• Frustración (Primera parte) •
Elisabeth Jones
Mi vista queda pegada al calendario de mi celular. Quedo embobada observando la pantalla, contando los días que ya habían transcurrido desde la fiesta de las empresas.
Ocho días pasaron desde que los demonios volvieron al acecho. Ocho días desde que mi pasado me atrapó en un huracán, y son ocho horrendos días en lo que voy cayendo en un pozo de tristeza infinita. No solo Adam volvió a abusar de mí, también me he derrumbado frente a Austin, he mostrado un lado que muy pocas personas han conocido. Personas importantes y muy cercanas a mí. Algo que Austin Williams no es. Creo que lo peor de todo es que me he entregado a ese idiota. Sí, definitivamente eso es lo peor.
He dejado que él use mi cuerpo, aunque yo también lo he usado. Necesitaba olvidarlo todo, escapar de mi demoníaco mundo y sentirme libre por algunos minutos, como pasaba cuando estaba con Jeremy. Pero, por supuesto, Austin no es ni será Jeremy Brown. Tampoco creo que sea un reemplazo, porque no le llega ni a los talones.
Pero si yo pienso así de él, ¿por qué le permití llegar tan lejos aquella noche? ¿Por qué me he abierto de esa forma con él? ¿Qué es lo que tiene Austin Williams para que yo me desmorone? Mi cerebro está partido a la mitad. Pienso dos cosas totalmente diferentes acerca de aquel chico y esto me confunde demasiado.
Sé muy bien que nadie se puede comparar con Jeremy. Él era mi sol, el que iluminaba mis días más oscuros, el único ser que me comprendía a la perfección. Su amabilidad me daba esperanza de poder confiar en otras personas, en abrirme e intentar ser feliz.
«Austin jamás será mi sol, porque él es oscuridad. Él solo me apagará más y estoy segura de que terminará de destruir lo poco que queda en mí; así que no es necesario confiar en un demonio», me repite mi cabeza.
Mis ojos siguen en el calendario y en el recordatorio que salta en la brillante pantalla.
27-09-20, ir al cementerio.
Este horrendo día alberga el oscuro acontecimiento que arruinó por completo mi existencia. Este mismo día, pero hace dos años, ocurrió la muerte de mi sol, y el nuevo inicio de un eclipse sin fin que me consume hasta dejar cenizas inservibles.
Este fue el día en que Jeremy Brown dejó de existir. Su muerte, la cual nos tomó a ambos por sorpresa, no nos permitió despedirnos. Ni decir algunas palabras finales. Un día lleno de frustración y dolor. Es así cómo presiento que será, como lo fue el año pasado y como seguirá siendo cada aniversario que pase sin él.
Además de su muerte, hoy él cumpliría diecinueve años. Una fecha elegida cruelmente por Adam para hacerme más desdichada, si eso es posible. Nada volvió a ser como antes, y también sé que nada ni nadie me volverá a dar aquella felicidad. Ni siquiera ella, mi amada hermana.
Mi amor por Isabella es puro, auténtico y enorme, pero entiendo que es insano. La he estado sobreprotegiendo de sí misma, de la oscuridad que hay en el mundo y de los demonios que están en nuestra casa. Esto me llevó a sacrificar gran parte de mi existencia para vivir por ella. Pero siempre fallo. Nunca la he protegido correctamente. Eso es molesto, no puedo proteger a la única persona que realmente amo, mi única compañera viva.
Dejé que Caín manipulara su mente, le permití ser dañada por un tercero, esto hizo que su felicidad se derrumbe, lo que dio comienzo a las sonrisas falsas. ¿Qué clase de hermana hace eso? ¿Es que acaso no la amo lo suficiente como para poder protegerla con más esmero? ¿Soy culpable de su sufrimiento?
Luché sin descanso día y noche, fingiendo que estaba bien, aparentando ser fuerte y convenciéndome de que podía protegerla del mundo por mi propia cuenta. Pero siempre he fallado, y tengo miedo de seguir haciéndolo.
