
Una pequeña confusión, un gran caos
Que confunda a take con shinichiro.
Llanto interminable.
Ya habían perdido la noción del tiempo sobre cuanto llevaban tratando de consolar a Mikey, quién ya había pasado de brazos en brazos y nada parecía funcionar, debido a que esta vez no era una rabieta cualquiera.
El momento que todos temían que llegara: lloraba porque quería a su hermano.
—Shin... Shin... —murmuraba débilmente entre sollozos.
—Ya, Mikey, ya —arrullaba Mitsuya, meciéndolo en sus brazos y ya habiendo dado cerca de veinte vueltas a la sala. Ya estaba a casi nada de imitar a Takemichi y ponerse a llorar con él.
Takemichi... Prácticamente todo fue culpa suya.
Mikey había despertado esa mañana un poco quisquilloso, pero sin llegar a extremos estresantes; simplemente se rehusó a desayunar otra cosa que no fuera leche y quería que lo dejaran jugando solo con sus bloques. Kazutora se había acercado queriendo jugar con él, pero Mikey prácticamente lo echó a base de quejas, empujones débiles y amenazas de acusarlo con Kenchin.
—Mocoso mezquino --Kazutora recriminó cuando el niño había logrado su objetivo de echarlo de su area de juegos, pero a este el comentario prácticamente le resbaló—. Ojalá todo lo que construyas se caiga.
Hasta ahí todo iba bien. Mikey estaba bien siempre y cuando no lo molestaran. Entonces llegó Takemichi a darles una visita y a poder conocer mejor al pequeño.
Lo que dejó anonadados a los demás fue como su pelo rubio fue reemplazado por brillantes hebras negras ligeramente onduladas, pero aun siendo aplacadas por el gel y levantado en un copete como usualmente lo traía.
—¿Qué carajos te hiciste en el pelo? —Baji fue el primero en hablar.
—Ah, Hina quería que volviera a tenerlo en su estado natural, así que solo dejé que lo hiciera... ¿se ve mal? —rio levemente con bochorno.
—¡Para nada! Te ves bien —Kazutora levantó su dedo pulgar. Takemichi sonrió con vanidad por el halago.
—¿Y dónde está Mikey? Muero de ganas por ver como es de pequeño.
—Mmh... No lo sé. Está quisquilloso hoy y podría montarte una escena si haces algo que le molesta —habló Mitsuya.
—O sea, es igual al Mikey adolescente. —Draken puso los ojos en blanco—. Ven, Takemichi. Mikey está jugando por aquí.
Ken guio a Takemichi hacia la sala de la familia Sano, donde Mikey aun jugaba con sus bloques, totalmente absorto en la colorida torre que estaba armando.
—Mikey es tan lindo —Takemichi soltó un chillido susurrante, mirando al niño con ternura.
--Manjiro, alguien vino a visitarte --anunció Draken capturando la atención del niño. Este volteó y se quedó mirando a ambos durante un par de segundos.
Sorpresivamente, Mikey había dibujado una sonrisa en su rostro y se acercó corriendo a ellos, casi tropezando en el proceso. Draken creyó que iría con él y abrió los brazos para recibirlo, pero grande fue su sorpresa cuando el pequeño en realidad llegó hasta los pies de Takemichi y empezó a levantar los brazos con insistencia, exigiendo que lo cargara. Hanagaki no tardó en complacerlo, apretándolo contra su pecho y dando una vuelta algo lenta.
—¡Waaa, es tan lindo!
Draken miraba estupefacto como Mikey se aferraba al cuello de Takemichi y reía tiernamente por los movimientos que daba. Apenas lo conocía en ese estado. Con Mitsuya se había apegado de inmediato por la manera en que lo cuidaba y ayudaba con sus necesidades básicas... pero, apenas veía a Takemichi y era como si fuera incluso su hermano.
Oh...
¿Podría ser?
—¡Arriba, Shin, arriba!
Takemichi de nuevo lo complació dando otra vuelta con él, ignorando por completo el nombre que había usado. Sin embargo, por alguna razón, Draken vio venir muchos problemas.
Takemichi se quedó un buen rato jugando con Mikey. Kazutora estuvo celoso -aunque no quisiera admitirlo- de que el niño si haya querido jugar con Takemichi y no con él. Hasta había estado amargado en un rincón del sofá, comiéndose los snacks del niño e ignorando las quejas de Draken al respecto. Mitsuya, por su parte, se sentía ligeramente agradecido de verse invicto de tener que vigilar a Mikey todo el tiempo.
Podría decirse que todos estaban teniendo un pequeño momento de descanso, que desgraciadamente acabó cuando Takemichi ya debía marcharse. Se acercó a Mitsuya, llevando de la mano a un Mikey visiblemente cansado y somnoliento.
