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Parte única

N/A: Este os fue escrito para el intercambio de San Valentín del grupo Kazufuyu Pet Shop de Facebook, y es un regalo para AngieBrightside / Angie Brightside.

Espero que no te canses de recibir regalos míos y, sobre todo, que te guste lo que he hecho con tu petición.

Siento el posible ooc y cualquier error que puedas encontrar.

¡Feliz día del amor y la amistad!

Y ahora sí, ¡a leer!

_______________________________

—¡Es la tercera vez que este maldito ser se inmiscuye en mis acuerdos! —bramó Kazutora destilando ira—. ¡Es injusto!

—¿Injusto? —rebatió Chifuyu, mucho más calmado en apariencia—. Lo que es injusto es lo que le haces a esos incautos humanos.

—Yo solo les doy lo que me piden —aclaró, dirigiéndose esta vez al ángel—. A cambio ellos también tienen que entregarme algo. Así funciona esto.

—¡Pero les engañas!

—No es un engaño. Son ellos los que no están atentos a la letra pequeña —observó burlón, viendo cómo el otro comenzaba a agitarse—. No es mi problema si no se toman el tiempo suficiente para fijarse en los detalles.

—¿Esa es tu justificación? 

—No tengo que justificarme. Hago mi trabajo. Y tú deberías dejar de meterte en mi camino.

—Yo también hago mi trabajo evitando que engañes y corrompas almas puras.

—No son tan puras si ceden a sus instintos tan fácilmente.

—Eso es porque les haces creer que-

—¡Silencio! —interrumpió Draken, el mediador asignado en ese caso, llevando los dedos al puente de su nariz y masajeándolo—. Estoy cansado de esto. Siempre hacéis perder el tiempo a la junta. 

Todos, en ambas esferas principales (la divina y la demoníaca), respetaban a Draken. En los conflictos más complejos siempre demandaban su presencia, pues era el mejor para lidiar con los demonios y ángeles más complicados.

Y, concretamente, la disputa que mantenían Chifuyu y Kazutora podía considerarse de ese nivel, por eso le habían puesto al cargo.

Aunque en otras circunstancias hubiera lamentado aquella decisión —pues esos dos le daban terribles dolores de cabeza— lo cierto era que mediar en ese conflicto había sido una gran oportunidad. Tenía un asunto importante que necesitaba resolver y sabía que ellos eran los más indicados para hacerlo, pues pese a esa guerra interna que mantenían, ambos eran extremadamente buenos en el uso de sus habilidades.

—Está bien —habló de nuevo Draken—. Ya he escuchado suficiente. Este conflicto es demasiado recurrente y está comenzando a afectar a todos. Así que he tomado una decisión. —Ambos le miraron expectantes—. A partir de hoy debéis colaborar.

—¡¿Qué?!

Los dos gritaron al unísono. Y después comenzaron a protestar de nuevo, cada uno desde su lugar, sin escucharse, sin dejarse hablar, simplemente quejándose.

—¡Silencio! —repitió quien tenía mayor autoridad en ese lugar, elevando una vez más la voz. Y tanto el ángel como el demonio volvieron a callar automáticamente.

Chifuyu cerró los ojos un instante y se lamentó para sus adentros.

Al principio de su estadía en aquel lugar no entendía muy bien el sentido del trabajo conjunto. Lo había escuchado, había recibido formación al respecto, pero no llegaba a comprenderlo del todo. ¿Cómo era posible una colaboración? Ángeles y demonios eran partes opuestas de una misma línea, ambos tirando con fuerza hacia su lado para ganar.

Con el tiempo descubrió que, en realidad, no era una línea, sino una esfera, y que no había extremos de los que tirar sino que todo estaba conectado, equilibrado y lleno de hilos que se entrelazaban entre sí.

Aún así, que le tocase trabajar mano a mano con aquel molesto demonio no le hacía ninguna gracia.

—En este momento hay un asunto que requiere trabajo coordinado, por lo que he decidido asignároslo. —La voz de Draken le hizo abrir los ojos—. Tenemos un alma errante. Una que se nos ha perdido en realidad —aclaró—. Y sabéis que eso es algo extremadamente inusual y muy complejo. La hemos buscado de forma independiente y no hemos sido capaces de localizarla. Por lo que no queda más remedio que unir fuerzas.

Chifuyu miró de reojo a Kazutora que parecía escuchar con atención. Eso le sorprendió gratamente. Tal vez sí era capaz de tomarse en serio aquella misión.

«Unir fuerzas, ¿eh? Quizá funcione».

Pero justo en el instante en que pensaba eso, el demonio le dedicó una mirada soslayada y sonrió burlón.

«No. Definitivamente no va a funcionar».

—Es un alma vieja —continuó explicando Draken, devolviendo la atención del ángel al asunto—, por lo que ya ha recorrido este camino varias veces. Y estamos considerando que se haya ocultado a voluntad.

—¿A voluntad? —cuestionó Chifuyu curioso. Nunca había escuchado nada similar.

—Solo es una opción —contestó Draken sin querer profundizar en el tema—. Recibiréis el resto de la información a través de la vía habitual. Ahora podéis retiraros. —Se puso en pie y se giró para marcharse. Sin embargo, un instante después se detuvo y se dirigió a ellos sin darse la vuelta—. Es importante para mí que resolváis esto a la mayor brevedad posible y, sobre todo, que localicéis esa alma errante y la mantengáis a salvo.

