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Especial #3 [Franticshipping]

–Mm...

Un tranquilo día se llevaba a cabo en pueblo Primavera, en la región Johto. Era tranquilo porque el criador se estaba conteniendo frente a dos criaturas sentadas en uno de los sillones de su casa. Ambas lo miraban con grandes ojos de fuertes colores.

El criador no despegaba la vista de las cosas vivientes que tenía a cargo. ¿Por qué él? ¿Por qué?

–¿Ataro, cuánto quieres por cuidarlos mientras yo voy a trabajar?– Gold sacó su billetera para persuadir a su fiel Pokémon.

–¿Ambi?

¿Trabajar? Pero si Gold solo iba a divertirse a la guardería, y como esta quedaba cerca de ciudad Trigal, terminaba despilfarrando su sueldo en el casino.

No le dio más vuelta al problema y llevó a cabo su única opción: llevarlos a la guardería.
¿Qué podría pasar si llevaba a dos polos opuestos de cinco años a un lugar lleno de diferentes Pokémon bebés? Nada que pudiese salírsele de las manos. Fue por sus cosas a su habitación, por lo que los pequeños interactuaron entre sí.

–Hueles mal.– El primero en hablar fue Ruby, tapándose la nariz con dos dedos.

–Pareces un anciano con el cabello blanco.– Sapphire respondió cruzándose de brazos y sacando la lengua.

–Es un gorro.– Ruby miró a la chica entrecerrando los ojos.

–¿Seguro?– La pequeña se abalanzó sobre el chico para intentar quitarle el supuesto gorro. Espacio personal era algo que desconocía, y delicadeza también.

–¡Quita tus manos llenas de lodo de mi cara!– Como era de esperarse, Ruby luchaba a su manera para no dejar al descubierto su cabeza.

–Ya, ya, no empiecen tan temprano.– Gold levemente molesto interpuso su palo de billar entre los niños.– Nos vamos.

Los pequeños siguieron en silencio al mayor, y de vez en cuando se lanzaban miradas burlescas, tales como sacadas de lengua o leves golpes.

–¿Iremos en eso?– Preguntó Ruby viendo con desprecio la patineta de Gold. Sapphire por su parte, estaba muy curiosa.

–¿Esperabas una limusina?– Gold respondió con ironía. Al parecer en las mañanas andaba de mal humor.– Sapphire arriba.

–¡Si!– La chica con gran entusiasmo saltó a los hombros de Gold, acomodándose para disfrutar de la futura brisa.

Al pequeño de Ruby no le quedó de otra de sentarse en el medio de transporte personal, abrazando una pierna del mayor que empezó a avanzar a alta velocidad.

Al notar el miedo en el rostro del chico de ojos rojos, decidió cargarlo de forma paternal. Después de todo, cuidar niños era algo así como cuidad Pokémon bebés. En el fondo, el criador tenía un corazón de oro.

Pensó en dejar a los pequeños con la pareja encargada de la guardería, pero al llegar toda ilusión fue desvanecida por una nota: "Nos fuimos a Sinnoh, tu te las arreglas."

Bueno, tendría que pasar tiempo con sus pequeños, ¿y por qué no emparejarlos? Todos aman el franticshipping.

Los llevó al jardín dónde habían varias criaturas pequeñas, y una buena cantidad de Dittos.

–Iré adentro, ustedes recorran el jardín y jueguen con los Pokémon a su libertad.– Gold ya se iba por la puerta al interior a calentar un par de huevos.– Pero, siempre juntos.

–¿Por qué me castigas si no he hecho nada malo?– Preguntó Ruby con una gran expresión de fastidio y repugnancia.

–No dirías lo mismo con unos años más.– Gold se marchó con una sonrisa maliciosa.

–Mm... mi nombre es Sapphire.– La chica no sabía como comenzar para crear un lazo de amistad con el chico.

–Yo soy Ruby.– Respondió el pequeño inflando el pecho con orgullo.

–¿Cuál es el mas fuerte según tu?– Sapphire miraba con su amplia vista el lugar. Admiraba la variedad de Pokémon presentes.

–¿Fuerte? ¿Para qué quieres un Pokémon fuerte?– Preguntó Ruby extrañado.– Lo que necesitamos decidir es cuál es el más lindo.

–Un Pokémon lindo no sirve en batallas.

–Pues un Pokémon fuerte no se aprecia en concursos.

–¿Concursos?– La castaña de azules orbes ladeó la cabeza.– ¿Qué es eso?

–¿Acaso vives en las cavernas?– Ruby estaba horrorizado con aquella extraña persona a su lado.– Los concursos son lo mejor.

–¿Hay batallas?

–¡Claro que no!– Ruby se sintió ofendido por la ignorancia de la chica.

–No me interesa.– Sin más preámbulos, Sapphire lanzó una roca al estanque de agua, apuntando justo el centro.

–¿No eres un Pokémon? Sin duda ganarías la categoría de Dureza.– Era difícil entender si se trataba de un halago o una ofensa por parte del futuro coordinador.– Aunque claro, en Dulzura perderías hasta contra un Magikarp.

–¿Ah sí?– Sapphire infló las mejillas molesta y se cruzó de brazos.– Entonces yo creo que ni un Feebas querría luchar contra ti.

–¡Rawr!

Un rugido bastó para que Ruby, cobardemente, tomara la mano de Sapphire, dejando de lado todo prejuicio y mala opinión al respecto de ella. Por su parte, Sapphire buscaba atenta el sector que había cedido aquel rugido, pero a la vez sentía como un tono rosado se apoderaba de sus mejillas y disfrutaba el tacto del chico.

La chica guió a su rival por el césped en busca del Pokémon. Al llegar a un árbol, esperaron con temor por parte de Ruby, y firmeza de Sapphire a que la criatura se hiciera presente.

–¡Bagon!

Un Pokémon de color azul-celeste y cráneo blanco salió de detrás del tronco del árbol y con enojo se abalanzó sobre los pequeños. En cosa de segundos, Sapphire percibió el miedo en el rostro de Ruby, y con valentía accedió a interponerse para recibir el ataque del Pokémon que le llegaba a los hombros en términos de altura.

–¡AAAH! ¡GOLD! ¡AYUDA!– Gritó Ruby derramando lágrimas al ver a Sapphire tirada a sus pies. El Bagon se había ido a jugar con un Magby.– ¿Sapphire, estás bien?

–S-Sí.– Asintió la chica colocándose de pie y extendiendo su mano para ofrecérsela a Ruby.– ¿Logró hacerte daño?

–Sa-Sapphire...– Ruby no aceptó la mano de la castaña. En cambio, llevó sus manos a sus ojos para intentar evitar que más lágrimas cayeran de sus ojos rojos. Al ver una herida en el brazo de Sapphire se asustó mucho más.

–¿Qué está pasando?– Preguntó Gold llegando con Pitaro al hombro.– ¿Eh? ¿Bagon los ha molestado?

Una respuesta afirmativa pero silenciosa fue la respuesta que obtuvo el criador. Sin más, llevó a los pequeños adentro y los sentó en la mesa para almorzar. Vio el pequeño rasguño que había en el brazo de la chica, era insignificante, pero en escala niño, debía de verse más grande. Le puso una curita y luego les sirvió unos trozos de pastel de frambuesa, para endulzar el momento.

–¿Puedo quedarme dentro el resto del día?– Preguntó Ruby terminando su porción.

–Está bien.– Gold puso su mano en la cabeza del niño a modo de cariño.– Pitaro se quedará con ustedes mientras ordeno un par de cosas.

Cuando el mayor se fue a la habitación contigua, los pequeños se miraron directamente a los ojos. Las mejillas se tornaban rosas en ambos casos, y con un poco de vergüenza, Sapphire escondió su rostro dándole la espalda a Ruby.

–¡UN POOCHYENA!– La concentración de la chica fue atraída por un Pokémon que entraba al espacio de cuatro paredes. Corrió a abrazar al Pokémon que tanta gracia le hacía.

–Es hermoso...– Murmuró Ruby derrochando pequeñas estrellas por los ojos. Estaba fascinado por el brillo de su pelaje y la dulce mirada que otorgaba.

–Pichu.– Pitaro les ofreció un par de telas de colores a los niños.

–¡Vamos a vestirlo!– Exclamó Ruby completamente iluminado. Todo mal rato ya era historia.

–¡Si!– Asintió Sapphire entusiasmada. Por supuesto tenía una idea muy diferente a la del oji-rojo.

Tomando una que otra tela, y con ayuda del carácter sereno del Pokémon, los infantes se divirtieron un buen momento.

–¡No! ¡No! ¡No!– Ruby le arrebató el pequeño Poochyena de las manos a Sapphire.– No puedes ponerle eso.

–¿Por qué no?– La pequeña estaba ofendida y miraba con enojo al chico.

–Son tres tonos de azul.– Contestó el futuro coordinador con superioridad.

Sapphire abrió grandes los ojos. ¿Eso era bueno o malo? Y más importante... ¿a quién le importaba?

Al sentirse presionado por el mirar azul otorgado por la chica, la pareja estaba por comenzar otra de sus discusiones, sino fuese porque cierto cuidador los Interrumpió al entrar a la sala y tropezar con las telas.

–¡Ruby! ¡Sapphire! ¡Limpien todo esto!– Exclamó molesto Gold. Tal vez fue porque fue humillado al caerse torpemente con telas.

Obedientes, ambos dejaron de lado al Poochyena y empezaron a recoger las cosas. Una vez los géneros doblados y acomodados, Ruby recordó haber visto una vez a su madre aspirar el suelo tras ordenar.

Aprovechando que Sapphire se había recostado en el suelo, le agarró los pies y comenzó a arrastrarla por el suelo. La chica reía divertida.

–¿Ruby, qué estás haciendo?– Preguntó el entrenador de dorados ojos extrañado.

–Limpio.– Respondió el pequeño con total tranquilidad, siguiendo con su acción.

–¿El suelo o a Sapphire?

–Ambos.

–Ok.– Gold simplemente se retiró.

Al finalizar la jornada laboral, la chica salvaje quería apreciar el maravilloso atardecer que se imponía. Un fuerte tono anaranjado llenaba el cielo de Johto. Ruby, por su parte, no quería poner ni un pie afuera por miedo a ser atacados nuevamente.

–¿A qué le tienes miedo chico cursi?– Gold se arrodilló a la altura del poseedor de la Pokédex.

–A que Sapphire salga lastimada nuevamente por mi culpa.

Con una sonrisa, el criador guió a ambos afuera, dándole una mirada de aprobación y seguridad a Ruby.

–Ahora quiero que junten sus manos y hagan una promesa que cerrarán de la forma que quieran.– Gold esperaba que el sol estuviera en el mejor punto para adornar la escena.

–¿Qué promesa?– Preguntó Sapphire curiosa. Sus manos ya estaban junto a las de Ruby.

–Prometan que siempre se protegerán el uno al otro.– Dijo Gold llevando sus manos a la nuca. Pitaro sonrió con picardía.

Sin previo aviso, Ruby acercó su rostro al de Sapphire y le plantó un beso en sus infantiles labios.

Era difícil elegir quién estaba más sorprendido, pero en todo caso, Gold cayó de espaldas. Sapphire aún desconcertada, dejó ver un sonrojo en sus mejillas y pronto sonrió sinceramente.

–Lo prometo.

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