De pequeña siempre me mantuve a su lado. Con la guardia alta, desconfiando de todos y de sus intenciones con respecto a Isabella. Me descuidé a mí misma, a la mentalidad de una pequeña niña para proteger la de alguien más, pero nunca supe específicamente de qué. ¿Del mundo, de ella misma o de mi misma?
Ella es una buena persona, jamás negaría eso, pero Isabella era muy dependiente de los demás. Lo fue con Monica, lo es conmigo, lo era con Caín y ahora tengo miedo de que sea así con alguien más. Ella no es débil, pero su mente le hace creer que sí. La deja como presa fácil para ser manipulada por cualquiera con intenciones perversas.
Enfoqué mis pocas energías en asegurarme de que ella no sufriera como yo lo hice. Pasando horas y horas vigilando su habitación, con miedo de que alguien desconocido entrase en ella y escuchara los mismos gritos que salían de mi habitación en el pasado. Pero estos días que he estado encerrada en mi habitación me he dado cuenta de que mis energías se estaban agotando, siento como si mi vida ya no estuviera sujeta a alguna cuerda y eso me deja completamente cansada.
Sin Jeremy, mi vida no tenía sentido, tantos años de abusos, tanto físicos como psicológicos, me estaban cobrando facturas por haberlos ignorado. Por haberlos guardado en lo más profundo de mi interior sin dejarlos salir. En esta fecha, mi lado más verdadero sale a la luz sin poder evitarlo. No había máscara que pudiera ocultar lo que en realidad era. Y llego a un punto en donde exploto de las emociones al momento que alguien abre el cofre en donde tengo guardadas mis penas.
«¿Seré capaz de seguir protegiendo a Isabella a costa de mi felicidad? O mejor aún: ¿quiero seguir haciéndolo?».
No, no debo pensar así. Yo la protegería hasta el día que muera, esa es mi promesa.
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Le doy una última repasada al pronóstico de esta tarde. Las lluvias frías parecen no querer detenerse, el viento sopla las hojas secas de los árboles y provoca que la lluvia sea más violenta, como si fuese un pequeño látigo.
Al salir de mi habitación, suelto el aire contenido en mis pulmones al notar que no hay rastros de nadie en casa. Cierro mi puerta lo más lento posible para no alarmar a nadie sobre mi huida, luego camino sigilosamente hasta llegar a la escalera; pero, antes de poder bajarlas, la voz de mis pesadillas retumba detrás de mí.
—Parece que tienes prisa, mi niña... ¿necesitas que te lleve? ─Freno en seco y me tenso por completo al oír la voz de Daniel.
Mi mente aún no procesa su llegada ni su estadía aquí, por lo que solo volteo hacia él y me quedo hecha piedra. Su sonrisa enorme me perturba hasta el punto de sentir mis rodillas temblar. Estaba lejos, pero pronto comienza a dar algunos pasos para llegar frente a mí. Mi corazón es un tambor en estos momentos, uno que se golpea fuerte y lento. Mis manos y axilas comienzan a sudar por el nerviosismo que esto provoca en mí. Admito con agonía que el miedo que siento al estar con Daniel es mucho más profundo que el miedo que me produce Adam. Las perversas cosas que me ha obligado a hacer Adam quedan cortas en comparación con las cosas que le excitan a Daniel. A él le encanta verme llorar, saber que me produce miedo, le fascina torturar cada parte de mi joven cuerpo y verme gritar de agonía.
—No, iré en taxi... —susurro, sintiendo cómo el miedo pasa por todo mi cuerpo al verlo acercarse más a mí.
—El cabello largo siempre te sentó de maravilla, mi niña.
Daniel me toma por los hombros y me estampa contra la pared, lo que me provoca un dolor agudo en mi cabeza y espalda.
—Daniel... —Su nombre se me escapa, al igual que miles de lágrimas. —Y-ya no soy una niña...
—Oh, mi niña. No llores, eso arruina tus hermosos ojos. ─Daniel besa la lágrima que se desliza por mi mejilla y esto provoca un ácido en mi estómago que me ruega que lo vomite—. Sabes qué día es hoy, ¿verdad?
Mi cuerpo se tensa aún más al oír la mención de aquello, siento mi respiración cortarse y la vista se vuelve un poco borrosa, como si estuviera a punto de desmayarme.
—¿Tío Daniel?
El eco de su voz obliga a Daniell a separarse de mí por completo.
—¡Elisabeth! —exclama Isabella al verme en la punta de las escaleras—. Por fin sales de tu cuarto, ¿sabes lo preocupada que me tenías?
La observo algunos segundos, su rostro está teñido por una preocupación descomunal. Bajo las escaleras con rapidez sin sacar mis ojos de ella, rogando que las lágrimas no se noten.
—Lo siento, Isabella...
Es lo último que logro decir antes de marcharme sin mirar atrás. Mi corazón se oprime del dolor, el cuerpo aún tiembla por el miedo y siento cómo pronto caeré de rodillas al suelo. Apenas salgo de allí, la lluvia me cubre por completo, me encojo por el frío; pero, de todas formas, salgo corriendo lo más lejos y rápido que puedo. Llego a una esquina, casi saliendo del suburbio privado en donde estoy, cansada y mojada; con mis manos sobre las rodillas intento recuperar el aire. Pero solo consigo congelar más mis pulmones.
Una bocina de auto me hace dar un pequeño grito de susto; pensando que es Daniel, las ganas de volver a correr aparecen. Cuando estoy a punto de emprender mi corrida, un nuevo bocinazo y un grito feroz es el que me detiene.
—¿Qué demonios haces ahí, Jones? ¡Sube al auto! —Giro mi rostro para ver el auto de Austin, pero el que lo manejaba y el que gritaba era Jackson.
Lo pienso unos segundos. Viendo su rostro por el enorme vidrio delantero, él espera sin demostrar alguna emoción en particular. Está serio, pero su quijada se encuentra tensa por algún motivo. Sin saber el porqué de mi acción, camino lentamente hacia el auto. Jackson es quien abre la puerta desde la parte de adentro, me siento en el asiento delantero y me quedo quieta por algunos segundos.
La lluvia no para, el agua que hay en mi cuerpo se escurre rápidamente por el auto, pero no me molesto en pedir disculpas, ni siquiera sé qué hago ahí adentro.
—Está por empezar el invierno, ¿y a ti se te ocurre salir con una sudadera? Presentí que eras una loca, pero no como para matarte a ti misma de hipotermia...
Lo escucho pronunciar; al ver que no respondía, suelta un suspiro y busca algo en la parte de atrás.
Observo la vista desde adentro del auto. Las nubes grises cubren por completo todo el panorama; la lluvia golpea el auto y produce un ruido sordo y molesto, apenas escucho lo que dice Jackson.
—Ten, puedes ponerte esto... —Me extiende un buzo rojo con letras negras escritas en un idioma oriental—. Es de Austin y le molestará que lo tengas, pero es lo único que he encontrado.
—¿Quieres que me ponga eso? —Al hablar, mi garganta pica, por lo que tengo que toser un poco para aclararla.
—Si no quieres morir de hipotermia, sí —responde sin interés. Noto que ahora se encuentra calmando, hasta algo aburrido al estar en esta situación.
Suspiro con derrota y comienzo a quitarme la sudadera junto a la remera lo más rápido que puedo para ponerme el buzo. No me molesto en ocultar mi piel frente a Jackson, ya que él mismo es quien corre la vista y mira hacia afuera en el momento que me quito la remera mojada.
—¿Es una clase de pasatiempo?
—¿Qué cosa?
—El correr como lunática por las calles a las cinco de la tarde... —Jackson pone en marcha el coche al notar que he terminado y mi vista va directa hacia él—. Supongo que no podrás ir a donde querías caminado, solo déjame llevarte.
No respondo. Él toma eso como un sí y comienza su recorrido sin un lugar en específico; miro su gran figura, su calma y la manera aburrida que solo Jackson puede tener en un momento tan tenso como este mi vista queda pegada al calendario de mi celular. Quedo embobada observando la pantalla, contando los días que ya habían transcurrido desde la fiesta de las empresas.
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