• Cercanía •
-Te espero en la biblioteca.
El mensaje de Jackson aparece ante mis ojos, y, aunque no me gustaba aquella orden tan fría, obedezco y emprendo el camino hacía aquella sala. Justifico mi olvido de aquella tarea por el simple hecho de que mi exnovio fue asesinado y mis peleas internas y externas han consumido gran parte de mi tiempo; para mí, es una justificación más que válida para olvidar una estúpida tarea de Literatura.
La madera cruje con suavidad al abrir la puerta de la biblioteca, al mismo tiempo que calmo las expresiones faciales de mi rostro y planto una enorme sonrisa en mi boca al notar cómo la secretaria me observaba.
-Cuánto tiempo, Elisab.. Lo siento, Isabella. -Se apresura a corregirse, aprieto mis dientes al notar el mal entendido.
-Sí, no se preocupe. Estoy acostumbrada... -No dejo de sonreír duramente hasta que desaparezco por el laberinto de libros.
La borro al perderla de vista. Ahora planto el enojo que he guardado en mi rostro y comienzo a maldecir a esa estúpida secretaria que me ha confundido con Elisabeth. Camino en zigzag, intentando encontrar al chico de cabello negro, pero se me está volviendo más difícil de lo que pensé, a pesar de que la cantidad de personas que están aquí son escasas. Ese chico misterioso se negaba a mostrarse ante mí y yo ya había empezado a alarmarme por estar perdiendo el tiempo jugando a las escondidas. Doblo en una esquina, noto un ruido detrás de mí; pero antes de lograr darme la vuelta, una voz grave resuena con eco por todo mi alrededor.
-¿Buscas a alguien? -Doy un pequeño salto por el susto y volteo a verlo.
-¡J-Jackson! -Por inercia me acerco a él y golpeo su hombro con enojo. -N-no me asustes así, idiota...
El menor de los Williams levanta una ceja, observa el lugar en donde lo golpeé y luego me mira con clara diversión en aquellos apagados ojos.
-Eso me ha dolido, Isabella -dice lentamente mientras toca la zona golpeada.
-Las piedras tienen más expresión fácil que tú -comento incrédulo, pero de inmediato me arrepiento.
Sus ojos claros se achinan de una forma cómica, aprieto mis labios con fuerza para no soltar una risa o mostrar una sonrisa abierta.
-Wow, has pasado de ser un manojo de timidez a burlarte de las personas... ¿Quién diría que una muerte de un ser querido puede ayudar tanto a otra persona? -La forma tan lenta y pausada que tiene para hablar me deja hipnotizada por algunos microsegundos. Toda diversión sale de mi sistema con tanta rapidez que no logro saber cómo me siento en este momento y quedo en completo silencio hasta que logro salir del trance.
-Eso fue cruel y estuvo fuera de lugar, Jackson -hablo con voz neutral, tratando de no mostrarme afectada-. Además, no era un manojo de timidez...
Murmuré aquello último mientras caminaba a su lado para no verle la cara. Me siento en la mesa que está enfrente nuestro y aguardo hasta que él llegue.
-Bien, bien. Lo siento... -Por el robillo del ojo logro ver una pequeña comisura levantada, y noto de inmediato lo poco que le importaba disculparse en serio.
-Esta cosa es enorme... -Jackson observa con simpleza el lugar. Sus ojos viajan de un lado a otro y ve centenares de libros.
Al oír aquello, suelto una risa silenciosa, lo que provoca la mirada furtiva de Jackson. Me callo de inmediato al ver los intensos ojos del muchacho, siento mi espalda cosquillear extrañamente.
-Bueno, prometí no faltar a ninguna clase, pero tendré que hacer una excepción por ti, Isabella.
-Lo siento, Jackson. Mi cabeza no ha tenido lugar para poner como prioridad la tarea de la escuela, pero me esforzaré para sacar una excelente nota. ─Él suelta un suspiro de cansancio.
-No importa, empecemos ahora o tendremos que faltar a otra clase y eso sí que no lo perdonaré... -Otra mirada cargada de aquella extraña emoción me obliga a apartar la mirada de Jackson.
-B-bueno, empecemos, ¿sí? -Sacamos nuestras libretas y veo cómo Jackson saca un libro de tapa negra que no logro reconocer-. Has escogido el libro tú, ¿verdad?
-Claro. Ya que estabas muy ocupada escapando de tu expsicópata y no dio tiempo de concordar el libro, me di la libertad de elegir uno de mis favoritos; espero que no te moleste.
Mi boca se abre, pero no logro decir nada, la crudeza de su habla me deja perpleja por un segundo. Jackson no me mira, solo abre su libro y saca algunas hojas de él mientras yo sigo como una piedra. Parpadeo al escuchar el fuerte golpe que hace con el libro al cerrarlo y vuelvo a la burbuja tensa en la que estamos los dos.
-¿Sabes? Eres desalmado, sin sentimientos, poco humano, y un sujeto imposible de entender... pero sacando eso, eres bueno eligiendo libros clásicos de thriller.
Tomo de forma brusca el libro negro y gris que tiene en sus manos, lo abro para empezar a ojear sus apuntes. Levanto mis ojos y noto la mirada avellana del chico frente a mí y veo la clara sorpresa en esos ojos, además de otras emociones que no logro distinguir.
-¿Tú...?
-¿No era que no querías perder otra clase, Jackson? Si es así, te aconsejo empezar con la tarea-. Le sonrío fugazmente mientras sigo viendo aquellos misteriosos ojos.
La hora pasa con una velocidad alarmante, el silencio reina en toda la biblioteca, pero mi cabeza no para de dar vueltas; lo que hace aún más difícil trabajar con Jackson, ya que la distracción no era algo que le agradaba.
Mis pensamientos se dividían en dos factores completamente diferentes, lo que me producía una mezcla de sentimientos que me enloquecían al momento de reflexionar. ¿Cuáles son estos dos factores? Sencillamente difícil de explicar.
Estar con Williams Jackson me produce un extraño despertar de emociones que nunca experimenté. Sus extrañas miradas, sus falsas intenciones, la falta de importancia que le da al no ocultar su verdadero rostro... Esas cosas me hacen recordar mucho a Elisabeth y, al pensar en eso, el enojo aumenta en mi pecho y no logro saber el porqué.
«Estoy segura de que Caín me mataría si me viera con un chico a solas...», mi cuerpo se tensa al pensar en su rostro.
Y aquí estaba mi otro conflicto existencial. ¿Cuándo se supera la muerte de una persona? Un ser el cual creíste amar por tantos años, el chico que siempre soñaste que cuidaría de ti. Pero, a la vez, piensas que es mejor así. Que él ya no esté vivo me saca una enorme carga de mis hombros, ¿es normal eso? ¿Está bien pensar así?
La punta del lápiz se rompe al apretarlo en el papel, lo que me provoca un sobresalto por el susto y una vuelta al mundo oscuro en el que me encuentro. Mis manos tiemblan de inmediato, siento una humedad fría en mi nuca y mis palmas pican. De inmediato mis ojos se nublan a la vez que las lágrimas caen lentamente por mis mejillas.
-¡Isabella! -Levanto mis ojos, noto un enorme cuerpo frente a mí, no distingo quién es, pero sí logro ver una mano acercarse a mí.
Pensando en lo peor, cierro los ojos y me quedo quieta. Contraigo todo mi cuerpo y aguardo el golpe, pero este no llega. Al no sentir el ardor del golpe que pensé que me daría la persona frente a mí, abro mis ojos con el miedo aún presente en todo mi cuerpo.
-¿Qué haces, Isabella? -Jackson me mira con los ojos bien abiertos, con confusión y algo de enojo.
-Y-Yo... lo siento. Creo que soñaba despierta... -balbuceo lo primero que mi mente piensa.
Jackson ladea la cabeza de un lado a otro, cruza sus brazos y me mira sin ninguna emoción positiva en sus duras facciones.
-¿Soñando? ¿Estabas soñando...? -divaga por lo bajo-. ¿Con tu novio muerto? ¿Acaso tus traumas no te permiten estar diez malditos segundos concentrada en una tarea tan simple como lo es esta? Ese idiota ya murió, supéralo...
-¡Ya cierra tu maldita boca! ¡¿Es que acaso no puedes dejar de ser un maldito idiota por un segundo!? ¿O es que tu cerebro de mandril no tiene esa capacidad? - Aprieto mis labios para dejar de gritarle.
El sabor amargo fluye por mi garganta, mis ojos pican, pero no por la crueldad de sus palabras, sino, más bien, por el enojo que este idiota estaba produciendo en mi a propósito. Intento calmar mi acelerado pecho dando bocanadas de aire, también busco que la paz que tanto fingía vuelva a mí. Observo al pelinegro frente a mí. Este sigue sentado; con comodidad y lentitud, se para de su asiento y camina hacia mí. Con cada centímetro que acorta, noto nuevas emociones en sus ojos y una leve sonrisa aparece en sus labios.
-Si me vuelves a gritar así...
-¿Qué harás? -Lo reto-. ¿Golpearme? -pregunto incrédula pero algo temerosa.
-Nah, yo no golpeo mujeres... solo las hago gritar-. Ya parado frente a mí, baja un poco su cabeza y lo hunde en mi cuello, lo que provoca una extraña electricidad por todo mi espalda y parte baja-. Las hago gritar tan fuerte que se quedan sin voz...
Su voz ronca, sumado a su respiración lenta que choca con mi desnudo cuello, es todo lo que necesita mi cuerpo para calentarse de una extraña manera. Jackson se separa de mí y acerca su rostro aún más al mío, con esa sonrisa torcida que tanto me marea.
Antes de que la locura sea cometida, un sonido de tacones hace eco por todo el lugar. Tanto mis ojos como los de Jackson se conectan por última vez antes de que el grito de la secretaria nos obligue a separarnos.
-¡Señorita Jones! ¿Cómo se le ocurre pegar semejante grito...?
-Lárgate.
Volteo hacia ella, una simple mirada mía basta para que me observe con sorpresa, luego mire a Jackson y, por último, huya del lugar, murmurando frases inentendibles para mí.
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