Corbatas rosa
David
—No puedo creer que Manuela vaya a obligarnos a usar corbatas de color rosa —gime Gonzalo.
—¿Tienes miedo de que tus bolas se encojan? —bromea Samuel.
—Aunque se encogieran seguirían siendo más grandes que las tuyas —replica, fulminando con la mirada a mi hermano.
—No me afecta, al fin y al cabo lo que va encima de ellas, ese es el tamaño que importa. Y créeme primo, no puedes compararte conmigo.
Todos reímos cuando Gonzalo le enseña el dedo medio a Samuel. Incluso el asesor de imagen, que amablemente nos está ayudando a medir los trajes de la boda.
—David —llama Juan—. Creo que tu móvil está sonando.
Voy hacia mi pantalón abandonado en el suelo y efectivamente, Manuela está llamándome.
—Hola nena.
—Amor, poseemos un problema. —dice asustada. Inmediatamente me preocupo.
—¿Qué sucede cariño?
—Estoy perdidamente enamorada de ti y creo que quiero comerte en estos momentos.
Dios, esta mujer va a matarme algún día.
—¿Dónde estás?
—Te ves tan sexy y comestible con esa ropa —susurra—. El rosa te queda lindo. —Miro a todos lados buscándola. No puedo creer que esté aquí. Se supone que debía medirse su vestido hoy—. Al frente, detrás de los probadores de mujeres.
Miro en la dirección que apunta y ahí la veo, con lentes y sombrero, camuflada entre los esmóquines de chica.
—¿Qué estás haciendo?
—Estoy antojada de ti. Necesito que te encierres conmigo ahora en un probador. Es una fantasía que quiero cumplir. —Su voz es baja, ronca y sexy. Es la voz que pone cada vez que se encuentra excitada y lujuriosa. Mi pene reacciona inmediatamente a ella.
—Nena, no estamos en un lugar privado.
—¿Y qué? además vengo de acceso fácil, estaré esperándote. —dice. La veo entonces, caminar hacia un probador envuelta en una gabardina.
¿Fácil acceso?
Oh mierda. Muerdo mi puño ahogando un gruñido. Manuela vino únicamente en ropa interior. Termino la llamada y me vuelvo hacia los chicos.
—Ya regreso. —anuncio. Gonzalo que escuchó todo, me da una sonrisa significativa. El asesor de imagen me mira desconcertado. Le aseguro que no tardaré y con la cara confundida de Fernando, Samuel y Nathaniel, voy hacia mi chica.
—Te estabas tardando. —dice apenas y entro en el probador. Hala mi corbata y me acerca a su boca. Dejo a mis manos tomar sus caderas y empujarla hacia mi muy pronunciada erección.
—Dios, Manu. —gruño. Sube una pierna a mi cadera dándome la posibilidad de adentrar mis manos bajo la falda de la gabardina. Sólo bragas, eso es lo que encuentro. Acaricio la curva de su trasero y con mi otra mano, me aferro a su cabello. La arrincono hacia la pared y froto mi erección en su centro. Gime y el sonido viaja hasta mis bolas.
—Esa corbata es tan sexy. —jadea.
—No más sexy que tú, así. —Muerdo su cuello y con desespero desabrocho la gabardina. Manu se separa y la deja caer, enseñándome su conjunto de corsé, sostén y bragas de encaje azul—. Mierda. Vas a matarme algún día. —gruño. Paso mis manos por la tela que realza sus senos, hacia su trasero desnudo—. No sé si amarte por atreverte a venir aquí así, o darte una lección por arriesgarte a que otro vea lo que es mío.
—Podría soportar un caliente y duro castigo —gime.
—Tan duro como esto —Empujo mis caderas nuevamente, presionando mi dureza con su suavidad. Jadea y cierra sus ojos.
—Dios David, te necesito.
Esas dos palabras de su boca, siempre cierran el trato. La vuelvo a besar fuertemente. Sus manos apresuradas halan la correa y bajan el cierre del pantalón. Bajo las copas de su sostén y succiono entre mis labios su pezón, se retuerce y muerde su labio para evitar hacer demasiado ruido.
Su mano encuentra mi polla, la libera del bóxer, siseo cuando toca la punta y restriega la gota que se derramó. Sus movimientos son lentos pero firmes, mis caderas empiezan a seguir su ritmo. Bajo mis propias manos a su sexo, retiro las bragas para encontrar sus pliegues tan húmedos que por poco y me corro ahí mismo. Introduzco un dedo y la siento estremecerse, ella está tan mojada y excitada en estos momentos. Le brindo atención a su otro pezón olvidado llevándola hasta ese punto desesperado cuando araña mi espalda y empuja sus caderas frenéticamente. Retiro mis manos y posiciono mi erección en su entrada, empujo con fuerza y me adentro en su calor. Jadea y gruño. Empujo tan fuerte, tan duro que debo poner mi mano tras su cabeza para evitar que golpee la pared.
—David. —clama mi nombre. Muerdo su cuello y roto mis caderas para tocar ese punto sensible, jadea y se estremece, sonrío, el familiar cosquilleo se hace presente, embisto con más fuerza, haciendo ese movimiento que la vuelve loca, la siente estrecharse y a su respiración trastabillar. Dos segundos después y explota en mis brazos. La beso para ahogar su grito y el mío cuando la sigo hacia el éxtasis.
—Joder Manu, eres realmente increíble. —susurro sobre sus labios. Sonríe y me besa tiernamente.
—Te amo.
—También te amo, nena.
Escuchamos como alguien fuera se aclara la garganta, los dos nos tensamos a la vez. Me arreglo rápidamente y ayudo a manuela a acomodarse y limpiarse a sí misma. Cuando nos vemos decentes, tomo la puerta y espero encontrarme con el encargado o el gerente, sin embargo, al parecer todos nos escucharon dentro, porque toda la maldita tienda, incluidos mis amigos están esperándonos.
—Mierda —gruño. Manuela se sonroja y mira avergonzada hacia el gerente que nos ve con desaprobación—. Probablemente nos nieguen la entrada aquí.
—Lo siento, —murmura apenada— Son las corbatas rosadas, no pude resistirme. Cómprelas chicos, son como un afrodisiaco.
Se encoje de hombros y caminamos hasta el lugar donde dejé mis cosas. El gerente nos sigue y sé que está apunto de decirnos su poco, pero cuando le digo que vamos a llevarnos todo lo que nos hemos medido y recomendaremos su tienda a nuestros más de doscientos invitado —cosa que es falso— sus ojos se abren de manera desproporcional y sonríe, olvidando el pecado detrás del mostrador.
Cuando finalizamos la compra, y salimos hacia el auto, vemos a varios hombres y mujeres comprar malditas corbatas rosadas. Manuela se vuelve hacia mí con una sonrisa divertida.
—Te lo dije, son las corbatas rosas.
—Las malditas corbatas rosas —acuerdo con ella.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro