• Curiosidad •
Elisabeth Jones
La oficina de Adam está impregnada de dolorosos recuerdos, el estar aquí con él me provoca una sensación casi inexplicable; siento que mi pecho se hunde cada vez más y cómo la ansiedad me está matando.
—Isabella se ha ido de viaje con Caín, no vuelven a la casa por esta semana—baja su pluma y mueve los papeles que estaba firmando.
Nos encontramos a una distancia prudente, pero desde aquí logro sentir cómo sus ojos me acuchillan sin parar. La evito a toda costa, mirando un punto fijo alejado de ellos.
—Entiendo. ¿Algo más? —paso los ojos desde la pared a sus ojos, intentando no bajar mi mirada.
—Sí. Ya que Isabella se ha ido, tú serás la encargada de ayudar a los chicos Williams...
—No. —sacudo mi cabeza de inmediato—. Ellos no me dan buena espina, y tú lo sabes. Es una familia muy extraña. Han venido a California hace poco y ya tienen montada una empresa de la nada, ganan millones al mes y además...
Me callo al ver que sus ojos me recorrían por completo. Me tenso de inmediato y no dudo en dar dos pasos hacia atrás.
—Estoy al tanto, y tengo a uno de mis mejores hombres investigando eso— su sonrisa me hace estremecer aún más—. Pero... ¿es ese tu verdadero motivo por el que no les quieres dar clases de apoyo?
Adam se levanta de su asiento, rodea su escritorio y queda frente a mí, aunque con una distancia considerable.
—¿O es que ya no te gusta estar con hombres? Bueno, no creo que sea eso... has estado revolcándote con aquel chico…—la inocencia fingida de su voz provoca que mi vaso se rebose y de inmediato el control se aleja de mis manos.
Mis pies se mueven con rapidez, no dudo ni un segundo en darle una bofetada que él no ve venir y la satisfacción me invade al verlo tan anonadado por mi repentina acción.
Pero la satisfacción dura poco, Adam sale de su estado de asombro y me toma del cabello con demasiada fuerza y me hace soltar un pequeño gruñido de enojo y dolor. Una pequeña risa llena de gracia y placer sale de mí y hace frenar el golpe que él me quería dar. Adam me hace girar un poco y me sostiene del cuello, quedamos cara a cara, pero mi sonrisa no desaparece por nada.
—¿Los Williams vendrán ahora, no? ¿Acaso quieres que ellos vean los golpes que me darás?—me atrevo a soltar una nueva risa y me obligo mentalmente a no temblar por los nervios y el miedo.
Adam me suelta como si fuese basura hacia un costado y me mira con total repulsión. Arreglo mi cabello y mi ropa, mi sonrisa desaparece, la satisfacción disminuye y la realidad vuelve a mis pies. Sé muy bien que con Adam Jones no se puede jugar, él es un hombre que siempre tiene un as bajo la manga. Pero no puedo evitar sentirme bien al ver que lo tengo en mis manos, aunque sea solo por algunos segundos.
—¿Quieres que ayude a los hijos de tu inversionista? Bien. Pero quiero algo a cambio... —corto el silencio, Adam deja de maldecir por lo bajo para verme directamente a los ojos y es ahora él quien sonríe.
—Primero me faltas el respeto, me golpeas, ¿y ahora me amenazas?—bufa con diversión, niega con la cabeza y vuelve a su asiento—. Te pareces mucho a él, a mi querido hermano. Siempre pensando que me pueden engañar y mangonear...
—No me hables de él. Solo dime si me harás el favor o no.
—¿Qué es lo que quieres? —su fastidio no es disimulado.
—Quiero ir al cementerio—unas pocas palabras hacen que Adam desborde de enojo, pero no tengo otra alternativa que decirle, estaba claro que él no me permitiría acercarme a aquel lugar sin su consentimiento.
Doy una media vuelta y salgo de aquella oficina, antes de que Adam pueda negarse o comience a gritarme. Bajo las escaleras con rapidez, mi respiración estaba acelerada por el nerviosismo y el enojo que solo ese hombre me puede hacer sentir. Llego a la sala, pero antes de poder ir en busca de un poco de agua, el sonido del timbre resuena por toda la habitación. Respiro para conseguir un poco de paciencia. Camino con lentitud hasta la enorme puerta de roble y observo cómo esos dos muchachos me miraban sin una pizca de pudor.
—¿Alguna vez te dijeron que tus pechos resaltan más con esos vestidos de verano? —Austin me sonríe abiertamente, haciéndome poner cara de asco de inmediato.
Antes de dejar que diga alguna otra estupidez, cierro con fuerza la puerta en sus narices para reflexionar si esto valía la pena o no. No puedo creer que iba estar con este idiota una semana entera.
«Tú puedes hacerlo. Tú puedes hacerlo».
—Eres un idiota, ¿lo sabes? —logro oír la voz fastidiada de Jackson.
—¿Lo dije en voz alta?
—Pareces un virgen de primero de secundaria—nuevamente el timbre suena.
Un dilema aparece en mi cabeza: si yo no abría esa puerta y ayudaba a esos dos simios, Adam jamás me dejaría ir al cementerio; y si yo no iba, volvería a fallar a la promesa que hice.
Tomo todo el aire que mis pulmones pueden recibir y abro por fin la puerta. Solo una mirada basta para que yo ya me de por vencida, pero aún sigo con este juguito de ser su profesora. Suspiro con derrota, pensando nuevamente la razón por la que hago esto.
—Andando, y no quiero que toquen nada —advierto al instante de abrir la puerta. Camino a mi habitación sin decir más.
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La tarde se volvía muy larga y pesada, intentaba con todas mis fuerzas tener la paciencia para ayudar a los muchachos. En las horas que estuvimos aquí, logré ayudarlos a entender lo básico, pero aún no me cerraba cómo era que estos dos habían entrado a mi escuela, ya que era una de las mejores en California y con altos niveles académicos. Si no pasabas los exámenes de ingreso, era imposible que pusieras un pie dentro de la institución. Solo había una forma que se me había ocurrido y tenía mucha lógica: el señor Williams había pagado una gran cifra de dinero para que ellos entren a la escuela y en el mismo año escolar.
Aunque Austin era bastante bueno en Matemáticas e Historia, era pésimo para las demás asignaturas. Él se esforzaba, me sorprendió verlo tan concentrado cuando yo le explicaba algo; en cambio Jackson no sabía nada. Le costaba entender lo básico y tuve que volver dos años para atrás para que comprenda algunas cosas.
—No me lo pones fácil, Jackson... —la derrota y el cansancio estaban sobre mis hombros.
—Perdona, él que quiere tener sexo contigo no soy yo, es el otro idiota. —señala con su cabeza a Austin.
El rubio ya se había dado por vencido, se recostó en mi cama y, tan rápido como su cuerpo tocó mi cama, se quedó dormido.
—Terminamos por hoy, mañana seguiremos... —suspiro por el cansancio—. Quiero que hagan las actividades que les ha faltado y no quiero ningún error. —sacudo con brusquedad a Austin, que gruñe y se remueve con pereza.
—Eres muy intensa, pechos grandes... apenas entendí algo de lo que me enseñaste.
—Espera, Elisabeth. Explícame cómo resolver este ejercicio—bajo mis hombros por la derrota y me acerco a Jackson para explicarle por cuarta vez el maldito ejercicio. He aprendido mucho de Jackson en estas cuatro horas que llevamos estudiando. La primera: Jackson era impaciente al punto de enojarse mucho si algo no le salía bien. Lo segundo: estaba muy claro que su máscara de chico frío se rompía cuando se enojaba, lo que era muy fácil de hacer, ya que tiene una personalidad explosiva. Y, por último, necesitaba de Austin para poder tranquilizarse. El rubio lo había sacado de mi habitación dos veces solo para poder hablar con él y así tranquilizarlo.
Intenté tener paciencia, que también era nula, iba con calma con los temas y lo ayudaba el doble.
Llegamos al final de las escaleras, Adam me sorprende por unos segundos. Parecía enojado hablando por teléfono, pero su rostro cambia al ver a los Williams y su máscara de bondad sale a la luz.
—¡Oh, qué sorpresa! Por fin han terminado con sus clases de tutorías. ¿Cómo les ha ido?
—Muy bien, señor Jones. Elisabeth es muy buena enseñando, aunque no tenga tanta paciencia—Jackson asiente dos veces para darle la razón a su hermano.
—Elisabeth no es tan buena como Isabella, ella tiene las mejores notas de toda la academia. Cuando vuelva de su viaje, le diré que les enseñe...
No me molesto en decir lo contrario, sé que a Adam le gustaba menospreciar mis logros, pero no me rebajaría a su nivel ni mostraría mi enojo.
—No hace falta, señor Adam. Pero se lo agradezco. Ya me he acostumbrado a los gritos y al modo de estudio de Elisabeth. A mí me gustaría mantenerla como tutora, si no le importa, claramente... —aquellas palabras de Jackson me dejan pasmada, pero no solo a mí, también a su hermano y a Adam.
—Como gustes... —la tensión era una bomba latente en aquella habitación, por lo que me apresuro a despedir a los chicos.
Eso había sido muy divertido, pero no significaba que ellos me cayeran bien. Aún había algo que no me cuadraba en ellos, algo parecía muy diferente a como ellos decían ser. Tal vez era mi curiosidad, o tal vez simple interés, pero quería saber quiénes eran.
Corregido
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