Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• Cambios •

Musiquita para llorar juntos <3

Eli me arrastra hasta el auto que nos esperaba, no digo nada y subo. La escena de mi hermana perdiendo los estribos, golpeando brutalmente a la tal Ruby y a Sofía aún perdura en mi mente. Había oído algo acerca de una foto de Elisabeth, pero solo pensé que era algo trivial, jamás imaginé que sería una de ella desnuda. Todo aquello había sido un escándalo. Trato de consolar a mi hermana, pero, tan rápido como toco su hombro, me lanza una mirada rabiosa, por lo que opto por mantenerme alejada de ella.

—Llévanos a casa... —Pido a nuestro chofer.

—No, llévanos al centro. Tenemos cosas que hacer allí. —Nuestros ojos se conectaron, y su mirada me prohíbe cambiar los planes.

Ignorantemente, pensé que, con todo el escándalo que había pasado, podría existir la posibilidad de que se le hubiese olvidado aquel tema. Por lo que veo, no acerté a mi suposición. Intento olvidar aquella situación y miro por la ventana. Apoyo una mano en mi mejilla y de inmediato me arrepiento, ya que una punzada de dolor me arrincona. El golpe que me dio Caín fue demasiado duro y no solo para mi cuerpo, sino para mi corazón. Suspiro temblorosamente al recordar lo sucedido. Cuando Caín me golpeó, cuando Jackson me rescató y cuando él casi mata a Caín a golpes.

¿Cómo pude permitir que esto sucediera? Involucré a Jackson en algo incómodo y personal. ¿Tendría que hablar con él acerca de esto? No. Si Caín se entera de eso, nadie me salvaría de otra paliza, y ya estoy segura de que una me espera.

Observo a mi hermana e intento averiguar qué ocurre en su cabeza. Ella revisa su celular y frunce el ceño, era como si estuviera discutiendo con alguien. Por aburrimiento, también saco mi celular y me sorprendo al ver que Caín no me ha mandado ningún solo mensaje, tampoco tengo llamadas perdidas suyas. El buzón se encuentra vacío, eso hace que mi miedo aumente exponencialmente. Nada bueno iba a ocurrir, ¿verdad?

Otra vez seré la culpable de los múltiples golpes que recibiré por parte de mi querido novio. 

Bajamos del auto y Elisabeth le ordena al chofer que se retire y él acata la orden de inmediato. Damos algunas vueltas por el centro, cruzamos una calle muy conocida y frenamos en un consultorio de tres pisos con el nombre de Agencia de Apoyo.

—Vamos, John nos espera... —Nuevamente mi gemela me arrastra dentro de las instalaciones de Apoyo.

—Buenos días, Megan. Tenemos cita con el Doctor John Willson.

—Buenos días. Sí, el doctor las espera en su oficina, pueden pasar. —La secretaria nos sonríe y nos deja pasar a la oficina.

La enorme puerta color blanco se abre, aquella puerta era muy conocida para mí. Parecía algo material y sin importancia, pero me lleva a un mundo al que no creí volver. Me arrastra a un mundo en donde tengo que asumir la verdad, en la que no puedo ignorar los hechos y la burbuja de protección en la que vivo explota y me deja desprotegida de mis demonios.

—Hola, chicas. Es un gusto volverlas a ver, aunque las circunstancias no sean las mejores. —El Sr. John nos da la bienvenida, su sonrisa era cálida, pero guardaba una cierta tristeza al verme.

—Ya le he comunicado de la situación, estaré esperando afuera. —Elisabeth suaviza sus palabras y me da un rápido abrazo antes de marcharse.

Me deja sola, John me alienta a entrar y lo hago con cierto titubeo al caminar. Él cierra la puerta mientras yo me siento en los cómodos asientos.

—B-bueno, doctor. No sé qué le habrá dicho mi hermana, pero estoy segura de que ha exagerado la situación... así son los hermanos sobreprotectores, ¿verdad? —Rio con nerviosismo.

Pero no hay gracia en los ojos del doctor. Él solo me observa con tranquilidad por algunos segundos, luego de ponerse sus lentes y buscar su libreta habla:

—Elisabeth solo busca lo mejor para ti. Creo que te lo ha demostrado muchas veces, ¿verdad? —Sonríe y lee algo en su libreta—. Tú me dijiste, cito tus palabras: "Siento que Elisabeth y yo somos todo menos hermanas. Creo que somos almas gemelas, y, aunque no parezcamos congeniar mucho, ambas daríamos la vida por la otra. Esa fue nuestra promesa".

John deja su libreta a un lado. Me mira aguardando una respuesta. Yo solo me quedo muda. Me había olvidado de aquellas palabras, las había dicho durante la primera sesión que tuve con él; no puedo creer que todavía tenga esos escritos.

—Creo que hay que empezar por lo más difícil. Sabes que me gusta torturar tu mente un rato... —John me guiña un ojo y yo río por su broma, pero esta se apaga al saber lo que él estaba por decir.

