Capítulo 8
-Qué día más largo, por favor- Murmuró Yoongi, dejándose caer sobre las sábanas de su cama.
Un largo día en el instituto, luego de una pelea que casi termina en desastre contra Jackson y con Vernon recriminándole su mal comportamiento. Joder, sí que había sido un día largo.
Sólo pedía una cosa, lo único que esperaba cada día desde que tenía siete años.
Que el sol se pusiese en el horizonte, una vez más.
Le costó aceptarlo en un principio, se negó a si mismo una realidad por vergüenza, mas cada vez que Jimin aparecía, su mente dejaba de hacerle daño.
Ese chiquillo rubio era su ángel salvador, su luz en la oscuridad aterradora de la noche sombría. El pequeño jamás le había hecho daño por mucho que Yoongi lo hubiese alejado, tanta fue la fidelidad y el cariño que fue cuestión de tiempo para que simplemente el amor hiciese de las suyas en el corazón de aquel chico malhumorado.
Jimin ya había caído en las redes de aquel sentimiento feroz que lo cegaba cuando Yoongi sonreía, desde que había sido creado su corazón latía por aquel chico, y a medida que los años pasaron, el calor en ambos pechos creció poco a poco hasta volverse uno al son de un baile que solo ellos podían disfrutar.
Yoongi suspiró, sus ojos observando el atardecer a través de su ventana. Jimin estaba en el sofá de la entrada, Yoongi lo dejaba allí mirando hacia el ventanal para que pudiese apreciar la belleza del día en ella. Era lo mínimo que podía hacer, él se había prohibido a sí mismo volver a sacarlo de la seguridad de su hogar por simple curiosidad.
Jimin era débil siendo un peluche, eso era obvio, y no iba a permitir bajo ningún término que le volviesen a hacer daño por su incompetencia.
Young Mi suspiró antes de cerrar el libro de hechizos, sus manos acariciando el forro aterciopelado con cuidado. Jimin estaba listo, ya era momento de que su habilidad fuese por fin llevada a su máxima potencia.
Con cuidado de no llamar la atención de su nieto, agarró su bastón de roble y comenzó a caminar hacia la sala. En cuestión de minutos Jimin volvería a su forma humana, y Young Mi quería estar allí para entregarle el presente terminado. Su sexto sentido no le mentía, esa noche ella no debía estorbar, las vibras de un amor joven recorrían la casa y una anciana no debe interferir en ello.
El sol se puso en el momento justo en que Young Mi dejó el libro sobre la mesa ratona, el peluche fue rodeado por destellos de colores brillantes antes de que el cuarto fuese indundado por una luz blanca proveniente de este, encegueciendo por apenas unos segundos a la mujer antes de que Jimin apareciese y apoyase su mano sobre la espalda de esta, con gesto preocupado.
-Noona, usted debería estar descansando, la acompañaré al cuarto- Jimin apenas si empujó suavemente a la mujer para animarla a caminar que los pies de ella se despegaron del suelo y la mujer sonrió, levitando hacia las escaleras.
-¡No te preocupes! Con esto es suficiente, solo lee el libro, mi niño- Ella sonrió, orgullosa del chiquillo, dejándose llevar por el poder de el pequeño rubio.
Jimin miró sus manos con incredulidad, sentía su corazón latir velozmente y algo recorrer su cuerpo como nunca antes. Algo nuevo, algo que lo renovaba.
Tomó el libro con sus manos, acariciando con anhelo, antes de que este se abriese de par en par en una página cuyo dibujo lo dejó pasmado.
Era él, de ello no había duda, y estaba en medio de la nada cantando a viva voz.
Nadie sabía que él cantaba, o eso creía, pero Noona lo había sorprendido gratamente con ello.
-¿Ha pasado algo? Te esperaba en mi cuarto- Yoongi apareció por las escaleras con severa angustia en su rostro, Jimin negó aún con su vista fija única y especialmente en aquel retrato.
-Noona me dio el libro- Habló por fin cuando sintió los brazos del mayor abrazarlo por la espalda y su mentón apoyarse en su hombro.
-¿Tú cantas?- Yoongi sonó sorprendido, y claro que lo estaba, ¿Cómo es que no sabía algo tan importante sobre Jimin?
-Sí, pero no lo he hecho contigo en casa- Jimin cerró el libro girándose para sonreirle con calma, lo último que quería era que Yoongi se molestase- No te preocupes-
-Cántame- Susurró Yoongi, quería conocer todos los aspectos de Jimin, aunque creía que ya lo hacía. El rubio era sumamente talentoso en aquello que tuviese relación al arte, y seguramente su voz fuese aún más angelical de lo que ya era.
-O-Oh, n-no- Jimin negó con su cabeza repetidas veces, tratando de evadir la vergüenza que sentía con solo imaginarse cantando frente a Yoongi.
-Por favor, cantaré contigo si te hace sentir mejor, aunque ya sabes que no se hacerlo- Yoongi sonrío acariciando sus cabellos que caían por su frente, obligándolo a mirarlo.
Quizás debía dejarse llevar esa vez, solo por esa ocasión.
Tomó distancia de Yoongi, no más que la suficiente para calmar sus nervios, y tragó con fuerza.
- Todo esto no es por casualidad
Su voz se deslizó por el cuarto con suavidad, acariciando con soltura los oidos de Yoongi, encantándolo con la belleza que esta tenía.
-Sólo, sólo...
Sus palabras dudaron, temeroso, mas la caricia incesante de las manos de Yoongi lo llevaron a una seguridad absoluta.
-Siento que el mundo es diferente que ayer-
Y no había nada más cierto que aquellas palabras. Su vida, su cuerpo, su alma pura estaba llena de poder y magia que se escapaba por cada poro de su piel.
-Sólo, sólo con tu alegría
La voz de Yoongi lo acompañó en un susurro, haciéndole sentir que cada promesa que este hacia, se cumpliría.
-Cuando me llamaste, me convertí en tu flor
Frágil y hermosa, pequeña y única, distinta a cualquier otra flor jamás vista por el mayor.
-Como si estuviera esperando por tí
Porque en realidad, eso había sido lo que Jimin había hecho. Esperar por largos años en un vacío negro y solitario, hasta que Yoongi apareció en su busca sin saberlo.
-Florecemos hasta que nos duela
Porque el camino de la vida está lleno de rocas con las que tropezar, heridas por sanar.
-Tal vez sea la providencia del universo-
Y era cierto, una decisión del universo, de una mujer arrepentida, para remediar el daño alguna vez hecho en su juventud.
-Tú lo sabes, lo sé
Yoongi intentaba acompañarlo con suaves susurros, acercando a Jimin más y más a él, sintiendo su calor tocar su cuerpo.
-Tú eres yo, yo soy tú
Uno hecho para el otro, dos partes de un mismo rompecabezas.
-Por mucho que mi corazón revolotee, estoy preocupado
Y no supo cómo fue, pero las palabras de Yoongi fueron exactamente lo que la mente de Jimin murmuró. Ambos temerosos por un futuro incierto.
-El destino está celoso de nosotros
Celoso del amor de dos corazones inocentes, de dos almas unidas por una sola voz.
-Como tú, estoy tan asustado
Jimin sólo quería reconfortar a aquel chico a quien le debía su razón de existir, a quien era dueño de su corazón.
-Cuando me ves, cuando me tocas
Porque con solo el leve contacto de los dedos temblorosos de Yoongi sobre su pálida piel, su estómago revoloteaba incesante por la ilusión.
-El universo se ha movido por nosotros, sin siquiera perder un poco
Un cambio de planes decidido a último momento en la vida del pequeño rubio cuando aún era suya, planeado para un futuro prometedor al lado de otra persona.
-Nuestra felicidad estaba planeada
Young Mi sonrió, mirando a través del reflejo de su vaso de agua a ambos chicos cantar.
-Porque me amas, y te amo
Qué bella ha de ser la confesión de almas puras sobre el amor, palabras tan sinceras cuyo significado conlleva más que el de solo pronunciarlas.
-Eres mi penicillium
La cura para su dolor.
-Quién me salvó
De un final trágico en la oscuridad.
-Mi ángel
Salvador y protector, un ser de luz enviado a la tierra por la salvación de un pequeño malhumorado cuyo camino se torcía a cada paso asustad que daba, cual perro abandonado sin un rumbo fijo.
-Mi mundo
Porque es lo único que conoce, y Jimin es feliz con solo eso.
-Soy tu gato calicó, quien viene a verte
Único en su especie, fiel y bello en su aspecto, diferente a cualquier otro que pudiese aparecer jamás.
-Ámame ahora, tócame ahora-
Rogó Jimin, dejando que Yoongi acariciase la punta de su nariz con la suya, ambas frentes apoyadas, su cercanía inseparable.
-Sólo dejame amarte
Los labios de quien era el más grande rozaron suavemente, como si fuesen de cristal, a los de Jimin. Ambos chicos perdidos en su contacto, en el calor de sus pieles, tan íntimas las caricias que sin apuro exploraron sus rostros y manos.
Recién cuando ambos labios se tocaron sin tapujos ni obstáculos, su interior latente recuperó la calma de un mar en paz, dejando a ambos chicos disfrutar de la unión que, quizás, llevaban esperando toda su vida.
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