En el tercer día epagomenal, el cielo se había teñido de rojo y negro, las dos tonalidades no presagiaban nada bueno, era un mal augurio para Egipto.

Los ojos de Ra que todo lo veían, sentada en su trono de oro se estremeció por éste suceso, todo el ambiente se volvió pesado, denso, difícil de soportar, eso indicaba que el mal había nacido y con éste el caos le acompañaba.

El llanto de un bebé resonó por todo el templo, seguido de otro más. La diosa del cielo, Nut, había dado a luz a dos dioses gemelos, la hermosa deidad miraba aterrada a su primer hijo de cabellos rojos como la sangre y el segundo, más pequeño en tamaño, su cabello negro como una noche sin estrellas, ambos representaban el caos, la sequía y el desierto, juntos serían tan poderosos, incontenibles, traerían desgracias a todo Egipto, desatarían guerras debido a su naturaleza destructiva.

El desierto reinaría por siempre.

Ra se presentó en el templo del cielo, sus destinos ya los había decidido. Sólo uno tendría el título como el señor del caos, Dios de la sequía y del desierto, el otro sería borrado su existencia, sólo uno debía ser llamado Seth, el otro visto como una mancha, la sombra del primero, un tabú, sería nombrado Sutej. Uno fue envuelto en finas telas, el otro desapareció sin dejar rastro alguno.

El alma y el cuerpo habían sido separados.

Todos los que presenciaron el nacimiento de dos dioses gemelos se les obligó a olvidar, nadie debía recordar aquel suceso, incluso Ra quiso borrar esa parte de su mente, quien se vio amenazada, todo lo que ha creado sería destruido por esos dos, temiendo por la existencia de cada dios de la Eneada y como medida desesperada se deshizo de uno, sólo le quedaba seguir conteniendo el desierto, mantenerlo tranquilo por milenios aunque sabe que...

El desierto jamás será domado.

Sin embargo la diosa del sol no sabía lo que provocaría su mala decisión en el futuro, pero, para el padre de los dioses y del tiempo: Amón, el destino había sido reescrito, el hermano gemelo de Seth era una parte fundamental en su vida, ahora que su esencia divina dejó de existir, toda paz acabaría siglos después, la tiranía de un reinado, sangre derramada en el desierto y un rival de los cielos marcaría un punto final y daría inicio a otro destino que se va tejiendo.

El nacimiento de un amor sincero.