Aquello no sonó como una orden, sino más bien como un ruego.

Chifuyu no sabía qué tipo de alma era, o a quién le pertenecía, pero, por lo que sabía, era inusual que alguien de la categoría de Draken hiciese esa aclaración.

Aunque él aún desconocía muchas cosas.

Suspiró mientras lo veía alejarse.

—No te creas que voy a seguir tus órdenes, angelito. —La voz de Kazutora a su lado le hizo volver en sus sentidos.

—Ni yo las tuyas —rebatió casi instintivamente, girándose para enfrentarlo. Después pensó en las últimas palabras de Draken y suspiró—. Sin embargo, hemos recibido una misión y voy a hacer cuanto esté en mi mano para resolverla con prontitud. Aunque eso signifique tener que colaborar con un demonio horrible como tú.

—¿Horrible? —Kazutora dio un par de pasos en dirección a Chifuyu, quedando todavía más cerca. Después se inclinó sobre su oído—. Pues yo creo que no me veo nada mal. —Sacó la lengua y le dio un lametón en la oreja.

Chifuyu se giró sobresaltado y asqueado, devolviéndole una mirada retadora.

Kazutora simplemente se rio y se marchó de allí sin darle tiempo a responder.

«Definitivamente imposible», pensó el ángel.

Después de aquello, volvió a su cámara —ese espacio que se asemejaba a una habitación humana y donde recuperaba la energía espiritual que le restaba el trabajo— y allí estaba la información sobre la misión.

Se empapó de todo aquello, guardando en su memoria lo que consideró más relevante y que podría ayudarles a encontrar aquel alma errante.

Se recostó en el lecho y cerró los ojos. Ellos no dormían, pero permanecían en un estado de reposo que les ayudaba a regenerar su poder espiritual.

Sin embargo, antes de entrar en ese estado relajado, recordó la mirada burlona de Kazutora y su aliento sobre su oído, y algo en él se agitó.

¿Acaso era rabia lo que sentía? ¿Animadversión? ¿Resentimiento? No lo sabía. Lo que estaba claro es que le hacía hervir la sangre que no tenía.

Sacudió su cabeza, pues aquellas emociones eran impropias de un ángel.
Repitió unos mantras calmantes y se dejó caer en el estado relajado que buscaba.

—.—

A partir de ese día, Kazutora y Chifuyu pasaban una gran cantidad de tiempo juntos.

Al inicio, cada interacción entre ellos era incómoda y molesta y, al acabar la jornada, Chifuyu volvía agotado a su cámara, ansiando liberarse de esas emociones.

Sin embargo, con el discurrir de las semanas, el ángel comenzó a ser consciente de algunas características que le resultaban interesantes del demonio.

Kazutora era extremadamente hábil haciendo deducciones y también era capaz de influir con facilidad en otros, lo que para la misión que los ocupaba era una ventaja.

Otra cosa que tenía que alabarle era su destreza luchando cuando alguna fuerza inesperada —derivada de algún ser incontrolado, subversivo y ajeno a las esferas principales— se cruzaba en su camino.

Él era bueno usando su poder angelical y, por supuesto, podía defenderse solo, pero la habilidad de Kazutora en el uso del control demoníaco era impresionante.

Incluso, debía reconocer que empezaba a gustarle conversar con él.

Había descubierto que no siempre todo lo que decía aquel demonio eran estupideces —como pensaba al principio—, y eso le agradaba. Pasaban buena parte del tiempo debatiendo la información que conseguían recabar, haciendo teorías y buscando detalles en las comunicaciones con sus informantes.

Pero no solo era eso. También habían comenzado a compartir otro tipo de charlas, sobre cosas de sus respectivas esferas y pequeños datos más personales.

No obstante, la mayoría de las intervenciones de Kazutora en ese ámbito aún tenían ese cariz socarrón que lo alteraba; siempre provocándole, buscando agitarlo, usando dobles sentidos o molestándole para que respondiera perdiendo los papeles.

En eso seguía igual.

Así que, no podía decir que ahora fuesen amigos, ni mucho menos. En todo caso diría que ya no lo consideraba su enemigo jurado y que podía reconocer en él algunas cosas que le gustaban.

Estaba perdido en aquellas consideraciones cuando aquel al que llevaba observando un buen rato salió del confesionario y se dirigió hacia el altar. Se arrodilló ante la imagen y se mantuvo ahí unos momentos para después marcharse a la sacristía.

Lo siguió con la mirada y sonrió inconscientemente.

—¿Qué pasa, angelito? ¿Acaso te pone el sacerdote?

La voz del demonio sobresaltó a Chifuyu, que no había notado su presencia. ¿Desde cuándo había estado allí?

—No digas locuras —rebatió, girándose hacia él y levantándose del banco del templo donde había estado sentado, aunque invisible a los ojos humanos—. Sabes que los ángeles no tenemos ese tipo de emociones.

Kazutora se sonrió, con aquel gesto malicioso que le quedaba tan bien, y se interpuso en el camino de Chifuyu.

Se inclinó hacia delante, ladeándose sobre su oído, y habló. El de ojos claros sintió su aliento como una caricia en su cuello.

—Sabes que eso solo aplica a quienes nacieron como ángeles —susurró—, no a los que antes fueron humanos como tú... Chifuyu Matsuno. —Masticó aquellas últimas palabras y después regresó a su postura anterior para dedicarle una intensa mirada.

El de alas blancas abrió mucho los ojos, congelándose en su lugar al oír el antiguo apellido que una vez acompañó a su nombre.

¿Cómo era posible que aquel demonio conociese su origen?

Se suponía que esa información estaba solo en poder de las más altas instancias de la corte celestial, y que los demonios no tenían capacidad para conocerla.

—¿¡Qué?!

—Ya hablaremos de ello en otro momento, si es lo que quieres. Pero ahora mismo un asunto urgente reclama mi presencia —dijo cortando el tema de raíz—. Espérame, no tardaré mucho.

Sin más, Kazutora despareció y Chifuyu, aún sorprendido, se dejó caer de nuevo en el banco donde antes había estado sentado

Justo en ese momento, el sacerdote salió de la sacristía y el ángel lo observó de nuevo.

«Baji-san».

En otra época sus almas habían coincidido en el tiempo y el espacio, siendo los mejores amigos cuando Chifuyu aún era humano.

La corta vida de su antiguo compañero de aventuras le dejó roto, pero fue por él que se hizo mejor persona, convirtiéndose, poco a poco, en defensor de todos aquellos que sufrían injusticias. Lo hizo hasta tal punto que se le concedió el derecho angelical.

Esto era algo que no sucedía a menudo. Eran escasas las ocasiones en las que a un humano se le daba la posibilidad de convertirse en un ángel.

Solo cuando se consideraba que un alma era extremadamente bondadosa, o que había entendido de verdad el significado de la entrega y el sacrificio, se le concedía aquel honor.

Chifuyu había sido uno de esos pocos elegidos y aceptó convertirse en guía y protector de otros.

Sin embargo, había cosas que conservaba de su existencia humana. Y, aunque le habían dicho que con el tiempo las olvidaría o las perdería, él no estaba tan seguro de ello. Había pasado ya una larga temporada desde que se convirtió en ángel y él aún experimentaba emociones que sabía que no debían estar ahí.

Abrió los ojos —que había cerrado sin darse cuenta— y buscó a su antiguo amigo. Al localizarlo, se dio cuenta de que hablaba con alguien. Esta persona le resultó familiar aun estando de espaldas.

Observó con más detenimiento y, de pronto, el interlocutor de Baji giró levemente el rostro y lo dirigió hacia él. Al hacerlo, Chifuyu descubrió la mirada traviesa de Kazutora.

¿Qué hacía allí? ¿No se había ido a atender un asunto urgente? Y además, ¿estaba usando el poder demoníaco de Persuasión con Baji?

Quería intervenir y alejarlo rápidamente de su amigo, pero no podía manifestarse de golpe sin llamar la atención. Así que utilizo la comunicación mental para enviarle un mensaje al demonio exigiéndole que se marchara de inmediato.

Kazutora hizo caso omiso, ignorándolo como si no le hubiera escuchado, aunque Chifuyu sabía que eso era imposible.

Esperó inquieto a que la charla entre ellos acabara y, cuando Baji se retiró y el otro se alejó, saliendo por la puerta como si nada, se presentó ante el demonio.

—¿Qué crees que estás haciendo? —bufó molesto.

Kazutora chasqueó la lengua.

—Trabajar —afirmó como si fuese obvio—. ¿Qué más podría estar haciendo?

—¿Trabajar? —Chifuyu estaba irritado—. ¿Acaso quieres decir que estás intentando tentar a Baji para que su alma se corrompa? Te he visto usar La Persuasión. —El tono fue haciéndose más molesto y agudo, y el volumen se incrementó—. No lo permitiré.

Chifuyu se irguió, mostrando un aura poderosa y caminó unos pasos hacia Kazutora, obligándole a retroceder hasta que topó con una pared.

El ángel no le había tocado, pero la energía espiritual emanaba de su cuerpo con fuerza, dando la sensación de acorralar al contrario.

Sin embargo, el demonio no se amedrentó ante aquel despliegue de poder.

—Deja de llenarme de esa asquerosa energía. —Se sacudió los hombros de su traje, como si hubiera pequeños rastros de algo en ellos, y elevó la barbilla, clavando los ojos en Chifuyu—. No me interesa para nada ese amigo tuyo, angelito. En realidad, mi foco de interés es otro —comentó con un deje casual—. Pero, como ya te he dicho, estaba trabajando. Él tenía información de utilidad para nuestra misión.

El gesto de Chifuyu cambió radicalmente. Su brillante aura fue encogiéndose hasta desparecer dentro de su cuerpo y su actitud se relajó.

—¿Qué tipo de información?

Después de casi un mes de trabajo, de seguir varias pistas que no les habían llevado a nada y ver la desesperanza en los ojos de Draken, parecía que habían hallado algo.

No obstante, ¿cuándo aquellos nuevos indicios les habían llevado hasta Baji? Desde luego, Kazutora era talentoso haciendo deducciones, pero no podía creer que su antiguo amigo tuviera algo que ver.

Sin embargo, eso cambió cuando el demonio le explicó a Chifuyu lo que había descubierto.

Gracias a su poder, Baji le había confirmado (como ya le había adelantado uno de sus informantes) que conocía al humano portador del alma errante —pues de hecho habían sido amigos de la infancia— y que en varias ocasiones habían hablado sobre una forma ancestral de ocultarse durante un tiempo una vez que se dejaba la vida mortal. En realidad, parecía que el sacerdote solo le había prestado algunos libros y confiado historias que se contaban en el seminario y a las que solo unos pocos, como él, le daban credibilidad.

Con cada nuevo dato, el ángel se veía más confundido. ¿Cómo era posible que él desconociese esa información, si solía pasar parte de su tiempo libre observando a Baji?

Bueno, era cierto que había tardado en encontrar el alma de su amigo en esta última reencarnación, por lo que se había perdido una gran parte de su infancia.

Y también era cierto que él no conocía la forma física que había albergado al alma que ahora buscaban, por lo que, incluso si lo había visto con Baji en alguna ocasión, tampoco lo sabría.

—¿Estás seguro de eso? —cuestionó el ángel aún algo confuso.

—Totalmente. Mi Persuasión no puede ser esquivada por los mortales, incluso cuando ellos tienen conocimientos excepcionales como en el caso de tu amigo. —Su tono era seguro y no había vacilación en sus palabras—. Sin embargo, ese humano desconoce muchas cosas y nada es tan fácil como él cree. —Chifuyu le contempló curioso—. Lo bueno es que ahora estoy seguro de dónde podemos encontrar el alma errante, pues yo no soy el primer demonio que le visita.

—Espera, ¿ha habido más demonios en contacto con Baji?

—Así es. Y, aunque te cueste creerlo, algunos más horribles que yo —comentó con sorna—. Así que debemos irnos ahora.

—Y, ¿dónde vamos exactamente?

—Al Valhalla.

—¿Al salón de Asgard? ¿Con los héroes y dioses nórdicos? —cuestionó Chifuyu más que sorprendido.

La carcajada del demonio fue escandalosa, y el joven ángel se sintió tremendamente avergonzado.

—Es un club en la esfera demoníaca —aclaró cuando pudo por fin contener su risa—. Y debes estar preparado —advirtió mucho más serio—. Los restos de tu esencia humana podrían alterarse y producir efectos inesperados. Incluso puede que se aprovechen de ello. Por desgracia, no soy el único que conoce tu origen.

Ante la nueva mención del tema que habían dejado colgado, Chifuyu estuvo tentado de preguntar cómo era posible que esos demonios —incluido el propio Kazutora— conocieran su pasado como humano. Pero decidió dejarlo para después ya que, en ese momento, le urgía obtener toda la información posible del lugar al que se dirigían.

—¿Qué tipo de club es?

—De los más intensos y peligrosos —advirtió—. Sobre todo por el demonio que lo dirige. Pero te explicaré el resto por el camino.

En otras circunstancias Chifuyu no hubiese aceptado todo tan dócilmente y sin haber obtenido primero todos los detalles, pero las cosas que había descubierto le tenían algo alterado y no estaba reaccionando de manera habitual. Así que simplemente asintió y siguió a Kazutora, esperando dar respuesta, en algún momento, a los interrogantes que se le habían planteado.

—.—

El Valhalla era un lugar oscuro y ruidoso, con un ambiente cargado y un olor extraño. Había un montón de demonios de toda índole y otras criaturas de la esfera inferior.

Tanto para los que vigilaban la entrada del club, como para aquellos que lo llenaban, era evidente que Chifuyu era un ángel, aunque en ese momento no se mostrasen sus alas blancas. Sin embargo, ninguno de los presentes hizo amago de tocarle o agredirle, dejándole avanzar sin más.

Como Kazutora le había dicho en su viaje hasta allí, era sabido por todos en la esfera demoníaca que estaban trabajando gracias a un acuerdo de colaboración, por lo que ninguno de aquellos seres le enfrentaría o dañaría directamente.

Y no porque no quisieran, sino porque no tenían permitido iniciar un conflicto.

Sin embargo, el dueño de aquel local era alguien especial.

«Kisaki».

Cuando escuchó el nombre de los labios de Kazutora recordó que sus compañeros ángeles habían hablado innumerables veces de él. Se le consideraba un demonio enormemente hábil, que había ido ganando poder con el paso del tiempo, aprovechándose tanto de las almas incautas de humanos desesperados como de la energía demoníaca de sus propios congéneres.

Una parte de él sentía una enorme curiosidad por verlo. Pero otra estaba inquieta.

Incluso con la protección del acuerdo de colaboración, y estando bajo mandato directo de Draken, no estaba seguro de que alguien como Kisaki respetase los tratados.

Kazutora y Chifuyu caminaron entre una multitud y llegaron hasta el dueño del local, que estaba sentado en un sillón amplio, rodeado de varios demonios que bebían y bailaban, consumían sustancias extrañas o jugaban.

—Kisaki —saludó Kazutora, como si fuesen viejos conocidos—, parece que tienes algo que nos pertenece —dijo sin más preámbulos.

—Kazutora —devolvió el saludo sin inmutarse—. No sé de qué me hablas.

—Danos el alma —ordenó.

—Ah. ¿Te refieres a eso? Sí, he oído que estáis buscando un alma errante. —Se reclinó hacia atrás en el asiento y cruzó las piernas—. Pero como has dicho que era algo que os pertenecía me has despistado.

—Estás bastante tranquilo sabiendo el castigo que conlleva robar almas. —El que habló en ese momento fue Chifuyu, molesto por el tono prepotente de aquel demonio.

—Aclaremos algo —dijo Kisaki, enderezándose nuevamente, pero manteniendo su semblante inamovible—. Encontré un alma escondida y la traje conmigo. No tenía dueño, no había sido decidida su ubicación. O, si lo había hecho, parecía no estar de acuerdo con lo que se le había asignado. Así que... ¿acaso eso se considera un robo? Yo creo que no. —Una sonrisilla burlona se dibujó en su rostro—. Antes de acusar a alguien, pequeño ángel, asegúrate de tener pruebas. ¿Acaso no os enseñan eso en el cielo?

Chifuyu iba a contestar, pero Kazutora se adelantó.

—Deja de decir tonterías. No nos hagas perder el tiempo y dánosla.

Kisaki volvió a sonreír, aunque sin una pizca de humor en aquel gesto. Era evidente que no estaba acostumbrado a recibir órdenes y el tono demandante de Kazutora le molestaba. Sin embargo, en lugar de dirigirse de nuevo a él o a Chifuyu, giró su cabeza hacia la izquierda y habló con quien estaba a su lado.

—Hanma, ¿tienes idea de dónde guardamos lo que han venido a buscar?

«Hanma».

Ese era otro nombre que Chifuyu había escuchado también con anterioridad. Y, si a Kisaki se le consideraba un demonio extremadamente peligroso, su segundo al mando no se quedaba atrás. Se decía que era sumamente despiadado y provocador. Y que la lealtad a su «jefe» era indiscutible, algo muy inusual en la esfera demoníaca.

—No estoy seguro. Podría estar en cualquier parte —respondió con socarronería.

Estaba claro que aquello era solo un juego, una manera de despistarlos o de provocarlos.

—Pues parece que ninguno lo sabemos. Claro, que si queréis buscar por vosotros mismos sois libres de hacerlo —indicó entonces Kisaki dirigiéndose a Kazutora y Chifuyu, con un aire de soberbia—, aunque no será fácil.

El ángel sonrió satisfecho ante esas palabras y Kazutora lo imitó. El rostro de Kisaki, sin embargo, dejó ver una mueca de incomprensión.

—Todo tuyo —dijo Kazutora mirando a Chifuyu.

El de alas blancas activó su poder angelical, llamando al alma errante que trataban de localizar. Este era un talento que solo los ángeles poseían, y, en el caso de Chifuyu, su manejo era excepcional, y el motivo por el que su participación era tan valiosa en aquella misión.

La música se detuvo de golpe y un grito ensordecedor se escuchó por todo el local. El resto de demonios que abarrotaban el club aulló en respuesta a aquel sonido.

La vasija demoníaca donde había sido atrapada esa alma —y que había estado ante sus ojos durante la breve conversación— se rompió en mil pedazos, liberando al errante.

Chifuyu desplegó su aura hasta envolver con su luz el alma, impidiendo que los demonios —que parecían haber perdido el control— se adueñaran de ella.

Incluso si antes no se habían atrevido a acercarse, ahora no había contención posible. Un alma humana sin dueño era demasiada tentación.

Kazutora se colocó espalda con espalda con el ángel y ambos repelieron a los que se aproximaban, golpeando con su poder a los demonios como si estuviesen en una pelea callejera.

Las energías de ambos eran muy potentes y los que se acercaban no tenían mucho que hacer contra ellos.

Kisaki permanecía inmóvil en su lugar, observando la desigual pelea de aquella combinación angel-demonio contra toda su tropa.

Hanma estaba listo para participar, y ansioso por hacerlo. Sin embargo, Kisaki lo detuvo, indicándole que se inclinase y transmitiéndole una orden directa.

El segundo al mando simplemente asintió y esperó.

Sin posibilidad de victoria, los demonios fueron cayendo uno tras otro. Cuando apenas quedaban unos pocos en pie, Kisaki hizo un gesto y el ataque se detuvo.

En ese mismo instante el poder angelical de Chifuyu capturó por completo la esencia de aquel alma y, una vez en su poder, la envió directa al lado de Draken.

Segundos después, la música volvió a sonar con fuerza en el Valhalla, los demonios que quedaban en pie retomaron sus actividades como si nada hubiera pasado y sin importarles si el suelo de aquel lugar estaba ahora cubierto por varios de sus congéneres.

Kisaki, como si aquello hubiera sido una simple pelea sin importancia, se dirigió a la inusual pareja.

—Si ya tenéis lo que habéis venido a buscar podéis iros. Estáis jodiendo el ambiente de mi club.

—¿Crees que te lo dejaremos tan fácil? —cuestionó Chifuyu molesto, potenciando su aura una vez más, ahora más libre al no tener que proteger ya al alma errante.

Sin embargo, la mano de Kazutora en su brazo lo detuvo.

—Eres demasiado estricto, Chifuyu. —Fue Hanma el que habló, dirigiéndose a él cómo si fuesen cercanos—. Con lo bien que podríamos pasarlo si te relajases. —Después estiró la mano para tomar la del ángel, pero Kazutora movió el brazo que aún tenía agarrado y lo evitó—. Uy, ¿ahora eres su perro guardián? Que bajo has caído, Tora.

—Es mejor que nos vayamos ya —sentenció el aludido sin dirigirle la mirada a Hanma. Soltó a Chifuyu y se dio la vuelta, comenzando a caminar hacia la salida.

El ángel lo siguió a través de la gente, aunque no estaba muy convencido de dejar las cosas así. Iba a reclamarle cuando sintió una mano sujetar su muñeca, y se giró para descubrir a Hanma detrás de él, impidiéndole avanzar.

—Escucha bien, pequeño ángel —se acercó para que su voz se oyese sobre el ruido del ambiente—. Si te cansas de aquella aburrida esfera siempre puedes venir aquí a divertirte. Nosotros sabemos muy bien cómo hacerlo.

Hanma miró a Chifuyu de arriba abajo, pasando su lengua por sus labios y deslizando la uña de su dedo índice por el antebrazo del ángel, rasguñándolo ligeramente. Apretó luego el pulgar sobre la muñeca y le sonrió lascivo.

El de alas blancas sacudió la mano, soltándose de su agarre y devolviéndole una mirada retadora.

—No me interesa.

Sin más, salió del local y se encontró de nuevo con Kazutora.

Hanma regresó al lugar donde estaba Kisaki.

—Hecho —confirmó.

—Perfecto. Acércate a recibir tu premio.

El segundo al mando se arrodilló frente al demonio y abrió la boca. Kisaki dejó caer unas gotas sobre su lengua y después, con la mano en la barbilla, presionó hacia arriba para que la cerrara.

Hanma tragó y elevó la vista hacia su jefe.

—¿Por qué dejaste que se llevaran el alma? ¿No decías que era lo que más deseabas?

Kisaki se sonrió, acariciando el rostro de Hanma mientras se relamía.

—Draken pedirá una oportunidad más para esa alma; siempre lo hace. Al igual que yo tengo debilidad por poseerla, él la tiene por redimirla.

—Pero ya la tenías en tu poder y-

—¡Silencio! —ordenó colocándole una mordaza en la boca con un simple chasqueo de sus dedos—. Cada vez que la mandan de vuelta a reencarnar como humano, yo gano oportunidades de corromperla y hacer que acabe a mi lado. Es un juego, Hanma. —Deslizó la punta de su pie por el muslo del otro y llegó hasta su entrepierna, presionándola—. Y ya sabes cuánto me gusta jugar.

La mirada de Hanma se oscureció y asintió.

A él también le gustaban los juegos. Sobre todo, el que estaba a punto de empezar.

—.—

Al principio no notó nada raro. Había perdido algo de poder angelical en la lucha, pero nada serio. Le preocupaba que de alguna manera sentía que había sido demasiado sencillo. Iban ganando, sí. Y hubieran salido de allí igualmente. Pero fue una orden de Kisaki lo que detuvo a los demonios.

¿Por qué lo había hecho?

Deseaba plantearse todo con calma, estudiar cada acción y comprenderlo, pero por algún motivo su cabeza no quería colaborar. Su cuerpo había comenzado a sentirse caliente y su pulso se había acelerado.

Quiso abandonar el ente material que ocupaba y dejar su energía angelical flotar libre, pues era evidente que ese cuerpo estaba sufriendo algún tipo de reacción. ¿Sería lo que había advertido Kazutora sobre posibles efectos en su esencia humana?

Sin embargo, por más que lo intentó, no consiguió desmaterializar el cuerpo. El calor continuó aumentando y otras sensaciones tomaron posesión de él también. Sentía la boca seca, tensión en los músculos, su respiración estaba agitada y una creciente necesidad de buscar placer estaba arraigándose cada vez con más fuerza a su ser.

«Lujuria», reconoció.

Miró hacia su derecha, a Kazutora, y supo que no podía quedarse más tiempo a su lado si quería librarse de aquello sin acabar exponiéndose. Sin embargo, aún estaban en la esfera demoníaca y necesitaba de su ayuda para abandonarla sin peligro.

—¿Puedes indicarme cómo volver al plano mortal? —cuestionó disimulando cuanto pudo la agitación que notaba.

—¿Por qué al mortal?

—Necesito hacer unas cosas allí antes de volver a la esfera divina.

—¿Quieres ir a ver al sacerdote?

—Claro que no.

Kazutora le observó de arriba abajo, escrutándolo, analizándolo, pero sin decir ni una palabra más.

Chifuyu estaba realmente inquieto. ¿Por qué ese demonio no lo dejaba solo de una vez? Su presencia le hacía desearlo intensamente.

Se estaba conteniendo cuánto podía para no mostrar nada que pudiera delatarlo. Lo último que quería era que el otro fuese consciente de su creciente necesidad y decidiera avergonzarlo o burlarse, exponerlo o martirizarlo.

Pero Kazutora no era alguien fácil de engañar, así que, a cada minuto que pasaba estaba más preocupado de no poder ocultar lo que le ocurría.

Sin embargo, después de insistir un par de veces más sobre sus motivos, el demonio pareció aceptar su petición y le condujo hasta la esfera mortal.

Chifuyu se despidió en cuanto tocaron el plano humano y se marchó con presteza para esconderse en un callejón cercano, lejos de ojos indiscretos.

Sentía que ya no podía aguantar más. Aquel acceso de lujuria se estaba apropiando tanto de su cuerpo como de su mente.

No recordaba haber sentido nada parecido ni en su vida como humano. Y, aunque Kazutora le había advertido de que podría haber consecuencias al entrar en el Valhalla, no había imaginado que fueran de ese tipo.

Maldijo a Hanma, pues estaba seguro de que lo que fuera que le hubiera hecho durante aquel agarre era la causa de su creciente deseo.

No podía calmarse y no podía volver a la esfera celestial así. No tenía a dónde huir. Ni siquiera podía desmaterializar ese cuerpo humano que ahora parecía encerrar su esencia angelical. No sabía qué hacer para recuperar su estado normal, excepto dejarse llevar por el placer en aquel oscuro callejón.

Cerró los ojos, apoyando su frente contra la pared, y se lamentó en silencio, mordiendo su labio hasta hacerlo sangrar, ahogando los jadeos que querían escapar de su boca.

Y entonces lo sintió. El aliento en su cuello, el calor en su espalda, y una mano firme y poderosa deslizándose con habilidad por su abdomen e inmiscuyéndose bajo su ropa hasta alcanzar el duro y erguido miembro que clamaba por atención.

Podía haber gritado, forcejeado, o huido. Pero escuchó aquella voz y simplemente no hizo nada. En todo caso se revolvió un poco ante su toque.

—Chifuyu... —el susurro sobre su oído activó una nueva ola de calor en su vientre— no te resistas.

—Suéltame, Kazutora —murmuró como un ruego cuando pudo despegar sus labios sin gemir—. No quiero... no quiero que tú...

—¿Prefieres imaginar que soy ese estúpido sacerdote? —cuestionó con clara molestia en su voz—. No te lo recomiendo. Si me llamas por su nombre hasta podría matarte.

—No —masculló apretando los dientes para contener sus jadeos de nuevo—, él no...

—¿No? ¿Quieres decir que no has hecho nunca esto pensando en él? —El demonio deslizó su mano arriba y abajo un poco más rápido.

—No me interesó de esa... ¡ah! —gimió ante el aumento de la presión— de esa forma.

Eso era sorprendente. Kazutora hubiera jurado —si es que un demonio jurase— que al ángel le interesaba el cura. Sin embargo, en ese estado no le era posible mentir.

Cuando percibió aquel hechizo impreso sobre los restos de la esencia humana de Chifuyu, supo que estaría condenado durante un buen rato.

Sin embargo, quien lo había hecho —probablemente Kisaki o Hanma— no había contemplado la posibilidad de que a él le interesase ayudar a aquel ángel y pensó que pasaría por tremendas dificultades para liberarse de aquel estado. O que quizá una horda de demonios de baja clase se despacharían a gusto con el ser de luz.

En realidad él tampoco hubiera creído en su interés tiempo atrás.

No obstante, supo que había algo diferente cuando, incluso mucho antes de tener que trabajar codo con codo con él ya había investigado cuanto pudo de Chifuyu; cuando fue consciente de que ansiaba provocarlo para que se inmiscuyera en sus asuntos y poderle ver perder un poco esa aura angelical y mostrar carácter; cuando celebró aquella colaboración impuesta porque podía pasar tiempo a su lado; cuando verle desplegar su poder le excitaba más que el sexo con otros demonios o humanos, independientemente de su género o cantidad.

Kazutora, con aquello en mente, continuó masturbándolo, variando el ritmo y la fuerza de su agarre, buscando ver más de todo aquello que el ángel podía llegar a experimentar bajo su tacto.

—Bueno —murmuró en su oído de nuevo, manteniendo la presión en la base pero sin mover la mano, acercando un par de dedos hacia sus testículos—, digamos que te creo. Y, aunque él no haya sido el foco de tus fantasías, supongo que no es tu primera vez haciendo algo como esto. —Clavó los dientes en su nuca y después lamió la marca que había dejado.

Un sonoro gemido escapó de los labios del ángel ante la dentellada. Puso su mano sobre la de Kazutora y la apartó de su miembro. Sin soltarle, se giró, quedando frente a frente con él. Después invirtió posiciones, acorralando al demonio y llevando esa mano que había atrapado hacia arriba, empujándola sobre la pared. La que le quedaba libre la dirigió hacia la entrepierna del otro.

—No te imaginas las cosas que hice cuando era humano —sentenció antes de presionar el miembro erecto del de alas negras y adueñarse de sus labios con una fiereza inusual para un ser de su categoría.

Deslizó su lengua en la boca del demonio y soltó su muñeca para enredar los dedos en los mechones negros. Llevó la otra mano hacia atrás y apretó su culo al tiempo que se presionaba contra su cuerpo, frotándose.

Se empapó de él, de su energía y su fuerza, y disfrutó de aquel beso con pasión.

Antes de ponerle fin, atrapó su labio inferior con los dientes y lo mordió.

Después se separó apenas unos centímetros de su cuerpo y, con la respiración agitada, contempló a Kazutora que deslizaba su propia lengua por el lugar donde sus incisivos se habían clavado.

