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Capítulo 12

Otro infarto. Me quedé perpleja. Ella iba a reclamarme por lo del beso, iba a dejarme muy en claro que Joaquín era su enamorado, aunque yo no tenía la culpa de nada, más que aceptar jugar a la botella borracha. Tragué saliva.

—S-sí —contesté temerosa.

El sonido de sus zapatos moviéndose hacia mí me congelaron el alma. Pero lo que hizo me dejó más confusa; se lanzó en mi cama boca arriba tal y como lo había hecho Mimí hace unos instantes.

—Es que necesito un consejo neutral, cuñis.

¿Cuñis? ¿Ella aún no sabía que Joaquín y yo no éramos hermanos? ¿Qué pasa con ella?

—¿Qué sucede? —pregunté temerosa.

—¿Crees que tengo potencial para ser reina de belleza?

De pies a cabeza. Es delgada, bonita, alta; todo en ella resplandece.

—Claro que sí.

—¿De verdad? —Se sentó para buscar mi mirada.

Asentí muy segura.

—¿Por qué lo preguntas?

—Mira. —Sacó su celular y tecleó rápidamente con sus uñas largas de tigresa—. Un anuncio de casting para Miss Trujillo. Quiero participar, pero no estoy segura.

El anuncio era por Facebook en una página llamada: Reinas de belleza. Se mostraba los requisitos para participar en el casting de Miss Trujillo 2019-2020. Irene reunía cada una de esas cualidades.

—Creo que eres perfecta para ese concurso.

—¿Lo dices en serio Jasmine? —Su mirada era tierna, pero su delineado grueso en solo los extremos de los párpados, la hacían ver intimidante y fuerte.

—Claro que sí.

—La ganadora de Miss Trujillo participará en Miss Perú.

—¡Es una gran oportunidad!

—Por eso estoy tan miedosa.

—Creo que lo harás muy bien.

—Mañana es el casting; ¿me acompañarías?

—¿Yo? —Abrí bien mis ojos.

—No quiero que nadie sepa de esto, pero tampoco quiero estar sola. ¿Entiendes?

—Mm... sí, creo que sí...

No sé cómo, pero terminé acompañando a Irene a su casting de Miss Trujillo en el centro cultural, frente a la Plaza de Armas. La instalación era de un estilo colonial, una casona en sí, tal y como mamá describía la casa de papá en esos tiempos. Las habitaciones que pude recorrer, estaban pintadas de un hueso oscuro, con puertas enormes de madera brillante al igual que sus pisos. Lámparas elegantes que colgaban del techo. Quedé maravillada con el salón de pinturas magníficas, que me dejaron aturdida ante semejante talento plasmado en lienzos. Dos patios amplios donde uno en especial, estaba adornado para el desfile con una alfombra roja, arreglos florares, sillas y luces por doquier.

Irene pasó el pre casting sin ningún problema, pero se sentía nerviosa hacia el casting final. La acompañé a los vestidores; todas debían utilizar ropa sport elegante en color negro. Ella decidió utilizar un enterizo cuello halter, que le quedaba entallado, pero no apretado. Sus tacones punta aguja la hacían ver más alta y sofisticada. Y su cabello miel atado en un moño tomate y su soberbio maquillaje, la hacía resaltar sobre las demás. No había duda que iba a ser aceptada, según mis cálculos.

Un promedio de treinta señoritas, fueron aceptadas para el casting final. Modelaban en la pasarela, decían su nombre, su edad, su talento... Irene practicaba y practicaba lo que iba a decir. Estaba muy nerviosa. Finalmente llamaron su nombre.

—Dame suerte, Jasmine.

—Mucha suerte.

Irene descendió por las escaleras hacia el patio con pasos bien practicados, punta tacón, punta tacón. Según me había comentado, llevaba clases de modelaje algunas tardes. Cuando el presentador le dio la palabra, no dejó atrás su simpatía y buena expresión. Desbordó glamour y belleza por doquier. Se reunió con las demás candidatas con una mano en la cintura y una sonrisa coqueta. Me miró y le enseñé mi antiestético dedo pulgar dándole aliento. Realmente parecía la cuñada abnegada que no era.

El momento esperado llegó y, creo que, estaba tan o más nerviosa que Irene. Solo saldría un total de doce candidatas para Miss Trujillo. Llamaron una llamaron otra y otra, pero no a Irene. La vi y encontré en su mirada mucho desaliento cuando llamaron a la séptima candidata. Hasta que finalmente su nombre se escuchó en la voz del presentador. Casi salta de alegría. Dio dos pasos adelante, saludó y sonrió con franqueza. La entrevistaron y, cuando terminó, corrió hacia mí y me dio un fuerte abrazo.

—¡Felicitaciones Irene!

—¡No lo puedo creer! —Se separó de mí—. Muchas gracias Jasmine.

—¡Irene!

Nos giramos hacia el llamado. Una pareja se apresuraba hacia nosotros y, junto a ellos, Yago. Supuse que se traba de sus papás. Detrás venían Luana y Joaquín.

—¡Están aquí! —Irene no se pudo contener las lágrimas—. ¿Cómo se enteraron?

Se abrazaron, la felicitaron, y obviamente le increparon el no haberles avisado. Mientras estaban concentrados, me recorrió una sensación extraña cuando Joaquín se acercó a mí. De hecho, fue el único que reparó en mi presencia.

—¿Estabas aquí todo el tiempo?

—Algo así —contesté, sin tener la capacidad de mirarle directamente a los ojos—. Ella me pidió que la acompañara.

Su petrificada expresión con el ceño fruncido, me dio a entender que no comprendía su confusa actitud; evidentemente Irene y yo apenas nos conocíamos. Ni yo lo acababa de entender, pero no me había arrepentido de acompañarla.

Después de celebrar la admisión de Irene al concurso, nos fueron a dejar a casa. El domingo que estaba por venir, iba a ser el primer examen sumativo, y yo aún no sabía a qué carrera postular. El sábado por la noche, me la pasé estudiando arduamente para el primer examen. Últimamente me estaba descuidando mucho. Repasé letras y aprendí las fórmulas que nos habían enseñado; también intenté resolver algunos ejercicios del banco de preguntas que papá me había regalado, pero me quedé estancada en uno de álgebra. Solo había una persona que podía ayudarme: Joaquín. Miré la hora y marcaba las once y media. Mimí estaba profundamente dormida. Me recosté sobre la mesa sin saber qué hacer. Tomé mi banco de preguntas y me dirigí hacia la puerta, de pronto me arrepentí y regresé a mi escritorio. ¿Por qué todo es complicado para mí? ¿O yo soy la complicada? Nuevamente miré frustrada el ejercicio, y me armé de valor para ir a su cuarto. La luz encendida me dijo que también estaba despierto, seguramente estaría estudiando como yo. Toqué la puerta suavemente.

—Pasa —dijo secamente.

Inspiré profundamente y abrí la puerta. Me equivoqué al pensar que estaría estudiando, él estaba echado en su cama mirando su celular con los audífonos puestos. Se los quitó y sentó mirándome con inquietud.

—Jasmine... ¿qué necesitas?

—Es que... —miré al libro que traía en mano para darme a entender más fácilmente— no comprendo un ejercicio de física.

—¿Estás estudiando para el examen de mañana?

—Sí. ¿Tú no?

—No; estoy en modo de relajo. Deberías hacer lo mismo.

No entendía por qué me decía eso, teníamos un examen al día siguiente y... ¿él pensaba en relajarse? Al notar mi confundida expresión, intentó explicarme.

—Te pondrás más nerviosa si estudias desesperadamente un día anterior, no te alcanzará el tiempo para que repases todo y eso te pondrá más ansiosa. Claro que tenías que haber estudiado antes, ¿no?

—Sí... pero aun así...

—Hazme caso, no te estreses por demás. Confía en ti.

Todas estas palabras acompañadas por una sonrisa me convencieron totalmente. Tenía razón, toda la semana me la había pasado estudiando para ese examen.

—¿Tú qué haces para relajarte? —pregunté.

—Mirar videos en YouTube. Videos de trucos, para ser exacto. Recién acabo de aprender uno, ¿quieres ver?

Asentí intentando sonreír.

—Ven, siéntate aquí —me invitó señalando un espacio en su cama.

Accedí mientras él se puso a buscar algo en su mesita de noche. Se sentó a mi lado mostrándome un cuadro de papel higiénico. Pidió que me doblara las mangas de la chompa, mientras él cortó el cuadro de papel en dos y los arrugó en bolitas.

—Extiende las palmas de tu mano —pidió colocando una bolita en cada mano—. Presta atención. La reina se va a dormir —dijo poniendo la bolita de mi mano derecha en mi antebrazo y flexionándolo—, el rey también. —Repitió la acción—. La reina se levanta y el rey también. —Regresó las bolitas a mi mano—. Ahora nuevamente se van a dormir. —Los volvió a colocar una por una en mis antebrazos y los flexionó—. Pero como se aman tanto van a despertar en los aposentos del rey —aseguró abriendo primero mi brazo derecho.

Abrí grandemente mis ojos, la bolita que había puesto en mi brazo derecho ya no estaba ahí. Abrió mi brazo izquierdo y las dos bolitas estaban juntas.

—¿Cómo lo hiciste? —pregunté entusiasmada.

—Secretos de un mago.

—Qué chévere.

—¿Quieres que haga otro?

—Sí.

—Ya, mira esto —señaló en tanto buscó nuevamente algo en su mesita de noche—. Un botón. Míralo bien, es de color azul.

—Ajá.

Se lo llevó atrás de su cabeza e hizo como si lo estuviera dejando ahí.

—Mira bien, no tengo nada —afirmó mostrándome sus manos, el dorso y la palma.

—Ya.

—Ahora mira esto. —Abrió su boca y con su mano sacó el botón.

—¿Qué? —Me reí cubriéndome la boca con las manos—. ¿Cómo hiciste eso?

—Secreto de mago. —Rio también y me despeinó el cabello—. ¿No ves? Ya estás menos tensa.

—Sí —acepté sonriendo—. Gracias... Pero quiero saber cómo haces eso.

—Los veo en YouTube. ¿Quieres ver conmigo?

Asentí más segura que antes.

Nos pusimos a ver diversos videos de diferentes temas. Intentamos reír lo más despacio que podíamos cuando veíamos videos graciosos para no despertar al resto. Me sentía tan cómoda con él en esos instantes. Mi terrible timidez parecía disminuir y evaporarse cuando estaba con él. Me hacía sentir en tanta que confianza que me daba miedo. ¿Podríamos ser como verdaderos hermanos? Pero... ¿yo quería ser una hermana para él?

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