ella me hace sentir.
—Bred... esto está muy mal... —Separa sus labios de los míos, intentando tomar algo de aire.
—Todo lo que hago es malo, Peque. —Acaricio su mejilla, luego paso por los hinchados labios y, por último, toco su cuello: el punto más débil de ella.
Elisabeth aprieta sus labios para no soltar el jadeo de placer que yo sé que siente. Los muslos de ella se aprietan aún más y comienza a retorcerse con cada caricia y beso que le doy en el cuello.
«Mantén tu cabeza centrada y no caigas en los encantos del demonio», aquella frase del mensaje es lo que necesito para poder detener mi acción.
—Apuesto que te podría hacer sentir mejor que Jeremy... —Bajo mi voz, Elisabeth abre sus ojos con sorpresa al oírme y todo rastro de calidez desaparece de su cara. —Él se debe de estar retorciendo en su tumba al saber que te acuestas con cualquiera, Beth.
Nuevas lágrimas salen de sus ojos; sus mejillas rojas, labios temblorosos y semblante destruido es todo lo que necesito para sentirme la peor persona del maldito mundo. Ella se baja tan rápido como puede, camina hacia su puerta y se va sin mirar atrás. Sin darme una última mirada, sin lograr ver en mis ojos el dolor y la decepción que estoy sintiendo en este momento.
«Lo siento, Peque. Pero necesito cumplir mi promesa y mis sentimientos por ti son algo que no pueden interferir en mis planes».
Arranco el auto y voy lo más fuerte que el acelerador lo permite, esquivo los pocos autos que hay a esas horas, pero antes de poder ir más lejos, una llamada inesperada me obliga a frenar el auto. Tomo el celular, de tantas veces que me ha llamado ya sé su número de teléfono. Luego de un largo suspiro, aprieto el botón verde.
—¿Hola...?
—Dije que la llevaras a la casa, no que tengan sexo en tu auto. —Su voz tiene ese matiz grave, lleno de fastidio y enojo.
—¿Me espías, señor? —Intento sonar divertido.
—Tengo ojos por todos lados, Bred. No te pases de listo conmigo. Si quieres que cumpla mi parte del trato, tú haz el tuyo.
La llamada se corta y me hace saber que él ya no quería hablar más conmigo. Aquel sujeto puede lograr ponerme la piel de gallina con tan solo una llamada, pero no me queda otra que obedecer sus peticiones.
«—Solo trabaja para mí, Bred. Prometo ayudarte a cumplir tus más oscuros deseos...», recuerdo sus palabras el día que me propuso trabajar para él.
¿Cómo negarme a tal tentadora oferta? Era imposible, pero empezaba a dudar de sus verdaderas intenciones sobre los trabajos que me mandaba a hacer. ¿Valía la pena arriesgarme tanto? Tal vez, no lo sé, yo ya no tengo nada que perder... ya lo he perdido todo, y eso tiene una sola culpable: Elisabeth Jones.
Notita:
*Austin entrando al chat*
—¿Qué le dijiste a mi Beth, idiota? (ง˃̶͈⚰˂̶́)ง⁼³₌₃
¿Ship de Bred y Elisabeth?
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