• Interés •
Jackson Williams
—Cariño... —unos pequeños golpes en mi puerta me advierten de su entrada.
Con mucho fastidio, cierro mi libro Misery, de Stephen King. Mis ojos se elevan a la figura que tengo delante de mí, ella entiende con perfección mi mirada y veo cómo se estremece y da un paso atrás.
—Oh, lo siento, cariño. No quería molestarte... —la interrumpo antes de que terminara su oración.
—Pero ya lo has hecho. Ahora habla.
—B-bueno. El señor Jones me ha llamado hace un momento para decirme que su hija, Isabella, no podrá darles sus clases de apoyo; ya que ella se irá a un viaje con su pareja...
«¿Alguien como ella tiene una pareja?».
—Me da igual, no la necesitamos —observo a Clara por última vez, luego bajo mi vista a mi libro para retomar la lectura.
Escucho la puerta cerrarse, al igual que los tacones de Clara alejarse y me permito recostarme aún más en mi silla y cerrar los ojos por un momento.
Hace un año, yo había dejado de lado mis estudios. La presión era mucha, mis dolores de cabeza, las voces, todo iba en aumento y eso me hacía no poder concentrarme en nada. Pasaba horas mirando un punto fijo o haciendo acciones que no me daba cuenta. Nada de eso ayudaba cuando las ganas de tener una víctima enfrente de mí me ganaban, el poder torturar y hacer lo que yo quisiera. El hecho de que yo tuviera el control de todo, de ser el culpable del sufrimiento de otra persona me producían una satisfacción inmensa. Todas esas cosas me hicieron dejar la escuela, no le veía sentido. Eso jamás me ha importado.
Austin era muy diferente a mí en ese aspecto. Para algunas asignaturas, la gran mayoría, era pésimo. Pero se esforzaba, pasaba horas, días y noches estudiando para sus exámenes. Él sí se tomaba en serio la escuela, el querer ser alguien al terminar la secundaria y poder empezar la universidad. Eso es lo que Austin siempre quiso. Ser alguien libre, con futuro; una persona normal y feliz.
Dos año antes
—Sabía que eras un idiota, pero no pensé que fueras un maldito imbécil... —camino sin parar por toda su horrenda habitación, intentando comprender lo que en su cabeza pasaba.
Austin acababa de firmar sus papeles para dejar el colegio. El idiota estaba dejando la escuela un mes antes de su maldita graduación. Austin se enteró de que yo no pude pasar a mi penúltimo año, ya que no tenía los créditos suficientes para poder alcanzar a mis demás compañeros.
—Vamos, antes me rogabas para que no te deje solo, ¿y ahora quieres que me vaya? —ríe, pero en sus ojos no hay ni una pizca de gracia—. No te dejaré solo, hermano menor.
—No me quieres dejar solo con ellos —le corrijo. Me paro frente a él y noto que sus ojos azules tenían una pequeña batalla consigo mismo; Austin quería decirme algo, pero pensaba que me haría estallar si lo hacía.
Sé que él, no, todos los miembros de la familia Williams, no confiaban en mí. Sabían sobre mis problemas, mis traumas, lo que podría llegar a hacer si algo no me gustaba o si me gustaba demasiado.
Austin sabe a la perfección lo que se me cruza por mi mente, lo que yo les quiero hacer a todas esas personas. Compartimos muchos pensamientos, aunque él no está de acuerdo con los míos, siempre me ayuda con mis cometidos. Austin entiende muy bien lo que yo haría si él se fuera de la casa.
—¿Y qué se supone que harás? ¿Entrarás el año que viene?
—Bueno, no. Esperaré hasta que vayamos a California. Si todo va como mi padre lo planeó, será en dos años. Así que tenemos tiempo... tienes tiempo.
—Está bien, todo estará bien... —me lo auto prometo, intentando recuperar la calma.
A veces llegaba a sentirme un poco mal por Austin, él siempre cuidándome, arreglando todas las mierdas que yo dejaba por el suelo.... Más que lástima era molestia, supongo.
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—Hijo...
—No me vuelvas a decir así, Clara. Sabes que lo odio —pronuncio al mismo tiempo que me levanto de la silla con notorio enojo, ni siquiera me había dado cuenta de su presencia hasta ese momento.
Estaba a punto de acorralar a mi víctima, pero Austin entra sin tocar, haciéndome frenar en seco y maldecir en mi mente por no tener seguro en la puerta. Estaba tan cerca.
