21- Sentimientos encontrados y añoranzas
Los dedos enguantados de Aioros recorrieron de un lado a otro la fría tumba de piedra junto a la que se encontraba.
La cosa parecía enorme, reforzando sus engañosos recuerdos de que su padre medía al menos siete pies de alto y estaba construída como una fortaleza.
Si la cubierta de la cripta no hubiera estado sellada, Aioros se habría arriesgado a romper la roca para empujar la tapa y ver por sí mismo que Káiser estaba realmente dentro.
No era suficiente que le dijeran, una y otra vez, que su padre se estaba pudriendo dentro de esa caja de piedra. Aioros deseaba poder creer que era cierto todo el tiempo, no sólo durante el día, cuando la miríada de deberes y el gran volumen de personas en la Torre lo abrumaban.
Aioros quería creerlo también en la oscuridad de la noche, mientras yacía en las habitaciones que había habitado desde que cumplió doce años.
Era entonces cuando el castaño necesitaba estar seguro de que Káiser realmente se había ido, pero precisamente, a esas horas del día, era cuando se le hacía más difícil de creer. Sus memorias lo transportaban a innumerables noches de infinito dolor y sufrimiento, martirios mentales que aún navegaban por su mente...
De hecho, había considerado revertir sus roles infantiles y correr para meterse en la cama de Aioria, exigiendo protección contra las pesadillas, pero Aioros no se atrevía.
La inocencia entre ellos se había ido y sería un paso demasiado pequeño el abrazar a Aioria en busca de consuelo y caer en otro beso como el que habían compartido en el Istmo de Corinto.
Además, su hermano menor estaba ahora en los aposentos del rey, e ir al antiguo dormitorio de Káiser por elección propia, no era algo que Aioros estuviera ansioso por intentar.
Su compromiso hasta ahora había sido dormir en la silla de su propia sala de estar, con la capa que los sirvientes de Shura le habían proporcionado antes de partir, envuelta alrededor de él. El leve olor a humo y a Shura mismo que se adhería a la tela, probablemente era solo imaginación del castaño, pero era suficiente para evitar que tanto Káiser como Aioria invadieran sus sueños durante unas horas, el tiempo suficiente para evitar que el agotamiento lo alcanzara durante el resto del día.
-Aio...
Aioria apareció en la entrada a las salas de los muertos, una figura distante bloqueando el arco iluminado por el sol.
-Te estamos esperando.
-Lo siento...
Respondió sin alejarse de la tumba.
Tres días de actividad febril, casi ininterrumpida, los habían llevado a esto.
Las calles del reino de Esparta estaban llenas de gente que esperaban la procesión desde el corazón de la polis principal hasta la gran torre del palacio, para la coronación.
El patio de la Torre estaba lleno de caballos y jinetes magníficamente ataviados.
Todas las personas en un radio de leguas, desde el mozo de taberna más humilde hasta los señores del imperio, esperaban ahora que el rey y su capitán elegido, montaran junto al príncipe Kardia.
-No puedo...
Se estremeció Aioros.
-Adelante. Te espero aquí...
-¿Por qué no puedes?
Entró en el fresco edificio.
-¿Ayudaría si pospusiéramos esto, si lo hiciéramos más tarde?
Dejar que Aioria hiciera esperar a todo el imperio mientras descubría qué le sucedía a su hermano era algo divertido de pensar.
Aioros tuvo que reír, pero el sonido se desgarró cuando salió, doliendo. Abriendo los dedos, presionó la piedra bajo su mano, queriendo absorber la calma inherente de la roca inmóvil en sí mismo.
-Lo extraño...
-¿A Padre?
El tono de Aioria era incrédulo.
-¡A SHURA!
Dándose la vuelta, Aioros rugió el nombre, necesitando escuchar la forma en que resonaba por todo el salón de los muertos.
-¡SHURA!
Aioria se apartó de los lamentos, frunciendo el ceño.
-Todavía no, Aio... Todavía no estamos listos para él...
Otra risa salió de la garganta de Aioros.
Entonces, la coronación, algo que todo el imperio deseaba, podría retrasarse por capricho, pero Aioria no apresuraría esa otra parte del plan.
