Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 17

Nuestras miradas se quedaron quietas; por primera vez nos miramos a los ojos desde ese incidente. Ninguno fue capaz de emitir palabra alguna. Se sintió pesado y extraño. Mi corazón no dejaba de martillarme el pecho, y un nudo se agrandaba en mi estómago.

—¿Qué haces aquí? —Yago por fin rompió el silencio.

Yo también quería saber qué hacía allí. ¿Por qué había aparecido así de repente? Busqué en su mirada alguna respuesta, pero la forma en que me miraba era tan extraña que no lograba descifrarla. Ningún chico me había visto de esa manera antes, así que no sabía de qué se trataba. Por un momento lo sentí como un verdadero hermano, como un hermano mayor que iba en búsqueda de su hermana menor a la casa de su enamorado. Pero ni Yago era mi enamorado, ni Joaquín mi hermano.

—¿Vienes a ver a mi hermana? —continuó Yago.

Aunque me costaba bastante, no me perdí nada de su expresión y me atreví a mirarle fijamente. Quería escuchar su respuesta. ¿Qué quería escuchar? ¿Quería escuchar que había ido por mí? ¿Por qué?

—Sí —dijo al fin rompiendo el suspenso creado en mi cabeza. Dejó de mirarme también.

Inevitablemente bajé la mirada. Sentí una fuerte opresión en el pecho. ¿Qué esperaba? Era lo más lógico, no era Mimí ni Irene. No era importante para él.

—Ella no está, se fue a eso de su reinado.

Aun con el cuerpo pesado puse la cartera en mis hombros.

—Ya es hora de irme Yago —le dije sonriendo—. Nos vemos mañana.

—¡Espera, iré a dejarte!

—Irá conmigo —intervino Joaquín. Una punzada en el pecho—. De seguro que Irene tarda más.

Los hombros de Yago descendieron.

—Ah... —Se rascó la cabeza—. Entonces chau.

Salimos de la casa en un silencio incómodo y sepulcral. Mis manos estaban sudando y cada vez me costaba más respirar. ¿Por qué tenía que ser así de difícil cuando vivíamos bajo el mismo techo?

Dimos unos cuantos pasos en la misma situación, hasta que mi corazón se detuvo cuando él me agarró del brazo. Debido al impulso me giré de golpe y quedamos muy cerca. Agrandé mis redondos ojos. Mi pecho subía y bajaba frenético. ¿Él también se sentía sí, o solo era yo?

—Jasmine... —habló tan bajo, pero yo lograba escucharlo con claridad. Su mirada era fija e intensa. Iba a decirme algo y eso me ponía nerviosa. Parecía que lo que iba a decir, no le era fácil—. Jasmine...

El motor de un vehículo le hizo soltarme y romper ese momento tenso al instante. Ambos desviamos nuestras miradas al taxi negro que se acababa de estacionar frente a nosotros. Irene bajó de el con su vestido de lentejuelas negro, y tacones altos. No podía dejar de sentirme insignificante junto a ella.

—Amor, no me dijiste que venías. —Se colgó de su cuello y besó sus labios.

No podía mirar más. Todo ese nerviosismo se convirtió en contrariedad. Seguí mi camino sintiéndome fatal. No me importaba si tenía que volver sola de noche, solo quería desaparecer de ahí.

—Jas, ¿ya te vas? —Me detuve al llamado de Irene.

Me giré y le intenté sonreír. Ni siquiera podía verle a él. Tampoco quería hacerlo.

—Sí, tengo cosas que hacer. Nos vemos mañana. —Volví a caminar lo más rápido que pude.

Sentía la humedad en mis ojos en cada paso que daba. ¿Qué me ocurría? ¿Por qué estaba así? ¿Por qué sentía tantas ganas de llorar? Sabía la respuesta, aunque estaba ciertamente confundida. Todo era nuevo y extraño para mí. Sobre todo, con él. Quería aferrarme a la idea de que estaba enredada. Había sido mi primer beso, era lógico que me sintiera así. Pero no era correcto, todo estaba en contra. Él tenía enamorada, una hermosa, por cierto. No iba a dejar de verla para fijarse en mí. Ja. Como si eso fuera lo peor. Estaba empezando a sentir cosas extrañas por mi hermanastro.

¿Qué habría querido decirme? Seguramente arreglar las cosas, decirme que todo había sido una equivocación, que los chicos a veces hacen cosas que no deben, que no se volvería a repetir, y que nos comportáramos como hermanos. Sí, eso quería decirme. Y era lo mejor. Yo debía ser la misma de antes, eliminar mis pensamientos extraños y actuar como una hermana, aunque no lo fuéramos. Sí, eso debía hacer, decirle que no pasó nada y actuar como en un inicio.

Un grupo de muchachos silbaron cuando pasé de ellos. Los ignoré y caminé más rápido.

—¡Jas!

Me quedé de piedra ante el llamado. ¿Era Joaquín? Me giré con lentitud, y los nervios que empezaban a emanar se convirtieron en desilusión otra vez. Era Yago.

—Fideo, caminas rápido —dijo alcanzándome—. Como Joaquín se quedó vine a acompañarte.

—No te preocupes, no es necesario.

—Tranqui, vamos te dejo. —Me instó a caminar.

***

Después de dar el segundo sumativo, en el que sí me fue bien, y alresto también;, los profesores creyeron necesario distraernos en un domingo de deportes y Gincana. No sé cómo, pero quedé seleccionada para jugar voleibol con Lola y Kiara. Armamos un equipo y competimos con otros salones. Kiara era la matadora, se desenvolvía con destreza, y tenía mucha fuerza. Yo era buena recepcionando, y Lola armando. Logramos llegar a la final, pero perdimos con el salón de letras donde había jugado Luana. Luego empezó a fanfarronear que ella por poco y fue admitida en la selección nacional. Lola no tardó en bajarla de su nube.

Después fuimos a la canchita de futbol para apoyar a los chicos de ciencias. No sabía que Yago y Joaquín eran parte del equipo. Me quedé sorprendida por sus habilidades para jugar ese deporte. ¿Todos los chicos son buenos jugando al futbol?

—Yago y Joaquín jugaban en el equipo del cole —dijo Irene sentándose a mi lado.

Desde la tribuna se podía ver bien ambos eran delanteros y tenían complicidad para pasarse la pelota. Manejaban varios trucos y se hablaban sin decir palabra alguna. Joaquín esquivó a dos muchachos del equipo contrario, y le pasó la pelota a Yago. Este la alternó entre sus pies y la pateó hacia el arco.

—¡Gol! —gritaron los chicos de ciencias.

Yago corrió hacia Joaquín y se chocaron los puños.

—Mi equipo está perdiendo, pero mi enamorado y hermano están ganando. No sé si hacer barra o no —bromeó Irene.

—Tu equipo ya ganó en vóley, puedes hacer barra —le dije.

Ella obedeció y saltó moviendo su corneta. Parecía una sexy porrista con su minifalda y polo azul de licra.

Luego que nuestro equipo de ciencias ganara en futbol, jugamos la soga, revienta globos, la cuchara y el huevo, entre otros. Ganamos en la mayoría, así que quedamos como los ganadores finales. Aunque terminamos sudados y cansados, no dejábamos de sonreír. Y nos obligaron a Joaquín y a mí para prestar la casa para "una pequeña celebración" ya que mi papá había viajado a Lima, y la señora Tania había acompañado a Mimí a un viaje escolar.

Invitaron a varios chicos, incluso a los de letras. Nos fuimos caminando en mancha hacia la casa. Algunos se desviaron para comprar bebidas y bocaditos.

—Nadie se va sin limpiar —advirtió Joaquín cuando llegamos.

Tadeo prendió el plasma y empezó a reproducir canciones de Maluma y Bad Buny. Primero empezamos a conversar y comer, después empezamos a bailar. Bailar en grupo con mis amigas no pudo haber sido más divertido. Cantábamos y nos contoneábamos al ritmo de la música. Todo era risas y más risas.

—Ya, baila conmigo. —Yago me atrajo hacia él tomándome de la cintura.

—¡Uh! ¡Uh! —corearon mis amigas.

Yo solo reía como loca. Lola me convenció en tomar "cerveza para chicas", que no sabía amargo como las normales. Y aunque tomé poco, el alcohol estaba haciendo efecto.

—Eres mucho mejor bailando Break dance —le fastidié a Yago.

—Hago mi mejor esfuerzo fideo —susurró cerca de mi oído erizando mi piel.

La cabeza me dolía así que la recosté en su hombro. Ya no bailábamos reguetón, bailábamos vals, aunque la música no era lenta ni melodiosa.

Sin querer vi bailando a Irene con un chico de cejas muy gruesas, así que inconscientemente me pregunté por Joaquín. Mi mirada lo buscó por toda la sala, hasta que se cruzó con la de él. Estaba sentado en el mueble y cruzamos mirada por microsegundos. Mi cara estaba caliente. El alcohol no era suficiente para opacar mi cobardía. Volví la mirada a Yago.

Yago no dejaba de hacerme reír a carcajadas, o tal vez era el efecto del alcohol que había subido a mi cabeza. Me arrepentí de haber tomado. Mi cuerpo se movía y se movía, pero parecía que no obedecía mis órdenes, parecía que mi mente se había desconectado de mi cuerpo. Me sentía muy mal.

—¿Qué pasa fideo? —cuestionó él—. Pareces gelatina.

—Me duele todo, quiero subir a mi cuarto.

—Está bien.

Pasamos entre los chicos. Sentí inmensas ganas de vomitar, el olor a sudor, el calor, el olor alcohol, revolvían mi estómago. Apenas y podía subir las escaleras. Yago me cargó. Todo daba vueltas y vueltas. Qué sensación tan desagradable. Cuando me puso en el suelo, parecía que este se alejaba cada vez que intentaba avanzar. Me tambaleé.

—Está bien, ya estamos aquí. —Abrió la puerta de mi cuarto.

Sin dejar de sostenerme, prendió la luz y me echó sobre mi cama. Mis ojos empezaban a cerrarse.

—Eres una pollita... —Él hablaba, pero no captaba todo lo que decía.

Sentí la presencia de alguien más y su voz calmada. Creo que era Joaquín. Mis párpados pesaban, ya no podía tener mis ojos abiertos. Estaba intercambiando palabras con Yago.

—Será mejor que bajes...

—¿Tú si puedes estar aquí...?

—Jasmine, ¿estás bien? —Alguien se sentó a mi lado. Otra vez creo que era Joaquín.

Ya ni siquiera podía emitir palabra alguna. Y el ruido de sus voces me hacía doler la cabeza. Alguien tocó mi rostro. Todo se puso negro.

***

El calor y sudor empapado en mi cuello y rostro me obligó a despertarme. Parecía que tenía una piedra en mi cabeza. La boca la tenía seca. Eso me hizo prometer que jamás volvería a ingerir alcohol. Mis ojos seguían pesados y pegados con legañas. Las paredes de la habitación me parecían extrañas. ¿Dónde estaba?

Me senté con dificultad en la cama y me restregué la cara con las manos. Al abrir bien mis ojos reconocí que... ¡Estaba en el cuarto de Joaquín! Miré hacia mi izquierda y... ¡él dormía plácidamente a mi lado! ¡Qué rayos!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro