Capítulo 24
Estudiar seguía siendo difícil, la presión, la falta de tiempo, los temas diversos, la competencia, los problemas... Podría enumerar todos los trances que dificultaban mi preparación para el examen de admisión a la universidad, pero me dolería la mano de tanto escribir, pero si me enfocase en el problema principal, tendría título y nombre: Joaquín. Él ocupaba mi mente un noventa por ciento, como la línea de la canción Motor y motivo del Grupo 5; no soy amante de la cumbia, pero a esa canción es imposible no amarla, es un himno al amor y al desamor.
Todo estaba en nuestra contra, incluso él mismo, no sabía qué dirección tomar, estaba confundido. Aun no había terminado con Irene, y no estaba segura de si iba a terminar con ella. De todos modos, ¿eso era lo que quería?
Recostada en mi cama y mirando al techo, me ponía a pensar en todas esas cosas, lo "nuestro" no podía ir a ningún lado, era como algo imposible, pero la razón desaparecía en cuanto él estaba junto a mí, cuando éramos sólo los dos, cuando me besaba o cuando bromeábamos de cualquier tontería.
Las canciones que antes había odiado, me parecían poemas, me parecía escuchar mi historia en sus estrofas, me parecía escuchar mis palabras, lo que mi corazón deseaba decirle a Joaquín. Ahora cada canción parecía cobrar vida, las baladas ya no me parecían demasiado cursis y ridículas.
Aquella mañana en el CEPUNT, fingía estar prestando atención, las clases de aritmética se formulaban extrañas y complicadas a mi percepción. Solo pensaba en salir pronto a recreo y poder verle. ¿Le pasaría a él lo mismo?
Solté una risita cuando me pasó por la mente. De ningún modo, él no dejaría que nada interrumpiera su ingreso a la UNT, ni siquiera Irene, ni siquiera yo. Menos aun cuando no teníamos nada definido, menos aun cuando no sabía qué hacer conmigo.
¿Y qué podría decirme? ¿Jasmine quieres ser mi enamorada? Enamorada... Esa palabra no quedaba bien entre nosotros, no se puede ser el enamorado de tu hermanastra, no se puede uno enamorar de la hija de tu padre de crianza.
Me recorrió un terrible escalofrío.
—Jas... —susurró Yago detrás de mi oreja.
—¿Mmm?
—¿Por qué te reías sola?
—¿Me estaba riendo?
—Sí, y el que solo se ríe, de sus maldades se acuerda.
Sin dejar de mirar a la pizarra, le obsequié una sonrisa.
No vi a Joaquín para nada, ni siquiera en el recreo, su amigo Tadeo aseguró que no salió porque se la pasó resolviendo un banco de preguntas. Yo pensé que estaba evitándome, no se dignó en contestar ninguno de mis mensajes. Aunque cabe decir que él sí estaba muy decidido a ingresar a diferencia de mí.
Aseguré que no podría escapar a la hora de salida, siempre nos íbamos juntos, pero otra vez la vida se rio en mi cara, Tadeo volvió a dar la cara por él.
—Eh, ¿por qué no nos vamos de peda? —propuso Lolita.
Kiara asintió emociona.
—Sí, ya toca juerga.
Yago me envolvió con un brazo.
—Sí mi fideo va, le entro.
No, no tenía ganas, si no iba el susodicho, no había ilusión.
—Tengo que hacer algo con mi hermanita —mentí; últimamente mentía mucho.
—Bah —se lamentó Kiara.
Me despedí con un beso en la mejilla y partí a casa.
El sol brillaba como nunca, el calor me achicharraba, aunque intentaba caminar bajo la tranquila sombra. La música que salía por mis audífonos sonaba suave, quise subirle aún más el volumen para evitar percibir el sonido de los carros y la gente, pero el aviso de límites sonoros, que podía dañar mi audición no bastaba.
Emití un suspiro. Iba a hundirme en mi mal humor, pero alguien golpeó mi oreja, y me quitó un auricular. Casi rompe mi cable por intentar estirarlo hasta su altura. Le miré despectivamente fingiendo molestia, porque en el fondo estaba muy feliz que me hubiera alcanzado. Por sus mejillas sonrosadas entendí que corrió para estar junto a mí.
—Caminas rápido.
—¿Por qué no saliste temprano? —le recriminé.
—Estuve resolviendo un banco de preguntas.
—¿Cuánto puntaje sacaste?
—Casi doscientos. Luego te lo paso para que le des una ojeada.
—Ya.
Sin previo aviso Joaquín tomó mi mano; no pude evitar sonrojarme, aún no me acostumbraba. El la acariciaba con delicadeza, dedo por dedo, pero intentaba evitar que cogiera mi dedo pulgar, me daba vergüenza lo gordito y chiquito que es. Intenté esconderlo, pero él lo atrapó de cualquier forma. Le vi soltar una risa ladina. Quise zafarme, pero me agarró con más precisión, enfocando mi pulgar.
—Son idénticos a los de papá —dijo.
—Son igual de feos.
Volvió a reír y lo besó, dejó un cálido beso en mi dedo cabezón.
—Son exóticos.
Desde ahí empecé a amar mis dedos pulgares, me hacían recordarlo.
30/11/2001
Últimamente he tenido demasiado apetito, me da hambre a todas horas y me antojo de rarezas. He engordado, ya no estoy tan delgada como antes, de hecho, no estoy para nada delgada. Me preocupa no gustarle más a Gonzalo. Tal vez no le guste las gorditas.
—Ya vine —canturreó Rosmery entrando al cuarto—. Traje tu pedido.
Con pedido se refería a pan con huevo frito y palta.
—Ros...
—¿Mmm? —inquirió ella encendiendo la cocina de dos hornillas.
—¿Estoy gorda? —Toqué mi desaparecida cintura, y panza abultada frente al espejo.
—Pues de que ya no eres palito como antes, es un hecho. Estás un poco panzona. Y no es para menos, si comes por vivos y muertos. ¿Será que comes como desgalgada porque sufres de ansiedad o esas cosas raras que le da a los flojos?
Solté una risotada por su ocurrencia. Ella siempre suelta ese tipo de comentarios fuera de lugar que resulta gracioso porque nunca lo he padecido, ni quiero padecerlo. Ya tengo otras dolencias para confrontar otra más.
—¿Me estás diciendo floja? —Intenté cambiar de tema.
Apagué la llama que mi amiga había encendido, y vacié el agua del tachito.
—Últimamente solo quieres dormir —aseguró metiendo te filtrante de manzanilla en ambas tasas.
Tenía razón, el sueño me carcomía a cada hora del día.
Después que terminamos el lonche, insistió en acompañarla a dar un paseo nocturno, pero la pereza me ataba. Sin embargo, me convenció con comida, me prometió comprarme un chocolate.
Cambié mi pijama ancho por una caffarena y un pantalón jean, pero me quedé atascada en el pantalón, el cierre no me subía. Solté un dolido suspiro.
—Parezco una papa —chillé.
Ros contempló mi barriga y se burló.
—Debemos salir a correr por las mañanas.
—No me da ganas.
—Gonzalo te va a dejar.
Hice un puchero. ¿Me dejaría por estar gordita?
—Malvada.
Frunció el ceño y palpó mi panza.
—Angi...
—¿Mmm?
—¿Qué tanto han avanzado tú y Gonzalo?
—¿Eh?
Se puso a mi altura con la expresión de: "Ya sabes a lo que me refiero".
Me sonrojé.
—¿Por qué preguntas eso?
—Contesta, ¿sí?
Asentí avergonzada.
—Angelina, tonta, no estás gorda, estás embarazada.
El cielo se cayó a mis pies...
Mamá debió sentirse asustada, era demasiado joven cuando se embarazó de mí.
El sueño me vencía, me pasé hora tras hora leyendo el diario de mamá, ya era hora de dormir, pero me urgía hacer pipí y, aunque me daba una pereza enorme levantarme de la cama, lo hice a duras penas, ya me había aguantado un montón.
Así toda somnolienta me metí al baño y luego cepillé mis dientes e hidraté mi rostro. Con mi cabello no pude hacer mucho, así que me encaminé de regreso a la habitación. Caminaba con los ojos a medio abrir cuando sentí que alguien me jaló bruscamente y me metió a no sé dónde. Estuve a punto de gritar, pero hábilmente mi raptor me tapó la boca.
Ese olor, ese tacto solo podía ser de alguien: Joaquín. Me metió a su habitación. Cuando se aseguró de mi tranquilidad, y sonrisa bajo su mano, me soltó lentamente.
—Oye, ¿te volviste loco? —le increpé—. Alguien puede vernos.
Hasta el momento hemos respetado la casa, habíamos evitado a toda costa cruzarnos y hablar, Emily llegó a pensar que estábamos peleados, lo sentía mejor así, para evitar sospechas.
—Todos están dormidos.
—Pero...
—Shh. —Selló mis labios con su dedo índice—. Estuve estudiando como loco, necesito eliminar el estrés.
—¿Acaso soy tu juguete? Yo no...
Se inclinó para poseer mi boca; indignada intenté apartarme, pero me mantuvo firme contra su cuerpo, hasta que pude relajarme y seguirle el ritmo. Todo estaba bien, de rato en rato nos separábamos para conseguir aire, pero volvíamos a besarnos con más intensidad. Sin previo aviso, metió su lengua, di un respingo y me separé bruscamente, era la primera vez que lo hacía.
Se quedó mirándome con desconcierto, pero luego con vergüenza.
—Lo siento.
No, no tenía por qué sentirlo, solo me había tomado por sorpresa, pero él sabía que yo era nueva en esto, y torpe.
Le di una sonrisa cálida, y me acerqué para retomar lo de antes, tímidamente intenté imité su acción; al inicio se mostró inseguro, pero luego entendió que quería que me enseñara.
Regresé a mi habitación a la madrugada. Mi hermanita dormía como piedra, para bien.
En cuanto mi cuerpo se encontró con mi cama, me entregué a los brazos de Morfeo.
***
Aquella mañana salí con los chicos canturreando una canción de moda, estaba en medio de mis dos amigas, mientras Yago cargaba con nuestras mochilas.
—Me duele la panza —se quejó Kiara.
—¿Andas en tus días carnala? —Lola le revolvió el cabello.
—Algo así, me está por venir.
—¿Podrían no hablar de sus cosas frente a mí? —se quejó el inocente de nuestro amigo.
Todas nos reímos de él. Pero repentinamente se detuvo, provocando que imitemos su acción. Su rostro se le iluminó.
—¡Mi hermana! —exclamó.
Rápidamente la enfoqué en la salida, y lo que vi hizo que se me parara el corazón... Se estaba besando con Joaquín.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro