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• Enfado •

—Otro cuerpo sin vida fue encontrado en Agoura Hills. La policía forense, junto a los familiares, han podido identificar a la víctima mediante una prueba de sangre. Su nombre era Caín Martin Duncan, un joven de apenas 19 años de edad, universitario, carismático y una muy buena persona; es así como lo reconocen sus amigos cercanos. El joven fue hallado con múltiples laceraciones en su rostro y quedó irreconocible para sus seres queridos, además de tener señales de torturas y abusos sexuales.

—Eso es cierto —pronuncia otro periodista—. Hace años que no veía un caso tan grotesco como este. Al chico lo torturaron hasta morir, le quitaron los diez dedos de las manos, amputaron su pie derecho y tiene múltiples cortes de diferentes tipos de armas blancas...

Es algo horrendo e imperdonable, la policía aún no atrapa a los culpables y la incertidumbre de quién será el siguiente es palpable en el aire.

—Nos despedimos de otra alma en pena que no logró zafarse de las garras del demonio que lo asesinó. Caín Martin Duncan, otra víctima más en las manos del temible asesino serial. "El asesino silencio".

Un oficial de policía apaga la radio al finalizar la noticia. Los cientos de murmullos de distintas personas es todo lo que se logra oír, pero aún así, el silencio tenso sigue entre nosotros. Noto el enojo que hay en la estación de policía. Los agentes se mueven con agilidad por todo el departamento, se escuchan algunos gritos y órdenes de superiores, el olor a cafeína es muy fuerte, al igual que la sensación de cansancio que tienen todos aquí.

El cuerpo de Caín fue hallado a las 3:27 a.m. del día 19 de septiembre. La llamada resonó con fuerza en casa y tomó a todos por sorpresa. Carmen atendió y, cuando pasó el mensaje a Adam, lo último que escuché fue el grito desgarrador de Isabella.

Corrí a su habitación, pensando en lo peor, me la encontré en el suelo llorando. Adam me miró sin ninguna emoción y pronunció las palabras silenciosamente: "Lo encontraron". Me alivié, me permití sonreír un poco y luego me acerqué a mi gemela e intenté dar todo de mí para que no se sintiera tan pesada aquella noticia.

La policía no tardó en venir, a las 5:00 a. m. Isabella fue llamada a declarar, junto con Jackson Williams.

«¿Por fin la verdad saldrá a la luz?».

—Pasaré a relatar ambas versiones de los sospechosos. Por favor, escuchen con atención —nos dice el oficial a cargo de la investigación—. Alrededor de las 10:30 h, Isabella Jones caminaba por el patio de la escuela Magnet. Llegando al estacionamiento de atrás, se encontró con el desaparecido y ahora difunto, Caín Duncan, quien la amenazó y golpeó sin razón alguna...

—¡Eso es mentira! —El grito del padre de Caín detiene la declaración del oficial—. Mi hijo jamás haría eso, no lo he criado así. ¡Esa zorra está mintiendo! —señala a Isabella, quien se mantiene callada y con la vista baja.

Edward, el padre de Caín, da un paso adelante con intenciones de ir por Isabella. Sin pensarlo mucho, me posiciono frente a ella y enfrento al idiota.

—Da un paso más... —Lo reto—. Tu hijo fue una mierda toda su vida, merece todo lo que le ha pasado y más—. Noto cómo todos quedan petrificados al oírme hablar—. Si te escucho insultar a mi hermana una sola vez más, yo...

—¡Ya es suficiente! —reacciona el oficial—. Las cámaras de seguridad de la Institución captaron todo el escenario. Caín la golpeó y Jackson lo detuvo. Jackson también lo golpeó en el rostro, es por eso que había ADN de él en el análisis de su difunto hijo.

El oficial mira a Jackson por un segundo, este se queda quieto y aparta su vista del policía. Se oye un suspiro, luego el oficial prosigue.

—El joven Duncan se retira de la escuela a las 10:42 hs y va a su coche. Por lo que sabemos, el vehículo no fue encontrado aún, pero seguiremos con la investigación. También encontraremos al asesino que mató a su hijo, por favor, tengan paciencia y esperanzas; la muerte de su hijo será vengada con todo el peso de la ley.

El señor Edward se encuentra rojo de la ira. La policía nos da el permiso de poder irnos a casa para poder descansar y obedecemos sus órdenes. Las manijas del reloj avanzan lentamente, estas pronto marcan las 6:00 hs de la madrugada.

Adam guía a Isabella afuera del departamento de policía, la familia Williams murmura cosas detrás de mí, pero por la distancia y demás ruidos no logro entender muy bien qué dicen.

—En casa... decidimos... —La voz de Clara sale preocupada.

—De esta no... Jackson. —Gregory tensa su voz, y esta sale como un reproche.

No me doy cuenta de que Adam había parado de caminar, doy unos pasos más y luego me detengo. Isabella aprovecha ese momento para tomarme de la mano y apretarla con fuerza. No veo sus ojos, su vista está clavada en el suelo, noto cómo tiembla un poco y, sin titubear, la abrazo por algunos segundos.

—Muchas gracias, Jackson. Te agradezco que hayas ayudado a mi hija, no sabes lo avergonzado e indignado que estoy por la situación en que he puesto a tu familia y a la mía.

—No se preocupe. Cualquiera habría hecho lo mismo por ella... —Los ojos de Jackson viajan al cuerpo tembloroso de mi hermana. Esta no lo ve, pero siente su mirada; al hacerlo, ella se oculta aún más en mi abrazo.

Todos se despiden. Aún de la mano de Isabella, nos dirigimos al estacionamiento, los primeros rayos de luz nos ciegan al instante mientras el frío gobierna cada parte de nuestros cuerpos.

Suspiro con pesadez. Unos ardientes ojos queman mi cuerpo; al voltearme, noto que Austin me mira de una forma inentendible. Sus ojos no detonan nada, pero su cuerpo demuestra todo lo contrario. Se encuentra tenso, con rostro neutro y una mirada casi perdida. Es extraño viniendo de él.

El almuerzo es servido. Ninguna de las dos habla, se mueve o siquiera come. La ausencia del sonido era muy tenso e insoportable. Para intentar cortarlo, comienzo a beber el café y, de pronto, siento la penetrante mirada de Isabella.

—Mañana es su funeral...—Suelta de la nada.

—Procuraré no maldecirlo tanto para que encuentre su lugar en el infierno—. Sonrío cínicamente mientras como una porción de tostada.

—No hace falta que seas tan condescendiente con este tema.

Mastico lentamente a la vez que la observo sin poder creerlo. Me tomo mi tiempo para digerir la tostada y beber un poco de jugo; al terminar, planto una ancha sonrisa que hace crecer el sentimiento que veía en sus profundos ojos azules.

—No irás a ese funeral —declaro, aún sonriendo—. Así que deja de mirarme así, Isabella.

—Si no quieres que te mire de esta manera, no te metas en mis mierdas, Elisabeth...

Ambas nos miramos con intensidad. Una ardua batalla se desata entre los ojos azules de ella y mis ojos verdes. Ninguna se rinde. Ella con su rostro serio. Yo con una sonrisa.

«Oh, hermana. Ahora sí pareces mi gemela. Y dudo de que te agrade cuando te des cuenta de lo que eso significa».

Sus ojos se convirtieron en dos grandes cubos de hielo, azul zafiro, fríos y sin emociones pasivas. El enojo era evidente en sus facciones. Tenía la mandíbula tensa, como si mordiera sus dientes con fuerza para evitar decir algo malo, su espalda rígida y hombros de igual forma. Estaba en posición de alerta, preparada para recibir algún ataque y rematarlo sin dudar. Como si fuera un ángel de luz luchando por salir de la oscuridad en la que cayó por accidente.

—Fue él quien te maltrató por años. Te golpeó, insultó, manipuló, y quién sabe qué más te quiso hacer y no logró—. Mi sonrisa se desvanece lentamente—. Él jamás te amó, Isabella. Personas como Caín no logran sentir nada, son demonios en busca de algún ángel vulnerable. Te utilizan y te desechan, te maltratan y fingen que te aman; pero no es así. Caín Duncan se merece lo que le sucedió. Merece estar muerto.

Otra ausencia de sonidos nos invade. El enojo viaja entre nosotras y crea un caos silencioso pero muy destructivo. Isabella aparta su mirada de la mía, la furia no flaquea en esos azulados ojos; aunque no logro saber si era dirigido a mí o a alguien más. Ella mira a la nada por algunos segundos, luego larga un corto suspiro. Analizo cada acción que hace, intentando saber lo que piensa, saber si en verdad estaba pasando lo que yo creía que ocurría; pero la nueva Isabella me lo está poniendo difícil.

«No. No es "la nueva Isabella", porque ella siempre estuvo aquí; solo que estaba oculta bajo una máscara casi irrompible».

—Yo no... —Salgo de mis pensamientos al oírla murmurar—. Yo no soy vulnerable...

Es bajo, pero se escucha muy seguro. Sus palabras cargan con una confianza que hace años no había oído o visto en ella. Me hace querer decir la verdad. La verdad acerca de Adam, lo relacionado con la familia Jones, sobre mi pasado, hablarle sobre Jeremy. Pero si me estaba equivocando y ella aún vivía en su burbuja, si ella seguía aparentando ser débil, jamás me creería y solo la rompería más.

—No. Eres todo menos eso, y es por eso que no irás al funeral.

Me levanto de la mesa, Isabella aún no me mira, camino con lentitud fuera de la sala y salgo de la casa. El viento matutino es algo frío, quema mis mejillas y me maldigo al saber que no salí con un abrigo para el clima helado.

Los guardias abren el enorme portón, tomo una gran exhalación del frío aire que congela temporalmente la garganta y los pulmones en el intento. Carraspeo a la vez que salgo del infierno llamado la casa Jones. Lo primero que veo es el hogar de los Williams, un poco más pequeña que la de Adam, pero, aún así, se destacaba entre las otras del vecindario. Meto mis manos en los bolsillos de la sudadera mientras relamo mis labios. Observo las ventanas de la casa, todas cubiertas por una tela beige oscura, ninguna deja ver algo que comprometa a esta extraña familia y mi curiosidad va en ascenso.

«¿Qué está mal conmigo? Se supone que es solo una familia normal, ¿no?».

No. Eso no era cierto. Mi instinto me decía que así no eran las cosas, y este jamás me ha fallado. Desde que los Williams llegaron a California las cosas se tornaron oscuras, más de lo que ya eran. Secretos que antes había ocultado bajo tierra se elevaban cada vez más y me dejaban tan desconcertada que no lograba ver las cosas desde una perspectiva más general.

Cierro los ojos al sentir el viento contra mi rostro, este me refresca enseguida y enfría mi mente y mi corazón. Suelto un suspiro mientras abro los ojos y tengo nuevamente una vista directa de la casa Williams, que me provoca escalofríos.

Sus ojos se clavan en mí, no me percaté de esa feroz mirada que me estaba lanzando desde su posición. Se queda quieto, su mano en la cortina y la otra en su bolsillo delantero, parecía relajado, tranquilo; pero aquella mirada me desarma por completo. Bred me observa desde la habitación de algunos de los muchachos Williams y me manda un claro mensaje con tan solo una negación de cabeza. El movimiento es lento para que pueda verlo bien. Luego, cierra la cortina y desaparece tan rápido como llegó.

«Un demonio habita esa casa, y es muy peligroso, ¿no es así, Bred?».

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