• Desconcierto •
Inmediatamente, luego de que Austin me soltase, entro al teatro tan rápido como me es posible. Cierro la puerta tras de mí mientras intento recuperar el aliento.
La confusión, el enojo, la indignación y la decepción son algunos de los muchos sentimientos que me están atacando dentro de mi pecho y cabeza.
«¿Por qué? ¿Por qué el mundo se esmera en que todo en mi vida sea un completo caos? ¿Qué he hecho mal? ¿Nacer? ¿Seguir viviendo?».
Me encuentro tan inmersa en mis pensamientos que me olvido de mi estado físico. Por lo que comienzo a abrochar, a alisar y arreglar mi camisa y falda. Como si nada hubiese pasado, como si aquel error nunca me hubiera ocurrido, como si Austin no me hiciera sentir aquella tensión desagradable que era el sexo para mí.
—Tranquilízate… —Me ordeno mientras suspiro y me trago el llanto. Pero todo es en vano y la culpa me ataca sin piedad.
«¿Cuántas veces te he fallado, Jeremy? Estoy perdiendo la cuenta de esto. Ya he perdido la cuenta».
Las únicas caricias, besos y amor que quiero recibir son de la persona que siempre he amado. Al que le juré mi amor incondicional, a la persona que siempre me había escuchado cuando los demonios de mi cabeza me torturaban hasta el punto de querer desaparecer de la tierra; pero esa persona ya no estaba conmigo. Yo estoy completamente sola.
Ahora era solo yo, el juramento que hice y mis recuerdos con él. Recuerdo que tardé alrededor de cinco meses en permitir que Jeremy me abrazara. Y ahora, ¿dejo que cualquiera me toque y haga todo lo que quiera conmigo? Esto, sin duda, era como en el pasado. Cuando yo era víctima de los demonios en mi casa y no tenía voz para negar o rechazar nada.
«Esto es una aberración más del maldito destino».
Ya más calmada, o fingiendo estarlo, salgo del teatro, con la sorpresa de ver a Austin pegado a una pelirroja.
La chica se aleja de Austin, comienza a analizar cada parte de mí, y puedo ver al rubio sumergiéndose en diversión al ver tal escenario.
—Estorbas, lárgate.
—Púdrete, prostituta—volteo mis ojos al oír su estúpida orden. Doy un paso adelante cuando noto que ella está por reaccionar.
—¡Bueno!—habla alto, separandose de ambas—. Nos vemos pronto, Beth—dice antes de irse, guiñándome un ojo.
El imprevisto de Austin nos detiene; luego de saludarnos como si nada, abandona el lugar y se retira lejos de nosotras. Ignorando el ruido de fondo, nuestro ambiente se vuelve tenso, por lo que decido irme primero, paso sin temor por su lado, pero su mano me sostiene de mi antebrazo al pasar por su costado. Esta chica se está ganando un puñetazo en su cara.
—Tú debes ser Elisabeth…
Con fuerza, golpeo su brazo con mi mano libre, logrando soltarme y me acerco a ella para dejar las cosas en claro.
—No me vuelvas a tocar o te exprimiré todo el maldito bótox que debes de tener en tu puta cara…—Ruby aprieta sus labios al oír mi amenaza, pero da un paso atrás.
—Aléjate de los hermanos, no te lo pienso repetir, ¿comprendes? —Su amenaza era demasiado infantil, una pequeña risa sale de mi boca y la furia de sus ojos marrones aumenta—. Ríete si quieres, pero si sigues así, te mostraré de lo que soy capaz.
—Eres un ser patético, en serio. Te ves lamentable al amenazarme por dos chicos que es obvio que jamás se fijaría en alguien como tú. No creo que les guste estar con una muñequita con más operaciones que un famoso de televisión.
Paso por su lado al terminar de hablar y la dejo con la palabra en la boca y un enojo acumulado. A veces me sorprendía de lo que el sexo podía llegar a hacer.
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—¡Nunca recé tanto para salir de una clase! —exclama Teodoro—. Arte es la materia más aburrida de todas, definitivamente.
Asiento con mi cabeza, dándole toda la razón.
—¡Para nada! —exclama Isabella—. El arte nos permite poder expresarnos, es algo que nos da paz y tranquilidad, nos sensibiliza, nos hace darnos cuenta de que la belleza del mundo es infinita y…
—Y también es aburrida… —ríe Teodoro, haciendo callar a Isabella y que ella ponga mala cara.
—Nos vemos en la salida, chicos, tengo que ir a guardar unos libros—me despido antes de que ellos se pongan a discutir.
Llego temprano a la clase de Química, pocas personas ya están en sus asientos predeterminados, mientras que algunos charlaban con sus compañeros. Mi ceño se frunce al verla sentada en una de las mesas de mármol. Noto que la profesora se me acerca con una ancha sonrisa, podía notar desde lejos lo harta que se veía de hacerlo.
—Señorita Jones, usted compartirá asiento con la señorita Iresél—apunta el lugar que yo antes había visto.
—¿No hay otro asiento? ¡No quiero que ella se siente a mi lado!—el horrendo grito de Ruby hace callar a todos los alumnos que hay dentro y fuera del salón.
—¡Señorita Ruby! Le aconsejo que se comporte, ya es bastante grande como a para hacer un alboroto por algo tan pequeño, deje de comportarse como una niña malcriada… —Toda sonrisa y buena vibra desaparece de la profesora y se deja ver la molestia en su rostro con claridad.
Todos se callan, algunos se sientan en sus respectivos sitios, otros sacan sus cuadernos de anotación y yo solo me siento en la mesa de mármol a pensar en lo cansador que había resultado este día. Pero, claro, Elisabeth Jones es sinónimo de desgracias, eso lo aprendí desde pequeña. El mundo me confirma lo desdichada que soy al notar la presencia de Austin Williams.
La clase comienza, aunque no puedo prestarle la suficiente atención, ya que las constantes interrupciones por parte de Ruby, sumándole las idioteces que murmuraba o sus comentarios fuera del temario dado por la profesora con Austin, matan la poca paciencia que tengo.
—En verdad que no entiendo esto. Malgastar horas de nosotros solo para que nos expliquen cómo funciona la química es muy estúpido y aburrido… —vuelve a interrumpir Ruby.
—¡Oh, por Dios! ¡Cierra tu maldita boca de una puta vez! —grito cansada, ya fuera de mis cabales.
Austin, que está en el medio, se sobresalta un poco por mi repentino grito. Sus ojos se abren por la sorpresa y la diversión aparece fugazmente.
—Tal vez para un ser tan estúpido e inculto como tú esta clase puede llegar a ser aburrida y sin sentido, pero para otros no. Así que cierra tu maldita boca o te la cerraré con un... —el golpe que provoca Ruby al levantarse de su silla me obliga a callarme.
Se le ve las intenciones de golpearme, pero antes de que se tirara arriba de mí, Austin la sostiene de sus hombros y la obliga a alejarse.
—¿Qué haces? ¿La golpearás por algo tan tonto? —le pregunta con burla.
—Ya está bien, paren de pelear—el grito de la profesora hace eco en el aula—. Señorita Iresél, deje de interrumpir mi clase; si no quiere tomar esta asignatura, puede irse. Pero le recuerdo que no aprobará… —La amenaza de la profesora no es tomada de la mejor manera por Ruby.
Yo aún seguía sentada, tranquila, pasible detrás de todo el escándalo que causó la pelirroja; pero no pasaba por alto la mirada acusadora de la profesora, tampoco su regaño.
Era muy extraño para mí ser reprimida por algún profesor, con normalidad me daban la razón si yo callaba a alguien molesto al interrumpir alguna clase. Un resoplido de enojo sale de mi boca, acomodo mi cabello detrás de mi oreja y comienzo a guardar mis cosas al ver el reloj de la pared. Como de costumbre, la profesora no dice nada.
—Me debes otra, Beth… —susurra en mi oído Austin al sentarse.
—Púdrete—giro un poco mi rostro y quedo casi pegada a su cara, le susurro y noto cómo él me sonríe, lo que provoca mi enojo.
Austin no responde a mi agresión, se voltea para hablar con Ruby, que se tensa al oír algo de Austin. También siento sus ojos quemar cada parte de mi cuerpo. ¿Podría ser que aquel idiota la esté provocando?
Ella comienza a guardar sus cosas con brusquedad, se levanta de su asiento y sale como si nada del salón. Las miradas de todos están atentas a su figura y acciones. A los pocos minutos, toca el timbre de salida y nos dan el permiso de salir.
—¿Qué mierda le dijiste, Austin? —se que mi especulación era acertada y que él la estaba provocando y la ponía aún más en mi contra.
—¿Por qué piensas que yo haría algo? —pregunta con falsa inocencia, pero esta se desvanece con rapidez—. Amo el caos, Beth. Es algo fascinante y muy fácil de crear, ¿sabes?
Las acciones de este chico me toman de nuevo por sorpresa. Un pequeño beso es depositado en mi comisura, mientras que las de él se alzan.
—Termina con esto, Austin, no tengo tiempo para los juegos de niños.
—¿Terminar con esto? —pregunta con falso asombro—. Pero si esto apenas comienza, Beth...
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