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O9

Jungkook suspiró profundamente, mirando al pequeño dormir, comparando su tamaño con el de su mano y se moría de ternura al ver lo pequeño que era.

Pero, bien sea aclarado, estaba aterrado.

JiMin estaba disminuyendo muy lentamente su altura y, como si fuera poco, apenas si tenía tiempo para cuidarlo y se notaba la tristeza que sentía el pequeñín. Le rompía el corazón verlo así. Tan herido. Él debía hacer algo por el bien de su pequeño, y rápido.

JiMin se removió y abrió los ojitos lentamente, sintiendo como acariciaban su cabeza con suavidad, con cuidado. Levantó una de sus manos para tocar el dedo de Jungkook, mas este ni se movió. JiMin elevó la mirada, hallando al mayor profundamente dormido. Una sonrisa se formó en su rostro, Jungkook era el hombre más hermoso que él había visto nunca y este lo cuidaba con muchísimo esmero. Se sentía muy agradecido.

Con su mano tomó el dedo de Jungkook y lo alejó, parándose en la almohada. Estiró sus extremidades mientras bostezaba, pensando en lo que haría ese día. No tenía mucho pendiente, solo lavar su "ropa" y limpiar los lugares donde Jungkook no llegaba. Le encantaba sentirse útil para el mayor, sentir que no era sólo una carga más.

Suspiró profundamente y, antes de bajarse de la cama, se acercó a Jungkook evitando despertarlo para luego, tímidamente, darle un beso en la frente.

Le gustaba mimar a su mayor cuando este dormía.

Caminó hasta al baño y se subió al lavamanos con ayuda de una escalera improvisada con palos e hilos.

Lavó su rostro y cuerpo velozmente, queriendo desayunar y comenzar a limpiar la casa lo más rápido posible. Quería que Jungkook viera lo mucho que se esforzaba antes de que este fuese a trabajar, al menos así el mayor no iba a pensar que terminaría destrozando su casa. De nuevo.

Ya en la cocina, con su desayuno ya tomado, tomó un trapo de su tamaño y comenzó a refregar todo lo que viese mínimamente sucio. La cocina debía estar impecable. Se subió con mucho esfuerzo a una de las estanterías de frascos y comenzó a pulir estos con sumo cuidado. Tanto empeño puso en su labor, que no notó cuando una sombra lo tapó por completo.

— ¿Tan temprano y trabajando, bebé? — Oyó atrás suyo y, sin querer, se sobresaltó golpeando su cabecita contra el otro estante.

Jungkook rió enternecido tomándolo con sus manos y, cuidadosamente, acarició su cabeza mientras lo paraba en la mesa de la cocina.

—Me asustaste, Kookie. — Gruñó el pequeño, controlando las ganas de lloriquear por el dolor.

Jungkook sonrió y besó su cabeza, antes de apoyarse contra la pared.

JiMin se sonrojó suavemente, mirándolo de reojo — ¿Hoy no trabajas? — Cuestionó.

—No, pero hoy haremos algo muy interesante los dos. —Respondió Jungkook, engrosando su voz. JiMin no pudo evitar malpensar y rió nerviosamente, rascando su nuca. — Hoy iremos a ver a la anciana que te ha hecho esto y veremos cómo solucionarlo.

JiMin levantó la cabeza totalmente inexpresivo, más al ver la seriedad de Jungkook su rostro se desfiguró en pánico. Jungkook no supo en qué momento el pequeño desapareció de su vista.

— ¡JiMin! — Lo llamó mientras caminaba cuarto por cuarto. Bien, quizás había supuesto mal la reacción del pequeño ante la decisión que había tomado pero, joder, ¿Acaso no quería estar mejor?

Entró a su cuarto tal topadora para encontrarlo hecho una bolita entre las sábanas. Bien, se sentía culpable.

Se sentó al lado de su pequeño en silencio, tanteando con su mano sobre la cama.

—Esa mujer me odia, si me llega a ver... — La voz de JiMin sonaba apagada, atemorizada, y con razón. Esa anciana había acabado con su vida, lo había condenado y aún peor, él había sufrido las mil y unas por culpa de lo que sea que ella había hecho.

—Quizás si te disculpas, ella te perdone y volverás a ser una persona normal. — Lo animó Jungkook, buscando las palabras correctas para lo que quería decir.

—¿Estás seguro? — La ilusión en la voz del pequeño le hizo sentir inseguro, si todo fallaba era muy probable que JiMin terminara destrozado.

¿Y qué pasaría luego? ¿Disminuiría de tamaño hasta desaparecer?

Jungkook asintió despejándose de las miles de dudas que se disparaban por su mente.

— ¿Te acuerdas de dónde vivía esa mujer? — Inquirió Jungkook mientras se cambiaba de ropa a la velocidad de un rayo. Debía aprovechar el momento de seguridad que lo dominaba.

JiMin observaba el torso del mayor embobado, notando lo bien formado que estaba, y asintió.

Jungkook rió y se agachó a su altura, acomodándose la camiseta.

—Minnie, bebé, ¿Dónde vive esa mujer? — Volvió a preguntar y, el pequeño totalmente avergonzado, bajó la mirada.

—A unas cuadras de la estación, es una casa alta, amarilla y con un jardín bien cuidado. Queda en la misma calle que el Parque de los Pinos. — Respondió JiMin decidido.

Jungkook asintió y, metiéndolo dentro del bolsillo de su chaqueta con sumo cuidado, salió hacia aquella dirección. Le sorprendía que no quedase tan lejos de su hogar.

No tardaron más de media hora en dar con la casa que cuadraba con la descripción de JiMin quien, no está de más decir, temblaba dramáticamente dentro del bolsillo.

Jungkook metió su mano dentro y lo acunó en ella, acariciando su pecho con el dedo pulgar. Sintió los latidos desbocados del pequeño y se replanteó si quizás se había apresurado demasiado en ir.

JiMin sentía pánico, terror de ver aquella mujer otra vez, sabiendo que era su culpa todo lo que le ocurría aún no dejaba de acusarla por el mal que le había hecho.

Solo cuando Jungkook lo rodeó con su mano y comenzó a acariciarlo, sintió la paz recorrerlo entero y el miedo disiparse aunque sea un poco.

Más, a pesar de ello, comenzó a cuestionarse si la razón de que Jungkook quisiera arreglarlo no fuera que ya le parecía un estorbo.

Y cuando el mayor había tomado la decisión de volverse a su casa para preparar mentalmente al pequeño de las verdaderas posibilidades, la puerta de entrada de la casa de abrió, revelando a un niño con muy mala cara.

— ¿Qué quieren? — Y para ser un niño, tenía muy mal carácter. Jungkook abrió la boca para hablar, más una anciana vestida extravagantemente apareció detrás del niño y le dio un golpe en la cabeza.

—Ve a dentro YoonGi, ¿Cuántas veces te he dicho que no abrieras la puerta sin mí? — Habló la mujer mientras el pequeño balbuceaba cosas por lo bajo y entraba a la casa.

La mujer miró a Jungkook, sospechando, y sonrió.

— ¿Qué necesita? — Inquirió amablemente y Jungkook creyó que se habían equivocado de dirección.

—Necesito hablar con usted sobre, uhm, un problema que tuvo con un amigo mío. — Comentó acercándose a la mujer. Ella ladeó la cabeza al mismo tiempo que sus ojos se fijaban en el bolsillo en el que estaba la mano de Jungkook.

—¿Qué problema? — Cuestionó, a la defensiva ya. El mayor tomó a JiMin y, aunque sintió como éste hacía fuerza para no salir, lo sacó de su bolsillo mostrándoselo a la mujer.

La anciana se enderezó, su mirada severa, y observó al pequeño con frialdad. Prepotencia.

—Ah, él. — Dijo, sin sorpresa.

Jungkook frunció el ceño, asintiendo, y vio como JiMin palideció al instante, antes de tapar su rostro.

—Si, ¿Podría volverlo a la normalidad? — Cuestionó Jungkook, manteniendo la compostura. El ver a JiMin tan débil fue una apuñalada directa en su pecho.

—No. —Espetó ella, girándose para cerrar la puerta. Jungkook metió instantáneamente a JiMin dentro del bolsillo y detuvo a la mujer.

— ¿Por qué? —Hizo todo el esfuerzo posible para que ella no cerrara la puerta.

—Porque ese chico debe aprender la lección. — La anciana hizo un esfuerzo más en meterse dentro de la casa.

— ¿Qué lección? ¿No ve que no está bien? ¿Cuánto tiempo va a estar así? — Taladrarla con preguntas no era una opción, pero la desesperación tomó control del mayor. La mujer, resignada, abrió la puerta por completo.

—Sé que él no está bien, por ello mismo él tiene el tamaño que tiene y no depende de mí su altura. Depende de él, sus temores son los mismos que lo consumen tanto por dentro como por fuera. — La voz de ella, tranquila, amable, contrastaba con su mirada severa. — No puedo hacer nada, así que te pido que te retires, a mis nietos le desagradan los desconocidos. — Terminó la conversación cerrando la puerta de golpe.

Jungkook respiró profundamente y abrió el bolsillo observando al pequeño hecho una bolita de tristeza. La culpa lo carcomía vivo.

El camino de vuelta a casa fue silencioso, poniendo al pequeño sobre su cama nada más llegar, ya que JiMin se negaba a mirarlo y notó a duras penas cómo el pequeño sollozaba.

—Perdóname bebé... — Murmuró sentándose a su lado. JiMin sollozó tapando su rostro y se escabulló bajo las sábanas. — Debí tenerte en cuenta, lo siento tanto. — Volvió a hablar Jungkook, deseaba aunque sea un insulto por parte del pequeño, pero apenas si podía oír algún sollozo de su parte.

Ya rendido se recostó en silencio, con la mirada perdida en el techo y las palabras de la anciana haciendo eco en su mente.

Vana llo rar : D

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