-Dormí una buena parte de los últimos dos años... ahora no puedo descansar por más de tres horas a la vez. Estoy cansado, Aioria... Me duele todo el tiempo. Mis manos a veces tiemblan sin razón... No puedo hacer todo lo que hacía antes sin jadear. Es demasiado ruidoso aquí, demasiado frío, demasiado brillante. La comida me enferma. No soy el hombre que era hace dos años. Todos deben ver eso...
-Nadie espera que luches en una guerra dentro del próximo mes, Aio... Tienes tiempo para recuperar tu ritmo...
El rubio cruzó la extensión entre ellos.
-Sólo por estar aquí ya has inspirado al ejército... y a la gente. Solo soy el futuro rey. Tu nombre es el que se grita de un vecino a otro fuera de esta torre... por todo el reino. Lo sospecho... Lo he oído susurrar a mi alrededor. 'Aioros está de vuelta'. 'Aioros está apoyando al nuevo rey'. 'Si Aioros dice que el príncipe Aioria debe ser coronado, entonces debe estar bien'.
Su sonrisa era auténtica y sobretodo sincera al relatar que el reino sólo lo apoyaba porque su hermano mayor estaba a su lado.
-Todo el mundo te adora...
-Estoy cansado, pequeño...
No era toda la verdad, pero era lo mejor que Aioros podía articular.
-Me siento frágil... como si me hubieran dado la vuelta y hecho añicos. Extraño a Shura.
-Pronto... Lo llamaré pronto...
Apaciguó el rubio.
-Solo dame unos días más y lo llamaré...
-Nos está esperando. Lo prometiste.
-Y LO LLAMARÉ tan pronto como las cosas se normalicen. ¡Ha vivido durante siglos, Aioros!. Dudo que haya notado este pequeño lapso de tiempo...
Acercándose con cautela, Aioria abrazó cuidadosamente a su mayor.
-Tal vez podrías quedarte en la suite real esta noche. Quiero que veas cómo ha cambiado... que todo rastro de padre ha desaparecido... que estamos haciendo este lugar nuestro, no suyo...
Sus frentes se tocaron.
-Me vendría bien algunas de tus historias después de todo este tiempo, Aio... Te extrañé... cada hora de cada día...
Mientras hablaba, Aioria se movió, poniéndolos mejilla con mejilla.
-Te extrañé más allá de lo razonable...
-La gente hablará...
Aioros suspiró, pero había un tono de rendición indulgente ante el sonido. Nunca pudo negarle nada a su hermanito adorado.
-Pasé dos años persiguiéndote, hermano mío, el acto de un loco dirían algunos. Nada podría impactarlos más que eso, te lo aseguro...
Aioria acarició el cabello castaño, retorciendo un mechón alrededor de sus dedos.
-Necesito tu compañía, Aio. La suite del rey nunca se sentirá como en casa, no hasta que hayas pasado un tiempo allí, no hasta que pueda cerrar los ojos y recordarte riéndo allí. Ven a pasar la noche conmigo. Por favor...
Esas palabras enviaron un escalofrío indecente que le recorrió la espalda, pero Aioros no se atrevió a rechazar la petición.
Asintiendo con la cabeza, el mayor los colocó a ambos en su lugar.
-Hay un desfile esperándote, hermanito. Vamos a poner esa corona en esta hermosa cabecita.
Contar los latidos del corazón había dado paso a contar los minutos, que habían dado paso a contar las horas.
Shura no podía tolerar la idea de que tendrían que avanzar días enteros. Estar quieto no lo estaba calmando; en todo caso, lo estaba poniendo aún más tenso. Sus músculos se negaban a mantener la postura por más tiempo.
Su caparazón helado se resquebrajó y se desprendió de su cuerpo cuando el demonio se levantó de donde había estado agachado durante tres días.
Algo vibraba en sus nervios. No era hambre. Eso habría sido fácil de apaciguar.
Sentarse tan tranquilamente en el frío había embotado por completo su apetito. Esa era la razón principal por la que Shura había elegido ese retiro. La necesidad que estaba sobre él ahora era más esquiva y mucho más fuerte que el simple hambre.
No era una llamada de la familia real, aunque también tenía un sabor similar.
Estirarse hizo que los últimos copos de hielo se desprendieran de su cuerpo.
Una fuerte exhalación levantó solo una pequeña voluta de vapor incluso en la atmósfera fría de la Hélade.
El cuerpo de Shura estaba casi tan frío como el aire que lo rodeaba. Había esperado que la temperatura sometiera su mente como lo hizo con su cuerpo, pero eso no estaba funcionando. Quedarse aquí ya no era una opción.
Lo sensato habría sido ir de inmediato al norte y buscar uno de los pueblos que albergaba a un buen número de descendientes de su hijo.
El impulso de comer estaría sobre Shura tan pronto como se calentara. Aún así, fue imposible resistirse al camino que eligió. Un solo paso llevó al demonio al pie de una imponente barrera gris oscuro que se elevaba hacia el cielo.
Esta pared, que solo Shura podía ver, se extendía en ambos sentidos hasta donde sus ojos podían ver. Las fronteras reclamadas de la tierra de Esparta podrían ser solo líneas en un mapa, o fronteras flexibles e invisibles para la gente de los alrededores, pero para él eran tan sólidas como las murallas que rodeaban su Istmo en Corinto.
Presionando una mano abierta contra la barrera, Shura extendió sus sentidos en busca de un eco de lo que lo había despertado unos momentos antes, pero la extraña vibración se había desvanecido tan rápido como lo había sobresaltado a la conciencia completa.
Apretar el puño y golpear la sólida barrera no logró nada. Shura no pudo contener la risa irónica.
Había mantenido a Aioria lejos de Aioros de una manera similar hace poco tiempo.
La risa se convirtió en un sonido estrangulado de frustración. El miedo invadió rápidamente sus pensamientos.
Shura se dio cuenta de que exactamente la misma actividad con la que había provocado a Aioria, podría estar en ese momento fuera de su alcance.
La adoración de Aioros por su hermano pequeño era asombrosa en su intensidad. El pelinegro estaba seguro de que el joven rey sólo necesitaría un pequeño esfuerzo para seducir a Aioros, y sólo un poco más de esfuerzo para convencer a su hermano de que todo lo que había sentido mientras estuvo con él, no era más que un truco por parte del demonio.
Enamorarse no era algo que se hubiera permitido antes de Aioros.
Dolía, peor que nada en todos los largos recuerdos de sus muchos anfitriones. Los recuerdos humanos fueron misericordiosamente embotados al ser atraídos por la fusión con los muchos caparazones de Ilias.
En forma de demonio, se había llevado innumerables cuerpos a la cama, pero nunca se había atrevido a encariñarse con ninguno de ellos. Había recolectado, guardado y jugado con innumerables cuerpos de hombres y mujeres desde Ilias durante períodos de días, semanas o meses, pero finalmente todos habían sido descartados o murieron.
Los amantes eran otro asunto, uno que había que evitar a toda costa. Los amantes invariablemente retrocedían con miedo y disgusto al darse cuenta de lo que era. Los amantes se iban... Sucedía cada vez que el demonio se apoderaba de un nuevo caparazón... la familia, los amigos y los amantes del humano que había sido siempre se alejaban, dejando solo al demonio sujeto al trono de Esparta.
-¡Bastardos!
Su mano golpeó la barrera en un ataque de mal genio.
Shura debería haberlo sabido mejor. Debería haberse abstenido de sumergirse en la mente dormida de Aioros y simplemente conformarse con los simples placeres de la carne, pero no había sido capaz de resistirse.
Milo había tenido razón, pero sólo hasta cierto punto.
Fue la influencia del alma de Káiser lo que llevó al demonio a probar esas primeras inmersiones en los recuerdos y sueños del castaño, pero la sensación había sido tan vibrante que el pelinegro no pudo resistirse a repetir la experiencia una y otra vez.
Cuando Shura se dio cuenta de que era adicto, ya era demasiado tarde para parar. Se había enamorado, para su propio horror.
-¡MALDITOS SEAN USTEDES! ¡MALDITO SEAN LOS DOS!
Shura no tenía absolutamente ningún recurso contra la traición, siempre que nadie lo invitara a entrar en el interior y los hermanos permanecieran a salvo dentro de Esparta. Si Aioria decidía abandonar o romper el trato, Shura no podría hacer nada al respecto.
Había un pequeño asentamiento en el lugar donde se encontraba, que el demonio había frecuentado durante la última era.
De vez en cuando pasaba desapercibido, escondido detrás de los límites cambiantes de Esparta, pero no este año. Teniendo en cuenta su proximidad a la frontera, las noticias de lo que estaba pasando dentro del imperio, normalmente se escuchaban allí.
Shura trataba de preparar un espía con base en esa aldea en cada generación, para esos momentos en que las invitaciones al reino no llegaban con la frecuencia suficiente y necesitaba otra forma de mantenerse actualizado.
Sin embargo, durante el reinado de Káiser, el demonio había dejado de caer en el hábito. Leer la mente de todos cuando lo llamaban a Esparta para realizar una tarea u otra, era mucho más simple que esperar a que algún merodeador se escabullera y saliera de allí.
Fue una pequeña misericordia que no tuviera que caminar hasta el bar local y preguntar '¿qué noticias hay de Esparta?' como un forastero común.
Shura apareció como un fantasma en los bordes de la multitud, más sombra que sustancia, y comenzó a examinar las mentes al azar.
La tarea fue sorprendentemente fructífera en algunos aspectos. La noticia del regreso de Aioria a la polis capital estaba en la mente de casi todos.
Existía una amenaza muy real de que el rey Káiser se cansara de la paz y se dispusiera a expandir las fronteras de Esparta hacia el sur, si hubiera vivido mucho más.
Se pensaba que el joven rubio era el menos hostil de los hijos de Káiser. Había mucho júbilo en aquel lugar por la coronación programada de Aioria.
La perspectiva de que el Príncipe Kardia tomara el trono había estado preocupando a la gente del sur, especialmente porque el menor acababa de pasar los últimos dos años como parte de las fuerzas que habían estado maniobrando en Tebas.
Aún así, a pesar de todos los abundantes pensamientos de Esparta que flotaban en la habitación, no había nada sustancial o específico.
Eran todos comentarios de chimentos tipo: 'Aioria finalmente está en casa y será coronado de inmediato', 'Aioros 'el príncipe repudiado' actúa como el capitán del nuevo rey' y, por supuesto, había algunas especulaciones de que el viejo Káiser había sido asesinado por uno u otro de sus hijos.
Sin embargo, había poco que tuviera que ver solo con Aioros, que era todo lo que Shura quería escuchar en ese momento.
La única noticia que sorprendió al pelinegro fue completamente diferente.
Parecía que Káiser apenas había sido sepultado cuando varias familias sureñas enviaron representantes a Esparta, en espera de la coronación del nuevo rey... la mayoría con hijas solteras a cuestas.
Shura salió de la taberna de peor humor que cuando entró. El hambre lo estaba carcomiendo ahora que estaba caliente y activo. Para buscar comida tendría que ir al norte una vez más.
Considerando las distancias involucradas, no habría nada para alimentar su mente en esa dirección, solo su cuerpo. La gente de Creta evitaba deliberadamente cualquier contacto con Esparta, aún enojados por la ruptura entre la línea del rey regente y la línea real original hacía más de una era.
Flexionando los dedos, Shura trató de recordar cualquier grupo de sus descendientes que se hubiera mezclado con linajes que podrían haber producido un castaño alto, en lugar de los habituales hombres de cuerpos débiles y cabello oscuro de Tebas.
Tal vez encontrar un sustituto de Aioros, seducirlo y matarlo después podría aliviar su dolor. Shura se había acostumbrado demasiado a beber en el momento del orgasmo.
Anhelaba a su amante, deseando desesperadamente todo lo que había estado recibiendo de su amado castaño.
Iba a ser intolerablemente difícil volver a aprender a alimentarse de extraños una vez más.
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