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• Corazón roto •

AVISO: Capítulo con escena de abvso sexu4l  [NO EXPLICITO] leerlo bajo su propia responsabilidad. 

8 años atrás

Rojo. Todo lo que veo es rojo...

Mi sangre se encuentra en cada lugar de mi habitación, mis ojos no logran apartar aquel color que tanto comenzaba a odiar; el color rojo solo significaba una cosa para mí y era dolor. Siento algo húmedo debajo de mí, ¿acaso es mi sangre? Ya he perdido la cuenta de las veces que me ha lastimado aquella zona. El dolor no para, y mucho menos si es él quien está arriba de mí. Mi parte baja arde, las lágrimas caen silenciosamente hasta que él se aleja de mí.

Aquel hombre se viste de una forma cruelmente lenta y luego se acerca a la cama. Dejo de respirar al momento en que su mano toca mi mejilla, no muevo mi cuerpo, tal vez porque me duele tanto que no tengo las fuerzas suficientes, o tal vez es porque el simple hecho de que él me toque nuevamente me aterra.

—Has sido una buena niña. —Su aliento choca contra mis húmedos ojos y ruego al cielo que ninguna de las lágrimas que guardo caiga frente a él—. Nos vemos esta noche, mi niña....

Al sentir sus labios en los míos, cierro con fuerza mis ojos y las lágrimas caen por mi costado, por suerte él las ignora y se marcha de mi habitación. Me deja sola en un cuarto oscuro. Pierdo la noción del tiempo, no sé si han pasado minutos u horas, pero mi cuerpo logra salir de aquel trance de terror que sus ojos azules han puesto en mí. Muevo los dedos de mis pies, luego me atrevo a sentarme en la cama, y, de un momento a otro, cientos de lágrimas caen sin frenos por mis mejillas.

Las ganas de gritar se hacen fuertes, mi pecho arde y siento que poco a poco dejo de respirar. Muerdo mi lengua para no dejar salir ningún sollozo, la muerdo tan fuerte que pronto siento un horrendo sabor a metal y por el repentino sabor desconocido lo escupo sin importar manchar la cama.

Una mezcla de sangre y saliva mancha una parte de esta, mis ojos no se mueven de ese extraño líquido, mis dedos se dirigen a aquella combinación extraña para tocarlas; pero antes de poder hacerlo, me doy cuenta de algo extrañamente reconfortante.

—El corazón ya no quema... —susurro para mi misma.

Toqué mi lengua y, al sacar mis dedos de la cavidad, pude ver la sangre que aún quedaba. Muevo mi lengua, me duele, pero no era un dolor tan profundo como el que sentía hace algunos segundos.

Mi mente se abre ante la idea de volver a hacerlo, morder mi lengua y sentir aquel extraño dolor que liberó el ardor de mi pecho. Es como un dolor que reemplaza a otro; es extraño, pero funciona.

«¿Puedo dañar mi cuerpo para dejar de sentir ese dolor en mi corazón?».

Aparto esa idea de mi mente, quito cualquier rastro de lágrimas de mis ojos e intento bajar de mi cama; el dolor no tarda en llegar.

—¡Ahh! —Un chillido en forma de grito sale de mi boca y de inmediato la tapo para que otro no escape. Caigo al suelo, mi cabeza choca contra este y aguardo hasta que mi cuerpo deje de temblar del dolor.

Escucho la puerta abrirse con violencia y luego noto que la luz es encendida. Mi corazón vuelve a quemar al pensar que él ha vuelto por más, o tal vez vino a castigarme por haberme quejado del dolor.

—Ya no... ya no... —murmuro silenciosamente.

—¡Liz, por Dios! —Levanto mi cabeza al oír su voz temblorosa.

—Nana... —Antes de lograr decir otra cosa, Tila se lanza a mí para fundirme en un fuerte abrazo.

Mi cuerpo se tensa de inmediato, mi vista se vuelve oscura por un momento y pronto el temblor comienza a aparecer. Algo no anda bien, ¿por qué? ¿Por qué me siento así cada vez que me tocan otras personas?

«Basta, ya detente. No quiero que me sigan tocando», sollozo en mi mente. 

 Nana deja la ropa cerca del escusado mientras yo solo sigo jugando con el agua de la tina a la vez que ella aguarda hasta que salga del agua.

—¿Crees que ellos me extrañen? —digo de la nada.

—¿A qué te refieres? —Nana arruga su ceño haciendo que sus otras arrugas se vean aún más grandes—. ¿A dónde pretendes ir?

—Si yo muero, ellos me extrañarán, ¿verdad? Porque se quedarán sin su juguete... —Bajo el volumen de mi voz y me levanto de la tina.

