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• La carta de Isabella • [Extra #3]

Agosto 26 del 2024- Boston, Massachusetts

¿Cómo se supone que se empieza una carta?

Tal vez con un "Hola". Un "Cómo has estado". O tal vez un "Ha pasado tiempo", ¿verdad? No lo sé, ni siquiera sé cómo se escribe una carta a puño limpio.

Lo único que sí sé es que mi dolor persiste.

Aun no lo puedo creer que ya han pasado unos cuatro años desde lo ocurrido, aún me sorprendo al ver el calendario, el saber que esta fecha alberga miles de muertes, dolores, injusticias y caos.

La verdad es que me siento triste, mucho, en realidad. Me puedo llegar a considerar la persona más desdichada de todo este horrendo mundo. No logro comprender como sigo de pie, respirando, sobreviviendo el día a día. Y es que es tan injusto, no es correcto que yo siga aquí y ella esté en esa cama, postrada con su vida dependiendo de una máquina.

Yo estoy respirando pero no estoy viva. Soy solo un espíritu que deambula de aquí para allá, sufriendo sola, pagando los pecados y los errores del pasado.

Y esto no es justo para ella, ¿verdad, Caín?. Pero sí para mí, lo merezco.

Tal vez es por eso que he decidido escribir esta carta. Tal vez, por una vez en toda nuestra mediocre relación, puedes ser de consuelo para mí. Aunque es gracioso pensar en ello ya que tú nunca fuiste bueno consolando a las personas.

Me atrevo a reír un poco al pensar en ello, debido a la verdad que tienen estas palabras.

Siempre fuiste un chico superficial, ¿lo recuerdas?. Odiabas estar rodeado de seres inferiores a ti, de tener que intercambiar sonrisas falsas con supuestos amigos y colegas. Detestabas tener que hablar con formalidad, el dar miradas compasivas, pero sobre todas las cosas, tu odiabas con todas tus fuerza tener que agachar la cabeza para ayudar a alguien. Pero aun así lo hacías, eras de los que se encargaban de todo, el voluntario de la clase, el atlético, el servicial; eras el chico perfecto que todos anhelaban tener y ser.

Te tragabas tus molestias para aparentar. Ocultabas tu oscuro ser y te disfrazabas de un ángel bondadoso. Y gracias a ese don que tenías de esconder tu verdadera naturaleza, hiciste que muchas personas cayeran en tus perversos encantos.

Nadie te pudo conocer lo suficiente como para encontrar esos instintos asesinos que poseías, nadie más que yo. Lo cual no estoy para nada orgullosa de aceptar.

Te enojabas fácilmente, odiabas no tener el control de la persona que estaba para frente a ti. Eras mujeriego y siempre golpeabas a las mujeres con las que te acostabas. Decías quererlas, pero te contradecías minutos después, cuando tu falso cariño se volvía cenizas, de las cuales solo renacía odio y rencor.

Incluso golpeaste a tu madre, Caín. ¿y cuál fue tu estúpida excusa?

"Ella me dijo que no podía ir a la fiesta de despedida de Logan. Eso me hizo enojar."

Eres un maldito idiota, Caín Duncan.- Recuerdo que fue eso lo que pensé en el momento que tus palabras salieron de tus boca con ese sonido de indiferencia.

Recuerdo que la golpeaste tanto que la mandaste al hospital y ella quedó internada por más de una semana. Tú padre no reclamó nada, ya que él hacía lo mismo con ella. Ambos me dan asco, y ciento pena por tu madre, aun lo hago, a pesar de todos estos años sé que ella no puede escapar de las garras del rey Duncan, tu creador.

Estuviste rodeado de demonios toda tu vida pero tenías a un ángel que te intentaba proteger de ellos, aunque terminó convirtiéndose en una muñeca rota que no podía hacer nada a la hora de recibir golpes de su propio hijo y de su esposo.

Ja, y decir que también les decían "La familia perfecta" a ustedes.

Ahora que lo pienso bien, con una nueva mentalidad, la palabra "Perfecto" nunca te ha quedado. Y esto es porque esta palabra tiene incontables imperfecciones.

Pero quiero preguntarte: ¿Alguna vez te sentiste ahogado por tu falsedad? ¿Acaso sentiste algo parecido al dolor cuando te mirabas al espejo y no llegabas a reconocer a la persona que se reflejaba en él? ¿Nunca sentiste que tu miserable vida no valía nada? ¿Lo hiciste?

Maldición, ojalá que sí. En verdad ruego para que en algún punto de tu vida hayas experimentado algo cercano al dolor. Pero no el dolor de ser torturado por un demonio como te ocurrió a ti. No. No es ese tipo de dolor.

Es uno muy diferente, uno más mortal.

Es el dolor de verte a ti mismo y no reconocerte, el no poder frenar tus malos pensamientos, el saber que eres alguien defectuoso y retroalimentar ese dolor con más dolor.

Ruego al cielo, a todos los dioses que existen, que alguna vez en tu falsa existencia hayas conocido ese tipo de dolor. Porque ese mismo dolor fue el que sentí toda mi vida y aún lo siento, tal vez con menos intensidad gracias a las terapias, pero sigo sintiéndome mal.

¿Y sabes quién es el culpable de este dolor, Caín?

Por si te lo preguntas no eres tú. No. Tampoco es Jackson, ni mucho menos papá o Daniel.

Soy yo, Caín. Soy la culpable de mi sufrimiento eterno. Siempre lo seré. ¿Sabes por qué? Porque soy el vivo retrato de alguien condenado y marcado por la desgracia. No existe otro culpable que yo misma. Sí, hay personas responsables de aumentar dicho dolor pero sigo siendo la primera en la fila de los culpables.

Admito que soy la causante de esto, porque he dejado pasar muchas cosas por encima de mí. Me descuide. Descuidé mi estado mental y físico por un poco de aprobación. Un poco de amor falso.

Ahora, leyendo lo poco que estoy escribiendo, me doy cuenta que esta carta no tiene un contexto específico.

¿Por qué te escribo si ya estás muerto?

Me has marcado, Caín. Lo has hecho. Has dejado un hueco profundo, un hoyo negro que me come lentamente, me atrae a su núcleo y me destroza.

Me matas, aun cuando ya estás muerto, me sigues matando. Pero yo lo permito, es una vieja costumbre que tengo.

Tú me golpeabas, yo sanaba mis heridas, o más bien las ocultaba en el fondo de mi corazón marchito. Oculté mis fracturas con un tipo de capa de invisibilidad, pero las fracturas seguían allí.

Estoy rota, ni siquiera los psiquiatras pueden ayudarme. Ellos solo dan frases vacías que apaciguan por momentos mi alma, en algún punto me ayudaron, pero cuando logré salir del centro de rehabilitación recaí de nuevo en mi depresión. En mi anorexia nerviosa, con episodios de estrés postraumáticos, la ansiedad fue aumentando con cada semana que pasaba en casa. En esa mansión gigante solitaria.

Solía gritar debido a mis pesadillas. Gritaba y gritaba por ayuda pero nadie acudía a mi socorro, la puerta se mantenía cerrada toda la noche hasta que el alba pintaba con sus colores ese cielo oscuro. Sustituyendo la oscura noche por la brillante mañana, pero sin embargo, el frío viento rondaba por todos lados.

Hasta se me escapó tu nombre mientras lloraba al haber tenido una pesadilla.

Lo recuerdo bien ya que tú estabas en ella. Más bien tu cuerpo muerto, este estaba repleto de gusanos y moscas, tanto el dolor como la vita eran repugnante. Te estabas descomponiendo con una velocidad alarmante, al lado tuyo se encontraba tu padre y madre, lloraban por ti. Pero ellos no miraban tu cuerpo muerto, ambos me miraban a mí.

En sus ojos eran negros, sus lágrimas eran de un color rojo carmesí, y sus bocas murmuraban sin emitir palabras. Pero estaba claro lo que me decían.

"Eres la culpable de su muerte", decía tu padre con furia. "Debería de ser tú la que esté en este lugar, pudriéndose..." modulaba tu madre con dolor y asco.

Palabras crueles que se incrustaron en mi corazón como un puñal afilado. La culpa me mata en mis sueños todas las noches. Y en ese sueño morí junto a ti. Estabas tan cerca pero a la vez tan lejos, que lo único que pensaba era que te alejes más de mí.

No quería morir a tu lado, tampoco quería seguir sufriendo por ti. Y mientras yo estaba arrodillada, aun siento acusada por las miradas de tus seres queridos, cerré mis ojos con toda la fuerza, pero no por el dolor, no por el saber que en verdad soy la culpable de tu muerte. No. Yo los cerré para concentrarme, para centrar mis pensamientos en una sola frase. Era como unas palabras mágicas que me liberaba de la maldición llamada Caín Duncan, aunque sea por unas noches.

"Ya no estás aquí. Ya no me puedes dañar. Mi dolor ya no tiene tu nombre escrito, ahora ya no puedes torturar mi corazón.

Me jure a mí misma jamás volver a sufrir como en el pasado, y lo pienso cumplir. Nadie me volverá a dañar, ni tu Caín, ni el demonio que me asecha en esas noches frías, ese hombre con ojos claro, ese monstruo llamado Jackson Hoffman.

Ya renacida, y aunque fue de una forma dolora e inhumana, gracias a ese sujete perverso pude renacer. Aun salgo de las cenizas de la antigua Isabella, pero poco a poco me voy trasformando. Cada vez el demonio de mi interior sale a la luz para destruirlo todo. Para acabar con todo.

Porque él me creo así. Jackson me moldeó para ser este demonio, y ya no hay vuelta atrás.

Hasta aquí mi carta, mi querido y difunto Caín. Espérame un poco más, cariño. Pronto nos reencontraremos en el infierno. Tú, yo, y Jackson.

Hasta pronto. 











Nota

Hola, Bebés. ¿Cómo han estado?
Los estuve extrañando muchisimoooo y es por eso que me apuré en terminar este extra que ya tenía pensado hace rato. ¿Qué les pareció?, los leo ❤

Recuerden que este libro ya está en la venta en el sitio wed de la editorial Tinta Libre, pronto anunciaré las librerías y los países en donde lo pueden conseguir, pero por el momento está en el sitio web en Preventas. El link lo encuentras en mi perfil  ❤ 

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