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Capítulo 1


Son unos tontos, niños bobos- Gruñó Yoongi mientras su abuela le abría la puerta.

-Bueno Yoongi, ellos nunca han visto a una anciana vestirse tan colorida- Dijo ella con una sonrisa mientras aplaudía dos veces antes de entrar a la casa. Yoongi maldijo por lo bajo antes de sacarse las zapatillas y caminar hasta el sofá para hundirse entre los almohadones.

-Suban- Ordenó el pequeñín. Ambas zapatillas saltaron en su lugar antes de salir corriendo escaleras arriba.

-No es necesario que seas malo Yoongi, ellas te han soportado todo el día- Reprochó su abuela mientras entraba a la sala con una bandeja llena de platos de comida.

-Estoy cansado- Se quejó, tomando el más pequeño de ellos y unos cubiertos antes de empezar a comer. Su mirada esta fija en el plato y el ceño fruncido empezaba a preocupar a su abuela.

-¿Ha pasado algo más en el colegio?- Inquirió ella, fingiendo estar muy interesada en la ensalada frente suyo.
Yoongi suspiró pesadamente y soltó los cubiertos.

-Jackson se ha reído de mis raps, dice que son tontos y malos- Balbuceó con su labio inferior tembloroso. Alejó el plato que estaba frente suyo y se levantó de la mesa luego de agradecer por la comida en un susurro. En un abrir y cerrar de ojos el pequeño subió a su cuarto a todo lo que daban sus piernitas.

La anciana suspiró y tocó la mesa dos veces, lentamente los platos comenzaron a levitar y a dirigirse a la cocina. Con un suspiro agotado miró su estantería de libros peculiares, algo se le tenía que ocurrir para ayudar a su nietito. Con dificultad se levantó, acercándose a la parte que ella leía usualmente para refrescar su memoria.

-"Comidas con efectos colaterales", no, "Deseos a poco costo", tampoco, "Personas en miniatura y animales enormes", ya lo he usado- Sus ojos se paseaban libro por libro, hasta que halló uno de los más antiguos- "La magia de los peluches animados"- Lo tomó con cuidado y, esquivando los cubiertos que pasaron volando frente suyo, caminó hasta el estudio. Colocó el cartel de "Prohibida entrada a niños aburridos" antes de mover la alfombra y abrir la escotilla hacia el sótano.

Nada más bajar tuvo que prender el ventilador, el cuarto era muy cerrado y el olor a encierro no la dejaba trabajar tranquila. Con cuidado depositó el libro en su escritorio, mirando los materiales que iba a necesitar.

-Juguete de Peluche, cabello del enlazado...- Comenzó a murmurar la mujer mientras tomaba frascos y cajas, armando su pequeño ritual.
Con cuidado sacó de adentro de un baúl un oso de peluche que nunca le regaló a Yoongi por miedo a que este lo manchara o perdiera.

Dejó el muñeco en medio de un círculo de sal. Siguió los pasos con sumo cuidado, evitando invocar o hacer algo muy extraño,y la sala se llenó de colores. El peluche levitaba a unos centímetros del suelo mientras los objetos se desintegraban y se fundían junto al muñeco. Sintió una brisa fresca recorrer rincón a rincón la sala y sonrió, reconociendo un alma pura. Una figura levemente notoria, rodeada un aura blanca luminosa, jugueteó a su alrededor, dejándose llevar por los colores que rodeaban a la anciana.

-Ve, entra, te cuidaremos- Murmuró la mujer, consiguiendo que el ser de luz se acercara al peluche y lo tocase con los dedos. Ella sonrió, enternecida, y el ser se desvaneció frente a ella, antes de que súbitamente los colores fuesen absorbidos y la sala se llenase de un silencio sepulcral.

Tomó el peluche, cuyo color amarillento había cobrado vida a uno blancuzco totalmente limpio, y sonrió guardando todo en su lugar. Si no conseguía que Yoongi lo quisiera, al menos podría darle un camino diferente al alma del pequeño que estaba dentro del peluche.
Porque algo era cierto, ese pequeño que ahora estaba allí dentro, debía ser bien cuidado.

Subió al estudio acomodando sus ropajes y salió del cuarto, apreciando como la noche ya había caído fuera de la casa. Con dos aplausos y una reverencia, las luces se fueron prendiendo una a una mientras las puertas se trababan, agradecía la sincronización de su casa.

Caminó hasta la cocina y suspiró aliviada al ver todos los platos y cubiertos lavados y secos.

-Gracias- Canturreó antes de subir al cuarto de Yoongi. Se detuvo frente a la puerta y miró el peluche una vez más.

-No será fácil, Jimin, pero valdrá la pena- Susurró ella, y sintió como cada mueble de la casa se removían en su lugar. Todos estaban ansiosos. La mujer tomó aire y la puerta se abrió, dejando ver a Yoongi dándole la espalda con la vista fija en su escritorio.

-¿Haciendo tu música?- Preguntó, tratando de disimular sus nervios. Yoongi asintió y la encaró, su ceño fruncido y los ojitos brillosos.

-Estoy escribiendo raps, así mejoro y Jackson no podrá decir que no soy malo haciéndolo- Espetó. Y ese niño tenía tanta seguridad en lo que decía que la mujer sintió mucho orgullo de su nieto.

-Muy bien Yoongi, así se hace- Lo animó, tomando asiento en la cama del pequeño- Te he traído a un amigo- Susurró, consiguiendo que el pequeño mirase al peluche. Yoongi arqueó una de sus cejas, tomando al osito entre sus manos.

-Es un peluche- Habló el pequeño, revisando de arriba a abajo a su nuevo amigo. Ella asintió.

-Se llama Jimin, y espero que lo cuides bien- Fue todo lo que dijo antes de salir del cuarto, dejándolos solos.

Yoongi parpadeó un par de veces, mirando al peluche y luego a su escritorio lleno de papeles escritos, y luego al peluche. Lo lanzó sobre la cama y se acomodó en su silla, sin darle mucha importancia.

[...]

Yoongi gruñó cuando su abuela lo llamó desde la puerta de entrada para que bajara. Ella lo había dejado faltar al colegio con la promesa de que él la acompañaría a comprar un par de cosas para sus trabajos. Acomodó su suéter de muy mala gana y miró a Jimin de reojo. Si se iba a aburrir, iba a ser un buen momento para hablar con él. Con cuidado lo guardó dentro su mochila y fue escaleras abajo junto a su abuela.

-¿Iremos a la tienda de cosas viejas?- Inquirió el pequeño, mientras acomodaba las tiras de su mochila.

-Si, me he quedado sin Laurel cerezo, Avellano, Melisa y Lilium. ¿No habrás estado tocando nada, no?- la mujer entrecerró los ojos mirándolo con fingido recelo, Yoongi negó exageradamente.

-No, Noona, no toco nada- Aseguró saliendo de la casa. La mujer sonrió y cerró la puerta tras de sí.

Tomando la mano de su nieto, emprendió camino por calles que Yoongi no conocía. El pequeño siempre había considerado que su abuela tenía un trato especial con las plantas y animales, él aseguraba que cuando caminaban entre los árboles, estos se erguían como niños que no quieren que su abuela los vea haciendo alguna travesura, y las flores se estiraban a su paso largando la más bella fragancia que pudieran.

También sabía que no podía hablar del tema con nadie más que su abuela, y que debía tener cuidado de que la gente viese la magia que rodeaba a su noona.

-¿Por qué la gente le tiene miedo a la magia?- Preguntó el pequeño, mientras se aferraba más al brazo de su abuela. La mujer sonrió y, luego de abrazarlo, suspiró.

-Porque no la entienden, no la conocen, y la gente es muy cerrada. No todos, Yoongi, hay gente que disfruta de la magia y son premiados por ello- Habló, con la vista perdida al final de la calle, Yoongi parpadeó y la miró, curioso.

-¿Premiados?- Cuestionó, sin entender.

-Hay personas a las que les desaparecen cosas y luego otras más importantes reaparecen en el mejor momento, hay personas que son protegidas por creer en ella, y hay otras que simplemente al verla en todos lados, se vuelven ella- Yoongi sentía que su pecho rebalsaba de alegría cuando su abuela hablaba de lo que más amaba, la pasión en sus palabras lo emocionaban, aunque a veces no entendiera porque ella hablaba como si desvariara, le encantaba escucharla hablar- No toda la magia son zapatillas que caminan, Yoongi, hay más-

-¿Más?- Yoongi sólo quería escuchar a su abuela hablar y ella lo sabía, por lo que desvió el trayecto hacia un parque no muy lejos del centro. A esas horas de la tarde la gente ya no se acercaba a aquella zona, no era la mejor para estar a solas. Se escabulló entre los arbustos y se sentó a los pies del árbol más anciano del parque, haciendole señas para que Yoongi se sentase a su lado. El pequeño sin dudar, lo hizo también. Sacó a Jimin de su mochila y lo sentó sobre sus piernas, mirándola.

-La magia está más allá de luces de colores, cosas que aparecen, objetos que cobran vida y personas que se vuelven diminutas- Ella acercó su mano derecha al tronco del árbol y acarició con la yema de los dedos, consiguiendo que una de las raíces se elevara y los arbustos se hicieran más altos y frondosos- La magia está en las personas que creen en ella, los magos de los circos lo dicen y es cierto. Ellos hacen espectáculos frente a niños y adultos, adolescentes y ancianos amargados, ¿Pero sabes por qué funcionan esos trucos?-

Yoongi negó.

-Porque hay personas que quieren que funcionen, porque hay niños que anhelan ver al conejo salir de la galera y adolescentes que quieren algo de magia dentro de sus vidas tan apagadas- Ella sonrió aún más cuando pequeños destellos blancos comenzaron a emerger de las ramas del árbol- Que quieras ver a un duende, o un hada, no significa que un enano con sombrero en punta aparezca. No, Yoongi, es más que ello. Para hadas están las niñas pequeñas que corren y juguetean, se ensucian, crean con sus manos y un par de ramas lo que más les apetezca, consiguen que animales peligrosos se les trepen y no les hagan daño. La magia está en quien quiera verla- Aclaró.

Yoongi tenía la vista totalmente perdida en el espectáculo de luces que ocurría en sus manos, donde los destellos jugaban y saltaban como niños en un parque.

-La magia está en el amor también, Yoongi- Su abuela miró a Jimin con una sonrisa, y Yoongi lo tomó entre sus manos, mirando los ojos del peluche- Pero eso lo tendrás que aprender por tu propia cuenta, Yoongi, por hoy has sido un muy buen niño- Habló, a la vez que los arbustos volvían a su normalidad y las luces se desvanecían frente a sus ojos.

Yoongi sonrió, tomando a Jimin del brazo y a su abuela de la mano, antes salir caminando hacia la salida del parque. Quizás si hubiese prestado un poco se atención, hubiese visto a Jimin parpadear, aunque sea una vez.

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