La sonrisa de Austin se desvanece lentamente al ver el panorama. Me observa por unos segundos y luego pasa por al lado de Clara. Mi enojo ya era muy notorio, lo peor que me podía pasar era que Austin apareciera en mi camino cuando la furia tomaba el control de mi cuerpo. Mis manos hormigueaban, la mitad de la cabeza empezaba a dolerme y los ojos ya empezaban a ver manchas negras.
—Madre... ¿todo bien? —pregunta casual, intento moverme para irme de la habitación, pero una sola mirada de advertencia de Austin basta para hacerme entender que eso sería una muy mala idea.
Aprieto mis dientes por la frustración, intento calmarme con algunas respiraciones profundas y me siento al ver que no funcionaba.
—S-sí, cariño. Todo bien, iré a hacer los deberes del hogar, nos vemos luego. No vayan a volver tarde—saluda a Austin con un beso en la mejilla, a mí solo me observa por unos segundos y luego sale.
—¿Qué mierda estabas por hacer, Jackson? —Austin camina hacia mí enojado, apretando sus labios con fuerza como suele hacer.
—Solo la estaba por echar de mi habitación. Odio que entre como si fuera su casa. —una mentira estúpida, pero medianamente cierta.
—Primero que todo, esta es su puta casa, imbécil—volteo los ojos al ver cómo se ríe de mí—. Y segundo, hasta un niño de primaria podría formular una mejor mentira que tú.
—Vete a la mierda, lárgate de mi habitación... —me levanto de mi silla y comienzo a empujarlo fuera, sin lograrlo.
—Vamos, hermano, apenas me has movido. Tienes que ir al gimnasio, da pena. —su carcajada me hace fruncir aún más el ceño y muerdo mi labio.
—¡Eres un maldito grano en el culo, Austin! —lo empujo con todas mis fuerzas hasta que lo hago tropezar con un mini sillón que estaba detrás de él.
Agradezco verlo reír y no enojado.
—Eso te pasa por imbécil —digo algo agitado, yendo a mi cama y me recuesto por unos segundos.
—Mierda, eso dejará una marca no muy sexy—escucho murmurar con dolor.
—¿Te puedes ir? Quiero seguir leyendo —dijo más calmado.
—No, tenemos clases con pechos grandes—se recompone y comienza a caminar por toda mi habitación.
—Ah, qué molestia... deja a esa chica en paz. Pechos grandes no parece ser tu tipo, ni tú el de ella—una pequeña sonrisa sale de mí al ver la molestia de Austin.
—Soy el tipo de todas las mujeres, hermano menor—su arrogancia es molesta—. Su hermana, Isabella, se fue a un viaje; por lo que su padre le ha pedido a la otra que nos enseñe. Según nuestro padre, es una familia con mucho poder en el ámbito empresarial, así que hay que llevarnos bien con ellas por el bien de la nueva empresa de padre.
Su voz apagada me dice que le aburre todo eso. Mientras habla, guarda algunos materiales de estudio en mi mochila. Supongo que no me quedaba otra que ir a esa estúpida clase. Termino por resignarme, sabiendo que no tengo escapatoria. Comenzamos nuestro camino a la enorme mansión Jones.
Ya fuera de la casa, cruzando la enorme calle que nos dividía con ellos, Austin ríe sin ninguna razón y lo miro con duda.
—¿De qué te ríes, idiota?
—Acabo de acordarme de algo muy gracioso—bajo la velocidad de mi andar para darle tiempo a que siga con su chisme—. El señor Adam le contó a nuestro padre que su esposa había muerto...
—Lo sé, Gregory nos advirtió que no hablemos de ella en la cena —lo interrumpo.
—Nuestro padre nos dijo que había muerto por causas naturales, pero yo no me creo esas mierdas, ese hombre es muy espeluznante y se nota que miente—vuelve a reír como idiota—. Le he preguntado a una de las amas de llaves de la casa Jones, solo por curiosidad, si sabía el verdadero motivo...
Cuando llegamos a la casa, un hombre con traje nos observa de arriba abajo y luego nos deja entrar al patio del frente. Austin toca el timbre, unos pasos fuertes se escuchan y el idiota se apura a terminar la oración.
—Ella me contó que Mónica, la madre, estaba muy sana de salud antes de fallecer... —mi ceño se frunce al no entender a donde iba con esto—. ¡La chica piensa que alguien de aquí la mató!
Mis ojos se abren por la sorpresa, mientras que Austin tiene los suyos llenos de diversión e intriga, pero, antes de que pueda decir algo más, la chica de ojos verdes, buenos pechos y carácter feroz aparece frente a mí.
«Elisabeth Jones, pareces más interesante de lo que pensé».
corregido.
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