Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 21

Como era de esperar, el más afectado fue Joaquín. No mostró ningún signo de sorpresa, ni horror, más bien de decepción, decepción hacia su madre. No sé qué pudo haber ocurrido después que aquel día que la descubrimos en el hotel de mala muerte donde se quedaba su padre biológico. Él no me ha contado si le dijo o preguntó algo.

La expresión indescifrable de su rostro me hizo sentir realmente mal. Joaquín estaba destruido. Y el hombre que contribuyó para su procreación, no era para nada alentador.

—¿Quién es? —insistió exigente.

—Vete —murmuró la señora Tania una vez más—. ¡Lárgate de aquí!

El mequetrefe volvió hacia ella y la fulminó con su tosca mirada. Se acercó más, pero papá no se lo permitió.

—No te atrevas a molestar a mi familia —le advirtió con los ojos echando fuego.

—¿Molestar? ¿Por qué? Yo solo quiero conocer a mi hijo —contestó socarrón.

Volvió hacia los chicos, y los miró con los ojos entrecerrados, quizás para agudizar su visión, o quizás porque el alcohol estaba haciendo sus últimos estragos. Se detuvo por más tiempo en Joaquín, tal vez reconociendo los rasgos que poseía de su madre, porque del hombre solo tenía el color de cabello.

—Pasen —ordenó papá.

Aunque queríamos saber qué pasaría, le obedecimos. Yago intentó jalar a Joaquín, pero este no se lo permitió.

—Soy yo —aseveró con voz firme.

—Joaquín —advirtió papá.

El hombre enclenque enfocó su mirada en mi hermanastro, sin expresión alguna, y bebió un trago de su botella.

—Sí, eres el vivo retrato de tu madre. Ya no me acordaba de tu apariencia.

Ese comentario me hizo recordar que se habían conocido cuando Joaquín tenía doce años por un motivo de urgencia.

La señora Tania tomó el brazo de su hijo.

—Joaquín, no tienes que hablar con este hombre; entremos.

—Quiero hablar con él —aseguró muy decidido sin dejar de mirar fijamente a su padre biológico.

—Hijo... —prosiguió papá.

Joaquín lo miró con ternura, como un hijo mira a su papá para tranquilizarlo, para decirle que todo estará bien.

—Está bien papá, puedo manejarlo.

Papá asintió y le palmeó el hombro, luego le lanzó una mirada de advertencia al hombre fastidioso.

—Gonzalo, no... —pidió su esposa.

—Entremos, Joaquín sabe lo que hace.

Aunque evidentemente la señora no estaba de acuerdo, accedió. ¿Por qué se negaba a que su hijo se encontrara con su padre biológico? ¿Por qué ese día buscó a ese hombre? ¿Qué ocultaba?

Nadie dijo nada cuando entramos. Papá y su esposa tenían una conversación pendiente, así que entraron a su habitación; Irene estaba preocupada por Joaquín, pero no podía hacer nada. Su papá llegó a recogerla con su hermano. Lola iba a quedarse con nosotras, así que subimos a nuestro cuarto. Mimí empezó a lagrimear, también se sentía mal por su hermano.

—Pobrecito mi hermanito —gimoteó.

Lola la abrazó.

—Ven aquí chaparra.

Yo tampoco podía estar tranquila, Joaquín me abrió su corazón tiempo atrás, incluso lo acompañé al posible encuentro que iba a tener con su papá... ¿Qué estaría pasando? ¿Qué pasado nos enredaba en una mala jugada?

La respuesta la encontraría únicamente en el diario de mamá.

08/03/2001

La titánica rapidez con que los días pasaron me dejaron un mísero respiro de mi Gonzalo. El sol no se convirtió en nuestro cómplice, decidió brillar menos tiempo dejándonos con ganas de que el día durase más. Las horas se redujeron a segundos, y las palabras en suspiros.

El miedo de él haya cambiado, o que no me mirase como antes, no me dejaba tranquila, pero nada de lo que tanto me asustaba sucedió. Gonzalo era el mismo de siempre, atento, caballero, y completamente él.

¿Quieres ir al cine? —me preguntó una tarde en la que estábamos sentados bajo la apacible sombra de un árbol, de la Plazuela el recreo.

Me emocioné y asentí repetidas veces.

¡Sí! contesté emocionada.

—De acuerdo, ya entendí que te encanta la idea —rio—. No te vayas a dislocar el cuello.

—No seas burlón. —Le di un suave golpe en el hombro.

Con prisa caminamos hacia el Jirón Ayacucho, donde quedaba el famoso cine con el mismo nombre. El local era una casona, de paredes blancas y franjas azules. En letras grandes decía: Cine, teatro AYACUCHO.

—¿Qué quieres ver? —le pregunté.

Gonzalo divisó la cartelera; la película más taquillera era los 102 dálmatas. Comprendí que esa era la que quería ver.

—¿Cuál quieres ver tú?

—Los 102 dálmatas.

Su sonrisa se amplió.

—Yo también, veamos esa.

En medio de la oscuridad, lloré, reí, e incluso aplaudí. Nunca me había gustado tanto una película, como Titanic cuando él me la enseñó años atrás.

Salimos del cine tarde ya. Aunque el sol nos daba la espalda, su amiga la luna nos acompañaba en nuestro mágico encuentro.

Los faroles de incipiente luz amarilla de las calles del centro, también se unieron en nuestra lenta y blanda caminata. Hubo un momento en la que no dejábamos de hablar de la película y la excelente actuación de la villana, pero hubo un momento en el que nos quedamos callados, serenos, en el que solo se oía nuestras respiraciones, nuestras pisadas y el andar de los carros. Hubo un momento donde inspiramos tensión y nerviosismo. Hubo un momento dónde nuestras manos se golpearon con suavidad. Hubo un momento dónde nuestras miradas se encontraron y se dijeron un te quiero y un te espero.

Gonzalo se restregó la mano en el muslo, y apretó la tela de su pantalón con indecisión. Bajé la mirada y sonreí. Lentamente y con las mejillas ardiendo, sujeté su mano. Al inicio se sorprendió, y poco a poco entrelazó sus dedos con los míos.

Continuamos caminando en silencio, pero unidos. Estaba tan embelesada que no fui consciente en el momento que llegamos, sino cuando vislumbré el portón. Él se paró frente a mí sin soltar mi mano, me miró a los ojos y besó mi frente.

—Te quiero Angelina —susurró—. Quiero estar contigo.

Su voz gruesa y profunda hizo temblar mi cuerpo entero. Yo también quería estar con él, me moría por estar con él, para siempre...

El fuerte palpitar de nuestros corazones se entrevieron en el momento que él se inclinó para alcanzar mis labios. Su boca era caliente, primorosa. Sus labios gruesos se unieron a los míos, se conocieron, se indagaron, y se amaron.

Estábamos tan nerviosos que nos equivocamos, pero cada error era tremendamente deleitoso. Gonzalo, mi Gonzalo...

Cerré el diario en el momento que recibí un mensaje en el WhatsApp, era de Joaquín. Ya era muy tarde.

¿Puedes venir al patio?

Ni bien lo dijo, bajé corriendo, pero sin hacer bulla para no despertar al resto. Mi corazón latía, a cada metro que me acercaba. ¿Qué le pasaría? ¿Qué tendría para decirme?

Lo encontré de pie mirando al negro cielo. Con cautela me acerqué, pero no dije nada. Él me sintió, porque lentamente se giró hacia mí. Por lo poco que pude ver, sus ojos estaban llorosos. Joaquín tampoco dijo nada, simplemente cortó el espacio, me estrechó en sus brazos, y sollozó mi nombre. 



He crecido junto a mi padre, no quiero imaginarme como habría sido mi infancia sin él...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro