Capítulo Dos
Capítulo Dos
Londres, Inglaterra
31 de diciembre, 2008
—¡¿Por qué mierda nunca nada resulta?! —rechistó golpeando la mesa violentamente.
Se pasó las manos por la cara y luego tiró un poco de su pelo, completamente frustrado y enojado al ver los resultados de su búsqueda. Cero, nulo, no habían, por más de que se pasara meses y meses buscando nunca había resultado aparente.
—Quizás deberías dejar de insistir —Antonio apareció detrás afirmando su mano en el respaldo de la silla y evaluando la pantalla con serenidad. —Es demasiado extraño que no haya resultados, ni siquiera aparece muerta, es como si la hubieran borrado de este mundo.
Tecleó un botón y apareció una nueva ventana indicándole a Devan que se moviera un momento mientras él se sentaba como podía a su lado, sin olvidar el pedazo de pizza que traía en su mano. Mordisco a mordisco se fue metiendo más y más en la computadora, aislándose un poco de los reclamos constantes de Devan y algunos gruñidos de por medio.
Tecleó constantemente diferentes comandos, hasta entrar a espacios clasificados que no había intentado antes porque creyó no necesitarlo. Se internó en lo más profundo de la web concentrándose hasta olvidar la pizza sostenida en su boca, dando pequeños mordiscos para seguir comiéndola sin necesidad de sus manos, ahora ocupadas por el constante tecleo.
Por un momento sintió como Devan se callaba por fin, cuando se dio cuenta que comenzó a avanzar en archivos clasificados a los cuales no tenía permiso, pero usualmente revisaba por gusto y diversión. Ese día en particular, la diversión se esfumó y un interés creció en él, llegando a un punto en el que cuando por fin pareció hallar algo, todo comenzó a fallar.
Apareció un mensaje de confidencialidad que cubrió el centro de la pantalla del monitor, lo que al momento siguiente significó un sonido alarmante en todos sus demás dispositivos.
—Mierda.
Comenzó a teclear más rápido y moverse de un lado a otro, intentando de todas las maneras más rápidas que conocía desconectar sus computadoras, protegiendo de camino sus archivos.
—¿Qué? ¿qué pasa? ¿cómo te ayudo? —escuchó a lo lejos, cuando finalmente ante la desesperación terminó por ir al interruptor y apagar toda la electricidad del lugar.
Quedaron a oscuras, mirando a la nada, cuando luego de 10 segundos, todo volvió. En el mismo instante en que los aparatos comenzaron a reiniciarse Antonio se puso manos a la obra estirando sus dedos y comenzando a teclear mientras pasaba de un computador a otro.
—¿Qué pasa? No entiendo nada, explícame, cabrón —exigió Devan sin moverse de su lugar completamente confundido.
—Notaron mi entrada, intentaron hackearme de vuelta, por tu culpa ahora tengo una batalla cibernética con el puto Pentágono —escupió tecleando más rápido de lo normal. —Tráeme esas galletas, me ayudan a la concentración.
Devan miró a un costado y atrajo las galletas dándole una en la boca. Estuvieron así por lo menos media hora o quizás más, hasta que finalmente todos los dispositivos dejaron de sonar como locos y pareció volver a la calma.
Antonio se estiró en su silla y miró a Devan quien aún no comprendía nada y tenía una mirada confusa.
—Mónica se enterará de esto y nos regañará a ambos, pero solo puedo decirte una cosa.
—¿Qué descubriste?
—Debes desistir.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No sé que habrá pasado con el cuerpo de tu hermana, o ni siquiera sé quién se hizo cargo, pero lo único que si te puedo afirmar es que si escarbas en esto terminarás igual de muerto que tu familia —Devan frunció el ceño ante la última afirmación.
—Se supone que ya estoy muerto junto a mis padres en el cementerio.
—Pero esta vez lo estarás en serio —señaló la pantalla para decir con énfasis lo siguiente. —Lo que acaba de pasar aquí fue demasiado grande y sorpresivo, jamás pensé que por buscar a una persona se involucraría gente del último circulo, Devan.
—¿El último circulo?
—Da igual, no lo entenderías —restó importancia con la mano. —Lo importante es que no podemos seguir buscando, no quiero terminar bajo tierra por esto. Si quieres podemos volver a intentar en dos años más, es lo único que te puedo ofrecer.
Justo antes de que Devan comenzara a negar, todos los teléfonos y celulares que había en la habitación comenzaron a sonar descontroladamente, al igual que la puerta comenzó a ser golpeada con ahínco sin detenerse.
—Mierda —dijeron ambos al mismo tiempo mirando las pantallas de sus celulares, ambos estaban recibiendo la misma llamada, y la exageración de que todos los teléfonos sonaran con el mismo número como entrada llamante, no podía ser nadie más que de su estimada jefa.
Tenía un don para ponerle los pelos de punta a todos, pero a ellos dos, sobre todo, el miedo les entraba con sudor y un poco de hambre. Devan tomó un par de galletas y se las metió a la boca, dejando de lado sus armas y chaleco de seguridad. Se despojó de todo y se levantó con algo de firmeza mientras era mirado con atención por Antonio quien solo estaba comiendo una a una un nuevo paquete de galletas.
—¿Irás primero?
—Me haré responsable —anunció Devan con una voz más queda de lo normal. Tragó fuerte y comenzó a avanzar, por el costado cercano a la puerta, hasta llegar a la escalera principal.
Antes de comenzar a subir devolvió los golpes a la puerta para comunicarle a la persona que golpeaba con exageración que ya había entendido.
—Big Boss, iré a mi sentencia, puedes detenerte.
—Lo que hicieron te costará grande, Cuervo —se escuchó desde el otro lado.
—Lo sé —suspiró subiendo lentamente las escaleras camino a su sentencia.
Londres, Inglaterra
01 de enero, 2009
—¿De cuánto fue? —Preguntó Alana abriendo su lata de cerveza.
—Tres meses —respondió en un suspiro Devan tomando un trago de whisky.
—Ah bueno, tampoco fue tanto, por buscar a Xia la última vez casi te beta un año. Al final fueron 6 meses, esto es mucho menos.
Devan suspiró, si bien Alana tenía razón en ese sentido, no podía evitar sentirse frustrado, justo cuando parecía tener una esperanza todo perdía un poco más de sentido. Las restricciones parecían mínimas en el mundo en el que vivía, como por ejemplo tener el privilegio de esperar el nuevo año en el edificio más alto de en ese entonces de Londres el One Canada Square. Estaban en la azotea del edificio mirando el horizonte a la espera de que los minutos pasaran y los fuegos artificiales aparecieran, parecería una opción imposible para cualquier persona con su vida cotidiana, pero aun así esos pequeños privilegios no llenaban las restricciones ridículas con las que parecía siempre encontrarse.
Era parte del bajo mundo, le habían enseñado por años que podían matar, romper límites, saber hasta el más pequeño secreto del hombre más adinerado del planeta, pero no podía encontrar a la persona que había amado y mucho menos la historia de su familia. ¡Era ridículo!
—No tiene sentido —negó apretando la mandíbula e intentando retener las lágrimas.
—Sabes que puedes llorar si quieres —anunció Alana tomando un trago de su cerveza. —Estás cansado, lo que has querido no se te ha dado, está bien que quieras llorar.
—No ocupes tu psicología conmigo —reclamó pasando su antebrazo bruscamente por su cara quitando las lágrimas que habían caído. —Es una mierda que pasen los años y aun no sepa lo que pasó, es una mierda que tenga que vivir con la incertidumbre de si la mujer que amo sigue viva o no y es una mierda que la única persona que puede darme las respuestas o por lo menos el permiso para buscarlas me restrinja una y otra vez, y además no pueda pasar de ella... porque... porque... es la única puta persona en este mundo que me acogió... ¡Odio esta vida de mierda! —gritó con fuerza al justo momento en que comenzaba la cuenta regresiva.
—Haber aceptado ser un asesino nunca te aseguró que obtendrías venganza, Devan, solo fue una ilusión que quisiste creer.
—Pues debería tenerla, debería ser lo mínimo, esa es la única recompensa que quiero por todos estos años de mierda, sirviendo a una loca demente.
Alana suspiró dando el último trago a su cerveza, justo al minuto en el que tocaron las 12 los fuegos artificiales comenzaron a verse a lo lejos, en conjunto con los gritos de celebración de las personas y los abrazos por la bienvenida del nuevo año.
—Estamos atrapados y no hay nada que podamos hacer al respecto —sentenció Alana disfrutando por un momento de la vista y envidiando un poco a las personas que celebraban a la distancia.
Ruta villa di tiberio, Italia
25 de abril, 2010
Al mismo momento en que Devan vio caer la camioneta al mar tomó su teléfono y marcó su número frecuente cifrado.
—El trabajo está hecho —informó viendo como del auto que perseguía la camioneta bajaba una mujer con vestido rojo y cabello liso negro azabache.
—Muy bien regresa a casa, Devan, buen trabajo.
La llamada se cortó al segundo, sabía que no tenía nada más que hacer ahí, pero aun así se quedó viendo desde la cima de la colina a aquella mujer, esperó a que reaccionara, que llorara o algo, pero no hubo ninguna reacción, ella solo se quedó detenida viendo el mar.
Se terminó por encoger de hombros, no tenía tiempo para admirar viudas, debía desaparecer lo antes posible del país como siempre que acababa un trabajo.
Londres, Inglaterra
25 de abril, 2010
Aun recordaba como hacía 15 años atrás su vida era como la de cualquier niño disfrutando de una familia amorosa y unos padres cariñosos, sentía que ese tiempo era tan lejano en sus recuerdos, pero a la vez tan hermoso que no podría olvidarlo jamás, lástima que se lo habían arrebatado todo y consigo había traído una vida completamente diferente a la que había pensado alguna vez. Cuando pequeño había soñado con ser un científico reconocido, solo que jamás pensó que lo más cerca que estaría de ser un científico era saber cómo hacer drogas cortesía de Sandra.
Estaba loco si pensaba que algún día podría volver a tener esa vida, hubo un tiempo en que soñó que podría hacerlo, escapar de esa vida de asesinos y ser feliz al lado de su amada, teniendo una familia y un hogar cálido, pero eso también se había ido al carajo, puesto que la única mujer que había amado en sus largos 26 años había desaparecido sin dejar rastros hacía 8 años. A veces odiaba su vida.
Negó para sí mismo mientras buscaba un taxi, definitivamente necesitaba su cama para dejar de deprimirse y pensar en todo lo malo que tenía su vida, necesitaba ser positivo o eso solía decirle Casper entre risas, jamás había entendido el humor de Casper, pero aun así lo envidiaba por siempre reír y hacer reír a los demás, cosa que él jamás había logrado, a excepción de Xia, oh recordar su risa o tan solo su rostro sonriendo...
Joder, necesitaba una copa ya.
Tomó el primer taxi que encontró y le dio la ubicación de su edificio pidiendo que se apresurara lo máximo posible, no le explicó por qué, pero Devan sabía que si no llegaba tendría un ataque depresivo mayúsculo que lo desesperaban y lo hacían llorar como un nene de 5 años buscando a su mamá, que vergüenza, qué diría Xia si lo viera llorando, seguramente algo como: "los asesinos no tenemos sentimientos", seguido de un buen golpe en la cabeza.
Rio para sí mismo, aun le quedaban los buenos momentos.
Cuando por fin llegó a su edificio corrió prácticamente al ascensor, pero se encontró con la sorpresa de una singular mujer arrastrando una caja, la muchacha parecía atareada intentando empujar hasta hacer entrar la caja dentro del ascensor y aunque sabía que podría ayudarla solo se quedó distante observando el esfuerzo que hacía. Cuando por fin logró su cometido la chica levantó el rostro dejando sus manos en sus caderas y le extendió una sonrisa exhausta, pero satisfecha.
—Ya está —sonrió invitándolo a entrar al ascensor.
En silencio y sin expresión alguna Devan la acompañó a un lado del ascensor procurando no acercarse ni un milímetro a la pelirroja, aunque no pudo evitar preguntarse si eso era rojo o naranjo, quizás era teñida, aunque sus cejas no decían lo mismo y su rostro manchado de pecas era característico de países como...
—¿Podrías dejar de mirarme? —se sobresaltó a su mismo notando su curiosidad en la chica, joder ni que fuera un adolescente.
—Lo siento —susurró más para sí mismo que para ella volteando su mirada hacia el frente otra vez.
—Tranquilo, soy amigable, no muerdo. ¿En qué piso vives?
Devan la observó otra vez, esta vez con distancia y orgullo, solía no tener relación con nadie del edificio, esta no sería la excepción.
—Lo siento —repitió mirando hacia el frente otra vez.
—¿Es lo único que sabes decir? —cuestionó la muchacha riendo. —Bueno, no importa, yo soy M y ahora viviré en el último piso, me estoy mudando a mi independencia —sonrió indicando la caja.
—¿El último piso?
El ascensor se abrió dejando que algunas personas entraran en él, rompiendo por completo la conversación y aunque M parecía querer acercarse para continuar Devan solo la ignoró alejándose todo lo posible. Al cabo de unos pisos volvieron a quedar solos, pero no lo suficiente para volver a hablar o incluso si la muchacha hubiera querido, Devan no se lo permitió. Cuando las puertas se abrieron en el último piso M tuvo la intensión de decir algo nuevamente, pero antes de siquiera escuchar Devan pasó de ella saliendo del ascensor.
En medio del pasillo había un joven de aspecto patético ciertamente, alto, debilucho, blanco y de cabello negro, lo miró por unos segundos y luego a las cajas que estaban en el piso.
—Hasta que llegas, se te olvidó darme las llaves —dijo el chico al tiempo que la muchacha se asomaba saliendo del ascensor mientras empujaba la caja.
—¡Pudiste haberme ido a buscar y me habrías ayudado con esto! —reclamó reincorporándose y lanzándole las llaves.
—Joder —exclamó Devan pasando de ellos para meterse a su departamento lo antes posible.
Excelente, vecinos nuevos.
Cerró la puerta con brusquedad y lanzó lejos el bolso que traía en su hombro, solo para lanzarse al gran sillón de cuero negro. Pasó sus manos por su cara exhausta, no solo por el viaje, sino que además el conocimiento de tener gente al frente que posiblemente arruinaría mucha de su tranquilidad, lo podía prever.
Intentó despejarse dejando pasar el asunto, comenzó a dar vueltas por el departamento quitándose la ropa, encendiendo el televisor para tener un poco de ruido y yéndose a bañar para relajar un poco su cuerpo. Una vez más tranquilo se sentó en el living nuevamente esta vez con una copa de vino en sus manos y su celular, dispuesto a molestar a la única persona que lo soportaba a todas horas.
—¿A qué debo esta dulce llamada? —respondió Alana.
—¿Te encuentro ocupada?
—Un poco, pero dime, ¿en que soy buena?
—Acabo de llegar de Italia y descubro que tengo vecinos nuevos.
—¿Que no habías firmado un acuerdo para que el piso completo fuera tuyo?
—Lo sé, no sé qué mierda ha ocurrido.
—Deberías llamar al dueño mañana y preguntar, estaba en el contrato.
—Lo haré —Devan suspiró miró el costado del departamento viendo todo limpio y tranquilo, demasiado solitario para su gusto.
—¿Qué más sucede? —preguntó Alana notando el pequeño silencio.
—Me siento... melancólico.
—A ti te hace falta follar —declaró haciéndolo reír.
—No es eso, solo... he pensado mucho en Xia estos días... Y el departamento... me hace sentir un poco solitario hoy...
—Ufff, me encantaría ir a acompañarte, mi vida, pero estoy en el trabajo, ¿tienes problema si te mando a la bruja para que follen un rato y luego te duermas? Eso seguro te relaja un poco.
—Sabes que Sandra se pone un tanto intensa cada vez que follamos, no quiero pasar por eso.
—Tranquilo, yo le lavo el cerebro luego, tú quédate tranquilo, solo disfruta de la noche.
—Está bien.
Dio un largo suspiro y despidió la llamada, sabía perfectamente que cuando Alana enviaba a Sandra complemente manipulada hasta su casa simplemente para quitarse las ganas de follar era un desastre al día siguiente, pero la verdad no estaba ni un poco preocupado en ese momento. Se levantó del sillón solo para ir hasta su bar y sacar una botella de Beefeater, necesitaba un poco de ginebra para ese momento y así perderse un buen rato.
*
Londres, Inglaterra
26 de abril, 2010
Observó con atención el cuerpo desnudo de Sandra, mientras esta dormía boca abajo, después de que Xia desapareciera había dejado su pelo crecer descubriendo una gran melena semi ondulada color negro azabache. Sabía que por más que la mirara jamás podría enamorarse de ella y por más que Sandra repitiera una y otra vez que era mejor que Xia por tener un cuerpo más curvilíneo, una inteligencia sobre dotada y una habilidad increíble con el veneno, jamás podría igualar lo que significaba ser pareja de la loca psicópata del grupo. Xia era diferente y sabía que incluso si estaba muerta, no la iba a poder olvidar.
Suspiró. Tomó la camisa que más que le acomodaba y comenzó a abotonársela, rindiéndose ante los pensamientos, a veces era inevitable no caer en ellos. Incluso intentaba pensar en su hermana, habían pasado tantos años que le costaba recordar su rostro o su voz, pero aun así ansiada volver a abrazarla ya que sus recuerdos siempre eran cálidos y de una amabilidad increíble.
Deseaba recordar los últimos días, pero sabía que gran parte de sus recuerdos estaban bloqueados y poco podía hacer al respecto.
Terminó por vestirse saliendo de la habitación para entrar al cuarto de armas, tomó todo lo que creyó necesario y salió del departamento sabiendo que luego de las 11 sería el momento en que Sandra despertaría y se iría sin reclamos del lugar, así era siempre que Alana se hacía cargo, de no ser así era probable que tuviera a Sandra instalada por lo menos una semana en el lugar.
Cerró los ojos rogando porque no fuera así, amaba su espacio, le gustaba estar solo, aunque los pensamientos lo agobiaran, sabía que era mil veces mejor eso que tener a la bruja sobre él todo el tiempo.
—¡Espera!
Escuchó el grito justo antes de que se cerrara el ascensor, por lo que detuvo el botón solo por inercia invitando a entrar a la pequeña pelirroja que había visto ayer, lo que le hizo recordar de inmediato el reclamo que debía poner. Se mantuvo en silencio, intentando no inspeccionarla por curiosidad, pero le fue imposible cuando la muchacha claramente quería que la miraran.
Se puso delante suyo buscando su mirada insistente, parecía ser una niña de 5 años rogando por atención, lo cual no tenía sentido ya que por su apariencia debía tener al menos unos 20 años.
—Sé que eres mi vecino, quería agradecerte que compartamos piso... Vamos, mírame, no muerdo —insistió buscando su mirada. —El dueño dijo que el piso completo estaba reservado, pero fue muy amable de tu parte cederme el espacio.
—¿Cederte el espacio? —jamás había cedido el espacio a nada, ¿de qué hablaba esta muchachita?
—Sí, eso dijo el dueño —respondió animada. —así que muchas gracias.
La puerta se abrió y la chica salió primero despidiéndose con un movimiento efusivo de mano y dejando a Devan confundido. Sabía que tenía que llamar al dueño y preguntar, pero ese día tenía otros deberes más importantes por los que debía atender las prioridades.
*
Londres, Inglaterra
26 de abril, 2010
—Ayúdame, cabrón.
Justo antes de entrar, la voz Antonio lo detuvo. Bajó las escaleras corriendo a ayudarlo con unas maletas gigantes que traía consigo.
—¡Volviste! —exclamó con felicidad.
—Jah, no sabes todo lo que me costó volver. Los coreanos no me querían soltar, señor, líbrame de ser exiliado otra vez —rezó al cielo haciendo reír a Devan en el proceso.
—No pudo ser tan malo.
—Claro, como a ti te vetaron por solo unos meses, a mi me enviaron todos los países más avanzados en tecnología, ¿sabes lo que fue darme un tour por dos años en países que con suerte entendían yes o no? ¡Fue horrible! Pero aprendí mucho, que supongo era el objetivo de Mónica.
Comenzaron a subir las escaleras hasta entrar. Siguieron conversando de costumbre, actualizándose con lo que había pasado después de la última visita que habían tenido. Lamentablemente Devan había sido bloqueado de todos los archivos secretos de Blood Eyes por 3 años como castigo por traer a la empresa a agentes de todo el mundo, mientras que para Antonio había resultado un castigo más personalizado con la función de capacitarse lo máximo posible y así si necesitaba entrar nuevamente a registros privados de círculos fuera del alcance de la empresa, no volvería a ser encontrado, o por lo menos eso había explicado Mónica.
Ambos llegaron hasta la oficina principal encontrándose con un amplio escritorio y una mujer alta con el cabello teñido a rubio, mirando hacia el gran ventanal del lugar. Mónica se dio vuelta sonriendo, sentándose en su escritorio como de costumbre.
—¿Cómo han estado mis dos cielitos? —saludó juntando las manos en su cara y afirmándose con los codos en el escritorio.
—No te burles, ha sido...
—¡Ha ido fatal! —chilló Antonio. —Prometo no volver a hacerlo, por favor, no quiero viajar más. No sé como lo hacen los demás, pero mi trabajo está aquí junto a ti, por favor.
Corrió hasta ella sentándose en una de las sillas en frente y tomó sus manos suplicando, a lo que Mónica liberó una de sus manos para acariciar su cabeza.
—Espero hayas aprendido.
—Sí, prometo no volver a hacerlo.
Devan giró los ojos, tenían una relación tan paternalista esos dos, que sabía a la perfección jamás podría tener con Mónica.
—¿Y tú, Devan? ¿Todo bien en Italia?
—Sí, aquí te traigo el reporte, todo se realizó como lo quiso el cliente, ningún fallo hasta el momento.
Se acercó dejando la carpeta sobre el escritorio a lo que Mónica dejó a Antonio para tomar la carpeta y leerla.
—Excelente. Les tengo un trabajo a ambos y necesito que trabajen en equipo.
—¿De que trata? —preguntó Antonio con curiosidad.
—Ayudarás a Devan a entrar al Palacio de Westminster.
*****
He vuelto mis amores, no por mucho, no me tengo mucha fe con la regularidad, pero hago todo lo que puedo, les dejo aquí el segundo capítulo y espero que les interese, les llame le atención, les resuene algo o los deje pensando.
Nos estaremos leyendo pronto o por lo menos eso espero. No olviden que me pueden encontrar también por Facebook o Instagram como changsegi o chang.se.gi respectivamente.
Les quiero, les amo.
Atentamente un caracol.
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