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Introducción

La depresión entró a mi vida como quien hizo entrar a un amigo a su casa. Al comienzo lo recibes con alegría y regocijo, tratando de que se sienta de la mejor manera a pesar de que este te regala una forzosa curvatura en los labios que es suficiente para ti.Hasta cierto punto.Se supone que al ser tu amigo debe sentirse cómodo por tu sola presencia, pero no lo hace y eso te frustra. Empiezas a hacer actividades que les gustaban para hacerle sacar una sonrisa. Preparan una comida favorita a pesar de improvisar algunos ingredientes, van al cine a ver una película, corren alrededor del único parque de la zona, van a ver ropa en las tiendas por departamento y caminan descalzos sobre la playa. Pero eso ya no le hace feliz ni siquiera por un momento y eso apaga la energía que tienes al hacer esas actividades. 

Tu comida favorita ya no proporciona satisfacción, las películas ya no te hacen soñar, correr te hace ver lo horrible que es el mundo, ir a probarse ropa se convierte en una actividad absurda y caminar sobre la playa te causa pánico porqué una ola grande te puede tragar.

Dejas de ver la vida con grises para solo ver lo negro, lo oscuro, lo despreciable. Y también de esa manera te vez a ti. Llegando a un punto de no encontrarle sentido a la vida y a cuestionar mi existencia.

Creo que eso también lo hacían los filósofos y artistas. Sólo que en vez de revolcar todo lo que cargaba en letras o en pintura, lo cargaba dentro de mi y cada día este pesaba más. No recuerdo que hizo que mi mente dijo hasta aquí no más. Quizás fue mis padres pidiendo que sonriera más en su cena de negocios, mi tutora recordándome que debería basarme en las carreras con mas demanda sino tenia idea de que hacer con mi vida o ver mi cuerpo desnudo frente al espejo lleno de cortes en el vientre que en algún momento me ayudaba a liberar un poco pero que en ese rato ya no me hacia sentir nada.

Me lance del tercer piso de mi casa y al tomar el impulso nadie me abrazo detrás para detenerme como en las películas.

Si lees esto es porque no morí, pero ese evento me dejo en la cama de un hospital.Cuando desperté una enfermera me tomaba los signos vitales. -Hola pequeña, ya despertarte. -hablo. No le respondí y no porque no quise sino porque había un tubo en la garganta que me impedía hablar. -Se ve que Dios tiene planes maravillosos para tu vida.-siguió diciendo.  -Nadie sale vivo de este tipo de accidentes.Tenía ganas de reírme y lo hice, aunque este hubiera sonado como un quejido. Un maldito accidente. Eso era una obra de mis padres. Solo ellos creerían en eso. Que oportunidad de Dios y ocho cuartos. Ni la muerte me quería para estar en ese estado.

Como te dije, querido lector. Esto no es una película. Ni siquiera la "segunda oportunidad" como mencionó mi padre que era mi "accidente" me detenía. Un año después, me corte las venas. Mis padres decidieron meterme a un centro de rehabilitación aceptando que su hija era una suicida. 

Entenderán que tampoco sirvió para mucho. Lo digo de esa manera porque ese lugar hizo brotar en mi cerebro el conocer cómo funciona este. Estudié psicología. Me enfoque tanto en la carrera que me gradué años después. Necesitaba saciarme de conocimientos porque cuando no tenia nada que hacer me apagaba. El sentido que no tenía ahora este se presentaba en los estudios. Empecé a hacer mi maestría, presentando mi tesis en tiempo récord. La doctora me recomendó ir al psicólogo. No me ofendí, era consciente que también necesitaba ir con un colega.

¿Conocen la depresión crónica?

Quizás dentro de mi como especialista sabía que no estaba bien, pero quien lo está. Ponerlo nombre, no fue fácil. Me mandaron al psiquiatra.

De ahí empecé a tomar antidepresivos. No voy a negar que me ayudaron. Mejore. Pero también me volví dependientes a ellos al punto de consumirlos como si este fuera paracetamol.

No estaba bien y deseaba volver de alguna manera a ser la niña de quince años que miraba grises y no solo negros. De fuera parecía ser exitosa hasta punto de meta para muchos. Nadie sabía lo que pasaba dentro de mi cabeza. Mis padres no lo entendían. Mis profesores tampoco. ¿Amigos? Creían que era pasajero.

Hasta que un día la misma profesora que me mando al psicólogo en una cena me dio a conocer algo que cambio mi vida.Y si, desde ese día mi vida fue diferente. La oscuridad con la que observaba la vida dejo de ser parte de mí, y los tonos grisáceos aparecieron devuelta a mi vida.

Fue ahí donde conocí a Benjamín.

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