D O C E
Los humanos se han engañado a sí mismos desde el principio, desde que tienen uso de razón se han inclinado por creer mentiras fantasiosas para hacer de sus vidas algo tolerable.
No estoy argumentando a favor de la mentira, pero soy espectador principal de que con solo cambiar la realidad más de una cosa se vuelve favorable.
Era como mentirle a la mentira misma.
Cuando ese auto azul oscuro aparcó frente a la casa todo en el lugar se tornó distinto; el aire que se respiraba, los olores, los colores, las figuras, los ruidos. Los sonidos se agudizaron y esos latidos de los tres corazones que se encontraban en ese perímetro hoy me retumban en la sien.
Cada paso que la figura salida del carro daba hacía la puerta era un tic tac al reloj que marcaba el tiempo que nos quedaba de paz y tranquilidad. Mi vista ese día era borrosa, o tal vez era ese efecto nuevo que produjo la llegada de Calum Price a la vida de mi dueña y a la mía.
El timbre retumbó una vez.
Unos segundos después la voz de Eleonor se alzó malhumorada.
El timbre sonó una segunda vez.
La voz de Eleonor parecía no difundir el mensaje que quería.
El timbre sonó una tercera y última vez.
Para ese instante la presencia de mi dueña cruzando el pasillo convertida en una furia transformó el momento de tensión en algo digno de mofarse.
No hubo más nada que reclamar cuando sus ojos vislumbraron la figura frente a sí. Su cuerpo se congeló por un instante. Asombrado por el poder que un hombre tenía con su presencia me posicione alado de ella para detallar lo que a mi altura no podía.
Sus tamaños eran distintos, sus respiraciones no iban en sincronía, su parpadeo no era unísono, ni los fragmentos más comunes parecían coincidir en esos dos.
—Perdón por llegar antes de lo previsto es que en serio necesito el teléfono, es urgente —La voz del hombre era ronca, sin titubeos.
Eleonor quedó sin habla, lo único que salió de ella fue el sonido indiscutible del nerviosismo: el silencio, seguido de una risa apagada.
—No, llegaste bien, yo voy a...—Carraspeó, retrocediendo al interior de la casa con las palabras atoradas aún en su garganta—. Espera aquí un segundo.
Me debatí entre seguirla o mantener mi atención en ese desconocido. Pero tanto a Eleonor como a mí nos invadió la petrificación ante la figura parada en la puerta de la casa.
Agachó la vista y por fin pudimos vernos a los ojos. Aquellos ojos tan grises como el cielo ese día.
Cuando estuvo a mi altura levantó una ceja en mi presencia. Recuerdo no haber quitado la vista de él, porque poseía esa aura que nunca me dejó estar tranquilo. Con él cerca había que estar alerta. Estiró su mano, estuvo a punto de tocar hasta que el sonido de pisadas nos alertó. Subí la vista para ver como esa soberbia se transformaba en tranquilidad amena.
Estando frente a frente cada uno hizo posible que la atmosfera sucumbiera de su estado natural para darle paso a ese torbellino de pensamientos humanos de tan poca capacidad cerebral.
Porque los humanos son así: propensos a caer ante sentimientos más grandes que su propia comprensión.
—Lo lamento tanto, no fue mi intensión llevarme tu teléfono, lo juro —Respiró hondo y le entregó el aparato al hombre frente a ella—. Sano y salvo.
Calum lo tomó y soltó una risa ante las palabras de mi dueña. Ella agachó la cabeza casi por inercia.
—No tienes por qué disculparte, le puede pasar a cualquiera con unos tragos encima.
—Supongo —murmuró dándome un vistazo rápido desde su altura—. Bueno, ya me quitaste un poco la culpa. Así que...
—De nada... creo que me tengo que ir, ¿no?
—Si no sabes tú —Se mofó ella.
—Pues, entonces hasta luego, Eleonor.
La forma en la que dijo su nombre, cada letra que salió de su lengua...
Realmente ese tono de supuesto desconcierto era pura fachada, yo estaba seguro. Y lo confirmé cuando Eleonor me tomó en brazos para, supuestamente, ver como él se marchaba.
Pero la cosa pasó antes de que ella pudiera siquiera tomar la puerta para cerrarla.
—La verdad es que... —Se devolvió de su camino con una sonrisa que hizo tensar a Eleonor—. Yo quería darte mi teléfono, pero no de la forma en que sucedieron las cosas.
La risa nerviosa de Eleonor surgió de la nada, así como las nubes que taparon el cielo despejado ese día.
Su corazón latía fuerte, parecía querer salirse de su pecho con cada bombeo, era como escuchar una tormenta dentro de una persona solo que nadie aparte de mí era testigo.
Hablaron en clave numérica con la mirada en el teléfono de él.
Eleonor me apretaba más contra su pecho con la presencia cercana de Calum. Su olor era estridente y tan familiar como un sueño vivido: tenía el mismo olor que yo cuando llegué a la vida de Eleonor. Ambos se sonrieron decididos a separarse por esa vez.
A diferencia de la primera vez, Calum tuvo otro truco para hacer paralizar el ambiente.
El teléfono de mi dueña sonó y antes de poder sacarlo de sus pantalones, la voz que aún permanecía a pasos de la entrada habló:
—Lo siento, solo quise comprobar que me disté tu número y no uno falso. No podrás creer cuantos me juegan esta misma broma.
Una melodía nerviosa brotó de los labios de mi dueña, algo corto y apenas audible. Como si eso no fuera lo más raro que alguien pudo haberle dicho.
—Nos vemos. —le dijo antes de cerrar la puerta. Botó aire y frotó su cara con desespero.
Hubo un silencio donde el encendido del auto fue lo único que se escuchaba.
—Pudo ser peor, ¿no?
<<Al menos no me lanzaste contra el techo cuando sonó el teléfono>>
—¡Supéralo!
Su corazón iba descarrilado en mi oreja, sus pulmones me alertaban que el aire que respiraban no los saciaba, le rogaban por el aire que se les fue arrebatado.
Pies descalzos que no encontraban rumbo al cual correr. Frente a mi, unos ojos cubiertos de un brillo cegador, y en la cama donde dormíamos un cuerpo entorpecido por un sentimiento de naturaleza subjetiva, el mismo que la hizo caer bajo años atrás.
Nos quedamos ahí por mucho tiempo, el suficiente para que el sueño me alcanzara y arrasara con mi consciencia.
Los olores que impregnan el viento y acarician las narices de los seres que no huyen de la luz son recuerdos itinerantes de un hecho ocurrido.
El sentimiento que produce la brisa sobre la cara revive memorias de eventos pasados sin un fin perpetuo, colman el ambiente y de cierta forma se lleva nuestros recuerdos para que otros comprendan la sensación que invade ese momento individual.
De olor y sensaciones sé más de lo que en otra vida supe; porque fui el viento mismo en otra vida, el conductor de los recuerdos de los seres, aquel capaz de mover el aire a voluntad, por ello cada vez que la brisa entraba al abrirse las puertas de esa casa mi guardia se ponía en alerta para atrapar todo lo que la brisa trajera consigo.
Cuando Eleonor volvió a la cafetería de su padrastro regresaron a mí olores y malas costumbres extraviadas en los confines de la rutina.
Estar cerca de Eleonor era sentir las pequeñas dosis de perfume que se echaba en las mañanas y que nunca prevalecían luego de salir del cuarto, ya que al volver miles de aromas ajenos colmaban su ser.
Se cumplió una semana del encuentro que dejó a mi dueña atrapada en una nebulosa en los sin fines de laberintos diferentes a los de la realidad. Dopada sin misericordia.
No despegaba la vista del aparato desde que él arribó en su puerta aquella mañana de inicios de semana. Le reía a la pantalla, le permitía verla sonrojada y susurraba dormitada sus anhelos.
Es como si nunca hubiera sido un ser calculador y frío que ocultaba sus verdaderos sentimientos.
La mañana en la que ella despertó para irse a trabajar yo me encontraba hundido en sueño. Desde ese día poseerla a un lado dependía de divisar su esencia a merengue.
Regresó a la academia el día siguiente de encontrarse con Calum, por lo que tenerla en casa era casi un espejismo para mí que la visualizaba entre mis siestas. La mañana en que pude verla en casa fue un viernes anticipado al aniversario de sus padres.
Dormitaba en su desayuno y se rascaba la muñeca izquierda como lo hizo toda la noche en una desvela inusual.
Escuchar sus uñas contra su piel en movimientos desesperados me hizo levantar la cara de mi desayuno y encontrar una respuesta a sus movimientos.
<<¿Por qué no dejas de rascarte? ¿Pasa algo?>>
Ignoró por completo mis palabras y solo negó con los ojos apretados fuertemente.
—Lo que ordene para Iván no ha llegado, creo que fue mala idea eso de comprar en línea. —Se quejó su madre con la vista en la computadora y una mano tintineando una cuchara sobre la taza.
—Yo lo dije —susurró Eleonor jugando con el líquido en su plato, moviendo su muñeca sobre el borde de la mesa para sentir la fricción—. No me gusta la avena caliente, ¿por qué me haces comerla?
—Te alimenta... Qué hago, qué hago —margulló, tamborileando sus dedos en su mentón—. Ven conmigo a comprar algo de último momento.
Eleonor asintió con los ojos cerrados por la fuerza que sus uñas implementaban sobre la carne de su muñeca.
—¿Por qué te rascas como loca? —Florencia quitó la vista del aparato y se centró en ella—. Eleonor...
Desconcertada, subió la mano a su cara justo cuando una minúscula gota de sangre cayó al piso, cerca de mi lugar, distinguiéndose entre la blancura de la superficie. Eleonor se miró las uñas y luego su muñeca maltratada.
Su desconcierto fue cambiado por intranquilidad.
Todo lo que tuviera que ver con su piel era importante, cada detalle inexacto laceraba lo que siempre pretendía resolver con productos, y siendo esa parte una de las más problematicas brotaron, sin tardar, lágrimas: por alguna razón esas tres marcas rojas como rasguños en su muñeca representaban un punto vital para que ella y su madre vivieran con paz.
Florencia salió de la escena dejando a su hija con la vista muerta ante su muñeca. Por primera vez, desde que llegué a ella, la escuché rezar en una lengua que no era usada por ninguno en la casa.
Yo quise posarme en un regazo justo en el momento que su mamá regresó con una bolsa blanca en manos. Se arrodilló frente al cuerpo paralizado de Eleonor y comenzó sacar cosas de la bolsa; el primer contacto que hizo Florencia fue primoroso, siempre atenta de las quejas de su hija. Varias lágrimas corrieron por la mejilla de Eleonor y ni un quejido.
Al finalizar con la cura, besó la muñeca vendada de su hija para después posar su frente en ella y rezar en la misma lengua que Eleonor momentos antes.
—Hoy Dakyra se fue a Brasil —Fue lo que comentó al levantarse, luego de aquel silencio incomodo—. Por qué no te estas echando la crema de Tía.
—Si me la echo.—lloriqueó sin consuelo—. Pero anoche no me valió de nada...Morny...
La miré, esperando que completara la frase, pero los hipidos invadieron la cocina, solo eso salió de su boca.
Florencia vendó la muñeca con una especie de tela alrededor de la zona. Guardó las cosas en la bolsa y se inclinó pacifica para limpiar las lágrimas del rostro ruborizado por el llanto.
El llanto de Eleonor terminó luego de que el plato frente a sí dejó de humear, desde mi perspectiva cada gota que resbalaba por su mejilla inundaba más el líquido que llevaba a su boca.
Con el estómago lleno y las lágrimas secas ambas mujeres me dejaron en la soledad de la casa, a la espera de nada.
Terminé dirigiéndome al cuarto de Eleonor, nuestro cuarto en realidad, para ser recibido por el sonido de los enormes botes de basura en el callejo que existía entre ambas casas, abriéndose. Salté sobre la ventana que daba a la casa de los Harrison y justo a mis pies se encontraba Cindy con papeles en la mano husmeando entre los botes pertenecientes a la familia de mi dueña.
De no ser por su mirada asustada, o sus movimientos apurados mi pensamiento hubiera corrido a pensar que solo era basura y ya, sin embargo, los brotes de pánico en su rostro y el sobre en sus manos hicieron de mis pensamientos un rompecabezas con miles de piezas que armar.
Pero, qué pudo hacer un gato como yo para encontrarse tanto escándalo en una sola vida, pues la respuesta es sencilla: haberlo deseado en otra.
¡Genteee!
Quisiera saber cual es su opinión respecto a la "relación" de Calum y Eleonor
¿Confían en Calum o son Team Morny desconfiado?
Foto de mi bebé Eleonor en multimedias
Well...los amo, sigan disfrutando de la vidaaA
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