• Confrontación •
Isabella Jones
Mastico y trago sin saborear la carne hervida. Meto otro trozo de este platillo en mi boca y tomo un vaso entero de agua, intento no hacer arcadas al momento que siento que toda esta comida repleta de calorías pasa por mi garganta.
Miro a mi alrededor buscando las miradas de los amigo de Caín, estos ya no fijan su odio en mí, ahora solo me ignoran por completo.
—¿Sigues con tus dolores? —pronuncio al momento de escuchar otro quejido suyo.
—Sí, me duele la cintura y siento que mi cabeza va a explotar... —Suelta un enorme gruñido de dolor a la vez que acomoda su cabello suelto en una alta coleta.
—La caída debió de ser fuerte. —Vuelvo a masticar otro trozo de carne y noto cómo ella fija sus ojos en mi plato casi vacío.
Su cabello queda inmaculado en la cola de caballo larga que tiene, y deja ver su pulcro rostro fino. Aunque este tiene una pequeña curita para tapar un raspón en su mejilla y tiene un leve corte en su ceja derecha. Se había presentado en la madrugada empapada de arriba abajo. Con la herida de su frente abierta y sangrando un poco; además de tener una cara de espanto total, como si hubiera visto un monstruo.
Me desperté algo asustada al oír cómo ella entraba a su habitación. Al abrir la puerta, me llevé un enorme espanto por las pinta que tenía. Elisabeth no me explicó nada, como es de costumbre, así que solo le aconsejé que se duchara para no resfriarse y se durmiera para poder descansar algunas horas antes de ir a la escuela.
"Eso haré, ya puedes irte". Fueron las palabras que salieron de su boca. En ningún momento me miró a los ojos, cosa extraña viniendo de ella. Una buena cualidad que tiene Elisabeth es que logra descifrar en segundos con tan solo un leve contacto visual. No muestra debilidad y siempre tiene su vista en alto, pero esa noche no lo hizo, no me miró. Ocultaba algo, esos ojos verdes ocultan cosas muy grandes.
—¡Oh, maldición! —Me sobresalto al oírle decir aquello y al ver cómo su tenedor es lanzado con fuerza a la mesa de metal.
Su próxima acción es levantarse como puede, haciendo muecas de un dolor obvio y alejándose de mí lo más rápido que puede; no entiendo su extraña actitud hasta que su voz llena mis oídos:
—¿Acaso no le agrada verme? —Su voz resalta en los murmullos de los demás alumnos de la cafetería.
—¡Austin! —Me levanto del asiento para saludarlo.
—Hola, Isabella. —Me regala una enorme sonrisa perfecta, la cual me obligo a devolver.
—Hola. ¿Jackson no ha venido contigo?
Veo a sus alrededores que el pelinegro no se encuentra cerca de él; situación extraña, ya que ambos parecen chicles.
El ceño de Austin se frunce levemente al oír mi pregunta, achica sus ojos y luego tuerce su cuello levemente.
—No lo sé, creo que está en el salón de teatro... —Su respuesta tiene un matiz de molestia que no oculta para nada y me deja saber que no le agradó escuchar preguntar por su hermano.
Austin acomoda las correas de su mochila, y sin siquiera despedirse o mirarme, se retira por la misma dirección que tomó Elisabeth.
—¿Qué les pasa a todos? Parecen enojados los unos con los otros... —me quejo en voz alta.
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Camino lentamente por los pasillos. Las personas me esquivan como si tocarme fuera un peligro mortal. Claro, todos en la escuela ya se habían enterado de lo ocurrido con Caín. Ahora ellos me miran con lástima, vergüenza o simplemente evitan mirarme. Seguro piensan que soy una muñeca de porcelana, temen que me rompa con el mínimo toque, por lo que prefieren mantenerse alejados de mí. Todo el mundo habla sin mirarme, pero sé con certeza de lo que hablan.
"Estoy seguro de que ella ha hecho algo para que Duncan la golpee". "Caín no era violento, ¿verdad?". "Pobrecita, debió de sufrir mucho...". Todos son iguales. Fingen para no asumir lo que ellos ya sabían. No era sorpresa de nadie que Caín fuera violento, pero todos se esmeran en aparentar sorpresa. De todas formas, no hay punto medio en las conversaciones que escucho. O soy la culpable de que él me haya golpeado, o soy una pobre víctima que no logró hacer nada para cuidarse. En ambas me destruyo a mí misma, según ellos.
El dolor baja con una lentitud cruel, pero logro notar cómo poco a poco me libero de esto. Él ya no está aquí, así que puedo intentar respirar tranquilamente ignorando a los demás y pensando que pronto seré libre. Me encontraba tan inmersa en mis pensamientos sobre ese tema que no me di cuenta de que ya había llegado a mi destino. Las puertas enormes del teatro se muestran frías y distantes, a pesar de que casi las choco por estar en las nubes. Doy una calada de aire antes de abrir aquellas puertas pesadas. Las abro, estas hacen un leve ruido al momento de cerrarlas detrás de mí, y, al levantar mi vista, diviso muy bien que él no se percata de mi entrada.
La sangre bombea rápidamente por todo mi cuerpo. Doy pasos firmes sin importar lo nerviosa que me encuentre, camino recta pasando los cientos de asientos que hay a los costados, con la vista fija en la única persona que se encuentra aquí.
Sus ojos intensos viajan con velocidad a los míos. Me atrapan de inmediato. No dice nada, él me espera arriba del escenario. Se encuentra relajado, sentado con un libro negro en su regazo. Apoyado en la pared roja que hay detrás de él, con sus piernas estiradas y su cuello levemente torcido para verme de costado.
—Jackson... —Su nombre se escapa de mis labios en un leve murmullo que se convierte en un eco que recorre cada rincón del solitario teatro. No recibo una respuesta. No hay saludo, no hay amague de querer bajarse del escenario y no hay ningún tipo de emoción en su rostro al verme llegar a él.
Todo lo contrario de mí. Estoy seguro de que Jackson puede ver lo brillantes que se ponen mis ojos al verlo cerca; no evito levantar levemente las comisuras para regalarle una que otra sonrisa tímida, y mis mejillas se ponen rosadas con cada mirada cargada de intensidad que él me da.
No creo estar enamorada de él, pero no puedo decir tampoco que no me esté acercando a las palabras "me atraes". Estas no son como un "me gustas", ya que no conozco casi nada de Jackson, y entiendo que el arte de amar es complejo si no conoces ciertas cosas de la otra persona.
—¿Molesto? —hablo más fuerte para obtener su atención.
Sus ojos se despejan del punto fijo que había creado en mi frente y ahora mi mira a los ojos. Aprieto mis dientes e intento no mostrarme frustrada por el poco interés que tiene en mí.
—Mucho...
—¿Qué demonios te ocurre? —pregunto enojada y harta.
Mi mirada recae en los golpes que adornan su rostro pálido. Un pequeño corte en su labio, la nariz algo roja y un moretón verde y morado en su mejilla.
—Lárgate, Isabella. —Aparta sus ojos de mí al decir aquello.
Aprieto mis puños enojada. Me siento demasiado estúpida en estos momentos, esta humillación es muy parecida a las que Caín me hacía.
—Solo te quería decir que me he olvidado...
—¡Te he dicho que te largues! —Su grito me calla y me deja casi paralizada en mi lugar.
Mis ojos están abiertos por la enorme sorpresa y el miedo va en aumento al ver cómo su rostro se convierte en una máscara del teatro. Esto desborda enojo puro y un dolor que no entiendo. No digo nada. De todas formas, ya no hay nada que decir. Doy una media vuelta y me obligo a caminar de una forma robótica hasta la puerta de salida. Escucho un golpe que hace vibrar el suelo de madera, luego siento su grito de súplica.
—Isabella, espera... —Lo ignoro—. ¡Isabella!
No sé cómo hizo para alcanzarme tan rápido, pero siento su agarre en mi antebrazo al momento de tocar los picaportes dorados de las puertas. Esta escena es muy conocida para mi cuerpo y mente. Él me obliga a girar para enfrentarlo; al hacerlo, cierro mis ojos por el miedo. Lo espero. Espero aquel golpe con temor y ansiedad, pero, gracias al cielo, este no llega, aún así el miedo reina en cada fibra de mi ser.
—¿Qué haces? —Su voz desconcertada me obliga a abrir mis ojos lentamente—. ¿Piensas que te golpearé?
No logro decir nada. Sus ojos se encuentran muy abiertos, mirándome desde su altura con temor y lástima.
Involuntariamente, niego con mi cabeza y miento descaradamente. La verdad es que sí, sí me esperaba su golpe, pero no solo porque esta escena me recordó a mis días con Caín; sino que en esa mirada, en su mirada avellana intranquila, vi que en verdad quería dañarme. Algo en mí cree en eso.
«Espero que haya visto mal. Por favor, que yo me esté confundiendo y ese no sea el verdadero rostro de Jackson Williams...».
Él me jala del brazo, choco contra su pecho y me sorprendo en el acto al sentir sus enormes brazos envolverse en mi pequeño cuerpo. Me quedo quieta, intentando no moverme ni decir nada. Reposo mi cabeza en su pecho, escuchando cómo sus latidos se desenfrenan con cada segundo que pasamos juntos.
«¿Será por mí?». Esta ingenua pregunta invade mi mente.
—Lo siento... —Inhalo su colonia masculina, esta me hace relajar y cierro los ojos al sentir cómo su mano acaricia mi cabello suelto.
—Tú no has hecho nada, no tienes que disculparte. Soy yo el idiota, no debí hablarte de aquella manera...
Me separo un poco, apoyo mis manos en su pecho aún agitado. Jackson me toma de la cintura y me hace dar unos pasos más hacia él, queriendo que todo mi cuerpo quede pegado al suyo.
—Lo lamento, Isa. He tenido unos días de mierda y me estoy desquitando contigo. Perdoname, por favor... Al terminar de disculparse, su cabeza baja un poco para acercarse a mí y así depositar un lento beso en mis labios secos.
—Me asustaste mucho, idiota. —Lo regaño algo enojada, este me sonríe levemente y luego apoya su frente en la mía, cierra sus ojos un momento y puedo ver un rostro lleno de conflictos.
—Isabella. —Sus ojos se vuelven a conectar con los míos, estos tienen un leve brillo, pero no logro descifrar si es uno bueno o uno malo—. No quiero dañarte. Quiero hacer muchas cosas contigo, pero dañarte no es una de ellas, te juro de corazón...
Esa promesa me deja estática por un momento. Parece serio y determinado al decir esas palabras, aunque también suena como una promesa de niños. No sé qué decir en estos momentos, tan solo se me ocurre una sola cosa y la llevo a cabo sin vergüenza alguna. Me paro en puntitas de pie, agarro ambas mejillas y bajo su mirada sorprendida, beso esos finos labios rosados que tiene. No es uno lento y dulce como el beso de recién. Este es más atrevido y lleno de pasiones y deseos que solo él y yo logramos entender. Jackson lo corresponde enseguida y toma mis muslos con fuerza obligándome a subirme a él, enredando mis piernas desnudas en su cintura.
Jadeos y gruñidos de excitación salen de nuestras bocas. No nos molestamos en suprimir el placer al sentir nuestras lenguas jugar entre sí. Sus manos bajan hacia el final de mi falda y mis jadeos aumentan cuando desliza su mano dentro de esta y comienza a tocar mi parte íntima.
—E-espera, estamos en ... —murmuro. Los besos que me daba en el cuello me hacían perder la habilidad del habla— la escuela...
—Prometo no ser amable —susurra sobre mi cuello mientras lo besa.
Gemidos y jadeos salen de nuestras bocas mientras lo hacemos. Todo se va al carajo con cada estocada que él me da. No paramos aún sabiendo que el timbre sonó y que las clases ya habían dado su nuevo comienzo. En verdad que el estar con Jackson me confunde y me lleva a la locura. Su frialdad y crudeza me dan un poco de alivio, aunque intento entender el porqué. ¿Por qué Jackson? ¿Qué es lo que tiene este chico? ¿Por qué me libera tanto estar con él? ¿Será que me gusta y no solo me atrae físicamente? Ruego que no.
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—Pareces más calmado.
Su cuerpo se encuentra relajado, y creo que hay una muy leve sonrisa en su boca.
—Sí, el sexo lo cura todo... —Le lanzo su camisa a la cara al instante de oírlo responder.
—Eres un idiota, Jackson. Además, nos perdimos dos clases. —Él vuelve a sonreír con picardía, se acerca a mí y comienza a besar mi cuello—. Basta, tú no puedes perder clases, ¿recuerdas? —Eso lo detiene al instante.
—Tienes razón. —Se pone su camisa mientras lucha por abrochar sus botones.
Mis ojos lo recorren de pies a cabeza, y me es inevitable compararlo con otros. Por ejemplo, Jackson no tiene abdominales marcados, aunque sí una leve sombra de estos. Caín tenía muchos músculos, y lo que más me fascinaba de él era su trabajado cuerpo, sus buenos abdominales.
—¿Qué te ocurrió aquí? —La pregunta se me escapa al verle una cicatriz muy sobresaliente en su estómago.
Él no capta mi mirada, así que me acerco y le toco levemente su herida ya cicatrizada, esto produce un cambio abrupto en Jackson. Todo su cuerpo se tensa, su mirada se conecta a la mía y solo veo una nada absoluta, como si su cuerpo estuviera aquí, pero su mente en un recuerdo lejano.
Parpadea repetidas veces antes de volver en sí.
—Fue hace mucho, algún día te lo diré...
No hay sonrisas de ningún tipo, ahora hay una carencia de emociones que me producen cierta inquietud.
—Muy bien... —Doy una leve sonrisa, luego sigo vistiéndome, y le doy espacio para que él haga lo mismo.
Pasamos unos cuantos minutos en completo silencio. El ambiente dejó de tener esa cierta alegría para pasar a ser un silencio tenso e incómodo. Esto me hace saber que no debí preguntar aquello, pero también me da cierta tristeza el saber que no me ha respondido mi duda. Jackson no se deja conocer, y esto me da más razones para no querer encariñarme con él. Sin embargo, con mucha lástima, sé que encariñarse con alguien no es algo que tu puedes decidir o no. Tu corazón cruelmente decide si querer o no quererlo. Eres esclavo de él, ni tu mente reacciona si es así como lo quiere el corazón. El amor es la forma más horrenda de ser lastimada, ya he pasado por eso y no me creo lo suficientemente fuerte para soportar otro dolor como ese.
El sonido de burbujas que tiene mi celular para indicar que me ha llegado un mensaje corta este aire sofocante. Tomo el celular de arriba del escenario para saber quien me ha escrito. Siento la leve mirada de Jackson, pero decido ignorarla. Al instante de leer el mensaje, mi mundo da un cierto brinco. No sé cómo explicarlo, solo siento una vibración a mi alrededor y mi cuerpo hormiguea por el miedo.
Número privado.
—Parece que te divierte jugar con los demonios. Qué temeraria eres, Isabella. No sabes con quién te revuelcas y eso da gracia y lástima en partes iguales, Caín estaría muy decepcionado de ti.
Otra cosa, ¿ya le has preguntado a tu querida hermana sobre la verdadera muerte de tu madre? Estoy seguro de que te encantará su respuesta.
D. E.
Recibido: 10:24 h
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