El demonio le dirigió una intensa mirada y rodeó su cintura, atrayéndolo de nuevo hacia sí.

—Y ojalá nunca pierdas del todo tu esencia humana.

Chifuyu volvió a adueñarse de la boca del demonio y Kazutora sonrió sobre sus labios y se dejó hacer, sucumbiendo a sus deseos como estaba en su naturaleza, sin frenos, sin trabas, sin límites.

El hedonismo dirigiéndolo todo.

—.—

Su deseo se había aplacado días atrás, aquel arranque de lujuria había desaparecido y sabía que ya no estaba dominado por esos instintos irrefrenables que habían surgido de las manos de Hanma y que habían sido completamente satisfechos por el cuerpo de Kazutora.

Entonces, ¿por qué la sensación de querer más seguía presente? ¿Por qué pensar en aquel demonio continuaba agitándolo?

Tener un cuerpo físico —aunque no constantemente— que pudiese experimentar todas aquellas sensaciones, era una de las cosas que más le había sorprendido cuando se convirtió en un ángel. Pero entendió que era necesario para poder acercarse a los humanos cuando su trabajo lo requería.

Ahora, al recordar los labios de aquel demonio besando su cuello, sus manos recorriendo su cuerpo, su lengua deslizándose por su miembro y su boca envolviéndolo, dejó de lamentarse por no haber podido desmaterializarlo en aquel momento, e incluso agradeció el disponer de él.

Sabía qué pensar aquello no era muy «divino», así como no lo era dejarse arrastrar por los placeres mundanos —incluso si estos habían sido provocados por alguna especie de hechizo demoniaco—, pero el encanto de Kazutora lo había dominado por completo. Y él ahora solo deseaba más.

Estaba claro que debía buscar una manera de liberarse de todo aquello si quería recuperar la normalidad. Sin embargo, no sabía cómo.

Suspiró y salió de su cámara, dirigiéndose hacia el lugar de reunión donde había sido convocado por Draken.

Al llegar se encontró con Kazutora.

No se habían visto desde lo ocurrido y, aunque apenas habían pasado tres días lo sentía como una eternidad. Tampoco es que hubiera hecho nada por encontrarse con él, pues verle le traía a la memoria lo que habían hecho y una mezcla de vergüenza y anhelo se hacía más presente.

Le dirigió un vistazo breve al demonio.

Kazutora no le miró directamente, pero la sonrisa en su rostro le hizo ponerse alerta. Esperaba que no hubiese revelado nada de la última parte de su misión. Pero, ¿y si lo había hecho? O peor aún, ¿y si lo hacía allí, ante Draken?

«No, no, no».

Cerró sus ojos, intentando calmarse.

—Supongo que estaréis curiosos por este requerimiento. —La voz de Draken hizo abrir los ojos a Chifuyu—. Y la razón es que se ha decidido que debéis continuar colaborando juntos.

Ahora lo que se abrió fue su boca, por el asombro que le provocaron aquellas palabras. Sin embargo, nada salió de ella.

No se atrevió a protestar. No sabía si estaba demasiado avergonzado o asustado, porque, ¿qué excusa daría si le preguntaban el motivo para no querer colaborar de nuevo con Kazutora, sobre todo cuando la misión anterior había sido un éxito?

Y, en realidad tampoco es que le pareciera tan mala idea. La compañía de ese demonio era interesante y tal vez si continuaban trabajando juntos podrían volver a...

Sacudió su cabeza y se reprendió interiormente. ¿¡Qué era lo que estaba pensando?!

—¿Y por qué lo haría? —cuestionó entonces Kazutora, provocando un nuevo golpe de asombro al ángel, que se arrepintió inmediatamente de no haber protestado en primer lugar y hasta haberse alegrado de la noticia—. Ese tipo tiene unos comportamientos muy raros y le gusta demasiado que se la chup-

—¡Tú! ¡Tú! —Chifuyu se colocó a su lado inmediatamente, tapándole la boca y balbuceando palabras ininteligibles al tiempo que su aura angelical se tornaba roja, no sabía si por vergüenza o por ira.

La sonrisa socarrona de Kazutora y aquel guiño coqueto que le dedicó cuando consiguió zafarse de su agarre hicieron temblar las piernas del ángel.

Debía protestar. Ahora sí tenía que hacerlo. ¿Cómo iba a trabajar con él si se comportaba así?

Sin embargo, las palabras no querían salir de sus labios y la risilla del demonio resonando en sus oídos solo le provocaba más inquietud.

—Se acabó. —La voz de Draken reverberó en la sala, deteniendo el espectáculo que estaban dando—. Guardad silencio para que os explique la siguiente misión.

Chifuyu rodó los ojos y se lamentó por su mala suerte. De pronto, el sonido de un beso en su oído le sobresaltó. Hasta que se dio cuenta de que este había sido enviado de manera mental, por lo que solo él había podido oírlo. Lo siguiente que escuchó fue la voz de Kazutora:

—Estoy deseando volver a llevarte al Valhalla.

~~ FIN ~~

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N/A: Mil gracias por haber llegado hasta aquí. Espero que lo hayáis disfrutado.

Si no ha sido así, ya sabéis, quejas y reclamaciones a mi otro yo.

Un beso

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