VII
Fue el ingenio de Pearl lo que permitió la liberación parcial de los chicos dentro del camión aún en movimiento.
Posicionándose de espaldas con Gold, el pequeño de ojos dorados comprendió que debían desatarse entre ellos al mismo tiempo, juntando sus manos entre las cuerdas del otro. Luego fueron los pies, la cinta de la boca y por último el resto de los compañeros.
–¿Qué está pasando?– Preguntó Platinum con notable miedo. Sus manos a la altura de su pecho y su mirada de preocupación lo demostraban.
–¿Dónde está Red?– Cuestionó Emerald. Aunque llevaban solo dos días juntos, era suficiente para demostrar que confiaba en el mayor.
Un bache se atravesó en el camino provocando que la parte trasera del camión se moviera bruscamente, y siguiendo el principio de inercia, los pequeños chocaron entre ellos.
–¡Ten cuidado!– Silver habló un tanto enojado, aunque en realidad era algo de estrés por no poder controlar la situación que además desconocía a media.
–¿No viste qué fue esta cosa que se movió?– Gold respondió impotente. No dejaría que lo culparan en vano.
–Por eso te digo que tengas más cuidado.– Silver repitió su tesis, cargando más las palabras.
—¿Por qué mejor no te quitas?
Y el movimiento apoyó la pelea verbal, convirtiéndola en una física. Ambos chocaron nuevamente y aprovecharon el contacto físico para darse unos infantiles golpes, y uno que otro par de mordisco.
El resto miraban la escena. Unos preocupados, otros decidiendo a quien apoyar, y por último Crystal, midiendo un ángulo para separarlos.
–¡Ya basta!– La chica se puso en medio de los dos, con una mano sosteniendo cada pecho acelerado.
–¡Él empezó!– Ambos se señalaron con intención de seguir peleando.
–El camión se detuvo...– Murmuró Sapphire alerta.
Todos se silenciaron para oír como la puerta delantera se abría y posteriormente se cerraba. El conductor, envuelto en una capa marrón que lo cubría por completo, se dirigía a la parte trasera del camión.
El sonido de la llave entrando en el candado creaba mucha tensión en el ambiente. Pearl pretendía preguntar de quién se trataba, pero Diamond le tapó la boca justo a tiempo.
Era de esperarse que un rayo de luz entrase con el abrir de las puertas, pero no fue así. Lo poco que podían ver era oscuro, como si estuviesen en una cueva. Aún así, los pequeños no movían ni un músculo. ¿Quién era él?
–Fairy...
Un agudo pero melodioso sonido se llevó la atención de los Dexholders, buscando con la mirada el lugar proveniente de ese sonido.
El ladrón de niños, cómo sería denominado hasta conocer su identidad cambió a una actitud acelerada, como si se le acabase el tiempo.
Un chasquido de dedos y todo solucionado para el ladró . Los nueves chicos cayeron profundamente dormidos, ya que no realizaban reacción alguna al chocar con la plataforma del camión.
Sapphire fue la primera en despertar. Pestañeó un par de veces para ajustar sus pupilas a la luz del ambiente y empezó a buscar con la mirada a sus amigos.
–¡Pearl! ¡Gold!– A cada uno de sus lados estaban sus compañeros, inconscientes pero en una extraña pose, igual que ella en realidad.
En efecto, los nueves pequeños estaban inmovilizados por una especie de campo electromagnético a unas vallas blancas, que rodeaban una pequeña laguna de no más de cinco metros cuadrados, dónde estaba el reflejo de la luna.
Estaban en orden de tipo, primero Crystal, a su lado Emerald, y a su vez Diamond. Enseguida estaba Gold con Sapphire a su derecha y Pearl más allá. Junto al rubio iba Silver, Ruby y por último Platinum.
–¡Quiero volver con Blue!– Protestó Ruby intentando moverse, en vano. Era como si sus mano y pies estuvieses pegados a la madera, pero apenas la tocaba.
–Fairy...
El sonido otra vez. Era algo instintivo que los niños buscaran al dueño de la voz, pues su tono era grato de escuchar, y producía un sentimiento de libertad. Muy contradictorio, siendo que estaban atrapados.
Una criatura rosa se paró frente a la laguna. Era pequeña y sus movimientos se asemejaban a los de un astronauta. Daba saltos ligeros de un lado a otro, siguiendo el contorno del agua. Luego llegó otro, y otro más. Había un total de seis al final de cuentas.
–Son Clefairy.– Señaló Platinum sin despegar la vista de los Pokémon.
–¿Están bailando?– Preguntó Emerald ladeando ligeramente la cabeza. ¿Por qué bailarían en un momento tenso como en el que estaban?
No sólo empezaron a bailar alrededor del agua que reflejaba con mayor intensidad la luna llena, sino que también cantaban. Era una melodía encantadora. De alguna forma los músculos de los chicos se relajaron y soltaron ligeros suspiros. Estaban en un estado muy tranquilo, admirando el baile a la luz de la luna.
–¡Clefairy!– Los seis Pokémon se detuvieron de golpe al percatarse de una figura cercana.
Un Ariados interrumpió la función. ¿Qué hacía ese tipo de Pokémon en el monte Moon? No era tan importante, sino cómo harían Crystal, Emerald y Diamond para salir de la enorme telaraña que el insecto había creado durante la función. Con su producto viscoso agarró al trío de planta y los pegó a su red. ¿Por qué ellos? Porque eran los que estaban más cerca.
Al mismo tiempo, los tríos de fuero y agua luchaban por recuperar el control de sus cuerpos, justamente para salvar a sus amigos. Cuando eso no funcionó, acudieron a otra opción.
–¡Ya déjalos!– Gritó Sapphire con una mirada amenazante. Adorable, diría Blue.
–¿Ariados?– El Pokémon venenoso se detuvo un par de segundos y miró a la dueña del grito.
–¿Funcionó?– Ruby se mostraba muy sorprendido.
–No.– Negó Silver al ver como el Pokémon retomaba su trabajo, envolviendo a los pequeños en su seda.
Cuando las esperanzas estaban pérdidas, el ladrón de niños hizo una heroica aparición. Como si hubiese usado cuchillada, soltó a los pequeños que al aterrizar en el suelo, corrieron con sus amigos atemorizados. El ladrón empezó a luchar cuerpo a cuerpo contra el Pokémon.
¿Entonces no era un ladrón malo? Ya eran muchas las preguntas que pasaban por las mentes pequeñas de los espectadores. Cuando Ariados huyó, uno de los Pokémon rosas se acercó a Ruby y le hizo entrega de una piedra lunar.
Los Clefairy se marcharon, dándole lugar a la figura encapuchada para posicionarse frente a los chicos.
–¡Gracias!– Apenada y bajando la cabeza, Crystal exclamó su sentimiento.
–Gracias.– Emerald y Diamond copiaron la acción.
Jeje, el usurero sonrió, pues su plan se realizaría mucho más fácil teniendo la confianza de los chicos.
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