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T R E C E

  Fueron incontables las veces en las que utilicé los botes de basura para impulsar mis saltos y amortiguar mis descensos; eran aliados inertes encargados de facilitar mis salidas y entradas, sin embargo, luego de ver a Cindy Harrison, el ese sobre dentro de ellos los transformaron en guardianes de un secreto que yo quería saber.

Puede que muchas veces mi curiosidad me llevó a lugares inhóspitos, carentes de consciencia y cordura, pero aquella era mi naturaleza y desprenderme de ella era tan difícil como arrancarme el pelaje.

La curiosidad que me caracterizaba nunca me lastimó, pero si empujó a la persona más cercana a mí a un abismo sin tregua.

Cuando Eleonor volvió a casa la observé más calmada, y por ende más alerta ante la travesura que me disponía hacer cuando llegó a la habitación.

—¿Cómo es todo en Brasil? —Fue lo primero que escuché que dijo al entrar a la habitación.

Bajo mis pies observé el bote donde se encontraba lo que quería ver, abierto de par en par exponiendo una obra de colores enmohecidos que desaparecía ante la vistosidad del sobre. Desde que Cindy había depositado ese voluminoso objeto ahí, no hubo manera de quitarlo de mi mente ni por un instante y menos con las posibilidades a un salto de distancia.

<<¿Podemos ir a revisar la basura? Hay algo...>>

—No... es decir, sí, recibí la carta y te la respondí pero no sé si ya te habrá llegado —La voz distante de mi dueña me confirió un aliento para calcular por última vez lo que iba a hacer, y hacerlo.

Sin embargo, cuando caí sobre la bolsa que cubría lo que yo anhelaba poseer bajo mis patas la voz de mi dueña llegó a mis oídos en mi llamado.

—¿Qué haces? Vuelve aquí, te vas a llenar de basura —gruño ella, sacando su cabeza por la ventana.

<<Ven, hay algo aquí>>

Antes de girar mi cabeza para observar lo que, con el ruido, sabía que estaba haciendo Eleonor me dispuse a despejar mi camino hasta tocar el sobre y poder pararme sobre él.

Antes de poder dar el primer rasguño a la superficie de papel amarillento, Eleonor me sacó del bote reprochándome la acción con palabras chillonas, hasta que sus ojos divisaron aquel tesoro.

<<Te lo dije>>

Tal vez los dos tuvimos el mismo pensamiento al ver el llamativo volumen y la inmaculada superficie apenas ensuciada por algunos liquidos del bote. Y estaba en lo correcto ya que se inclinó y lo sacó. Ambos compartimos la ansiedad por saber que contenía, era notable en la forma en la que intentaba ver el interior en ojeadas furtivas.

—¿Fue esto lo que te hizo saltar? —Me preguntó, con la vista puesta en el interior del sobre sin siquiera mirar lo que yo intentaba comunicarle con mis ojos.

<<Lo arrojaron antes de que llegaras>>

—¿Quién? ¿Lo viste? ¿Lo conozco?

Guardé silencio y ese fue mi más grande error.

Entramos a la casa y pasamos al cuarto antes de que cualquiera nos viera con las manos en algo que no nos incumbía. Solo que ya era tarde.

Eleonor cerró la puerta tras de sí, su corazón latía en la misma frecuencia desbocada que el mío.

—¿Qué crees que sea?

<<Una bomba>>

Sería irónico que la primera vez, desde hace mucho tiempo, que haces una broma y sea verdad.

Temblorosa en sus acciones, al posicionarme en la cama no supo que sacar primero; acercaba y alejaba su mano incontables veces, dividida entre la curiosidad y la precaución.

<<Si fuera una bomba ya estaríamos muertos. Ábrelo>>

Colocó los ojos en blanco y sacó del sobre lo primero que tantearon sus manos: era un puñado de pequeños sobres que por su aspecto grisáceo denotaban vejez, todos agrupados uno encima del otro y amarrados a la perfección. De aquello había ese y otro grupo dentro.

Son cartas —murmuró ella, en un suspiro de alivio y éxtasis.

<<¿Solo eso?>>

Tal vez hay más, no lo sé.

No tardó en desamarrar el nudo que mantenía unido al primer grupo, tomó el primer sobre entre todos y sacó el papel dentro de este.

Se aclaró la garganta y me miró con diversión.

—Cindy... —La estupefacción que causó ese nombre en ambos alimentó el deseo que teníamos por descifrar el contenido del sobre. Cuando me acomodé en su regazo prosiguió—: Me encuentro en un limbo entre los inmensos océanos de la euforia y la desdicha gracias a tu presencia; te tengo, pero no te posee, te toco, pero no te abrazo, te acaricio...pero a pesar de todo eso sigues sin ser tan mía como yo soy tuyo...

La lectura fue reemplazada por un chillido que me hizo saltar de terror. Se levantó de la cama sosteniendo la carta en sus manos. No había explicación razonable que me diera una idea de lo que estaba cruzando su cabeza; podía dar fe de que lo que mis ojos admiraban era una muestra de insania en su más clara naturaleza.

Por prudencia, me arrinconé lo más lejos de ella que pude.

Su esposo es todo un don Juan —Suspiró con la carta apretada al pecho.

<<No tiene cara de hacer esas cosas. Lo más interesante de ese hombre es verlo festejar cuando resuelve un sudoku>>

—Ya sabes lo que dicen, caras vemos partidas de sudoku no sabemos —rio ante el comentario y yo me contagie del sentimiento.

Siguió narrando las palabras escritas a puño en la carta con enternecimiento en el tono, dedicándole suspiros a cada párrafo. Yo me encontraba abrumado por el encuentro, darme a la tarea de descifrar todo lo que le pasaba con Eleonor y todo lo que había en la carta era mucho.

Debía aclarar mis ideas antes de seguir prestando atención, ya que en ese tiempo mis conocimientos sobre los sentimientos y comportamientos volátiles de los humanos eran apenas sustentable para darme respuesta de lo ocurrido y lo venidero.

Eleonor y su ambiente en general eran una bomba de tiempo.

—Con amor...—Paró en seco e hizo una mueca.

Despegó su lengua del paladar para deslizarla por sus dientes y pronunciar un nombre ajeno a su mundo, irrelevante ante sus ojos y aun así suficientemente capaz de con su nombre, y solo con su nombre, deslumbrarnos el pensamiento. No al mismo tiempo, pero si con la misma fuerza.

—John Rinaldi.

La gracia del momento se borró al leer ese conjunto de palabras.

Lo que a ella le espantó, a mí me ofreció un vistazo breve de un recuerdo que creí perdido y casi olvidado. Yo sabía quién era él con lujo de detalle.

Eleonor leyó todas y cada una de las cartas, y todas contenía el mismo nombre.

John Rinaldi.

Cuando comprendió lo que tenía en sus manos, acomodó las cartas por fecha, sin importarle tener que releerlas. Su piso se forró de papel por la cantidad de cartas a su poder. Los dos visualizamos las cartas en el piso esperando una señal, pero lo que las cartas nos ocultaron el contenido en el sobre lo respondió.

La página que sacó Eleonor estaba en blanco con letras casi desteñidas que me dejaron desconcertado. ¿Qué tenía que ver una hoja casi en blanco con todo ese jolgorio? Al darle la vuelta a la hoja ambos supimos la respuesta.

Entre tonalidades de azul y verde el rostro rejuvenecido de Cindy se alzaba con euforia en la sonrisa y dulzura en la mirada. Sus hombros estaban descubiertos y en su cuello una pequeña cadenita apenas visibles entre las pinceladas sin sentido.

En una de las cartas se relataba algo de ese cuadro, pero teniéndolo frente a frente interesaba poco lo que se escribió en la carta.

Ese fue mi primer encuentro, cara a cara, con las demostraciones artísticas de los seres humanos.

Los dos observamos la pintura por largo rato, abstraídos por lo desconocido que nos resultaba ese rostro estando tan emparentados con él. Era claro para Eleonor y para mí que lo único que nos sacaría del laberinto de preguntas en el que nos metimos era lo que quedaba dentro del sobre.

Las últimas dos páginas dentro del sobre era todo lo que quedaba para armar una incógnita. Eleonor las leyó, comparando una con la otra hasta que sus ojos se abrieron de la sorpresa y de su boca salió un chillido ahogado.

—¡No puede ser! Ella engañó a su esposo con este tipo, ¡y de qué manera! —Se levantó de la cama y danzó entre las cartas esparcidas por el piso—. Tengo que decírselo a mi mamá. No se lo va a poder creer, aquella a la que idolatra es una mentirosa.

<<Espera, debemos callarnos...>>

Caminó con las páginas en las manos y cuando giró el petillo de la puerta, su celular comenzó a sonar. Se debatió un instante en el mismo lugar, luego dio la vuelta para saltar sobre la cama y con una enorme sonrisa en el rostro contestó.

No había que ser divino para saber quién era el causante de su embobecimiento.

Si hubiera hecho una lista de las oportunidades que Eleonor arruinó por Calum jamás lograría terminarla.

—Vamos, Calum, no me olvidé de ti solo estuve ocupada todos estos días —Su rostro estaba iluminado por las palabras que escuchaba del otro lado—. Estaba trabajando, en la academia y...resolviendo misterios.

Eleonor río por su comentario y por la voz que pudo seguirle el juego a otro lado de la línea.

Así estuvo casi por una hora, si mi forma de calcular el tiempo es exacta, olvidando de ese modo su encomienda principal, la razón por la cual debí abrir la puerta e ir con su madre. Nada de eso le importó luego de oír las palabras hipnóticas que Calum Prince tenía para decirle. 

Muchas razones tenía Cindy Harrison para comportarse como lo hacía día a día; era su modo de no volver a cometer errores o de que nadie supiera que los había cometido. Y las repercusiones principales iban dirigidas más que todo a su hija, Irina.

Eleonor y yo éramos testigos constantes de esas peleas constantes entre nuestras vecinas, cada día era algo distinto: la escuela, el baile, o la simple existencia de Lucas Steward.

Cada uno de esos elementos era detonante principal de una riña de madre e hija, o era eso lo que llegaba a captar mediante mis momentos de curiosidad.

Esa noche cuando ambos dormitábamos entre las almohadas y las cartas, las mismas risas de siempre surgieron para colmar el silencio, fantasmas nocturnos que solo nosotros lográbamos disuadir su existencia.

Aunque el sueño parecía ser vencedor entre ambos, percibir otra vez las voces nos llenó de fuerzas para alejar las sabanas y echar un vistazo a lo que estaba por pasar.

Irina Harrison y Lucas Steward nunca dejaban rastro de sus travesuras, eran expertos en eso.

Lo di por sentado cuando, en la oscuridad del cuarto y las pocas posibilidades de ser visualizados, pudimos ver como se adentraban en el cuarto de Irina; la casa de los Harrison en pleno sosiego cobró vida con ese par de amantes, y con los dos pares de ojos que observaban sus acciones.

Para ese momento dos personas conocían el secreto de los Harrison y el mundo no lucía a punto de explotar como yo me lo imaginé, ni siquiera la otra persona que poseía ese secreto en sus manos le importaba algo más allá de lo que ocurría frente a sus narices.

Supuse que eso era bueno, el no ver las repercusiones en ese instante me mantuvo en calma.

Lucas e Irina siempre representaron un tema delicado de tratar para Eleonor.

Hacía mucho que veía sus acciones oculta en la oscuridad, pero la presencia de Lucas le proporcionaba una debilidad evidente: enmudecía en una frecuencia tan alarmante que su corazón, penoso de latir en su pecho, guardaba silencio para respetar la privacidad de los amantes, sus manos se mojaban de sudor y sus labios se fruncían.

La única luz que nos daba visibilidad dentro de la escena era la de una pequeña lámpara a un lado de la cama. Lucas e Irina hablaban, se tocaban y besaban llenando el aire de ambos cuartos de sensaciones alarmantes.

Eleonor me apretaba más contra si cuanto más intensas eran las muestras de afecto, el tiempo pasaba rápido y en un abrir y cerrar de ojos estábamos presenciando actos que no debíamos.

Lo supuse por la forma que Eleonor cerró las cortinas y se lanzó a la cama conmigo en brazos.

Las cartas salieron de la cama hechas un desastre, se esparcieron sobre el suelo sin causarle dolor a Eleonor de forma instantánea. Lo iba a sentir a la salida del sol cuando esos sentimientos confusos salieran de su cuerpo.

¿Eran celos? ¿Era cólera? Sus murmullos frustrados entre las sabanas apuntaban a muchas cosas que dejaban inconclusas mis hipótesis sobre su reacción. Lucas y Eleonor compartieron el mismo aire en algún momento de sus vidas y de la nada volvieron a juntarse de esa forma.

Como una cazadora furtiva admirando una presa imposible.

Mis descubrimientos sobre ese tipo de mezclas emocionales que erosionaban en Eleonor afirmaban mis razones para pensar que lo peor estaba rozándome la nariz y haciendo temblar mis bigotes. 


¡GENTEEEE! ¿Cómo han estado? 

¿Qué les ha parecido el capítulo de hoy? 

   Cabe acotar que la foto en multimedias es la forma en la que me imagine el retrato de Cindy, pero ni ustedes tienen otra visión de él no hay problema porque la foto solo es una pequeña referencia puesto que aún estoy intentando buscar mi confort a la hora de describir pinturas. 

Y recuerden, Morny espera verlos en el episodio que sigue. Besos 

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