8: Criaturas fuera del aljibe.
Abrió los ojos, parpadeando reiteradas veces al sentir la luz en su rostro. Con un gruñido, se desperezó en su cama, bostezando como nunca. Miró hacia arriba, hacia la salida del aljibe, y bufó, enojado. No quería salir; su cama estaba calentita, y afuera estaba helado.
¿Qué había pasado?, se preguntó, frunciendo las cejas, pensativo. Normalmente, cuando despertaba, el aire a su alrededor estaba cargado de calor y humedad. Eso debía pasar en las primaveras, ¿no? ¿Por qué entonces no escuchaba a los pájaros cantar, ni se embriagaba con el molesto olor de las flores recién abiertas, como siempre?
Lanzó un estornudo estridente, fuerte. Un copo de nieve había caído sobre su nariz, y un escalofrío lo había recorrido de punta en punta. Con un resoplido, se puso en cuclillas y sacudió la cabeza, friolento.
¿Por qué diantres hacía tanto frío? ¿Es que acaso alguien lo había despertado en la estación incorrecta?
De pronto, sintió cómo un par de ojos curiosos le observaban, maravillados. Alzando la cabeza hacia la salida del pozo del aljibe, su mirada se cruzó con la de un niño. La nariz cubierta de pecas del chico se torció con desagrado cuando le llegó el olor de su aliento.
<<¡Oh, vamos! ¡Tu también tendrías ese olor si te acabarás de despertar!>> pensó indignado, mientras le gruñía, ofendido, al niño. Este lanzó un chillido, y salió corriendo.
Desde el fondo del pozo le llegaron los gritos del chico, llamando a alguien.
—¡Verónica! ¡Hay una comadreja en el aljibe!—pudo escuchar.
Metió la cabeza dentro de las patas, irritado. ¿Es que acaso ya no se podía descansar en paz? En sus tiempos, los demás sabían respetar cuando alguien estaba durmiendo.
<<Estos jóvenes de hoy en día...>>
Hacía ya más de un siglo que dormitaba en el mismo pozo, desde el otoño hasta la primavera. Nunca antes su hibernación había sido interrumpida. Nunca jamás. Ahora, para colmo, tendría que volver a dormirse, cosa que siempre se le dificultaba. Además, no parecía que fuera a ser una hibernación placentera, con ese mocoso rondando por ahí. Tendría que mudarse, pensó.
Finalmente, luego de un rato, sus párpados comenzaron a cerrarse nuevamente. El aire dentro del nido estaba tibio, sin verse afectado por el viento gélido que parecía soplar afuera. Acurrucado, comenzó a dejarse llevar por el sueño... Hasta que un grito escandalizado lo sobresaltó, despertándolo nuevamente.
—¡JORGE, ESO NO ES UNA COMADREJA!
<<¿¡Es que acaso ya no hay tranquilidad por aquí!?>> se dijo, iracundo.
Se concentró en volver a acomodarse, mientras continuaba escuchando las voces que venían de afuera.
—Ah, ¿no?
—¡NO!
—¿Puedo quedármelo?
—¡Jorge!
En su nido, luego de enroscarse nuevamente, el monstruo peludo cerró por fin los ojos, y volvió a dormir.
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