Son las tres de la mañana del sábado y los chicos están dando vueltas en el auto por la ciudad. Lolo le comenta a Luli que cuando sale con sus amigos a dar el mismo paseo lo hace por calles de tierra donde no hay mucha iluminación. Es un gusto raro que ambos comparten pues Luli ríe y lo anima a doblar a la izquierda donde termina la nueva circunvalación.
En el camino oscuro comienzan a  contar historias de fantasmas y mitos urbanos muy conocidos en la localidad.
-"¿Te imaginas que aparezca uno frente al auto?" - dijo ella.
-"Me paralizo, me muero" - responde él.
En eso un perro negro sale de entre los árboles y corre al vehículo. Luli grita del susto haciendo que Lolo también se espante. Ambos ríen pues solo era un perro.
Nueva esquina y Lolo gira el volante.
-"Acá es donde sucedió, baja para verlo"- dijo una voz proveniente del asiento trasero. Ninguno rió ni se atrevió a girar su cuello.
-"No frenes" - dijo Luli en un hilo de voz.  Lolo negó pisando el acelerador.
Encontraron otra avenida con suficientes luces y la siguieron hasta desembocar en la ruta 5, uno de los ingresos a la ciudad, donde estacionaron bajo la cámara de seguridad del municipio. Bajaron del auto y caminaron hacia el puente que une los extremos de la acera y facilita el cruce de peatones  quedándose allí inmóviles hasta que pudieron hablar de nuevo.
El lugar que indicó la voz era un viejo rancho donde un macabro hallazgo ocurrió, pero que aún no se sabe con certeza que pasó.

Para Lorenzo, por el divertido paseo.