Especial #2 [Agencyshipping]
El sol brillaba con intensidad en un cálido día de verano en Teselia. El laboratorio de la profesora Encina ubicado en pueblo Arcilla mantenía su ambiente tranquilo incluso cuando una pequeña niña armaba todo un espectáculo con los Pokémon que habitaban ahí.
–Ahora...– La chica se acercó al reproductor de música y lo encendió.– ¡Música alegre!
Un Patrat, una Minccino, y dos Pidove bailaron al compás de la música. La pequeña también se dejó llevar, y tomando de las manos a una Lilligant, se unió. Un verdadero espectáculo de alta calidad se llevaba a cabo en el jardín trasero de la reconocida investigadora Pokémon.
–¡White!– La música se apagó de golpe, y la responsable de tal maléfico acto era Bel. La mayor estaba de brazos cruzados, manteniendo una expresión seria.– ¡Te he llamado tres veces para que vayas a vestirte!
–Estoy vestida.– White señaló su ropa de dormir que bien cómoda le quedaba. Además, era holgada y adecuada para bailar.
–Los invitados no pueden verte en pijama.– Olvidando todo enojo, Bel cargó a la chica de cinco años y la llevó al interior del laboratorio.
–¿Quién viene?– Preguntó White curiosa por la palabra "invitados". Eso significaba mucho público para su espectáculo.
–Es una sorpresa.– Bel le picó la punta de la nariz a la chica mientras le dejaba la incertidumbre.
Un vestido rosa con un lazo blanco fue lo que la castaña se puso. Su cabello amarrado en un moño algo, dejando un par de mechones desordenados. Apenas pudo, volvió al jardín para seguir su acto. Si tendría público, debía de hacer algo deslumbrante.
–¡Ya sé!– White empujó a un Munna para que se escondiera en los arbustos.– Quédate aquí un momento, por favor.
Bel miraba desde el interior de la casa como desde temprana edad, White tenía un talento innato de la organización, además de una desarrollada imaginación que le brindaba ideas extravagantes pero efectivas en poco tiempo.
El sonido del timbre la hizo sonreír pícaramente, y es que ella era una fiel admiradora del agencyshipping. Al abrir, Cheren saludaba amistosamente.
White estaba tan concentrada moviendo un Pokémon por aquí, otro por acá, que no se percató que una de los invitados la observaba. Cuando decidió encender la música, lo vio.
Inmóvil, blanco, redondo. Una esfera reposaba en el pasto al lado del reproductor de música. White ladeó la cabeza. ¿Ese era el invitado?
Un par de caricias y un "Buenos días" fueron las acciones de la chica. Debía seguir trabajando, así que encendió el reproductor de música y todos siguieron las indicaciones previas.
White miraba orgullosa el fruto de su trabajo. Todos los Pokémon seguían los pasos con alegría y consistencia. Era todo un espectáculo.
–¡HOLA!– A pesar del alto volumen de la música, un grito masculino pero infantil se hizo escuchar.
–¡Ah!– White soltó un grito y dio un salto por el susto. ¿La esfera hablaba?
–¡Soy Black!– Un niño de su edad estaba en el umbral del jardín. Sus manos alrededor de su boca para dirigir mejor el sonido.
–Menudo susto me diste.– White cortó las ondas sonoras provenientes del reproductor de música para dirigirse al castaño de fuerte hablar.
–Lo siento.– Black se rascó la nuca apenado.– ¿Cómo te llamas?
–White.– Respondió la chica haciendo un gesto de mano para indicar que el susto ya era historia.
–¿Qué estás haciendo, White?– Preguntó Black curioso por las posiciones de los Pokémon. Parecía un juego de damas, o ajedrez.
–Un musical Pokémon.– Respondió la chica estirando los brazos. Quizás visiblemente no era la gran cosa, pero en su mente, era toda una obra maestra.
–¿Qué es eso?– Preguntó Black rascándose la mejilla derecha con su dedo índice.
–Siéntate y verás.
Como buen chico obediente, Black se sentó en el suelo junto al marco de la puerta que separaba el jardín del interior del laboratorio. En sus brazos tenía la pelota de color blanco que había traído para jugar.
–¿Están bailando?– Black no comprendía el interés de hacer bailar a los Pokémon. Sus movimientos eran buenos, pero no se comparaban nada con las batallas que había visto en el gimnasio de Cheren un par de horas antes.
–¡Lo tengo!– Todo acto se detuvo ante la fugaz idea que pasó por la mente de la pequeña. Black que casi se dormía, se sobresaltó.– ¡Haremos una película!
–¿Haremos?– Black realizó una mueca de preocupación. A el no le gustaban mucho esas cosas.
–Si quieres puedes ser el espectador.– White rápidamente pensó en que hacer con el chico.– Sólo no grites en medio de la toma.
–¡Está bien!– Exclamó el pequeño con entusiasmo. Se habían librado del trabajo.
Pero quedarse quieto no era una aptitud de Black, por eso en medio del trágico filme que rodaba White, el futuro campeón de Teselia se dispuso a jugar con su balón. Un poco de fútbol no le haría daño a nadie.
Munna, quién llevaba bastante tiempo escondido en el arbusto, hizo su aparición en la película. Pero un olor, un aroma de sueños infantiles llamó su atención y se desvió... Justo a la cabeza de Black.
–¡Ah! ¡Me está comiendo la cabeza!– Gritó Black luchando por quitarse al Pokémon de encima.– ¡Por cierto, no estoy gritando!
–No, claro que no.– White suspiró por el fracaso de su acto. Se acercó al alborotado chico para quitarle a Munna.
–¡Rufflet!– Un pequeño Pokémon ayudó en la escena, y una vez libre, los dos chicos cayeron al suelo.
–Gracias.– Agradeció Black a los que le habían ayudado.– ¿Eh? ¿Por qué lloras?
En efecto, tímidamente las mejillas de White se tornaban rosas y sus azules ojos derrochaban lágrimas transparentes que caían por sus mejillas. Black abrió grandes los ojos, hasta que encontró la respuesta. Rufflet había pasado a rasguñar el brazo izquierdo de la chica.
–Oye, tran-tranquila, no fue tan grave.– Los momentos incómodos no eran el fuerte del chico. Aún así, realizó un gesto extraordinario.
White miró a Black con sorpresa pura e inocente. El chico gritón le había dado un cálido beso en la frente. Luego, como un caballero en las películas de princesas, le extendió la mano para levantarla.
–G-Gracias.– Apenada, White entrecerró su mano con la de Black y se puso de pie, arreglando su vestido.
–¡Black! ¡White! ¡El almuerzo está listo!– Bel llamó al par de chicos desde el interior del laboratorio.
–¡Al fin! ¡Moría de hambre!– Exclamó Black tirando de la mano de la chica para que ambos fueran rápidamente a comer.
En medio del almuerzo, una lluvia de verano se abalanzó sobre pueblo Arcilla. Los dos pequeños se pegaron a la ventana para ver como sus juegos al aire libre se escurrían por las alcantarillas.
–En ese caso, habrá que trabajar.– Una vez finalizado el almuerzo, White fue escaleras arriba por algo.
–¿Trabajar?– Black seguía a su amiga con un paso más lento.
Mientras los pequeños merodeaban por ahí, Cheren y Bel estaban sentados en la mesa, tomando una taza de café cada uno. Sus miradas reposaban en las crías, pero al perderlos del campo de visión, se miraron entre sí.
–Creo que White está tomando el papel principal esta vez.– Comentó Cheren revolviendo el contenido de su taza.
–Pero Black la sigue curioso.– Bel señaló la acción del pequeño.
–¡White! ¿Dónde estas?– El grito se oyó desde el primer piso, a lo que los dos mayores rieron.
La búsqueda de Black terminó al entrar a una habitación y ver a White sobre cuatro libros para alcanzar la computadora que estaba en el escritorio. Sus pequeños dedos tecleaban con agilidad diversas teclas.
–¿A qué juegas?– Tras arrastrar un par de libros a la silla para quedar a la par, Black preguntó.
–A pagar cuentas.– Respondió White sin quitar la vista de la pantalla. Muchos números se reflejaban en sus claros y brillantes ojos.
–¿Vas ganando?– Sin entender mucho, el chico se interesó en lo importante: ganar.
–No.– White soltó un suspiro rendida, y le entregó la computadora a su amigo.– Tu turno.
–Pero yo no sé jugar.– Black estiró los brazos a modo de defensa, pero fue en vano. La computadora estaba frente a él.
–¡White! ¡Ven un momento!– Bel llamó desde la cocina a la pequeña castaña. Obediente, la chica se fue, dejando al futuro orbe solo con el artefacto.
–Veamos...– Rufflet se acomodó en el puesto de White para hacerle compañía al curioso pequeño que buscaba como usar la computadora.
Al rato, White subió con un plato de galletas destinadas a ser comidas por ambos infantes. Se llevó la sorpresa de ver al chico que no sabía jugar, tecleaba ágilmente. Tenía la lengua afuera, muestra de concentración en lo que hacía.
–Escribí una historia.– Black sonrió orgulloso mirando a la chica que seguía en la puerta.
–Me gustaría oírla.– White tomó asiento acomodando su vestido y depositando el plato de galletas en medio del escritorio.
–No sé leer.– El pequeño se rascó la nuca apenado. Después de todo, nadie podría descifrar la mezcla de números, letras y símbolos.
–Ay.– White llevó su mano a su frente desilusionada.
–¡Mira! ¡Ya dejó de llover!– Con un grito, Black señaló la ventana en la cuál, efectivamente, se apreciaba el sol.
–Un arcoiris.– White, ya al lado del vidrio, juntó sus manos maravillada al ver tal fenómeno de refracción de luz.
–¿Por qué no hay blanco, o negro?– Preguntó Black a su lado.
–Bel me dijo que existen dos grandes y poderosos Pokémon dragón. Uno es blanco, y el otro es negro.– White despegó su vista del cristal para mirar a los ojos a Black.
–¿Poderosos?– A Black le brillaron los ojos con intensidad.– ¡Me gustaría conocerlos!
–A mi no.– White mordió su labio inferior nerviosa.– Bel me dijo que son peligrosos.
–¡No te preocupes!– Exclamó Black dándole un amistosa palmada en el hombro a su amiga.– Si llegamos a conocerlos, yo te protegeré.
Las mejillas de la chica se tiñeron de rojo rápidamente. Munna interrumpió la escena, pasando entre los dos pequeños con el balón de color blanco en sus patas. Lo dejó caer en los brazos de White.
–¿Me lo prometes?– White extendió su mano derecha para ver si las palabras eran de verdad pura.
–Te lo prometo.– Rápidamente y sin miedo, Black entrecerró su mano con la de la chica. Ambos sonrieron con el tacto, y volvieron a mirar el arcoiris.
–¿Cuál es tu sueño?– Preguntó White.
–¿Cuál es el tuyo?– Preguntó Black.
Permanecer contigo, por siempre...
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