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Capítulo 11


Sus cálidos labios presionando los míos... Su respiración entrecortada, y mi corazón agitado me dejaron en shock al igual que al resto. La expresión que mantenían todos era la misma. Sus ojos no se podían abrir más debido al asombro que los poseía. Joaquín arrastró sus labios por mi mentón hasta dejarse caer sobre mi hombro. Noqueado. Su respiración se hizo lenta y profunda.

Con las justas y regresé en mí. Lo empujé como pude y lo dejé caer sobre la grama. Todo parecía irreal, parecía ser presa de un mal sueño. Me puse de pie y corrí hacia la carpa, me cambié de ropa y me arropé en el sleeping. El pensamiento de él besándome no se me iba de la mente. ¿Qué estarían pensando los chicos? Todos ellos creían que éramos medios hermanos. No importaba cuantas vueltas me diese, no conseguía conciliar el sueño a pesar de lo tarde que era. Escuché las voces de las muchachas, así que cerré bien mis ojos y fingí dormir. El cierre de la carpa fue abierto.

—Shh, creo que ya está bien dormidota. —La voz de Lola.

Entraron sin hacer demasiada bulla.

—Mete tus zapatos. Pobrecita Jasmine, con lo chuncha(vergonzosa) que es.

—El güerito se echó una buena peda. Pero es su carnala, ¿cómo la vino a besar?

Se acostaron junto a mí.

—No sé, es que no se han criado juntos.

Tuve unas ganas inmensas de levantarme y decirles todo, pero no podía hacerlo debido a Joaquín; era él quien tenía que decirlo. ¿Se acordaría al día siguiente de lo que hizo?

Tenía pensado levantarme más temprano, pero me dormí demasiado tarde, así que estaba muy cansada. Aun así, me levanté antes que todos. Alisté mis cosas y salí de la carpa. Pensaba irme en combi tal y como había llegado, pero vi la camioneta del padre de Tadeo estacionada fuera del local. Me acerqué hasta ella y sentí una mano sobre mí.

—¿Quieres que te jalemos hasta Trujillo? —preguntó Tadeo.

Asentí con la cabeza.

Por suerte él no comentó ni dijo nada. Mejor así. Amablemente me dejaron en la puerta de mi casa. Le mandé un mensaje a Kiara disculpándome por salir de ese modo. Al tocar la puerta la señora Tania me abrió, me miró frunciendo el ceño, y lógicamente preguntó por su hijo. Tuve que decirle que me regresé por emergencia. Felizmente me creyó.

Saludé a Mimí, me bañé y me puse a ver una serie que me despejara de los pensamientos sobre lo ocurrido. Cuando bajé a la cocina por fruta, la señora Tania me detuvo.

—Joaquín ya llegó; le duele la cabeza, ¿puedes llevarle esto? —Me tendió un vaso con agua y una pastilla.

No, no quería hacerlo, había huido del local para no enfrentar a los chicos y menos a él.

—¿Puedes? —insistió.

Los tomé dudosa.

La puerta de su cuarto estaba entreabierta. Llamé, pero nadie contestó. Esa era mi oportunidad, entraría, lo dejaría sobre la mesa y escaparía. Entré y lo primero que vi fue su cama sin tender. Dejé el agua y pastilla sobre su mesita de noche, y cuando estaba a punto de salir, Joaquín salió del baño; estaba puesto solo un pantalón, su torso estaba desnudo y su cabello mojado. Nuestras miradas se quedaron estáticas. Una punzada en el pecho. Inexplicablemente me puse nerviosa, y él lo notó. Bajé la mirada.

—¿Qué pasa Jasmine? —Se miró el pecho—. Ah, ¿no puedes verme así?

El cuerpo entero me tembló, desde la punta del dedo gordo hasta la punta de mi cabello.

—Espera, no te vayas a ningún lado —pidió girándose al guarda ropa para buscarse un polo creo yo, sino para que más.

Pero yo no pensaba quedarme ni un segundo más, así que aproveche que él se giró para tratar de huir, y digo tratar porque no lo conseguí.

—Dije que me esperaras. —Me atrapó con ambos brazos cerrando de golpe la puerta que solo había alcanzado abrir dos míseros centímetros. Y así me quedé de espaldas a él atrapada entre sus brazos. Ni siquiera quería girarme.

