Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Parte 15

Me salté las dos clases que me quedaban y me fui directamente a casa. Me sentía perdida. Estaba muy desorientada por lo que acababa de pasar y necesitaba un lugar en el que me sintiera segura. Dejé mi mochila en clase por si al profesor de turno se le ocurría tratar de detenerme o pedirme explicaciones.

La que necesitaba explicaciones era yo, y mi tía era la única que podía dármelas. ¿Por qué Héctor? ¿De qué se suponía que debía que proteger a un chico de diecisiete años? ¿Qué problemas podía tener un adolescente? ¿Acné? ¿Trastornos alimenticios? ¿Adicción al porno?

Después de ver cómo había dejado al chico rubio, me daba la impresión de que la fuerza que se me había otorgado era desproporcionada y no se correspondía a las amenazas que podía tener Héctor.

¿Hasta cuándo tendría que protegerle? ¿Qué le sucedía a las once de la noche? ¿Podía contarle que yo soy una gorgona y él mi protegido?

Llegué a casa de mi tía y subí andando los siete pisos. Nada más meter la llave en la cerradura la escuché gruñir "mierda" al otro lado de la puerta. Tuve la impresión de que estaba tratando de esconder algo y abrí la puerta de golpe. Entré en el salón y la encontré totalmente desnuda. Estaba cubierta en sudor y aún más despeinada que de costumbre. Usaba mantas y cojines para tapar un bulto que había en su cama.

—¿Qué haces aquí tan pronto? —Puso los brazos en jarra—. Deberías estar en clase.

No parecía ser consciente de lo desnuda que estaba porque no se cubrió en absoluto. Aunque si yo hubiera tenido su figura tampoco tendría ningún complejo. Parecía sacada de un anuncio de gel de ducha, pero con los abdominales marcados. Nunca habría esperado que mi tía escondiera aquel cuerpazo bajo sus jerséis gruesos.

Aun así, me resultaba violento mirarla así que puse mi mano frente a mis ojos de forma que solo me permitiera ver su cabeza.

—No me encontraba bien y he venido a casa —respondí—. ¿Qué hay en el sofá?

—Nada —se apresuró a decir mientras echaba otro cojín al montón.

Oí un quejido salir de debajo de las mantas.

—Es un perro vagabundo.

Me habría hecho tan feliz tener un perro. Lástima que fuera totalmente falso.

—A verlo —le pedí.

—Está muerto.

—Lo acabo de oír.

—Está casi muerto.

—Entonces hay que llevarlo al veterinario.

—No, es demasiado tarde para él.

—Tendríamos que intentarlo...

—Es peligroso, métete en tu habitación y cierra la puerta que yo me encargo.

—¿Qué vas a hacer?

—Acabar con su dolor.

El "perro" que había debajo de las mantas se movió un poco.

—¿De qué se está muriendo? —pregunté haciéndome la inocente— ¿De gonorrea?

—¿Gonorrea? —mi tía parecía más confundida que yo.

—Sí, porque se la hayas contagiado tú.

—¿Cómo? —el "perro" exclamó asustado.

Las mantas se movieron y la mitad superior de un hombre desnudo salió de debajo de ellas.

—¿Gonorrea? —el tipo se dirigió a mi tía.

—Sorpresa —le respondió mi tía totalmente inexpresiva. Suspiró. Al descubrirse lo que había debajo de las mantas se relajó y se fue al baño.

—¿Quién eres? —pregunté al desconocido.

—¿En serio? ¿gonorrea? —me miró desesperado.

—¿Que quién eres? —insistí.

—¿Has dicho en serio lo de la gonorrea? —para tener esa musculatura parecía poco valiente. Llevaba el pelo un poco largo y la barba corta. Se notaba que se cuidaba, pero me resultaba imposible adivinar la edad que tenía. Quizá tenía veinticinco o quizá cuarenta y cinco años.

—Hoy en día la gonorrea no es mortal —mi tía apareció cubierta con una bata, recogió una camisa del suelo y se la arrojó a la cara.

El pobre hombre se puso de pie, tapándose sus partes con la ropa y miró a mi tía como si fuera un cachorrillo perdido.

—Te está vacilando —tuve que decir. Me estaba dando bastante pena.

Oí a mi tía reírse en voz baja mientras recogía su ropa del suelo.

—¿Puedo...? —preguntó el tipo señalando el servicio.

Mi tía asintió y le miró descaradamente el trasero a su amante mientras él recogía el resto de su ropa y se metía en el baño.

—¿Qué haces aquí tan pronto? —me riñó mi tía—. No puedes faltar a clase.

—Me he peleado, he pegado a un chico en el colegio —me acerqué a ella y le susurré—. Se me ha pirado, he perdido el control. Ha sido por lo de ser gonorrea... digo gorgona, se me ha ido la cabeza y le he dejado muy mal.

—¿Muy mal en coma? —Mi tía frunció el ceño—. ¿Sobrevivirá?

—No, muy mal que quizá necesite puntos.

—Entonces tampoco está tan mal ¿te han expulsado?

Negué con la cabeza y la puerta del baño se abrió de nuevo.

—¿Puedo coger un vaso de agua? —el tipo ya se había vestido. Llevaba un traje hecho a medida que le sentaba bastante bien.

—No —gruñó mi tía cortándole el paso—, ya te ibas.

—Eh —el tipo trató de encontrar complicidad en mi tía, pero ella permaneció firme—, siento si he hecho algo que...

—Hablas mucho —mi tía le puso dos dedos sobre los labios —, no hables más.

Su boca sonrió bajo los dedos de mi tía. Yo me moría de curiosidad.

—¿Quién eres?

—Es mi novio —se adelantó ella—. Formal. Somos pareja formal y estábamos desnudos porque es lo que los adultos hacen después de muchos meses, cuando tienen algo serio.

Mi tía y yo miramos a su "novio". Él estaba cruzado de brazos, levantó las cejas y asintió apretando los labios para contener la risa.

—Ah —le sonreí—. Pues que se quede a comer. Es casi de la familia ¿no?

A mi no me la colaban. Con eso no.

—No puede —cortó mi tía.

—¿Entonces a cenar otro día?

—Tampoco puede, no puede nunca.

—¿Por qué?

—Porque... —mi tía puso la cara triste más falsa de la historia— acabamos de cortar.

—Oh no... —el tipo dejó caer los brazos a los lados. Se acababa de enterar.

—¿Qué te he dicho de hablar? —le riñó ella.

—¿Cómo se llama tu novio, tía? —había dejado de disimular mis intenciones.

Mi tía se puso roja, pero no abandonó su farsa. Él la miró con atención.

—Hugo.

El tipo asintió, pero se llevó una mano a la boca para disimular la risa.

—¿Y cómo se apellida mi tía? —le pregunté a él.

—Me apellido Navas. Qué preguntas más tontas haces —mi tía condujo hasta la puerta a su amante mientras respondía—. Además, no le cojas cariño que hemos cortado.

Abrió la puerta y le hizo salir. Él sujetó la puerta antes de que ella cerrara.

—Sergio.

—Ya —mi tía miraba nerviosa en todas direcciones menos hacia él—. Ya lo sabía.

Era muy alto así que se inclinó hacia ella y le dijo algo en voz baja que pude oír perfectamente.

—Oye, siento que se haya torcido y toda esta locura. —Sonrió mientras se colocaba el pelo detrás de las orejas—. Pero lo estaba pasando muy bien ¿Puedo llamarte?

Mi tía, que por fin le había mirado a los ojos bajó la vista y negó con la cabeza antes de cerrar la puerta.

Apoyó la frente unos segundos sobre la puerta.

—Necesito un momento para ordenar el salón... —me dijo con voz débil—. Si quieres, mientras, busca ropa que tengas para lavar.

Se había venido abajo. Se notaba que necesitaba estar sola, pero no para ordenar.

Le di diez minutos. Cuando salí había recogido todo. Su cama volvía a ser un sofá y ella estaba sobre él. Se había acurrucado en una esquina, con las piernas encogidas. Llevaba puesto un jersey gris grande, que le permitió meter las piernas dentro de aquella prenda, envolviéndose como una oruga en su pupa.

—Siento que... —empezó a hablar y agitó la cabeza, como si rebobinara—. Hay una cosa que se pone en el móvil y se llama Tinder. Y bueno... puedes conocer gente en Tinder. A veces la uso. Y le conocí anoche y ha venido a verme esta mañana. Está bien porque no consume mucha batería y no tienes que salir a la calle a por... hombres, y eso.

Se volvió hacia mí de golpe.

—Pero tú no la puedes usar.

Asentí. Si ya tenía suficientes problemas con Instagram, no quería ni oír hablar de Tinder.

Mi tía se abrazó las rodillas, había vuelto a ensimismarse. Yo quería hablarle de lo de Héctor, pero aquel tema de conversación era demasiado jugoso para dejarlo escapar.

—Parecía majo.

Ella se limitó a encogerse de hombros.

—¿Por qué no quieres que te llame?

—No me gusta.

—Venga, hombre —hice un aspaviento señalando a la puerta—. Parecía salido de un anuncio de colonia.

Quizá no era tan guapo, pero a mi me había impresionado. Cuando alguien de tu familia consigue una pareja no te esperas que sea tan atractiva.

—No puede ser, Alexia. Déjalo ya.

—¿Por qué?

Puso los ojos en blanco y se llevó las manos a la cabeza.

—¿Es porque no sales de casa? —tanteé—. ¿Porque tienes agorafobia?

La mirada de súplica que me dedicó fue suficiente para convencerme de dejarlo estar. Aunque en cierto modo parecía que se moría de ganas de contármelo. Se inclinó hacia adelante y apoyó la frente en sus rodillas. Creí que estaba a punto de derrumbarse así que fui a la cocina a por un vaso de agua para ella.

—No le digas nada a tu madre de Tinder —me dijo cuando le entregué el vaso.

—¿Por qué? —¿De verdad esperaba que me guardara para mí un salseo así?— No es nada malo.

—Si tú no le dices nada a tu madre de Tinder yo no le diré nada de que trapicheas para costearte la farlopa.

—Yo no...

Mi tía levantó las cejas y miró a un lado solo con los ojos, dándome a entender que en este caso daba igual la verdad y que mi madre la creería antes a ella (adulta) que a mi (adolescente repetidora que había sido expulsada del instituto).

—Bueno, has pegado a otro chaval... —sacó las piernas de su jersey y me miró con atención.

—No, al primero no le pegué —le corregí—, se cayó por las escaleras.

—Porque tú le empujaste.

—Sin querer.

—Vale. ¿Al de hoy le has pegado sin querer? —preguntó con sarcasmo.

Me senté en el sofá y le conté lo que había sucedido. Le di todos los detalles que recordaba. Ella me escuchó con atención hasta que le hablé del tatuaje de Héctor, cuando me acusó de acosadora y se burló veladamente de mí. Cuando terminé se quedó callada.

—¿Por qué crees que debo protegerle a él? —le pregunté finalmente.

—No tienes que proteger a ese crío.

—Lo que debo proteger es a él, tía, lo sé.

—No es a él. No es cierto.

—Te juro que tengo que protegerle.

—No hace falta que lo jures. Sé que no mientes, que dices lo que crees que es verdad. Pero estás equivocada.

—Estoy segura, lo siento cada noche. Es él el que me viene a la cabeza, el que me preocupa. No sé cómo no caí antes.

—No le tienes que proteger. Solo estás colada por ese Justin Bieber.

—No se parece a Justin Bieber, es bastante más...

Iba a decir "guapo", pero eso no me ayudaría a deshacerme de mi imagen de adolescente hormonal. Mi tía estaba juzgando cada palabra que salía de mi boca. Si seguía alzando las cejas se le acabarían fusionando con el pelo.

—No puede ser una coincidencia que me salieran las escamas y que tuviera esa fuerza y esos reflejos.

Mi tía se levantó, abrió la habitación prohibida y entró en ella. Se oyeron un par de pitidos antes de que volviera a salir.

—Estás confundida, Alexia.

Llevaba en la mano una pistola enorme. Era la primera vez en mi vida que veía una. En el pueblo solo había escopetas, y a pesar de ser más grandes impresionaban menos que aquello.

—¿Para qué es eso?

—Estás distraída y tenemos que arreglarlo —manipuló la pistola. Me dió la impresión de que estaba comprobando el cargador—. En cuanto el chico desaparezca verás más claras las cosas y encontrarás lo que debes proteger.

—¿Qué vas a hacer con eso? —un sudor frío recorrió mi espalda.

—No le va a doler, será rápido.

—No puedes matarle, no... no hablas en serio, ni siquiera sabes donde vive.

—Sé dónde estudia.

—Te meterán en la cárcel.

—Recuerda que estoy loca.

—No puedes...

Me puse de pie y me acerqué a ella lentamente, con la intención de quitarle la pistola. En lo que se tarda en parpadear dos veces mi tía me agarró, me hizo una llave, me tiró al suelo, me inmovilizó y me esposó a la pata de una mesa. ¿De dónde había sacado esas esposas y esa fuerza?

—No te acerques a él —bramé cuando salí de mi asombro.

—No hará falta. Yo creo que a un par de metros acierto —estiró el brazo apuntando con la pistola.

Tiré de las esposas con fuerza y partí la pata de la mesa. Me abalancé sobre mi tía, agarrándola por el cuello y empujándola hasta que su cabeza se golpeó contra la pared. Ella no parecía asustada. Miró fijamente a las tres serpientes que acababan de brotar de mi cabeza y siseaban amenazándola. No aflojé su cuello, pero no le importó, se limitó a apartar la manga de mi jersey y examinar las escamas que cubrían mis brazos.

—Pues sí —frunció el ceño, pensativa—. Sí que debes proteger al chaval.

Por favor, perdonad el retraso del capítulo. Las que me seguís en redes sociales sabéis que este fin de semana no he parado por casa. He estado de retiro espiritual, meditando mucho y en contacto con la naturaleza en un evento llamado DownloadFest 😎 donde he asistido a diez conciertos (puede que más), y he acabado reventada de tanto... meditar (jejejejeje) 😏

Pero bueno, espero que este capítulo os haya gustado, con su pequeña dosis de salseo.

Una pregunta: ¿Cuántas os habéis microinfartado al leer "Hugo"? 😁

Después del comentario tan bonito que me dejó en el anterior capítulo, tengo que dedicar este a @GinoraEstrella ❤️️💕 Lleva ya un tiempo apoyándome y es un auténtico lujo tener una lectora como ella.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro