Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 19

El tiempo se congeló al igual que mi corazón. ¿Gonzalo iba a irse? Mis piernas empezaron a temblar y algo doloroso se situó en mi garganta, algo así como un nudo que no era capaz de tragar. Mi todo, mi vida entera giraba a su alrededor, él era la fuerza que yo necesitaba para levantarme cada día y continuar, él me hacía reír, él me entendía, él conversaba conmigo y me animaba, ¿qué iba a hacer yo sin él?

Todo empezó a nublarse en mi vista, era como si mi alma se hubiera escapado de mi cuerpo. Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas; intenté salir, pero tropecé captando su atención. La mirada dolida de Gonzalo se clavó en la mía, y dolió aún más.

—Angelina... —sollozó.

Mi nombre en sus labios sonó triste, una combinación de dulce y amargo.

Empecé a correr con desesperación en las calles de Pizarro, el viento golpeaba mi cara, elevaba mi cabello suelto y me golpeaba el alma. Escuchaba su voz detrás de mí, llamaba mi nombre, quería detenerme, quería decirle que no se fuera, quería decirle que permanezca a mi lado, pero no podía, no podía... No tenía nada que ofrecerle más que mi amor puro y sincero. Él tenía que estar junto a su papá, él tenía que avanzar, tenía que terminar el colegio e ir a la universidad, y yo... yo no podía darle nada de eso.

Estaba luchando conmigo misma, pero estaba resuelta. Sin embargo, todo debió haber estado en mi contra; cuando mis pies empezaron a atravesar la plazuela donde habíamos conversado tantas veces, se enredaron, me traicionaron y me hicieron caer de bruces. Lo último que vi fue el piso pegado a mi rostro. Lloré más, me dolía el cuerpo, pero no tanto como el alma. No conseguí levantarme, no conseguí moverme ni un pelo, el dolor físico no era tanto como el profundo dolor que sentía por dentro.

—Angelina... —Su voz atravesó cada poro de mi piel, me enredó, me llevó al cielo y me trajo de vuelta.

Lo último que supe fue que me ayudó a ponerme en pie, sacudió el polvo de mi ropa, y se mantuvo en silencio. No tengo noción de cuánto tiempo lloré ni cuánto pasó para que por fin pudiese calmarme. Él solo me escuchó, y al final me abrazó.

Querido diario, no tengo más fuerzas para escribir, gracias por siempre comprenderme.

15/01/1999

Ha pasado Navidad y año nuevo, ambas fechas la pasé junto a Gonzalo y su padre, todo fue risas y felicidad. Ninguno sacó el tema de su pronta partida hasta el día de hoy. Les acompañé al terminal de buses, Gonzalo sonreía, pero sus ojos destilaban angustia. El acarició mi cabeza, sus largos dedos se deslizaron con destreza por las hebras de mi cabello, él volvió a sonreírme con ternura, y lentamente depositó un suave beso en mi frente.

—No llores demasiado, ¿de acuerdo?

Asentí, pero ya estaba derramando lágrimas a cántaros.

—Cuídate mucho Angelina —continuó su papá—; a través de una carta te haremos llegar nuestro nuevo número telefónico, solo debes escribirnos si necesitas algo.

—Sí señor —gimoteé.

Y sin decir más tomaron sus maletas y subieron al autobús. Gonzalo se sentó junto a la ventana y la abrió para verme. Cuando el vehículo empezó a andar, mi corazón se agitó de temor, de temor de no verlo nunca más. Mis pies intentaron moverse a su ritmo.

—¡Te escribiré en cuanto llegue! —vociferó él—. ¡Cuídate mucho Angelina! ¡No dejes de comer!

Me detuve y le sonreí hasta que desapareció de mi vista, y entonces lloré más, mucho más... Me pregunto si él también lloró en el trayecto...


Me mataba la curiosidad de saber si papá también lloró cuando dejó a mamá, así que cerré el diario y lo guardé en mi mesita de noche. Bajé las escaleras corriendo y lo busqué por toda la primera planta, él no estaba por ningún lado. Por el contrario, encontré a la señora Tania regando las plantas junto a Joaquín en el pequeño jardín de la casa.

—¿Qué sucede?, ¿por qué corres así? —cuestionó ella.

Me quedé seca, se me vino a la mente la razón del por qué buscaba a papá, no podía responderle eso, ni tampoco se me ocurrió otra razón coherente.

—Yo... —titubeé. De reojo pude ver la mirada inquisitiva de mi hermanastro.

—Si no tienes nada qué hacer ayúdame con las plantas, tengo cosas que hacer.

—Sí, no hay problema.

—Gracias. Pasaré por la pastelería, ¿hay algo que quieras que te traiga?

—No señora.

—¿Y tú, hijo? —Se giró hacia él.

—Yo menos.

—Ya, trabajen juntos, ya vuelvo.

En cuanto desapareció me quedé parada como poste sin saber qué hacer. No sé desde cuando empecé a sentirme tensa estando cerca de Joaquín, ¿podría él notarlo? Aunque ni se inmutó y siguió regando el césped con la manguera, yo conseguí coger la regadera pequeña y me puse a chipotear las plantas pequeñas. Me sentía incómoda de ese modo, pero no dije una sola palabra. Estaba por terminar con la última, cuando de repente sentí unas frías gotas de agua sobre mi cuello, di un respingo y volteé alarmada, había sido Joaquín. Su sonrisa juguetona me puso la piel de gallina.

—¿Qué estás haciendo?

Como respuesta me salpicó más agua.

—¡Oye! —chillé y repetí su travesura con el agua de la regadera.

El juego comenzó y nos mojamos con la manguera, enlodamos todo el jardín y lo convertimos en un chiquero. Al final terminamos embarrados y metidos en problemas, a su mamá no le iba a gustar para nada el cuchitril en el que convertirnos su hermoso vergel, pero al menos sirvió para que él y yo nos "reconciliáramos". Gracias a nuestros carnavales logramos volver a nuestra antigua relación, aunque las extrañas sensaciones que él había empezado a sembrar en mí, aún seguían vigentes.

Por la noche me dio una infernal garrotera que no me dejaba dormir, caminé de un lado a otro hasta que decidí ventilarme en la mini sala del segundo piso. Me la pasé sentada como una hora viendo memes.

—¿Hija? —Era la voz de papá. Encendió la luz y se sentó junto a mí—. ¿No puedes dormir?

—Me duele la cabeza y la garganta.

Tocó mi frente y al comprobar que no tenía temperatura negó con la cabeza.

—¿Quieres que vaya por medicina?

—Ya tomé una pastilla, ya se me pasará.

Papá me revolvió el cabello y me brindó su brazo. Me sentía demasiado bien bajo su protección. Papá se había ganado mi cariño por completo. Recordé lo del diario, era el momento de preguntarle.

—Papá.

—¿Mmm?

—¿Recuerdas cuando fue la primera vez que te separaste de mi mamá?

El hizo un corto silencio y asintió.

—Aun éramos unos niños. Tuve que regresar a Lima con mi papá; me dolió mucho dejarla.

Ya no pude aguantarme más.

—¿Lloraste?

—A moco tendido —rio—, incluso me puse a escuchar música corta venas.

No sé por qué, pero sentí satisfacción.

—¿En serio?

—Sí. Tu abuelo era fanático de Miguel Bosé.

—¿Quién es?

—Un cantante que seguramente ni por equivocación has escuchado.

Reí y negué con la cabeza.

—La cuestión es que solía escuchar una canción llamada "Amiga" en su disco de vinilo, y desde que la escuché, esa canción se volvió mi himno, conecté mágicamente con ella, parecía que su letra estaba escrita para Angelina y para mí. La escuchaba una y otra vez.

Abracé más a mi padre y solté un suspiro. En cuanto volví a mi cuarto busqué la canción y me quedé pegada a ella, era tan profunda que me llegó al alma y me hizo soltar unas cuantas lágrimas al recordar a mi madre.

***

La navidad finalmente llegó, era la primera vez que pasaba la navidad sin mamá, y la primera vez que lo pasaba junto a papá. De cualquier modo, en la noche buena mi madrasta horneó un pavo enorme y panes pequeños. Invitamos a mi amiga Lola para la celebración ya que ella no tenía con quien pasarla; la diversión estaba asegurada. Llegó desde temprano y nos ayudó con los preparativos.

—Está quedando todo padrísimo mi carnala —dijo.

—Ya tengo hambre —siseó mi hermanita—, ¿tenemos que esperar hasta las doce?

Mi amiga le revolvió el cabello, buscó algo en el bolsillo de su pantalón jean y sacó un sándwich.

—Anda, cómetelo, que no te ruja la panza.

—Gracias Loli —dijo casi derramando una lagrimita.

—Ya chicos, vamos a la cuenta regresiva —instó papá con su bombarda de confeti en mano.

Nos reunimos todos en la sala junto al árbol de navidad para hacer la cuenta regresiva. Estuvimos a la expectativa, ya solo faltaba diez minutos.

—Esta será la mejor navidad porque tenemos a Jas —dijo mi hermanita.

La acerqué a mí y besé su cabeza. En los últimos meses se había dado un buen estirón, no le faltaba mucho para alcanzarme.

—Y también a mí, ¿o no? —jugueteó Lola.

—Claro que sí. —Joaquín posó su brazo en sus hombros.

—Esperen, tengo que ir al baño —indicó papá saliendo a la volada.

—¡Gonzalo! —riñó la señora Tania negando con la cabeza—. Esperen, creo que tengo otra bombarda, ya vengo.

Estuvo por irse cuando el llamado del timbre captó nuestra atención. Intercambiamos miradas inquisitivas entre nosotros.

—Pero quién será a esta hora... —Mi madrastra frunció el ceño.

—Voy a abrir —se ofreció Joaquín.

—No, voy yo.

Todos nos quedamos a la expectativa, con nuestras miradas pegadas a la entrada. Y cuando escuchamos los pasos de varias personas, nuestra curiosidad aumentó más. Primero se asomó la señora Tania, y cuando los que le siguieron hicieron acto de presencia, nuestras quijadas cayeron al suelo. Se trataba de nada más y nada menos que de Irene y Yago. Parecía que una modelo ingresaba a la sala, despampanante con su vestido rojo de lentejuelas, tacones altos y maquillaje perfecto, seguida de su guardaespaldas con su icónica casaca de cuero.

—¡Yago! —Mimí saltó del sofá a sus brazos.

—Hola princesa. Hola chicos.

—Ándale qué sorpresota. —Lola le tiró un puño amistoso.

Irene se prendió de mi hermanastro y explicó:

—Lamentamos interrumpir su cena familiar, pero nos botaron.

Mi papá regresó y no pudo disfrazar su expresión preguntona.

—Los chicos pasarán noche buena con nosotros —manifestó la señora Tania.

—La cena en mi casa se arruinó —chicheó Irene con algo de tristeza en su voz—, mis papás empezaron a discutir, mamá se fue a pasar navidad con su familia y papá con la suya.

—Querían separarnos uno a cada lado —continuó Yago—, y como Irene no puede vivir sin mí nos vinimos aquí.

—Hicieron bien —dijo papá—, siempre son bien recibidos aquí.

Irene sonrió en agradecimiento.

—Aquí los queremos mucho. —La señora Tania la abrazó.

Me sentí mal por ellos, parecía que sus papás les hacían mucho daño, pero por otro lado ambos eran muy unidos, se tenía el uno al otro y así iba a ser para toda la vida.

Después que el reloj marcó la media noche, nos fuimos a la mesa. Irene trajo un vino caro de su casa, estaba demasiado rico, pero evité beber cualquier tipo de alcohol por mis antecedentes. Nos divertimos a montones, bailamos, jugamos, y bailamos otra vez. Papá y la señora Tania fueron los primeros en caer, y aunque los chicos apostaron que las mujeres íbamos a ser las primeras en caer, los primeros fueron ellos. Finalmente, ya cansadas cerca de la madrugada, nos fuimos a dormir.

—Jas, ¿tienes ropa de dormir que me puedas prestar? —Irene lanzó sus tacones.

—Sí, déjame buscar algo para ti.

Lola toda descarada se desvistió sin miramientos.

—Oye güerita, ¿no te cansas de esos zancos?

—Lo mismo digo —continuó Mimí—, debes tener los pies hinchados.

—Antes muerta que simplona —bromeó—. La verdad es que ya me acostumbré, desde que gané el reinado no he dejado de usarlos.

Irene ganó el concurso de belleza, y bien merecido, fue la más bonita, la más estudiada y la más talentosa. Se veía como una princesa de Disney con su vestido azul eléctrico. Logramos asistir a su coronación y felicitarla por su gran logro; sus papás llegaron tarde, pero llegaron, aunque Yago se veía muy disgustado con ellos, no dejaba de farfullar que eran adoptados, Irene lo calmó y lo abrazó.

—Muero de sueño —bostezó Mimí—. ¿Quién duerme conmigo, Lola o Irene?

—Lola, yo no vuelvo a dormir contigo jamás, duermes horrible —se quejó Irene.

Mi hermanita le sacó la lengua.

—Sabes que te odio, ¿no?

—Lo sé, siempre lo supe.

Nos reímos y nos acostamos a la misma vez. Ni bien mi cuerpo tocó la cama entré a un mundo de unicornios y dulces, pero de pronto se transformó en un mundo negro con asesinos en serie y todo tipo de extravagancias. Rodé de un lado a otro hasta que desperté, estaba llena de sudor y respiraba agitada, fue una pesadilla horrible. Giré hacia mi derecha, Irene no estaba. Lo primero que se me vino a la mente provocó una punzada en mi pecho. Quise volverme a dormir, pero no pude, la incertidumbre no me dejaba en paz, ya no podía soportarlo más. A tientas busqué mi celular y me alumbré para no despertar a las chicas, Lola dormía abrazada y empiernada con mi hermana.

Sin hacer ruido salí de la habitación, todo era silencio, no se escuchaba absolutamente nada. Mi mirada se desvió hacia la habitación de Joaquín, la puerta estaba entreabierta. Mis pies sin previo aviso me llevaron hasta ella, no pude evitarlo, mordiéndome los labios la abrí un poco más, Joaquín no estaba ahí, solo estaba Yago que roncaba con gran sonoridad. Algo dentro de mí se quebró. ¿Qué te pasa Jasmine?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro