Hora del almuerzo (termina mal)
Baji no era de las personas que agarraban un libro por mero gusto. A lo mucho leía los del colegio sin dormirse, con mucho esfuerzo.
Pero, esa ocasión lo ameritaba. No sabía que carajos darle de comer al mocoso.
Mitsuya únicamente le había indicado que le había dejado ingredientes para que le cocinara algo en lugar de darle sólo chucherías, pero no le especificó qué debía ser ni cómo debía prepararlo; y él no sabía una mierda de cocina.
¿El ramen instantáneo le sentaría mal?
—De acuerdo, veremos qué pasa. —Suspiró levantando a Mikey hasta dejarlo sentado sobre el mesón. Éste había estado quejándose por hambre minutos atrás y el berrinche se había vuelto tan insoportable que no era capaz de esperar el rescate de Mitsuya o Draken.
El libro para bebés indicaban comidas ligeras y de texturas suaves, aparentemente de preparaciones fáciles y rápidas. Unas tortitas de manzana con miel y canela no se veía tan complicado; solo pelar, picar, rayar, mezclar y cocinar.
Nada podría fallar.
Excepto que sí empezó a hacerlo.
¿Qué tanto daño podría hacer que unos minúsculos trozos de huevo cayeran en la mezcla? Total, hizo lo que pudo sacando los más grandes. Vertió la harina y al instante empezó a batir tan fuerte y rápido como su brazo se lo permitía.
Mikey estornudó cuando la nube de harina que se había alzado, golpeó su nariz.
Mientras Keisuke estaba inmerso en su tarea de mezclar a profundidad la harina adherida a los bordes del tazón, empezó a curiosear su entorno, todas las distintas cosas que Kei había reunido para tratar de prepararle algo. Reconoció entre estos una pequeña taza de leche que captó su atención de inmediato. Estiró su manito hasta que sus dedos toparon el borde y la punta de estos se sumergieron dentro de la leche fría.
Llevó sus deditos mojados a su boca, degustando la leche y decidiendo que quería más, esta vez optando por sumergir toda su mano dentro de la taza; sin embargo, al intentar sacarla, esta se volteó derramando todo el líquido.
—No jodas, Mikey —Baji espetó mirando ceñudo al niño que chupaba los tenues restos de leche—. Esto es para ti, no lo arruines. Espera allí quietecito.
Mikey torció los labios. Tenía hambre y Kei estaba tardando demasiado en darle de comer.
Mientras el mayor se encargaba de reponer la leche desperdiciada y limpiar la que fue tirada, Mikey continuó dándole un vistazo a su alrededor para verificar qué más lucía comestible allí, aunque a esa edad absolutamente todo lo pareciera.
Los ojitos le brillaron cuando encontró a un par de metros el tarro de su formula.
—¡MIKEY, PEQUEÑO MOCOSO!
Era un jodido desastre.
Keisuke solo pudo darse cuenta cuando fue a buscar las manzanas que necesitaba para completar la preparación. Mikey había gateado hasta el otro extremo de mesón, donde estaba el tarro de formula que logró destapar y ahora estaba agarrando puñados de leche en polvo para dejar la mitad en su boca y que la otra mitad se regara sobre su ropa. Tenía pequeños grumos blancos incluso prendidos en el cabello.
—¡Esa cosa es cara! —espetó arrebatándole el tarro de las manos.
Aunque no lo pagó él, lo pagó Pah.
Mikey no objetó, al menos. Seguía ensimismado en lo pegajosos que habían quedado sus dedos después.
—Kei, ham —pujó quejumbroso.
—Todo ese polvo no te bastó, claro —bizqueó—. Si sigues distrayéndome no acabaré nunca. Siéntate en silencio, mocoso.
La siguiente tarea era pelar las manzanas sin llevarse toda la fruta junto a la cáscara. Que tarea más jodida.
A pesar de que estaba aplicando toda la suavidad que su sistema albergaba, seguía llevándose trozos grandes de fruta adheridos a la cáscara cada que lo rodeaba con el cuchillo. Era malditamente imposible, ¿cómo Mitsuya lo hacía ver tan facil? A ese paso, desperdiciaría la mitad de esa fruta.
—La próxima vez te daré solo ramen —masculló absorto en su tarea.
—¡Yaki! —Mikey exclamó entre risas.
—No, no dorayaki. Ra-men —corrigió sin levantar la mirada—. ¿Puedes decir ramen?
—¡Yaki! —volvió exclamar entre risitas que lograron sonsacarle una sonrisa divertida a Keisuke.
Podría ser que la manzana haya reducido considerablemente su tamaño, pero no estaba tan mal. Estaba seguro de que a Kazutora le habría salido muchísimo peor que a él.
Solo quedaba rayarla sobre la mezcla y...
Emma, vuelve pronto.
Ahora entendía la necedad del mocoso con la palabra dorayaki. El maldito había estado comiéndose la masa que tan duro se había esforzado por mezclar correctamente ¡a mano!
La peor parte era que comérselo era lo mínimo que había hecho. Por alguna razón decidió que la masa para tortitas funcionaría bien como crema para el cabello y estaba embarrando todos sus mechones rubios con mezcla de sus manos.
—Es todo. ¡Renuncio! —impostó dejando la manzana sobre algún lugar del mesón—. ¡Ni la Nana Mágica podría contigo!
—Kei, upa —exigió estirando los brazos, cuyos deditos aun se abrían y cerraban entre la textura suave y pegajosa de la masa.
—¡Sueñas! No te tocaré así, verás como te bajas —decretó cruzándose de brazos y ladeando la cabeza con dejes indignos para demostrarle cuan molesto estaba—. Si te abres la cabeza, no es culpa mía.
Mikey arrugó las cejas, captando perfectamente el rechazo de Keisuke.
A él nunca se le decía que no.
Sin que Baji se diera cuenta, había tomado un gran puñado de la masa entre su regordeta manito y la arrojó a su niñero de turno. Una mancha color beige se asentó justo en medio de su camisa.
Una aguda risita le escapó en cuanto contempló a Baji ensanchar los ojos y mirarlo furioso.
—No te atrevas, mocoso del demonio... No, ¡no lo vuelvas a...!
Y Mikey empezó a arrojarle lo que quedaba en el cuenco como si de una pelea de nieve se tratase. Fue cuestión de segundos para que Baji terminara con casi toda su camisa goteando de esa mezcla.
—¡AHORA VERÁS, MALDITO ENANO!
Uniéndose a la batalla, tomó residuos del mesón y del cuenco para empezar a untarlos agresivamente sobre el pequeño, que reía vigorosamente mientras trataba de hacer lo mismo con los cabellos del mayor que caían sobre sus hombros, al estar suelto.
Al final, toda la mezcla terminó en su mayoría enredado entre las hebras de sus cabellos, adheridas a su ropa y el restante pegado al suelo y la cerámica del mesón. Baji ni siquiera sabía por dónde empezar a limpiarse él mismo o a Mikey, siendo que la sustancia ya se estaba solidificando y la dificultad para quitarlo aumentó significativamente.
—Tú empezaste, pero al que regañarán será a mí —recriminó al niño que estaba ocupado devorando la manzana que habían dejado de lado antes de su pelea, a falta del almuerzo completo que Baji no fue capaz de darle—. ¡Eso no es justo!
Mikey ni siquiera prestó atención a sus reclamos. Tampoco parecía importarle realmente estar cubierto masa para tortitas, así que Baji pensó (además de desear secretamente que se lo comieran las hormigas) que ya qué más daba. Estaba seguro de que, a pesar de su discordia anterior, los dos podrían estar de acuerdo en una sola cosa: ambos estaban agotados.
Igual, de cualquier manera hubieran encontrado un motivo para regañarlo aún si ese pleito no hubiese sucedido. Ya era parte de su naturaleza.
—¡Baji, ya llegué! —Emma saludó con entusiasmo agitando las bolsas de compras que cargaba a su costado.
Cuando horas atrás anunció su deseo por ausentarse un par de horas para hacer unas compras y le respondieron que el único disponible para cuidar a Mikey era Baji, debía admitir que dudó seriamente en un principio, pero al final terminó cediendo y confiando ciegamente en Keisuke a pesar de sus cuestionables antecedentes.
En cuanto contempló la escena de su sala, pensó que definitivamente se llevaría a su hermano con ella en la próxima vez. Soportar alguna rabieta sería incluso mejor que esa imagen que la recibió:
Baji estaba sentado en el suelo. A la distancia aún podían apreciarse los retazos empolvados de su ropa y cara, junto a la maraña que ahora era su cabello y lo que sea que fuera esa sustancia grisácea que ahora predominaba sobre las hebras que le caían sobre los hombros. Mikey estaba sentado en su regazo disfrutando de un biberón, en el mismo maldito estado de Baji, solo que en su ropa había parches de tonos más claros y las mangas de su suéter estaban empapadas.
—¿A-algo explotó o algo así? —preguntó consternada sin poder dejar de mirar el autentico desastre que ahora eran.
Al menos Baji había tenido la decencia de sentarse en el suelo para no manchar los muebles.
—No preguntes —respondió con desdén, levantándose junto al niño que dejó la caer la botella al estirar los brazos hacia Emma con vigor—. Por tu bien, tampoco entres a la cocina.
—¡Mamá, mamá! —Mikey reclamaba ansioso, casi saltando de los brazos de Keisuke para aterrizar sobre su hermana.
Emma lo miro dudosa, debatiéndose seriamente cómo debía agarrarlo para no salir afectada de lo que se qué tuviera pegado en la ropa. Terminó por tomarlo de las axilas, pero manteniéndolo a distancia para contemplar de mejor manera el desastre.
—¿Y si lo metemos a la lavadora?
—¡Baji!
Emma no admitiría que en realidad lo consideró.
Mikey solo agitaba sus piernas en el aire, ajeno a la crisis de los otros.
—Entonces déjalo remojando en el lavaplatos, yo qué sé. También quiero darme un baño —bufó cruzándose brazos.
Emma suspiró. Ya no era nuevo para ellos que Baji delegara las consecuencias de sus actos a terceros en cuanto tenía la oportunidad. Lo que no tenía claro era el porqué aún era considerado optimo para cuidar a Mikey, ¿tan desesperados estaban?
Definitivamente, trataría de no dejarlo a su cuidado en el futuro, principalmente cuando se trate de él solo. Era un peligro inminente.
Si algún día están en la misma situación de Baji, solo comprenle al wawa unas galletas. Ahorrénse problemas y no acaben como Baji :D
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