Capítulo 28
Ya no íbamos al CEPUNT porque las clases habían terminado antes del último sumativo, aunque se aperturaría nuevamente después del examen ordinario. Había decidido que, si no ingresaba, me metería una vez más a la pre para seguir intentando entrar a la universidad. Solo estaría con Yago y Kiara, si es que ellos tampoco lograban ingresar, porque Lola había conseguido coger bacante en el último examen. Tadeo y Luana tampoco lo habían alcanzado, pero nos comentaron que sus papás decidieron matricularos en una universidad privada.
Para celebrar el ingreso de los chicos hicimos un pequeño compartir. Irene también estaba invitada, pero no pudo venir porque se estaba animando a audicionar a un reality show en américa televisión. Aun así, felicitó a los chicos desde lejos. Prometió que si lograba ser parte del programa vendría a visitarnos y celebrar su logro con nosotros.
La situación con mi madrastra, aunque no era mala, tampoco podría llamarse buena. Trataba de cruzarme lo menos posible con ella para evitar dirigirle la palabra puesto que me costaba. Ella tampoco intentaba decirme nada, me miraba en silencio y sabe el cielo que se le pasaría por la mente.
Después de encontrarme nuevamente con el pasado de mamá, descubrí la verdad detrás del asunto. Por fin.
2019
Es casi irreal volver a encontrarme contigo, mi fiel amigo diario. Pensé que jamás volvería a escribirte. Ha pasado mucho tiempo, ¿no es así? ¿Me has extrañado? Ya no soy aquella muchachita que encontraba refugio en ti, ya soy una adulta y tengo a Jasmine. ¿Te acuerdas de ella? Ha crecido muy bien, es una chica estupenda, aunque no lo sabe, espero que poco a poco vaya encontrándose, así como yo lo hice. Fue difícil, pero lo conseguí. Tuve que crecer para poder criar a mi hija.
No tengo buenas noticias. Lamento tener que informarte esto, pero mi salud no es buena. No me queda mucho tiempo. Estoy preocupada por mi hija. Sin embargo, como siempre, llega Gonzalo al rescate. Sí, así como ves, aunque pensé jamás volver a verle, lo he encontrado miles de años después en este horrible lugar. Lloró mucho, ya sabes, es un completo llorón, no ha cambiado nada.
Entró a mi habitación meditabundo, se sentó a mi lado, tomó mis pálidas manos, inclinó su cabeza sobre mis piernas y lloró desconsoladamente. No pude evitar llorar también. Al verle así, caí en cuenta que jamás dejé de amarlo como me había ensimismado en creer.
Esperó calmarse para poder hablar.
—Es una chica preciosa, la has criado muy bien por tu cuenta. Sé que has tenido una buena razón para habérmelo ocultado, Angelina —pronunció entre sollozos—. Tengo derecho a saberlo.
Asentí tranquila.
—Tu familia.
Me miró expectante esperando a que continuara.
—¿Qué quieres decir?
—No podía separarte de tu familia. Cuando te vi junto a ella en el parque de animales, me dije a mi misma que ese par de niños te necesitaban más que Jasmine y yo.
Negó con la cabeza.
—No habría tenido esa familia si antes hubiese sabido de tu embarazo. ¿Por qué no me lo contaste? Hubiese ido volando a Trujillo para verte.
—Estaba asustada, no tuve el valor de contarte por llamada o a través de una carta. Vine personalmente a Lima para decírtelo.
—¿Tú viniste?
—Sí, ¿Tania no te lo dijo?
—¿Tania?
—Yo llegué a tu casa, pero fue ella quien salió, con tu niño en brazos. Me dijo que vivía allí, y caí en cuenta que me habías dejado atrás. No tenía nada más que hacer, tú habías decidido formar una familia con ella y yo... —gimoteé—, yo y nuestra hija no existiríamos para ti.
No pude evitar llorar al recordar lo mucho que sufrí por él. Nunca entendí por qué dejó de amarme. Me pasé noches enteras tratando de encontrar que era lo que había hecho mal. Quise echarle la culpa a la distancia, pero finalmente decidí que simplemente dejó de quererme.
Gonzalo me acarició el rostro y enjugó mis lágrimas.
—Angelina, Joaquín no es mi hijo biológico.
Consternada le miré a los ojos.
—¿Qué?
—Ese bebé que viste, no es mi hijo. Tania quedó embarazada de él cuando éramos estudiantes universitarios, sus padres la echaron de su casa, no tenía a nadie, el padre de la criatura era un adicto al alcohol que apenas podía hacerse responsable de sí mismo. Mi padre decidió acogerla en nuestra casa; de todos modos, era la hija de sus viejos amigos. —De pronto sonrió—. Fue fácil encariñarnos con el bebé; no tenía la culpa de nada. Decidí firmarlo con mi apellido. Iba a contártelo, pero cuando fui a buscarte no te encontré, te busqué por todas partes, no entendí por qué habías decidido desaparecer así de mi vida. Comprendí que ya no me querías más contigo. Sufrí mucho por nuestra separación, demasiado —sollozó bajando la cabeza—. Me la pasé muy mal sin ti.
Lloré, lloré mucho. Habíamos sido separados con crueldad por una equivocación. Fue mi culpa, debí haber confiado en él ciegamente, debí haberlo esperado, debí haberle dicho de mi embarazo en cuanto lo supe. Fue mi culpa nuestra separación, fue mi culpa que mi hija haya crecido sin él. Todo fue mi culpa.
Gonzalo se acercó y me abrazó reposando mi cabeza en su hombro. Acarició mi cabeza y peinó las hebras de mi cabello como solía hacerlo cuando éramos adolescentes.
Me imaginé como habría sido si él hubiese estado junto a nosotras. A lo mejor hubiese ido conmigo a Trujillo, o nos habríamos quedado a vivir aquí. El habría estado en el nacimiento de Jasmine, la habría alzado en sus brazos y le hubiera sonreído con ternura. Le habría ayudado a dar sus primeros pasos. Le habría consolado cuando le cayó su primer diente. Habríamos sido felices los tres.
—Voy a cuidar de nuestra preciosa hija. Es muy parecida a ti, ¿sabes?
—Eso dicen todos.
—Ya no llores más Angelina. —Besó mi frente—. Ya no llores más mi amada Angelina.
El pidió que no llorara, pero él no pudo evitar llorar junto a mí. Aunque no me culpaba, ni pensaba más en el pasado, sabía que tenía ese mismo sentimiento que yo. Después comprendí que todo lo que pasó fue lo mejor. No fue justo para ninguno de los tres, pero yo no tenía nada que ofrecerle, ni siquiera estaba sana, pronto iba a morir. Me sentí tranquila sabiendo que él tenía una familia por quien seguir, y me consolaba el hecho que al fin sabía de Jasmine, estaba segura que jamás la desampararía. ¿No lo crees así querido diario?
Me despido de ti para siempre...
Como muchas otras veces, terminé llorando después de leer el diario de mamá, mi querida mamá.
—No fue tu culpa mamá —le digo al vacío.
Me habría gustado decirle eso antes de que muriese. Estoy segura que papá también piensa lo mismo.
Lo busqué en la casa, necesitaba desesperadamente de sus brazos cálidos y sus palabras de aliento. Lo encontré en su estudio, estaba de espaldas ojeando unos documentos. Con pasos lentos me acerqué y lo abracé por detrás. Su espalda ancha lograba reconfortarme. Al inicio se asustó, pero luego reconoció mis manos a las que tomó sombre su vientre.
—¿Te encuentras bien, hija?
Confirmé con un sonido gutural. Él nos meció con ternura sin soltarse de mi abrazo. Soltó un profundo suspiro.
—A veces siento que dudas de lo mucho que te amo. Quiero que sepas que te amo tanto como a Joaquín y Mimí que les cambié los pañales. Eres fruto de un amor muy profundo, hija. Amé demasiado a tu madre. Cuando te veo triste me recuerdas mucho a ella, y me desespero porque no sé qué hacer.
Sus palabras me causaron distintas emociones. No quería sentirme así, pero a veces no me sentía parte de la familia. ¿De verdad él me amaba tanto después de conocerme hace menos de un año?
—Eres lo único que me queda de Angelina, eres un precioso regalo, el mejor regalo que ella pudo dejarme.
Reforcé mi abrazo. Papá lograba curar todas mis heridas.
Los rumores de una enfermedad sumamente contagiosa llegaron a través de los medios de comunicación. La situación se veía grave en Asia por el nuevo coronavirus. Aunque aún éramos ajenos a ello, era preocupante para las autoridades y adultos, nosotros no éramos tan conscientes de su magnitud; los todavía postulantes a la universidad no teníamos más preocupación que ingresar.
Joaquín estaba menos tenso y relajado, y como no si ya tenía asegurado sus estudios. Se divertía más y reía más. Me fastidiaba todo el tiempo, pero también me ayudaba a estudiar.
Esa tarde regresamos juntos después de haber ido al cine. No había nadie en casa, probablemente Mimí había salido a su entrenamiento de vóley, la señora Tania se fue a sus clases de zumba que recién se había inscrito, y papá en el trabajo.
—¿Crees que hay fantasmas? —preguntó de pronto.
Me reí y negué con la cabeza. Ya estábamos en la segunda planta.
—Deja de decir tonterías, mejor ocúpate de ver lo de tu inducción, eso del ciclo cero que mencionaste que tendrías.
Tenía intención de entrar a mi habitación, pero él me jaló a la suya.
—No te vayas, quiero que me acompañes.
Me fijé en su cama destendida como todos los días, le miré con horror.
—Me quedo si la tiendes.
—La tiendo si me besas.
—Yo puse la condición primero —objeté.
No me contestó, simplemente acortó el espacio y me miró los labios. Quise apartarme, pero él fue más rápido. Apenas y pude reacción a su beso furtivo. Le abracé la espalda mientras él apretaba mi cintura. Pegó más su cuerpo al mío arrinconándome contra su escritorio. No me dejaba respirar. Tuve que poner mi mano en su pecho para que se apartara.
Cuando abrí mis ojos, mi corazón se detuvo. Detrás de él estaba nuestra hermanita que nos miraba horrorizada.
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