—¡Pero qué dices, Liz! Jamás digas eso, tú no morirás ahora, así que deja de decir idioteces... —Nana se apresura a envolver mi cuerpo con la toalla y comienzo a caminar fuera del baño—. Además, eres una niña fuerte, has pasado por mucho...

—Soy fuerte por Isabella —la interrumpo—. Porque ella es débil, ¿no es cierto? Eso dice mamá. Yo la tengo que proteger, pero... pero yo también soy débil. ¡Soy una niña pequeña como lo es Isabella!

Grito, lo hago sin importar quien pueda escucharme. Ya no importa, necesitaba largar lo que mi corazón estaba guardando. Y, tan pronto como dejo de hablar, aquella intensa quemazón en mi corazón vuelve a aparecer y las ganas de morder mi lengua pasa por mi cabeza.

—Yo lo haría. —La seguridad de su voz me obliga a girar hacia ella.

—¿Qué?

—Yo sí te extrañaría, niña Liz... —Una leve lágrima pasa por su anciano rostro, las arrugas de las comisuras se hacen más grande al temblar sus labios.

—Nana... —Doy un paso hacia ella, quería su abrazo, el abrazo que ella siempre me da cuando yo estoy llorando. Pero antes de llegar a ella, todo mi alrededor tiembla y pronto siento cómo un fuerte golpe me hace cerrar mis ojos por la sorpresa.

—¡Señorita Elisabeth! —Aquel grito me obliga a abrirlo.

—¡¿Qué mierda quieren?! —grito al despertar del sueño.

—¡L-Lo siento, señorita! Pero hoy vuelve a la escuela, así que...

—Bajaré enseguida.

Quito la manta de mi cuerpo con frustración, observo el techo en busca de algún tipo de paz para mi acelerado corazón, mi vista es algo borrosa por las lágrimas que me niego a soltar y mis manos se convierten en un puño lleno de ira.

«Bred», ese nombre se cuela en mi mente sin permiso. Me levanto lo más rápido que puedo y corro al baño antes de que el dolor comience a afectar mis piernas y quede inmóvil en mi cuarto.

«¿Por qué demonios volviste, Bred? ¿Por qué...?». 

—Buenos días —murmuro al entrar a la cocina.

—Hola. —Isabella baja su vaso de jugo para observarme por un momento—. ¿Has dormido bien? —pregunta dudosa mientras juega con el aro de estrella que cuelga de su oreja.

—No, no mucho...

—Tal vez fue porque llegaste tarde a casa, así que...

—¿Ahora tú te metes en mis mierdas? —Suelto enfadada y me arrepiento de inmediato.

Su frente se arruga por la confusión.

—Solo decía... que tal vez es por eso que no has dormido mucho y que deberías quedarte... —Su respuesta es inocente, casi con tono de disculpa, y sus ojos se apartan de los míos al leve contacto visual. Abro mi boca para pedirle disculpas, pero otra voz interrumpe mi acción.

—Señoritas, el coche ya está preparado para llevarlas a la escuela.

—Sí, claro... —murmura Isabella, y, tan rápido como habla, se retira de la sala y me deja sola.

«¿Qué nos está pasando, hermana? No. ¿Qué mierda me está pasando a mí?».

Entramos a la escuela juntas, pero ninguna habla, no es hasta que noto el cuerpo tenso de Isabella que me animo a frenar mis pasos y confrontarla.

—¿Acaso ocurre algo malo, Isabella?

—No, no... Bueno sí. —Me mira apenada, sus mejillas ya empezaban a teñirse de rosa pálido—. Me olvidé por completo de un trabajo que tenía que entregar con Jackson, él me acaba de mandar un mensaje reprochándome...

—¿Tú no has hecho tus deberes? —pregunto incrédula—. Además, ¿como fue que obtuviste su número?

—¡E-eso no es asunto tuyo! —Sonrío al ver lo avergonzada que se encuentra, pero de inmediato se me borra al saber de quién estamos hablando.

—¿Te saltarás una clase para hacer ese trabajo?

—N-no me queda otra, ¿o sí? —Muerde su labio mientras teclea algo en su celular.

—Ten cuidado... —Ella levanta su vista al oírme y, antes de asentir con la cabeza, me sonríe levemente.

Camino despacio hasta llegar a mi clase de Química y no disimulo el alivio que siento al no ver a Ruby o a Austin en mi asiento. Al sentarme, mis malditos pensamientos me traicionan y los recuerdos de la noche anterior me golpean tan fríamente que siento un enorme dolor en mi pecho.

«—Ese es el problema, ¿verdad? Es porque no soy él...». La voz de Bred susurra en mi oído provocando miles de emociones en mi pecho.


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