En un mundo vasto, lleno de caminos, 
donde el viento susurra y el sol va a brillar, 
me encuentro a mí mismo, con sueños divinos, 
y en cada paso firme, me empiezo a amar.

Soy empatía que abraza al que llora, 
un refugio sincero en la tormenta cruel, 
escucho las voces que el alma atesora, 
con un corazón abierto y un abrazo fiel.

Comparto mis risas, mis penas y sueños, 
en la danza de vida que juntos tejemos; 
soy el compañero que entiende los dueños 
de historias calladas que nunca olvidemos.

Valoro a mis amigos con toda mi esencia, 
su risa es mi canto, su tristeza mi fe; 
en este viaje juntos hallamos presencia 
de la fuerza del amor que siempre nos ve.

Soy luz en la sombra, un faro constante, 
un apoyo sincero en la oscura marea; 
construyo puentes donde el dolor es distante, 
y en cada mirada encuentro la idea.

La estima florece en la tierra del alma, 
cultivando respeto y ternura sin fin; 
en el jardín de la vida hay siempre una palma 
que ofrece su sombra a quien busca su kin.

Soy quien brinda aliento cuando todo se apaga, 
una mano tendida ante el reto y el miedo. 
En la unión de los seres que nunca se embriaga, 
descubro mi esencia en cada nuevo credo.

Me necesito a mí mismo en este sendero, 
para ser el reflejo de lo que deseo; 
en cada abrazo sincero y certero, 
mi ser se expande como dulce paseo.

Así celebro mi vida con amor y pasión, 
la empatía me guía en cada elección. 
Soy amigo leal con un corazón fuerte, 
y en esta travesía abrazo la suerte.

Porque al final del camino hay una verdad: 
me necesito a mí mismo para dar y recibir. 
En cada paso firme busco la amistad, 
y en mi alma florece lo que quiero vivir.

Así canto mi historia con rima sincera, 
tejiendo los hilos de un mundo mejor. 
Con empatía y amor en esta primavera, 
me encuentro a mí mismo y florezco en calor.