• En mil pedasos •
Narrador omnisciente
Todo ocurría con una lentitud de película, para todas las perspectivas de esta cruel historia.
Bred estaba teniendo un ataque de nervios al ver a su preciado amor tirado en el suelo, con el cuchillo en su abdomen. El vómito estaba a punto de salirse de su garganta y tenía unas enormes ganas de desaparecer de la faz de la tierra.
Todo lo contrario de Elisabeth, que no estaba sintiendo nada.
La pobre muchacha se encontraba agonizando en el suelo. Alucinando con su querida hermana, hablándole entre murmullos moribundos mientras sostenía la enorme herida que tenía en su abdomen, que no paraba de sangrar.
Pero la joven chica empieza a recordar momentos de su vida en los que era feliz; por desgracia, estos momentos son escasos. Recuerda las veces que jugaba con su nana e Isabella, cuando Jeremy se escabullía en su jardín para visitarla algunos minutos antes de volver a trabajar, pensaba en lo mucho que le irritaban los comentarios de Austin, pero también recordó las sonrisas que le fueron inevitables ocultar debido a las idioteces cómicas que él le decía. Elisabeth solo recordaba momentos alegres, algunas vistas al pasado antes de avanzar a la próxima vida, si es que esta existía.
Nuestra querida Beth lo averiguaría muy pronto.
—Isabella... —Volvió a balbucear entre sollozos de agotamiento por el dolor que se expandía a todo su cuerpo y mente.
—Es tu culpa, es tu culpa, es tu culpa... —Bred murmuraba shockeado, intentando pensar con toda la claridad que le fuera posible para salir de allí sin ser visto.
El muchacho pensó de prisa, se acercó al cuerpo tumbado de Elisabeth, la dio vuelta para que su cuerpo quede frente a él y así poder quitarle sin cuidados el puñal que le había clavado minutos atrás. La muchacha se retorcía de dolor, gritaba agónica debido a su sufrimiento, pero nadie la escuchaba; la música iba en aumento a medida que sus gritos también crecían. Parecía estar todo complotado para que ella perdiera.
«¿Por qué no me siento bien al verla así?». Bred intenta buscar una respuesta rápida a su pensamiento, pero no la halla, por lo menos no una que le agrade con totalidad.
En verdad él quería matarla, y no era solo por la sed de venganza que sentía que le debía a su hermano menor difundo, no, Bred tenía otra oscura razón para hacer lo que había hecho. Su segunda razón era más compleja; menos lógica, pero él procuraba convencer a su mente de que era lo correcto.
Matar a Elisabeth para liberarse del amor que él le tenía. Esa era su segunda razón para dañarla.
"Si ella no está, te sentirás liberado", la voz del segundo culpable volvió a susurrar en su oído y quitó el shock enseguida.
Pero Bred temía, él siempre fue un cobarde, aunque su cuerpo era enorme y la gente decía que sus miradas eran tétricas. Bred Brown nunca fue un mal tipo, ni mucho menos quiso dañar a nadi; por lo menos, no en su pasado.
Todo se le fue de las manos al perder a su hermano, al perder a su madre y a su padre en otro extraño accidente dos años atrás; él se sentía solo y su mejor amiga, Elisabeth, no estaba para consolarlo. No estaba, porque, para los ojos de él, ella siempre será la culpable.
—Bred, por favor... Ayúdame. —La repentina voz de Elisabeth lo hace espantar, por lo que da un paso hacia atrás.
Bred no logra contener una extraña risa que llevaba guardada desde el momento en que vio a Elisabeth revolcada en el suelo llorando. No está cargada de diversión, la gracia es nula, tan solo es un aire que se le escapa de la garganta, como si su alma se escapara de su ser.
—¡Ja! ¿En serio pretendes que yo te ayude? ¡¿Después de todo el daño que me has causado?! —Su grito es potente, tanto que él se maldijo por haberlo soltado con tanto volumen, temiendo que los del exterior lo escucharan.
—Yo-o solo quiero... proteger a Isabella. —Otro sollozo sale de Elisabeth, mas las lágrimas no caen, y estas no salen porque es solo un teatro que se ha montado ella. Su última carta.
Y esto estaba funcionando, Bred se mueve con cierta inquietud al oírla suplicar. No quería mostrar piedad ante la persona que causó la muerte de su hermano, a la que deterioró su estado emocional tanto que ya era casi irreparable, pero aun así los sentimientos que tenía por Elisabeth no iban a desaparecer de un momento a otro, y eso era lo que más le molestaba. En ese preciso instante, en el momento en que Bred mostró piedad por Elisabeth, cavó su propia tumba. La suya y la de ella.
Al ver de cerca el enorme charco de sangre en el que estaba Elisabeth, ver su rostro pálido y labios casi morados, pensó lo peor. Pensó que no la había hecho sufrir tanto como ella lo merecía.
—¡No he terminado contigo, no te mueras aún! —Con desesperación, se agacha y ensucia aún más su traje blanco con la sangre de ella, la toma de los hombros y la sacude fuertemente.
Las muecas de dolor son casi inevitables para Elisabeth, pero ella se esfuerza; y en el momento en que Bred la obliga a pararse, abre sus ojos como puede. Bred se asusta por completo al notar el temor de verla muerta en vida.
Ella aprovecha cada segundo que él le da, se endereza como puede, se olvida del dolor que siente en todo su cuerpo y golpea las partes bajas de Bred con una patada certera haciendo que el muchacho grite de dolor, casi el mismo grito que Elisabeth quiso soltar al sentir el cuchillo en su estómago. La agotada Elisabeth corre como puede, siente toda la sangre que le queda escurrir por su vestido, cojea mientras corre, pero aun así no frena. Frenar sería acabar con su última oportunidad de volver a ver a su hermana de frente.
Elisabeth no quería morir, no ahora, no cuando Isabella por fin sabía toda la verdad, no cuando por fin se sentía lista para afrontar sus problemas junto a su hermana. No querían morir en el momento que Austin Williams le confesó su extraño amor.
Ella sí quería ir con Jeremy, pero aún no se sentía lista. Por primera vez en años, ella no deseaba la muerte. En cierto punto temía por su culpa.
Elisabeth estaba cerca del telón, casi siente su gruesa y lisa tela, casi puede sentir la libertad; pero la vida se le escapa de sus manos al momento que siente un golpe duro en su cabeza. Por un corto período de tiempo, ella pudo escuchar a la perfección cómo alguna parte de su cráneo se rompía. Un sonido que opacaba el grito de Bred y la música, un sonido que la dejó muda. Pero esto no la frena, aún sangrando, tanto por su abdomen como por su cabeza, se desliza en zig zag hasta llegar al telón, el cual abre como puede, da dos pasos más y termina cayendo al suelo en otro doloso golpe seco.
Todo su interior se ve borroso, ella apenas se puede mover, todo gira, y cree que está a punto de ahogarse en su propia sangre. Pasan segundos eternos en donde ella apenas escucha algo, y ese algo son los gritos de su hermana; pero ella se niega a irse, no aún, no hasta que logre advertir a su hermana de los verdaderos demonios.
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Isabella Jones
¡Elisabeth! —En mi vida había gritado con tanto dolor—. ¡Que alguien la ayude, por favor!
Su sangre se escurre en un enorme charco, tanto que ese olor metálico ya empezaba a marearme.
—¡No se queden ahí parados! ¡Hagan algo! —Vuelvo a gritar desesperada, pero nadie se mueve.
Miro a mi alrededor, todos están en shock por la repentina escena sangrienta. Nadie mueve ni un dedo, tan solo miran cómo mi hermana se muere en mis brazos.
—Resiste, por favor, no cierres tus ojos. —Le pido en un susurro mientras acaricio su cabeza. Pero me desespero cuando ella empieza a convulsionar por alguna extraña razón. No sé qué hacer, no tengo la menor idea de cómo ayudar a mi hermana. Estoy dejándola morir, ¿así de inutil soy? Siento unas manos jalarme de los hombros y la cintura, y por desesperación comienzo a patalear y a llorar.
—¡No! ¡No te atrevas a morir, Elisabeth!
—Basta, sabes que de esta no saldrá. — Jackson me susurra, pero le golpeo un codazo en su nariz tan pronto lo escucho, esto también lo obliga a soltarme y dar dos pasos hacia atrás.
—¡Si te mueres, no te lo perdonaré! ¡Cómo puedes dejarme en nuestro cumpleaños!
Caigo de rodillas al suelo, frustrada por no saber qué hacer. Ella se deja de mover, sus ojos vuelven a estar en órbita y estas mismas cuencas casi vacías me mira mientras pronuncia los nombres de los culpables:
—Bred y Williams.
«Williams..., ¿cuál de todos?», quiero preguntar, pero ella ya se había ido. Sus ojos se cierran y no puedo saber si aún está respirando, ruego que así sea.
Otro grito me hace girar mi cabeza, él venía corriendo mientras se quitaba su antifaz y lo arrojaba lejos de él. Se aproxima al escenario, esquivando a personas y empujando a Jackson y a mí para así quedar de rodillas junto al cuerpo de mi hermana.
—¡Salgan de mi camino!
Austin toma el cuerpo inerte de Isabella, sin dudar lo carga mientras camina hacia las puertas de salidas; yo lo sigo, sin poder hacer mucho.
Mis oídos captan las sirenas de las ambulancias y de las patrullas de policía. Austin corre como puede sosteniendo el cuerpo de Elisabeth con todas sus fuerzas, pero a la vez con gentileza.
—¡Austin, espera! —Intento frenarlo, pero me deja atrás.
Austin apenas le da tiempo a la ambulancia de frenar, y, al hacerlo, tres paramédicos toman el cuerpo de mi hermana, lo revisan como pueden mientras se dan órdenes para darle RCP, a la vez que la suben en la parte trasera del vehículo.
Por culpa de los zapatos y el shock, no logro llegar a tiempo, por lo que Austin se monta juntos a ellos para dirigirse al hospital más cercano a toda velocidad. Poniendo sus sirenas al máximo volumen, con desesperación y horror tras ver a una joven tan herida.
No sé si he visto bien o si la escena sangrienta me dejó más loca de lo que ya me encontraba, pero creo haber visto lágrimas salir de los ojos de Austin mientras la cargaba. Escuché cómo le suplicaba a Elisabeth que siga respirando, y le juraba que saldría de esta para poder irse lejos de aquí.
Todo aquello que he visto y escuchado parece ser falso en cierto punto. Demasiadas escenas en pocos segundos me han dejado confusa y temerosa.
Mis rodillas tiemblan y al final caigo al suelo de piedras con dolor.Cubro mis ojos con ambas manos, y no reprimo los grito de agonía.
. Grito lo más fuerte que puedo y asusto a la policía y a los demás invitados; pero aún así nadie se acerca a mí, nadie excepto él.
—Isabella... —Su voz detiene mis gritos, eso y el hecho que ya comenzaba a dolerme las cuerdas vocales.
Su tono es preocupante, hasta puedo jurar que está conteniendo una sonrisa. Aún con lágrimas en mis ojos y un hoyo sin fondo en mi corazón, me levanto del suelo y me siento la persona más desdichada del universo. Pero también siento toda la fuerza que me da la venganza, la cual me empieza a dar indicaciones de lo que debo hacer. Me dice cómo tengo que vengar y matar al ser que lastimó lo más preciado que tenía en esta vida.
—Jackson.
Mataré a todos los que la dañaron.
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