Desde que nací, me enseñaron tantas cosas, 
me enseñaron a hablar, pero no a adorar con rosas. 
Me enseñaron a reír, mas no a gozar de verdad, 
a ver el mundo, pero no a visualizar con claridad.

Cuando era pequeño, me enseñaron a caminar, 
pero no a orar en silencio, buscando Su paz hallar. 
Me enseñaron muchas cosas; me dieron conocimiento, 
me enseñaron a leer libros, pero no Tu palabra en el viento.

Me hablaron del alma y su esencia profunda, 
pero no del Santo Espíritu que en mi ser abunda. 
Me mostraron lo bueno y lo malo en su andar, 
pero hoy lo que es malo muchos lo quieren llamar.

Me enseñaron que el amor puede dividir, 
que tener dos mujeres es un camino a seguir. 
Me hablaron de venganza y del rencor que consume, 
de un "yo puedo todo", que solo en soledad se asume.

Me enseñaron la impaciencia y la falta de perdón, 
dependiendo de todo, menos de Tu corazón. 
Pero los amo en su esencia y en sus lecciones vividas, 
no por su instrucción o por las heridas.

Sino porque cada error fue reflexión sincera, 
para entender hoy el mundo sin venganza ni espera. 
Para ser profesor y guiar a futuras generaciones, 
sin apoyarme en decisiones que causen desilusiones.

Para entender que la vida no depende solo de mí, 
sino de algo más grande que se llama YESHUA aquí. 
¿Soy yo mi propia razón de ser? Esa es la cuestión. 
Ser fiel habla de muchas cosas; es una gran misión.

Provoca discordias entre quienes no comprenden, 
mas yo digo presente a lo bello que se extiende. 
Como la honestidad que florece en mi andar, 
me siento con voluntad de hacer lo que Dios quiere mandar.

Él es mi bufanda en los días fríos y oscuros, 
más que razón de ser; es el amor puro. 
Es la intención de poder seguir Su camino, 
hacer lo que el Señor manda con fe en mi destino.