—Ya debo irme, prometí ayudar a Hina con unos mandados —anunció entregándole el niño a Mitsuya, quién suspiró cansado. Fue bueno mientras duró, pensó.
Sin embargo, Mikey era reacio a ir con Takashi, lo cual fue bastante sorprendente considerando que era él a quién buscaba cuando ya tenía sueño. En lugar de eso, se aferraba a las piernas de Takemichi.
—Vamos, Mikey, ya es hora de dormir —insistió intentando atraerlo hacia él, pero seguía pegado a Hanagaki.
—Mikey, ve con Mitsuya —alentó el otro de forma algo nerviosa, pero el niño solo soltó quejidos molestos y siguió aferrándose a su pantalón.
—Sabía que esto nos traería problemas —Draken susurró, levantándose de su lugar para arrancar a Mikey de Takemichi a la fuerza y cargarlo.
—¡Draken no seas brusco! —Mitsuya lo regañó y de inmediato reclamó tener al niño en sus brazos.
—Gracias por dejarme cuidar de Mikey, chicos —sonrió, dirigiendose hacia la puerta y despidiéndose del niño con un gesto de mano.
—Shin, ven. No te vayas —pidió el niño, ya luciendo más despierto y estirando los brazos hacia Takemichi.
—Un momento, ¿Shin? —Mitsuya alzó una ceja en dirección a Ken, quien solo se encogió de hombros sin saber que responder.
—Lo siento, Mikey, vendré otro día, ¡lo prometo! —Takemichi habló raudo y casi al instante desapareció por la puerta, dejando oir a lo lejos una despedida general hacia ellos.
—¡NO! ¡No, no, espera! —Mikey se revolvió inquieto en los brazos de Mitsuya, intentando bajarse, pero éste se aseguró de apretarlo con más fuerza para evitar dejarlo caer.
Finalmente, Mikey menguó sus movimientos, al parecer ya considerando imposible alcanzar a Takemichi o que él volviera.
—Hermano... —susurró con tristeza sin dejar de ver hacia la puerta. Sus labios se curvearon hacia abajo y de inmediato estalló en llanto.
Fue una completa odisea lidiar con él en ese estado. Ya todos lo habían intentado, desde Mitsuya, hasta Kazutora, pero ninguno lograba hacerlo desistir de su rabieta. Intentaron darle juguetes, ponerle alguna música infantil, incluso con poses y sonidos raros auspiciados por Baji y Kazutora, pero eran en vano. Incluso intentaron ofrecerle un biberón, pero el niño lo rechazó molesto.
Mientras los demás habían buscado la mejor forma de escapar de esa situación, Mitsuya fue el que se quedó con él aun intentando calmarlo; meciéndolo en brazos y dando vueltas por la sala. A ese punto, ya consideraba traer de nuevo a Takemichi a la fuerza.
De repente, Kazutora se acercó por detrás, ostentando un origami de gato bastante bien hecho, incluso pintado. Se lo tendió directamente a Mikey.
—¡Mira esto! ¿Verdad que es bonito?
Mitsuya estuvo dispuesto a arrodillarse de gratitud cuando el niño finalmente se había detenido para prestar atención a la figura de papel.
—¿Tú lo hiciste? —preguntó, mirando como el pequeño rubio estiraba su mano para poder alcanzar el muñeco, aun soltando ligeros gimoteos. Kazutora se lo dio sin detenerse a lucubrarlo demasiado.
—Nop, lo encontré en la mesa de la cocina. No sé de quién es, pero no importa porque está funcionan...
Kazutora fue interrumpido por el chillido horrorizado a sus espaldas: Baji miraba con panico como Mikey apretujaba entre sus manitos la figurita.
—¡KAZUTORA HIJO DE... ! ¡ESO ES MÍO! —Se acercó a zancadas y pisando fuerte, dispuesto a arrebatarsela de las manos al niño.
Sin embargo, Mitsuya de inmediato se alejó, evitando que Baji pudiera quitarle su nuevo juguete recién adquirido.
—¡No! Si se lo quitas, volverá a hacer un escandalo y no quiero pasar por eso de nuevo... Te lo devolveré cuando se duerma —decretó, pasando a su lado e ignorándolo por completo.
Subió hacia la habitación donde usualmente dormía, en el proceso cambiando de posición a Mikey a una nupcial, para facilitarle el sueño. Todo ante la indignada mirada de Baji, quien solo atinó a depositar sus quejas en Kazutora.
Sí se le fue devuelto el origami, intacto al menos en su gran mayoría. Tenía arrugas, las esquinas estaban agrietadas, los dobleces amenazaban con despegarse y algunas partes estaban empapadas de saliva, pero al menos estaba completo.
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