Sentí su fuerte respiración sobre mi cabello que me hizo estremecer. Lentamente se separó de mí y pude darle la cara. Se terminó de poner la buzola. El silencio fue realmente incómodo.

—Lo siento —dijo finalmente. Le miré directamente a los ojos—. Estaba muy borracho, no sabía lo que hacía.

Fue un simple error para él, pero no lo fue para mí, fue mi primer beso. Obviamente no iba a decirle eso.

—Ese no es el problema; los chicos piensan que tú y yo somos medios hermanos.

Asintió con lentitud.

—No te preocupes, me encargaré de ponerles al día.

—¿Estará bien para ti?

—Es mejor a que me tomen de incestuoso —aseguró riendo.

—Aun así...nos verán raro, pensarán que...

—Tranquila —dijo tomándome de los hombros—, no pensarán nada. ¿Nunca te has emborrachado?

Negué pesadamente.

—Nunca.

—Ahí tienes la respuesta. —Me abrió la puerta para que me fuera.

***

—Ahora todo tiene sentido. —Kiara estiró las piernas sobre la carpeta—. Entonces no es tu hermano, es tu hermanastro.

Lola frunció el ceño.

—¿Por qué no nos dijiste antes?

Me acomodé bien la raya al costado de mi cabello.

—Es que...

No pude seguir porque vi a Yago entrar al salón comiendo sus papitas fritas. Lo estaba esperando. Me giré hacia él en cuanto se sentó. Lola metió la mano en su bolsa de papas.

—Yago...

—Dime, fideo. —El aún continuaba llamándome así—. ¿Quieres papas?

Negué.

—Yo sí. —Kiara repitió la acción de la mexicana.

—Dime —pidió Yago.

—Tu hermana sabe lo de... —Me costaba decirlo.

—¿Que Joaquín te besó?

—Shh. —Miré preocupada a mi alrededor cerciorándome que nadie le haya escuchado.

Los tres se burlaron de mi reacción.

—Sí lo sabe.

—¿Sí? —pregunté preocupada.

—Sí, tranqui, suele pasar. Ella una vez se chapó(besó) con Tadeo cuando se emborrachó; un chape de más de un minuto. ¿Se acuerdan? —Ambas asintieron con naturalidad—. Qué pues Joaquín solo te ha dado un piquito y se murió.

Risas. ¿Por qué yo no podía tomarlo como ellos? Aunque, a decir verdad, me sentía más tranquila, hubiese sido terrible si me miraran como bicho raro. Salimos juntos hacia el portón y se nos unieron Irene y Joaquín. Ni siquiera podía mirla, me sentía rara con ella. Me empecé a despedir de todos, pero cuando estaba a punto de hacerlo con Yago, él retrocedió.

—No tan pronto, iré a tu casa. —Pasó su brazo por mi cuello impulsándome a caminar.

Sin querer miré a Joaquín, él nos estaba mirando también, pero al notar mi mirada, la concentró en su enamorada. Irene ni me hablaba ni me miraba; no creo que se lo haya tomado de la mejor manera, y no es para menos.

Después del almuerzo subí con Mimí a nuestro cuarto, ella no dejaba de halagar a Yago y desdeñar a Irene.

—¿Por qué no te cae bien Irene? —le pregunté mientras me cambiaba de ropa.

Se tiró a su cama de golpe.

—Porque siempre me anda diciendo que soy una niña llorona y que tengo que ser más lady. —Imitó una voz delgadita muy graciosa—. En cambio, Yago es tan lindo —dijo suspirando—. Me casaré con él cuando sea más grande.

Sonreí por su ilusión con el hermano de su casi cuñada.

Se cambió el uniforme también y se puso un pantalón jean con un polo negro de los BTS. ¿Desde cuándo le gustaba ese grupo? Mimí cambia de gusto con facilidad, en cambio yo siempre seré fans de Sia.

—¿Vas a salir? —le pregunté al verla llenar su libro de ciencia tecnología y ambiente en su cartera rosa.

—Sí, iré a casa de Fati para hacer una tarea.

—Que te vaya bien.

—Gracias Jas. —Cerró la puerta con cuidado.

Me puse a conversar con Patty mientras escuchaba a mi cantante favorita; me contaba que había peleado con Esteban a causa de un mal entendido, pero que le haría sufrir un ratito más por pensar mal de ella. Patty y sus ocurrencias. Le mandé un último mensaje y le llegó, pero aun no me contestaba, seguramente estaría trabajando en la cafetería. Me saqué los audífonos, y al guardarlos en la mesita de noche, encontré el diario de mamá.

11/03/1998

Querido diario, ojalá tuviera alguien con quien más platicar y escuchar sus consejos; no es que te esté despreciando, es solo que no puedes hablarme. ¿Sabes? Creo que me estoy comportando como una chiquilla tonta. Ayer sentí algo muy raro cuando fui a visitar a Gonzalo y Tania estaba allí. Pasé la mirada de ella a él y algo muy dentro de mí quemó. Una honda tristeza embargó mi ser ¿Qué me sucedía? Ni siquiera cuando papá me castigaba me sentía tan desdichada. Lógicamente él se sorprendió de verme en su casa, sin embargo, mi compañera mantenía una expresión triunfante, como si supiera que yo iría y vería todo eso. No tenía nada que hacer ahí, yo sobraba. Me arrepentí al instante de haber ido. Me giré y salí corriendo de ese lugar. Su padre aún no había cerrado el enorme portón, así que aproveché en huir.

¿Te vas tan pronto? Le escuché decirme, pero no me detuve para responderle, corrí con todas mis fuerzas.

Las lágrimas empezaron a salir, me sentía muy muy tonta; él era mi único amigo, pero yo no era nada para él. Me senté en una banca de la plazuela el recreo a llorar mi mala suerte. Todo empezó a ir mal para mí desde que mi madre decidió abandonarme. Me hallaba en un charco de lágrimas, cuando sentí algo tibio sobre mi cabeza, pasé mi mano en ella, para embarrarme con popó de paloma; lo que me faltaba, las aves se unían a la mala causa. Me puse a llorar con más ahínco.

Hoy por la mañana tampoco había mejorado, mi padre se había levantado de mal humor y se desquitó conmigo. Llegué tarde a la escuela por su culpa, y tuve que formar con los tardones. Miré hacia la fila de mi salón y vislumbré la cabeza de Gonzalo; cuando él miró en mi dirección, miré hacia el frente. Tenía mucha vergüenza de enfrentarle. Cuando el auxiliar señaló que entráramos a nuestros salones, me escabullí como pude entre la multitud, pero no pude escaparme de Tania; me alcanzó en las escaleras.

Compañera Angelina. Sus amigas se unieron a ella sonriendo cachacientas—. ¿Por qué te fuiste corriendo ayer de ese modo? Te hubieras quedado a cenar. Yo me quedé. Sonrió al igual que ellas.

No contesté nada, no pensaba hacerlo. La ignoré y subí dos escalones.

Qué lindo, ¿para quién será? Una muchacha de un grado inferior que bajaba las escaleras, se detuvo junto a su amiga impidiéndome el pase. Es el chico lindo de cuarto.

Mira Tania. Escuché detrás de mí. Gonzalo te trajo flores.

Sentí algo horrible en mi pecho, algo punzante y doloroso. "No te gires Angelina", me dijo la razón, pero no le hice caso y me giré. Gonzalo subía con una maceta de jazmines en su mano, los jazmines que me había detenido a ver en su casa. Inevitablemente miré la expresión llena de felicidad de Tania, mientras yo me moría por dentro. Gonzalo se aproximaba más. Ya no podía ser tan masoquista conmigo, así que me volví para seguir mi camino; subí dos escalones más esquivando a la muchacha de tercero. Repentinamente esa voz que aparece en todos mis sueños me detuvo.

Angelina. Me detuve de golpe, impresionada. Me giré paulatinamente al llamado. Él estaba a un escalón, con la maceta extendida—. Son para ti.

Alguien llamó a la puerta, así que cerré el diario de mamá y lo guardé en su lugar con una sonrisa en los labios.

—Adelante.

Miré expectante hacia la puerta; la imagen de Irene casi me provoca un infarto.

—Jasmine, ¿podemos hablar?

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