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3. Atrapados.

Disclaimer: AMOLAD pertenece a TheSnipster.

Los besos se volvieron monótonos y las caricias frías, las miradas no llegaron a tocar el corazón del otro, y su obstinación los mantenía juntos, sin saber para qué estaban arriesgando tanto.

Cuando el trato de los lobos y los osos se puso en la mesa, con indiferencia aceptaron, ¿Qué más podían perder? Sólo eran más ojos curiosos, miradas morbosas, y comentarios irrelevantes, que soportar.

—Buenos días—Saludo su amante mientras colocaba una taza de café caliente frente a él. Con monotonía respondió el saludo, brindando una sonrisa que no llego a llenar su rostro.

El conejo blanco sonrió de la misma manera melancólica, mientras tomaba asiento frente a él —El café esta casi reparado—Comentó con una indescifrable expresión.

—Me alegro—Respondió, sin saber que decir con exactitud.

Así la mañana entre ellos pasó, sin una caricia o una despedida afectuosa, sólo la ira y la traición contenida en amargas mentiras que reflejaban una inquietante paz.

La noche llegó, era el último día y todo estaba tan arruinado, tan lleno de mierda que ya no importaba taparse la nariz ¿Qué si tenía que bailar con un completo extraño y competencia del local? No era su negocio después de todo, él en su caja, él otro en las mesas, satisfaciendo los deseos de los que los veían.

Los días trajeron la experiencia, acariciar su cuerpo sobre las capas de tela transparente era excitante de hacer y por parte de los otros de ver, podía observar las miradas indiscretas recorriendo sus muslos, esperando que fuera lo suficientemente tonto como para abrir la tela y dejarles ver aquél lugar, podía sentir la angustia de los que lo veían de querer saborear su piel, la expectación con la que los ojos se posaban en él, y la ansía de tener la oportunidad de su piel recorrer, mientras el movimiento ondulante de su cuerpo los invitaba a pensar que así podría ser, perdiéndose en sus voluptuosos labios, queriendo beber de ellos y robar los suspiros que se le escapaban entre cada contracción de su cuerpo.

Estaba absorto en el movimiento ondulante de su cadera, en la sensación de tener a su amante rozando su piel, le gustaba la sensación de pensar que era Leo él que lo miraba, con esas esmeraldas llenas de expectación, ansia y devoción, recorriendo con sus dulces labios cada centímetro de su piel expuesta, mientras sus dedos ansiosos exploraban y apartaban la tela, las fuertes manos de su amante amasando su carne en un recorrido placentero, tocando con maestría los puntos sensibles de su cuerpo, resoplando, acariciando, besando y saboreando, le gustaba la sensación de ser poseído por su amante de pertenecerle en la intimidad de su madriguera, donde el pudor y la timidez no hacían falta e incitaban al pecado y el placer.

Se perdió en su propia burbuja de satisfacción, recordando las caricias de su gallardo conejo negro, estremeciéndose ante las palabras devotas de amor que le dedicaba sólo a él, podía escuchar a Leo recordándole lo suave que era, lo maravilloso que se sentía estar con él, entre los comentarios subidos de tono que no llegaron jamás a insultarlo pero si a animarlo en cada encuentro, y porque no decirlo, él completamente dispuesto, flexible y abierto para lo que su pareja deseara, porque era su deseo también.

Des salió de su letargo al escuchar el cambio de la música y las voces bajo de él, se irguió rápidamente, avergonzado de lo que había pasado en la jaula, aquello estaba más cerca de masturbarse en público que a bailar sensualmente. Había pasado más de una semana sin la intimidad de su amante, y no era un secreto que los conejos gozaran de aquellas prácticas.

Unos curiosos ojos verdes se quedaron prendidos a las formas de aquél cuerpo, y por un momento Leo también olvido que estaba ahí para animar aquella fiesta, con diligencia regreso a sus funciones de repartir bebidas e invitar a bailes, sin embargo sus ojos curiosos en cada oportunidad vagaban a las largas piernas de la coneja blanca, aunque estaba seguro de que aquella no era lo que decía ser, y no era por que su estrecha cintura no fuera lo suficientemente apretada, o por qué su abundante pelaje en el pecho no fuera  lo suficientemente prominente y mullido, lo que sin duda alguna la delataba o, delató; fue el pequeño bulto entre sus piernas, ese que había disimulado y que él había apreciado en un vuelta mal elaborada, aun con su respingón trasero podía ver claramente la forma de aquel pene entre los pliegues del leotardo.

Su propia hambre se hizo evidente al sentir la punzada en su abdomen bajo, podría jurar que aquél conejo en la jaula se estaba tocando placenteramente, ajeno a los ojos lujuriosos que lo veían, las mejillas sonrojadas, los labios húmedos y sonrosados, su cuerpo entero era una invitación.

Se reprendió mentalmente de estar viendo de aquella manera a unos de sus compañeros de trabajo, el tenía un amante, devoto, tierno y dulce. O por lo menos eso quería creer después de lo que había pasado entre ellos, tenía miedo de cualquier conflicto o aclaración con su conejo blanco, miedo a ser abandonado, miedo a que su corazón no fuera suyo, miedo a que sus hermosos y vidriosos ojos dorados miraran con la misma felicidad a alguien más...

—Chico estabas más sonriente antes —Comentó su pareja de baile con un reproche, mientras el volvía a poner la sonrisa galante y guiaba a aquella comadreja.

Estuvo absorto en su pensamientos, restándole importancia al chico que lejos de él, se mantenía bailando en la jaula del salón, o eso hubiese hecho si su mirada no se hubiera cruzado con el lunar en forma de media luna en su glúteo, se deshizo de la joven mientras lo enfocaba mejor, se acerco sin reparos hasta estar lo más cerca permitido de la jaula. —"Imposible"—Fue lo que azotó la mente de Leo.

Los ojos del conejo blanco no estaban en ningún sitio de aquel lugar, no enfocaban a nada ni a nadie, sin embargo por el rabillo de su ojo, pudo apreciar a aquel mesero-Gogo acercarse hasta donde estaba él, lo había visto rebotar entre las mesas, y bailar descaradamente con otros, pero ¿Qué había en ese conejo de oscuro pelaje que le llamaba la atención? A nadie había estado vigilando tanto como aquél, tal vez era el entallado traje que usaba, o sus bien formados muslos... aunque nadie tenían muslos tan perfectos como su Leo... ni esas endemoniadas caderas, ni esos ojos, ¡Oh! Esos ojos, se sumergía por momentos en el insano deseo de tener ahí a Leo, quería que lo viera; descarado, sin miedo y que le robara el alma, como tantas veces había hecho en el lecho de su hogar, adoraba como aquellas esmeraldas devoraban su imagen, y se llenaban de brillo, podía hacerlo ir al cielo con sólo mirarle.

Sus ojos viajaron entonces al rostro del conejo que se mantenía cerca de él, sus ojos se encontraron y Des perdió la respiración, su pecho comenzó a subir y a bajar alarmantemente rápido, sus manos temblaron, y las piernas le fallaron, cayendo débilmente al suelo de su jaula, su cuerpo entero se estremeció —Es imposible—pensó.

Leo subió a una mesa con una agilidad envidiable, sin importarle de quien fuera, o si rompía alguna copa en el proceso, alcanzó a la jaula de cristal que encerraba al precioso conejo, tocando con su mano aquel panel que los separaba.

Des sentado en su jaula estaba a la altura de aquél, observo embelesado todos los detalles de su rostro y cuando vio aquellos ojos, no tuvo dudas de quien se encontraba frente a él, su mano la coloco en el lugar donde Leo puso la suya, si no tuvieran el cristal podrían tocarse, su húmeda nariz acaricio con grácil movimiento el panel trasparente mientras Leo emparejaba el rostro con él.

Se perdieron en ese proceso de reconocerse mientras la audiencia miraba embobada sus acciones, el oso gris resoplo molestó, ante aquél teatro de romanticismo, la coneja podía fingir bastante bien sus actuaciones, y eso no le hubiese molestado sin embargo, estaba enfadado de que no hubiese respondido a ninguna de sus insinuaciones y regalos, esa coneja altiva, sabría que no podía jugar con él y sucumbir al primer conejo lindo que apareciera. —Si quiere salir, ¡Sácala! —Grito desde su posición mandando a sus subordinados a bajar la jaula.

Lorraine que había apreciado en las sombras aquello, observó con terror como la jaula de Des era puesta en el suelo, eso no entraba en ninguna parte del contrato que firmó Des, maldito Grizz, Podía ser un completo imbécil si se lo proponía, se abrió paso, estaba dispuesta a romper algunos brazos y cabezas si intentaban algo con su amigo.

Sin embargo eso no había sido necesario, cuando llegó hasta donde estaban todos, Des ya había salido de la jaula y ante el vitoreo constante de los espectadores, el conejo negro lo había tomado de las manos, guiándolo para tomar parte del baile con él, mientras a Lorraine le sorprendía la familiaridad con la que se tocaban.

Des se movía suavemente entre las manos del moreno, bajando lentamente hasta rozar el piso, y levantándose en aquel hipnotizante movimiento de caderas y hombros. Los dedos ansiosos de Leo se colaban entre las capas de tela para llegar hasta su piel, sus cuerpos estaban tan cerca uno del otro, que el espacio era nulo, sus piernas entrecruzadas y los movimientos ondulantes de sus cinturas, las manos de Leo subían con descaro desde la parte inferior de la cintura de Des hasta su cabello, sujetándolo para hacer que la cabeza de Des se extendiera hacia atrás y a él le permitiera saborear su cuello, el cuerpo del alto se deshacía en estremecimientos y suspiros ardientes, sus mejillas cubiertas de rubor, y su cuerpo siendo reclamado por su amante. No tenía dudas que Leo era quien tenía enfrente.

—Espe-ra...—Titubeo, ante la oleada de placer que le daba al sentir a Leo con él. Su cadera se movía con vida propia rebotando débilmente contra la de Leo, el moreno ante las simulaciones sonrió, mientras sus manos bajaban a su trasero, tomándolo con insistencia y apresando sus suaves glúteos entre sus dedos, las piernas de Des rodearon a Leo, y el moreno continuo moviéndose siguiendo aquella música que incitaba al pecado, hizo girar a Des con él, mientras el alto se sujetaba a sus hombros.

Lo bajo dejando al conejo blanco temblando a su disposición, mientras se apegaban en un baile lento que sólo conseguía incitar más a Des, el cual detallaba su espalda y hombros con suavidad, Leo volvió a atraparlo entre sus brazos detallando con sus dedos las largas piernas las cuales hallaron su sitio alrededor de su pelvis, el moreno paso un brazo por debajo y detrás de su muslo hasta su cintura y deslizo el otro para poner cargarlo hasta tener su entrepierna cerca de su rostro, con movimientos ondulantes de sus brazos Leo simulaba que le estaba haciendo sexo oral, aunque su pelvis realmente no estuviera tocando el rostro del moreno.

Leo se hincó con él en brazos mientras, Des trataba de comprender todo lo que pasaba, lo deslizó hasta que su espalda tocó el suelo, y sus tobillos estuvieron a los lados del cuello del moreno, él cual le dedico la mirada más sugestiva que alguna vez le hubiese dado.

Junto los tobillos de Des y los llevo hacía arriba en dirección a la cabeza del alto, mientras el moreno separaba las piernas en su posición de rodillas y balanceaba su pelvis contra el trasero de Des, El alto soltó una maldición que quedo silenciada entre sus labios al sentir el bulto caliente de Leo contra la tela que lo cubría, Leo movía su cadera y trasero deleitando a la multitud e incitando a su lindo conejo. Nadie lo preparo para cuando Des separo sus piernas, arrastrándose para quedar encima de sus muslos, mientras se erguía hasta poder tumbarlo en dirección contraria sobre el suelo, con movimientos suaves empezó a abrir y cerrar   las piernas a su alrededor, llegando a posar su redondo trasero sobre la caliente pelvis del moreno.

—¡Eso dulzura!—Aquél gritó impertinente de un lobo de la fiesta los hizo salir de aquél espacio intimo donde  habían caído.

Des paró sus movimientos comprendiendo lo que estaba haciendo, y en donde estaba, el rubor subió por todo su cuerpo, encogiéndose sobre Leo, agachando sus orejas, se sintió avergonzado y de cierta manera expuesto.

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N.A:

Buenas noches tengan todos.

Espero estén disfrutando este pequeño texto hecho con mucho ocio de mi parte.

Dudas, preguntas, comentarios, aclaraciones... jitomatazos, todo es bien recibido.

Es mi imaginación o la temperatura esta subiendo(?) No es canicula, pero los conejos siempre están en celo... Y bueno se quieren demasiado, creo que ellos estaban más preocupados por lo que pensaría el otro si los descubría, creyendo que podría dejarlo el otro, que al lió en el que se metieron por mentir.

Sin más por decir,  unicamente que esto sólo puede mejorar.

Se despide:

Morachan 

Bonito inicio de semana. Espero traer el final pronto.

  <3 <3 <3 <3  Esperemos esa boda se celebre.... ya sería demasiado.

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