• Dudas •
—Todos hablan del gato que murió por ser curioso, pero nadie habla si en verdad valió la pena saber lo desconocido.
Veo cómo algunas gotas de rocío chocan contra mi ventana, el viento es leve y las nubes no dejan escapar ningún rayo de sol.
Mi mente queda en blanco, mis ojos se encuentran en un punto fijo y no logro apartarlos por nada; y no es otro lugar que la casa Williams. Siento que tengo el estúpido temor de ver el rostro de Bred, Jackson, o, aún peor, el horrendo rostro de Austin asomarse por alguna de aquellas ventanas.
Miles de preguntas viajan por mi cerebro, lo que me provoca un ligero dolor, pero aún así las preguntas no paran. Ellas buscan respuestas y la frustración de no hallarlas comienza a enloquecerme. ¿Es que acaso me estaba obsesionado con esta familia?
Tal vez sí o tal vez no, no estoy segura de nada en este momento. Pero los hechos no abandonan mi mente, les doy vueltas para lograr entender algo, pero vuelvo al mismo lugar de siempre, con las mismas preguntas de siempre. ¿Por qué la policía no sigue investigando el asesinato de Caín? En las noticias ya no pasa nada sobre aquel caso, pero sí de los demás cuerpos encontrados.
¿Qué han hecho con las pocas evidencias halladas? Públicamente se sabe que el auto de Caín no fue encontrado, pero lo que sí se encontró fueron trozos pequeños de vidrios en una parte de la carretera. ¿Lo extraño? Nadie ha reportado un accidente en aquella parte, nadie sabe a quién pertenecen aquellos fragmentos de vidrio; nadie sabe una mierda, en pocas palabras.
Y por último, mi pregunta favorita: ¿cuánto dinero pagó la familia Williams a la policía para que ellos dejaran en paz a Jackson?
Con esta pregunta no logro saber nada. Pero sí sé que era completamente cierta, ya que el señor Williams ha pagado a la escuela cierta cifra de dinero para garantizar la entrada de sus hijos, ya que es más que obvio que ninguno de los dos Williams iba a lograr sacar el promedio del examen. Aunque admito que Adam también ha pagado dinero a los oficiales para que no sigan manchando el apellido Jones con aquellas acusaciones, además de asegurar que ellos no molesten a Isabella con nuevas preguntas.
«Supongo que ni los Williams ni nosotros somos inocentes en esta situación».
Parpadeo con rapidez al escuchar tres golpes en mi puerta, este sonido inesperado me obliga a apartar mi vista de aquella enorme casa llena de misterios.
—Permiso... —Su voz me sorprende.
—No pensé que tardarías tanto en venir. —Me permito sonreír con arrogancia al ver la molestia en su rostro.
—Cállate. —Me apunta con un dedo en señal de advertencia—. Sabes que no me gusta estar peleada contigo, hermana...
Isabella entra en mi habitación, la puerta se cierra detrás de ella y noto su duda de si caminar a mí o no.
—Lo siento, Isabella. Sabes qué hice aquello por tu bien... yo solo quiero lo mejor para ti—. Camino hacia ella con lentitud, noto de inmediato cómo las emociones de sus ojos cambian con brusquedad.
Ella ríe irónicamente, da algunos pasos hacia mí; sus ojos no se apartan de mi vista. Su mentón elevado y su mandíbula tensa me dicen con claridad todo el enojo que está a punto de explotar en mi cara. Pero también noto el rojo en ellos, su labio tembloroso y la forma en la que cruje sus dedos en señal de nerviosismo.
—¿Cuidarme? —Bufa con ironía—. ¿De qué pretendes cuidarme? ¡Si Caín ya está muerto, Elisabeth! ¡Muerto! —Sus ojos ya empezaban a derramar lágrimas de enojo—. Solo quería ir a despedirme de él y tú no me has dejado, como si fuera una niña pequeña... Han sido años de relación y, quieras o no, tengo sentimientos por él. Sé que no debería, pero yo no soy una maldita piedra sin sentimientos, ¡no soy tú, maldita sea! ¡Yo sí puedo sentir amor por las personas!
Aguardo algunos segundos, no digo nada, pero un enorme nudo en mi garganta comienza a ahogarme. Mantengo mi cabeza en alto, sin decir ni demostrar nada, espero hasta que ella se calme y también le doy unos segundos a mi desenfrenado corazón, que ya comenzaba a doler por diversas razones.
—Sí, tienes razón. No logro entender aquel sentimiento que tienes de haber perdido a un ser querido... —miento, siento el sudor en las palmas de mi mano, por lo que las limpio con mi sudadera azul─. Yo no siento nada.
—...
Ninguna dice nada, más bien no hay nada que decir. Una enorme pared comenzaba a crecer entre Isabella y yo, y me dejaba fuera de su mirada, apartada de sus pensamientos y de lo que estaba por ocurrir en su vida. Esta era la verdadera Isabella. La que pensé que había desaparecido hace años, la que se oculta tras una máscara de niña dulce, frágil y bondadosa; pero que en realidad es todo lo contrario.
—¿Por qué...? —Su repentina pregunta me hace levantar mi vista.
—¿Qué?
—¿Por qué eres así? ¿Y por qué yo no logro serlo también? Se supone que somos gemelas, seres con la misma genética, pero somos tan diferentes que da gracia pensar que somos hermanas... —Ahora es ella quien mira el suelo, puedo ver cómo sus palmas se convierten en dos puños llenos de ira, una ira dirigida a mí.
—¿Y cómo piensas que soy, Isabella? ¿Alguien fuerte? ¿Alguien fría? ¿Alguien que no logra apegarse a las personas con normalidad? ¿Piensas que soy un demonio? ¿Uno que logra destruir todo lo que es feliz y bonito?
No contesta, pero levanta su vista, esta carga con tantas lágrimas que sus ojos parecen un hermoso océano oscuro. Su labio tiembla, su cabello comienza a pegarse a sus delgadas mejillas debido a las lágrimas que ya comenzaban a salir.
—Sí. Es así como pienso que eres... ¿Y sabes por qué pienso eso? Porque no te conozco, no conozco a mi propia hermana, tú jamás me has permitido conocerte... —Da un paso atrás, luego otro, y se retira de mi habitación dejándome completamente sola.
Es ahí, en este preciso momento, cuando dejo salir todas mis lágrimas que he estado guardando desde que entró a mi habitación.
El rocío ya cesó. Unos pequeños rayos golpean el suelo de la calle, el viento cálido pasa por mi lugar y me permito respirar hondo. El taxi tarda en llegar, la tarde ya empieza a cubrir la tierra y el frío aumenta con lentitud. El auto amarillo para a mi lado, murmuro "Cementerio Forest Lauw" y el taxi comienza su recorrido. Llegamos más rápido de lo que había previsto, los nervios están en su máximo esplendor y me hacen sudar frío por todo el cuerpo, lo que me produce un dolor en mi estómago y pecho.
Al entrar al cementerio, cientos de lápidas de personas fallecidas me dan una tétrica bienvenida. Camino por el suelo de piedra, buscando la lápida que le pertenecía a él. Luego de algunos minutos dolorosos, logro hallarla. El polvo y la tristeza predominan en la tumba, la tierra seca tampoco ayuda y mucho menos las flores que alguien le ha dejado, las cuales ya están marchitas.
Hijo y hermano de una familia llena de amor, que descanse en paz nuestro querido Jeremy Brown.
2000 – 2018
Mis pies no responden. Tan rápido releo aquella frase, mis rodillas flaquean y caigo al suelo presa del pánico y la desolación. Mi pecho se hunde, quema y duele de una forma que no lograría poner en palabras.
Todo esto es asfixiante. Lloro, lloro sin frenos, mi rostro se cubre de estas lágrimas y mi corazón se termina de pulverizar. Gateo unos pasos hasta que llego a él, abrazo aquella tumba, su tacto frío y áspero es todo lo contrario de los abrazos cálidos que Jeremy me daba cuando me sentía desdichada.
—Perdóname, por favor. Te suplico que me perdones...
Pataleo, lloro, grito en silencio, pero el dolor no desaparece. Recuerdo la promesa que le había hecho a la madre de Jeremy, la cual no pude cumplir por lo cobarde que soy. El día de su funeral, yo me había escapado de las garras de Adam y me mantuve oculta en aquella ceremonia, pero la señora Brown me sorprendió cerca de la lápida; luego de alguna palabras melancólicas de ambas. Su súplica para que cumpla aquella promesa me hicieron imposible negarme a su petición.
—Cuida de la tumba de mi hijo, Elisabeth. Visítalo seguido, por favor. Sabes que estar solo nunca fue de su agrado. Cuida de su cuerpo sin vida... Cuídalo como él cuidó de ti.
Sus palabras resuenan en mi cabeza, el dolor se apodera con violencia de mi pecho y se niega a irse sin antes darme un lección por no cumplir con mi palabra. Sostengo mi cabeza con fuerza, aún llorando en silencio, mientras, empiezo a murmurar palabras de perdón para toda la familia Brown a la vez que me maldigo a mi misma.
Transcurren una o dos horas, es así como pasé la última visita que le di a esta tumba; la cual fue el año pasado, en el cumpleaños de Jeremy. Las horas transcurren en silencio, busco la fuerza para encontrar mi voz, y, cuando siento que la hallé, limpio mis lágrimas y me preparo para hablar.
—Hola, mi amor...—Sorbo mi nariz mientras toco con las puntas de mis dedos la tumba—. Lamento no haber podido venir antes, pero tú sabes como soy yo. Soy cobarde, me aterro con facilidad. Además, me da miedo y tristeza venir a visitarte. Porque sé que no te puedo abrazar, ni besar, o tan solo mirar tus hermosos ojos marrones...
El viento comienza a crecer a mi alrededor como un remolino de caos que empezaba a crearse justo delante de mí.
—Dicen que el tiempo lo cura todo, pero es mentira. Cada momento que no paso contigo, tan solo agranda más mi dolor y mi culpa... porque soy culpable, ¿verdad? —Sonrío y de inmediato más lágrimas salen de mis ojos—. Soy la culpable de tu muerte... Soy la culpable de todo esto.
Otra hora pasa sin darme cuenta. En esta hora me encargo de poner a Jeremy al día de mi horrenda vida. Le hablo de todo. De la muerte de Caín, de los cambios abruptos de Isabella, de los extraños hermanos Williams y las dudas que estos provocan en mí; el tema de Bred también viene a colación, de su extraña aparición, de las miradas cargadas de odio. También, por accidente, casi comento sobre los besos inapropiados con el mayor de los Williams, pero no tenía palabras suficientes para pedirle el perdón que no merezco, así que lo omito.
—Bueno, creo que eso es todo, y todo ha pasado en tan poco tiempo que apenas puedo procesarlo... —Me acerco más a la tumba y deposito un pequeño beso en esa fría piedra—. Prometo volver a verte, amor. Te amo tanto, Jeremy. Te amo muchísimo. Por favor, vuelve. Necesito que vuelvas a mi lado...
Salgo del cementerio; al ser un cementerio público, no importaba la hora de salida o de entrada, por lo que la noche ya amenazaba con cubrirme con su manto. Tomo mi celular para poder llamar a un taxi, pero, al sentir que me observan, lo dejo de inmediato y doy una vuelta para cerciorarme de que nadie esté cerca de mí. Al no encontrar a nadie en la leve oscuridad, apresuro mis pasos para poder salir de este lugar.
Mi corazón late con fuerza al escuchar las llantas de un auto detrás de mí, la respiración se detiene sin mi voluntad, al igual que mis piernas. Mi cuerpo no reacciona; el auto frena, pero no logro oír la puerta abrirse. ¿Qué quiere? ¿Dinero? No tenía, Adam no me daba nada, a no ser que le quite su billetera. ¿Quería dañarme? ¿Más de lo que ya estaba? ¿Por qué?
La puerta del auto se abre, unas pisadas fuertes se escuchan, pero todavía no dice nada. Bajo mi vista, las luces amarillas del auto traspasan mi cuerpo y noto una imponente figura detrás de mí.
—¿Qué haces aquí? —Me sobresalto por su voz—. ¿Es que acaso no sabes que a esta hora los demonios salen a jugar?
No digo nada. Aún estoy paralizada de pies a cabeza. Con lentitud giro para verlo, sus ojos enigmáticos no dicen nada, pero de tan solo verlos, un suspiro tembloroso de alivio se me escapa de los labios.
—Bred... —Mi cuerpo tiembla por el miedo que él me ha infundido a propósito—. Eso fue muy cruel hasta para ti.
Sus ojos cambian por completo, y su cuerpo se relaja, pero también tensa su mandíbula. Se ve sorprendido por mi reacción. Camino hacia él, doy dos pasos y Bred termina por acortar la distancia. De inmediato él me agarra de los hombros y me abraza tan fuerte que siento que me ahogo por un instante.
—¿Por qué has venido a verlo, Elisabeth? ¿Por qué? —murmura en tono de reproche, pero no respondo, su abrazo era todo lo que necesitaba en ese momento.
Notita:
¿Qué pasó con mis gemelas? :c
Les juro que se me han escapados algumas lágrimas al editar este capítulo, digan me que no fui la unica :c
Mood:
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