«Sé fuerte. Finge serlo. Sé fuerte».

—Ambos sabemos lo difícil que es hablar sobre tu enfermedad. Más tú que yo, pero quiero que me cuentes cómo te sientes al asumir que has vuelto a recaer en la anorexia y en tu depresión.

Hay un silencio entre nosotros; pasan algunos segundos, el doctor espera pacientemente, no me presiona ni apura.

—Él sigue haciéndolo... —murmuro, clavo mi mirada al suelo y aprieto mis puños—. No importa cuánto me esfuerce, para Caín nunca soy suficiente... siempre... siempre hay algo, ya sea minúsculo o no, que a él le desagrada de mí. Y cada vez que Caín me dice lo mucho que odia mi figura, lo que le desagrada de mi personalidad, lo mucho que detesta mi rostro... siento que hay algo que estoy haciendo mal. Algo está roto en mí e intento arreglarlo para hacerlo feliz, pero Caín vuelve a mencionar más defectos y yo me rompo aún más. Al punto en el que ya no puedo arreglarme, estoy en un quiebre interminable. Y ya... ya no sé qué hacer para complacerlo.

Paso mi mano con rabia al sentir unas lágrimas en mi mejilla. Esperaba que esta vez no corriera como la última vez.

—Sé que es inútil culpar a alguien de una enfermedad ajena, pero siento que Caín tiene un peso importante en este tema. Cada vez que él mencionaba un defecto mío, de inmediato me comparaba con otras chicas. Chicas que yo sabía que estaban con él, en todos los sentidos, pero yo no decía nada. Yo no... yo no tengo ese privilegio. No tengo el derecho de darle la contra porque Caín tiene razones para decirme lo que dice. Lo siento así...

—Veo a todas las mujeres con las que él se va, ellas son hermosas, perfectas, y yo también quiero serlo; pero no lo soy, no soy perfecta. Soy... solo soy una mierda de persona que no merece nada. Y él siempre me lo recuerda. También recuerdo una vez, luego de una discusión que tuvimos, luego de que él me haya golpeado hasta romperme tres dedos; me dijo algo que hasta el día de hoy me persigue. —Trago saliva, ya sintiendo el enorme nudo en mi garganta—: "Tú eres lo más horrendo que he tenido. Tienes suerte de estar conmigo porque nadie más va a querer a alguien tan defectuoso y monstruoso como lo eres tú. Las personas como tú no merecen ser amadas...".

—Siempre que me encuentro mal o me encuentro bien, esas palabras vienen a mí, y no se disipan por nada. Se quedan ancladas en mi mente y me persiguen por un largo tiempo. Esas palabras son las que me motivan a seguir fingiendo, me digo a mi misma: "Vamos, Isabella, tú puedes, aguanta un poco más. Haz más ejercicio, maquíllate un poco para él, sonríe, finge que estás bien; finge que no tienes hambre y vuelve a vomitar si comes algo. Si haces eso, podrás volver a lo que eras antes, Caín volverá a ser el mismo chico dulce y educado, aquel joven de catorce años que te defiende cuando las chicas te molestan... aquel chico que te juró amor eterno. Y tú serás feliz, por fin tu vida gris tendrá color".

Abro mis ojos al dejar de relatar, mi corazón acelerado y dolorido me obliga a tomar un poco de agua que el doctor me da. Mis manos tiemblan y sollozos ahogados salen de mi garganta. John me mira con dolor, no con pena ni lástima, solo con dolor e impotencia. Suspira y se quita sus lentes para luego frotar su frente con frustración.

—Isabella, que sigas pensando así, luego de tantas sesiones conmigo, me hace creer que soy pésimo psicólogo... —Se para de su asiento y viene a mí, lo miro desde arriba, esperando algún tipo de consuelo—. Te diré algo que creo que todo el mundo tendría que saber y espero de todo corazón que logres entender mis palabras y razones por pensar así. —Su mano se deposita en mi hombro y se arrodilla ante mí—. Tú, Isabella Jones, no eres perfecta y jamás lo serás...

El doctor aprieta mi mejilla con fuerza a modo de consuelo, pero eso solo lo empeora. Lloro abiertamente, gimoteo, cubro mi rostro con ambas manos, niego con la cabeza y cubro mis oídos. No quería oír eso, no de él. Quería consuelo, afecto, pero solo me estaba dañando más y más.

—Deja de llorar y escúchame, Isabella. —Ahora me toma de ambos hombros y me zarandea para que lo vea directamente a los ojos—. Pero, ¿sabes qué? Nadie lo es. Nadie es perfecto. Todos tenemos mierdas que no nos agradan, demonios que ocultamos en lo más profundo de nuestro interior para que nadie nos juzgue o nos dañe.

Tú quieres dar amor y ser amada, pero no podemos amar a alguien si primero no nos amamos a nosotros mismos; eso es algo imposible. De nada nos sirve amar a otra persona si nosotros carecemos de amor propio, necesitamos trabajar en nuestra autoestima para saber que valemos lo suficiente como para no ser pisoteados por nada ni nadie. Tienes que entender que tú no eres la culpable de nada y jamás lo serás, ¿entiendes?. Repite conmigo, Isabella. Yo no soy la culpable de nada. Yo solo soy una víctima más.

—Y-yyo... ─titubeo. Más sollozos salen de mí al pensar en aquellas palabras.

—Vamos, Isabella, ¡Dilo! ─Me alienta John─. Si no lo haces, jamás superarás tus problemas. Vamos. Isabella, solo dilo de una vez. Díselo a tu corazón, ¡dilo!...

—Yo no lo soy, ¡yo no soy la culpable de nada! ¡Solo... solo soy una víctima más! —grito lo más fuerte que mi garganta llena de dolor me permite.

Ya no quiero estar más rota, ya no quiero sentirme inferior a nadie, ya no quiero sentirme culpable de todo lo que pase a mi alrededor. Respiro con irregularidad. Más lágrimas caen, mi cabeza palpita y duele, siento mi garganta quemar y mi estómago revolverse. El doctor John quita lentamente sus manos de mis hombros, se levanta del suelo y me sonríe abiertamente desde arriba.

—¡Muy bien! Superaste la primera prueba, estás lista para empezar un nuevo tratamiento y una nueva vida, pero tienes que poner de tu parte, pequeña Bella. Todo depende de cuánto te esfuerces...

—Necesito que me ayude. No quiero seguir así; por favor, ayúdeme. —Pido con un nudo en la garganta. Me levanto y quedamos frente a frente.

—Será un largo camino..

—Prometo esforzarme.

—Confío en ti, pequeña bella. —John me pide que vuelva a sentarme y yo lo hago, y limpio lo que queda de lágrimas y mocos.

Entiendo que un trastorno alimenticio, como lo es la anorexia y la bulimia, no se van de un día para otro. Pero prometo esforzarme, dar lo mejor de mí e intentar cambiar. Empezaré desde cero, ¿podría lograrlo?

«Solo el tiempo me dará esa respuesta».

Luego de que John hablase con Elisabeth sobre mis nuevas dietas y formas de comer para poder subir de peso, de mis medicamentos para la depresión; él llama al chofer y le da una ubicación específica para que nos busque. Elisabeth no paraba de decirme que esta vez iba a ser diferente, esta vez ella estaría al tanto de todo lo que tenga que ver conmigo, parecía más feliz que yo y más determinada. Era, simplemente, el amor de hermana que ella me daba.

—Señorita Elisabeth, su padre necesita hablar con usted... —Una ama de llaves da la noticia apenas entramos a casa.

—Está bien, ahora mismo iré —responde algo confundida—. Isabella, ve a ducharte y luego come algo, ¿bien? —Asiento con la cabeza. Eli se va tan rápido como puede al despacho de mi padre.

Voy a la heladera y escojo una manzana, juego con ella hasta llegar a mi habitación, pero un ruido de algo cayendo me llena de curiosidad. Camino cerca del despacho de papá, unos cuantos murmullos son todo lo que escucho, pero mientras más me acercaba, más fuerte se volvían.

«¿Acaso están discutiendo?».

Llego al despacho, me asomo a la puerta, esta se encuentra cerrada, así que apoyo mi oreja en ella para poder escuchar algo. Ahora podía oír con claridad los gritos y las voces de quienes gritaban.

—¡Eres un maldito idiota!, ¡¿es que no puedes hacer nada bien, imbécil?! —grita Elisabeth. ¿A quien se lo decía? Era la segunda vez en un día que la escuchaba tan fuera de sí misma.

—¡Cierra tu maldita boca, zorra! ¡Lo he mandado a buscar, pero ese bastardo no aparece por ningún lado!, ¡si piensas que lo puedes hacer mejor, hazlo tú...!

Me separo de inmediato de la puerta. No podía creer lo que oía. ¿Papá le estaba diciendo eso a Elisabeth? No lo puedo creer.

«¿De quién están hablando? Elisabeth jamás habla con papá y menos a los gritos. Esto me sabe mal. ¿Estaré imaginando cosas? Además, ¿a quién están buscando?».

Nota:

Ay ay ay, mi pequeña Bella. El mundo te hace sufrir, ¿verdad?

¿Qué piensan de Isabella? De su trastorno y sus "ideales". Hay cierta obsesión en su romance tóxico que abordaré más adelante, así que preparen sus mentes.

Siento que Isabella tiene mucho de mí, por varios problemas que tiene, por eso es una de mis personajes preferidos. (Aún que sé que los que leyeron por primera vez Demons#1 le tienen cierto rencor) ella es una buena chica, solo que no supo como afrontar sus problemas.

©

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro