Capítulo 8
Bruscamente sentí mis piernas trepidar, así que las masajeé suavemente logrando sosegarlas. De pronto todas las interrogantes retornaron a mi mente, ¿se trataba de la misma Tania? Pero papá dijo que eran todos limeños, así que... así que pudo ser que ella también residiera aquí por algún tiempo, quizás el mismo tiempo en que mi progenitor estuvo por aquí. ¿Por qué así fue o no? Ahora la situación se revertía, a lo mejor mamá no fue antes que mi madrastra como Joaquín y yo lo creíamos, y si así era... Joaquín quizás si era su hijo biológico, quizás si éramos medios hermanos. No, eso no tiene sentido, él no lo cree así, ¿por qué no es así? ¿no? El lo sabría, y él sabe perfectamente que no es así. El diario de mamá me daría la respuesta.
Me dispuse a retomar la lectura, pero la voz de esa intimidante señora me detuvo.
-Jasmine.
Por el sobresalto dejé volar el diario por los aires en tanto me ponía de pie, pero lo volví a atrapar torpemente. Tania reparó en el con recelo, por lo que lo escondí detrás de mí, pero eso ocasionó que su curiosidad se incrementara aun más.
-¿Qué te sucede? ¿Qué es eso?
Algo en mi pecho tembló, tuve miedo como si fuese algo malo. En realidad, no era muy bueno del todo, al menos no para ella. Se trataba del diario del primer amor de su esposo, o segundo... Como sea, la cuestión es que no iba a agradarle el contenido del susodicho. Y como esperaba mi respuesta, me puse más nerviosa. No soy buena mintiendo.
-Es...es u-un libro -balbuceé.
Frunció el ceño. No me había creído. Luego relajó sus hombros. Era buena señal.
-¿Literatura erótica?
-¿Qué? -Mis mejillas quemaron, ardieron.
En ese preciso y mal momento apareció mi hermanastro en la sala.
-Literatura erótica -repitió como si no la hubiese escuchado. Mis iris enfocaron a Joaquín. El prestó suma atención a la conversación lleno de curiosidad.
-No, yo no...
-Está bien, no me interesa, puedes leer lo que quieras; solo quería pedirte que compres tamales para la cena. -Me tendió un billete de veinte soles.
Joaquín continuaba mirando con expresión divertida.
Tomé el dinero.
-No, es que yo no... -Quise explicar, pero me interrumpió.
-Con el vuelto traes un café en sobre y café pasado. -Se giró y se dio cuenta de la presencia de su hijo-. ¿Estabas aquí? Pensé que habías salido. Acompaña a Jasmine y le enseñas las tiendas cercanas.
-Sí, querida madre -contestó sarcástico.
-Café pasado tiene el chino -mencionó mientras subía las escaleras.
Después de guardar rápidamente el diario, alcancé a Joaquín en la puerta. Permanecía recostado viendo su celular. Notó mi presencia y lo guardó en su bolsillo.
-Vamos primero a la tía veneno y luego vamos al chino.
Asentí simplemente. Esperaba que no hiciera ningún comentario sobre lo anterior, pero mis súplicas no fueron escuchadas.
-Oye, ¿me prestas tu libro?
-¿Cuál libro?
-El erótico. -Su sonrisa de niño mimado invadió su rostro.
Me quedé de piedra. Abrí enormemente mis ojos y mi boca sintiéndome indignada, iracunda. El avanzó burlón mostrándome la espalda. No sé si realmente creía que yo leo ese tipo de lectura, o si bien sabía que no, y le parecía gracioso que su mamá así lo creyera.
-Yo no lo hago. -Le alcancé corriendo justo en la esquina.
-Tranquila, no seas tímida.
-Pero...
-Mira -dijo ignorándome a la vez que señalaba una vendedora ambulante-. La tía veneno. Se hace unos tamales buenazos; pero tenemos que hacer cola.
Tal y como lo dijo, había varias personas esperando su turno. Nos pasamos cerca de media hora esperando para lograr comprar los tamales, que olían delicioso. Quería comerlos en ese mismo instante, pero me aguanté. Caminamos por la avenida Juan Pablo II, la avenida paralela a la universidad a la que postulamos, compramos en la tienda del chino y me enseñó algunas bodegas más hasta que llegamos a casa. En la puerta nos cruzamos con papá.
-Muchachos, ¿a dónde fueron? -preguntó desde su carro.
-A comprar tamales. -Joaquín enseñó la bolsa.
-Bah, yo traje papas rellenas.
-No hay problema, comemos doble.
Y así fue, nos embutimos de tamales y papas rellenas que estuvieron buenísimos. Lo malo que comimos demasiado y nos costó conciliar el sueño, al menos a Mimí y a mí; nos pasamos hasta la una viendo las películas El Guasón y Coco.
Entre clases de razonamiento verbal, nos pasamos media mañana, y así hasta que se acabó la semana. El viernes nos reunimos a la hora de recreo como siempre lo hacíamos; acompañados del playlist de Yago, que en su mayoría era canciones de Enrique Bunbury, Coldplay, Twenty One Pilots, entre otros.
-¡Este domingo es el corso primaveral! -gritó Lola-. ¡Qué padre! -Sus ojos centellearon de emoción. Nos mostró su celular con el anuncio del corso.
No sabía mucho del tema, pero tengo entendido que el corso primaveral se celebra cada año en esta ciudad, patrocinada por el club de leones de todo el mundo, haciendo alusión a la "ciudad de la eterna primavera", Trujillo.
-Fui a la coronación de la reina del festival primaveral -continuó Luana-. Mis padres son miembros del club de leones; quisieron que entre como candidata para ser la reina primaveral.
-¿Y qué, no te aceptaron? -cuestionó Kiara con sorna.
La amiga de Irene sacudió su hermoso cabello liso recién planchado; japonés o brasilero, no lo sé.
-No entré porque Irene dijo que entraría como candidata.
Nuestras miradas se concentraron en ella. La muchacha hubiese sido una buena candidata, perfecta para ser Miss Perú, o del universo si quisiera.
-Y yo no lo hice porque mi pinky entró como candidata, o sea no podía hacerle la competencia.
-Y al final ganó Zlatnia Elera Olivari -determinó la pelinegra-. Le hubiese ganado si entraba yo; tengo más talentos.
-A ver, ¿cuáles pituca? -prosiguió Kiara rodando los ojos.
-En primer lugar, el buen sentido de la moda -señaló Luana-; se combinar perfectamente bien los colores al vestirme. Por ejemplo, tu ropa no combinada para nada -se dirigió a Lola mirando su casaca verde militar y pantalones verde limón-. O sea, estás toda verde como Fiona. Lo hubieses combinado con negro, beige, blanco, ¡yo que sé!
Lola se miró frunciendo el ceño y se puso de pie. Los muchachos prestaron atención ya que desde hace rato no seguían el hilo de la conversación.
-A ver fresa. -La encaró levantando la cabeza, ya que Luana le sacaba varios centímetros de ventaja-. Yo me visto cómo se me pegue la regalada gana, ¿eh?
-¿Qué te pasa? Solo quiero ayudarte.
-Pues da la casualidad que no quiero wey.
-Déjala Lu -intervino Irene tomándola del brazo-. Vamos, la clase va a empezar.
La novia de mi hermanastro salvó a su amiga, porque Lola realmente se había alterado. Nadie insultaba su outfit.
El sol brillaba con ímpetu ese domingo de primavera. Lola y Kiara me habían convencido de ir al corso primaveral, y me sentí emocionada desde que amaneció. Me puse un polo blanco, un jumper falda en jean, y zapatillas blancas con franja roja en la planta. Era la primera vez que asistía al corso de Trujillo, por lo que estaba muy entusiasmada. Y me animé a ir porque me comentaron que el recorrido era cerca de mi casa.
Después de almorzar salí a la volada para encontrarme con ellas; quedamos en vernos en la primera puerta de la UNT; teníamos que estar a la hora exacta ya que no íbamos a llevar celular para estar conectadas, porque en el tumulto de gente, los rateros aprovechaban para robarnos hasta el alma.
Fui la primera en llegar, luego Lola, y finalmente Kiara.
-¿Qué pasó sisterna? Te tardaste un buen, ya hasta nos salieron raíces.
-Ay, lo siento manita, es que los micros estaban repletitos de gente. Un pata me jaló en su moto hasta aquí.
-¿Tu amigo? -inquirí.
-Bueno fuera, ni lo conozco.
-¿Y te subiste en la moto de un desconocido? -Me cubrí la boca.
-No tan desconocido, siempre va por mi barrio, creo que es el flaco de una vecina.
-Ya, bueno, déjense de tanta charlatera. -Lola divisó unas sillas vacías para alquilar.
Nos sentamos en las sillas de adelante, pagando quince soles cada una, para ver el pasacalle de cerca. Me senté en medio de ambas.
El corso inició con el desfile de bandas de los colegios nacionales. Entre trompetas, xilófonos y bombos; llenaron el ambiente de alegre música. Había demasiada gente. Muchos, por no decir la mayoría, miraba de pie. Luego pasó un carro alegórico de la empresa de cervezas, atrás de ellos venían un grupo de danza de la selva, lleno de colores, verde, amarillo, vestimentas de paja; uno de ellos llevaba una serpiente viva en su cuello. Maravilloso, danzaban sin parar la danza de la boa. Tras ellos venían tres guaripoleras dando saltos y haciendo trucos con sus bastones.
-Regias las gringas -comentó Kiara.
Las bastoneras son generalmente de Estados unidos, utilizan uniforme de gimnasta, porque en realidad hacen gimnasia rítmica con su bastón, elevándolo al aire, haciendo aeróbicos con gracia y sutileza. Hermoso.
Otro carro alegórico pasó lentamente, alusivo a la película Aladdín, la Jazmín del cuento, se veía hermosa con su cabellera negra azabache brillando bajo los potentes rayos de sol. Luego le siguieron danzas de la sierra, y la infaltable marinera. La danza que representa el mestizaje hispano-indígena-africano. Una danza mixta, seductora y cautivadora. El hombre vestido de un elegante traje y sombrero, embelesa a su pareja de baile quitándose la prenda de su cabeza frente a ella, y meciendo su pañuelo blanco en los aires. Y la mujer no se queda atrás, responde a los cortejos con su preciosa sonrisa, y agitando su voluminosa pollera en cada brinquito arrollador. Enganchan sus pañuelos, lenta y tentadoramente. Es imposible no sacudir los pies cuando los ves danzar.
Las reinas de otros países no se quedaron atrás. Las elegidas de los clubs de Leones de Panamá, México, Uruguay, Colombia, Bolivia, Ecuador, entre otros, inundaron el lugar con su imponente belleza, a medida que su carro adornado de acuerdo a su cultura pasaba, destilando simpatía y emoción. Y la reina primaveral de Trujillo fue la protagonista, seguida por la reina infantil. No podía haber mejor expresión cultural en ese desfile, que duró hasta las cinco de la tarde y unos tantos minutos. Quedé maravillada con semejante espectáculo.
Terminado el corso, Kiara sugirió comer unos riquísimos picarones en una de las vendedoras ambulantes. Los picarones son dulces fritos hechos de harina, en forma de anillos, acompañados de miel de chancaca. Un producto hecho principalmente de jugo de caña de azúcar. De que estuvieron buenos, no hay duda, pero que me iba a imaginar que me iban a caer mal. Me llevaron volando al baño. Tuve que despedirme de las muchachas rápidamente, y correr hasta la casa; que por cierto no había nadie en ella. Subí corriendo las escaleras y me metí al baño que compartíamos Mimí y yo. Pero no me fijé en un pequeño asunto: no había papel higiénico. Cosas malas que le pasan a Jasmine, solo a mí. Casi lloro por mi desdicha. Me pasé media hora sentada en el wáter sin saber que hacer, tenia unas ganas inmensas de llorar. Hasta que escuché pasos; rogaba que se tratara de mi hermanita, pero no fue así...
-Hola...
Se escuchó que los pasos se acercaron al baño.
-¿Jasmine? -La voz de Joaquín resonó en el silencio.
Cerré mis ojos con fuerza. ¿Por qué tenía que ser él?
-Joaquín, ¿me haces un favor?
-Dime.
Me mordí los labios apesadumbrada.
-Pásame papel -murmuré ininteligible.
-¿Cómo?
Respiré hondo.
-Que me pases papel higiénico.
Adiós dignidad.
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