20
El sonido de la alarma en cuanto la falla eléctrica cortó la energía de toda la base, despertó a Bruce, haciendo que abriera los ojos pesadamente, mirando a su alrededor. Bianca aún continuaba dormida a su lado, ni siquiera había cambiado de posición. Confundido, se levantó de la cama y caminó hacia el interruptor de la luz, ya que el dormitorio se hallaba a oscuras, pero los leds del techo no se encendieron.
—¿Qué rayos? —murmuró, sin comprender.
De pronto, una serie de golpes en la puerta lo sobresaltaron. Alguien llamaba aporreando la madera con el puño, como si la vida se le fuera en ello.
—¡Doc, despierte! —escuchó alguien exclamar, que por la voz era Jim. —¡Bruce!
—Voy enseguida —respondió. Avanzó hasta Bianca, y sacudiéndola suavemente comenzó a despertarla. Ella abrió los ojos y lo miró, aún continuaba teniendo el derrame en el ojo.
—¿Qué pasa? —le preguntó. —¿Por qué me despiertas?
—Me gustaría saberlo, la alarma se ha disparado y el grupo nos espera afuera —Bruce le acarició una mejilla—. ¿Cómo te sientes?
—Aún sigo cansada, pero me siento mejor.
—Bien —Bruce tomó las zapatillas de Bianca y la ayudó a calzarse rápidamente—. Averigüemos que ha sucedido.
En cuanto ambos estuvieron listos, Bruce abrió la puerta de su dormitorio y observó al resto del grupo, que efectivamente, estaba reunido allí. Todos tenían una expresión asustada. La luminaria roja de los focos de alarma recorría las paredes del pasillo en movimientos circulares.
—Es Francis —dijo Ned—. Ha matado al coronel Wilkins, los ha matado a todos. Lo he visto.
—¿Cómo que lo has visto? ¿Estás seguro? —preguntó Bruce, tratando de pensar lo más rápido que su adormilado cerebro le permitía.
—Lo he visto, aquí —dijo, señalándose la propia cabeza—. Creo que soy el único con la visión remota que tanto querían.
—¿Qué pasa? —preguntó Bianca, asomando por detrás de la espalda de Bruce. Él se giró, entonces, hacia ella.
—Francis asesinó a todos. Supongo que, al no tener operarios a cargo, el sistema de energía de la base está apagado —dijo.
—Dios mío...
De pronto, las luces se encendieron con un parpadeo. Los focos de los techos volvían a funcionar. Sin embargo, lo que vieron no les dio mucha más esperanza: las paredes estaban resquebrajadas con profundos surcos, como si algo las hubiera rasgado como quien rompe la cubierta de un cartón. El suelo estaba lleno de polvo y escombros, algunas puertas estaban desvencijadas, y había salpicaduras de sangre por todas partes. Algunos cuerpos estaban desperdigados por el suelo, vestidos en uniforme militar, como si de repente todo el personal hubiera decidido salir corriendo hacia cualquier lado, huyendo de algo. Bianca miró a su alrededor, consternada.
—Yo vi esto, el primer día que llegué —dijo.
—Creo que hubiera preferido quedarme a oscuras... —murmuró Jim, aterrado.
—La energía de emergencia nos dará luz durante doce horas, luego estaremos en la oscuridad de nuevo. Tenemos que movernos rápido, debemos averiguar qué pasó —dijo Bruce. Una fría película de sudor le cubría la frente.
—¿No podemos contactar a alguien en la superficie y pedir que envíen ayuda? —preguntó Fanny, con desespero. —Recuerdo que había un soldado en una oficina, junto al ascensor.
—No haremos tal cosa, será cavar nuestra propia tumba.
—¿Por qué? —preguntó Chris.
—Porque no vendrán a ayudarnos, nos bombardearán y nos sepultarán aquí, al igual que ocultarán el proyecto y todo lo que contiene. Tenemos que salir por las nuestras —aseguró Bruce—. Tenemos que ir a la sala de acceso, necesitamos activar manualmente el ascensor con el código de la puerta.
El grupo comenzó entonces a trotar con Bruce a la cabeza, esquivando los cadáveres. Antes de salir del pasillo, Bianca se acuclilló junto al cadáver de un soldado, cercenado por la mitad al fusionarse con el suelo. Recogió el fusil AK-5 tirado a su lado, le comprobó el cargador, y le quitó el seguro con un chasquido mecánico, mientras todos la miraban. En cuanto se puso de pie, le dio el arma a Bruce.
—Toma, es mejor que la lleves contigo —le dijo, y luego comenzó a señalarle—. Apoya la culata entre tu axila y tu hombro —le mostró entonces una perilla junto a la mira holográfica—, déjalo siempre en semi automático, nunca en ráfaga, para que administres mejor las balas. Una bala por cada vez que jales el gatillo, recuérdalo.
—¿Cómo sabes todo esto? —le preguntó él, mirándola sin comprender.
—Algún día te contaré, Bruce. Tú eres el único de aquí que no tiene habilidades psíquicas, deberás tener algo con lo cual defenderte, sea lo que sea que esté sucediendo —dijo ella—. Vamos.
Continuaron la marcha, trotando a buen ritmo, hasta llegar a la sala común cerca de la cafetería. Allí, el panorama no era mejor que lo presenciado hasta el momento. El suelo, las paredes y parte del techo estaban salpicados con sangre, y los soldados despedazados abundaban por donde quiera que la vista alcanzara a observar. Parecía como si de repente los hubieran metido en una licuadora gigante, aquella escena no solo era terrorífica, sino que completamente sórdida e irreal. De pronto, Ned se presionó las sienes, cerrando los ojos como si le doliera.
—¡Lo veo! —dijo.
—¿A Francis? ¿Dónde? —preguntó Jim.
—Aquí —oyeron.
Su voz sonó por detrás de Jim, desde la pared que tenía más cercana. Al instante, todos se giraron, alejándose instintivamente del lugar. Vieron con mórbido asombro como el torso de Francis asomaba de la pared, como si no fuera algo tangible. Tomó del cuello a Jim y comenzó a arrastrarlo hacia adentro, buscando asesinarlo como a los demás. En completo pánico, comenzó a gritar y sacudirse, pero era inútil, aquel hombre tenía la fuerza de cinco. Fanny gritó, aterrada, y Bianca reaccionó.
—¡Suéltalo! —ordenó, mirándolo con fijeza.
El impulso psíquico que efectuó sobre él hizo que volviera a meterse dentro de la pared liberando a Jim, quien cayó al suelo y al instante se levantó, corriendo hacia el grupo.
—¡Qué demonios está pasando, Bruce! —exclamó Jim, en absoluta histeria. —¡Me atacó desde la pared! ¡Ese tipo salió desde la puta pared!
—Creo que no solo vio la quinta dimensión —dijo, atónito—. Se modificó junto a ella. Su cuerpo debe estar repleto de partículas bosonicas.
—¿Y eso qué significa? ¿Nos va a matar a todos? —preguntó, casi gritando, y entonces se abalanzó encima de Bruce, tomándolo por la camisa—. ¡Tú causaste esto! ¡Moriremos por tú culpa!
—¡Ey, ey, tranquilo! —dijo Chris, separándolo de Bruce interponiéndose en el medio.
—¡No es momento para discutir! —exclamó Fanny. —¡Vámonos de aquí, ahora!
Todos miraron hacia donde ella observaba. Un grupo de sombras comenzó a recorrer desde el techo hacia el suelo como ríos de petróleo viviente, y sin esperar a descubrir de que se trataba aquello, todos se giraron sobre sus talones y corrieron desbocados hacia el pasillo que tenían por delante. Sin embargo, aunque no sabían el rumbo hacia donde huían, tuvieron que detenerse enseguida. Frente a ellos, Francis apareció desde el suelo, emergiendo de él hasta levitar frente al grupo. A su lado, se materializaron cinco entidades semi corpóreas, conformados únicamente por partículas de gravitones. Bianca las reconoció enseguida, eran las mismas que había visto dentro de aquel contenedor, en la habitación restringida.
—¿Por qué tanta prisa? —preguntó Francis. —No creo que puedan ir a ningún lado, ¿no creen?
—¡Al carajo! —exclamó Bruce, y apuntándolo con el fusil, disparó cinco veces. Las detonaciones sonaron fuertes, retumbando en el pasillo vacío. Las balas impactaron en el pecho y en el vientre de Francis, pero lo traspasaron limpiamente. Las armas físicas no podían hacerle ningún daño, no mientras utilizara toda la potencia de su mente para canalizar las habilidades que había adquirido. Se miró a sí mismo, y negó con la cabeza.
—Tonto, serás el primero en morir —dijo.
En cuanto aquellos seres avanzaron hacia ellos, no lo pensaron dos veces, girándose sobre sus talones y comenzando a correr en sentido opuesto. Fue así como llegaron al final del pasillo, giraron por un recodo, y se dieron cuenta que estaban en la enorme sala de administración. Las puertas de los oficiales de alto mando, incluido el recinto privado del coronel Wilkins, estaban aún con sus rótulos encima de ellas. El caos también era visible allí: ventanas rotas, cuerpos por doquier, algunos sitios en penumbras gracias a la poca iluminación sana que aún quedaba, el panorama era terrible. Sin pensarlo dos veces, comprobaron la puerta del coronel Wilkins. Estaba cerrada.
—¿Creés que puedas abrirla? —preguntó Bruce, mirando a Bianca.
—Yo lo haré, ella debe estar agotada —intervino Jim, a lo cual ella lo miró, asintiendo con la cabeza de forma agradecida—. Ya se ha esforzado demasiado.
Se focalizó en la cerradura de la puerta con toda la energía mental que pudo, hasta que logró desencajarla, haciendo que se abriera de par en par. Entraron de a uno, con rapidez, mirando por encima de sus hombros por si Francis aparecía de repente.
—Dios mío, esto es horrible... —dijo Fanny, mirando el cadáver del coronel, unido a la pared con una mueca en el rostro. —Es una maldita pesadilla.
—No podremos salir de aquí —comentó Chris—. Ya lo han visto, se puede desplazar a través de las paredes, o el suelo. Lo acompañan cinco putas cosas que ni siquiera sabemos que son, y las balas no le hacen daño. ¿Cómo se mata algo así? Es como intentar cortar el agua con una tijera.
Bruce dejó el fusil encima del escritorio de madera, intentó dar un rodeo para no pisar la sangre desparramada, y comenzó a revisar los cajones uno por uno, hasta que encontró dos tarjetas magnéticas: una era gris, y decía "Armería". La otra era blanca y tenía una serie de números al dorso de la banda negra, que imaginó debía ser el código para activar el ascensor. Entonces, Jim habló.
—Creo que tengo una idea —dijo. Todos lo miraron con atención.
—Dinos, cualquier cosa es mejor que esperar de brazos cruzados a que ese psicópata nos atrape —comentó Bianca.
—Al momento en que nos dieron las descargas impulsoras, todos sentimos lo mismo, ¿verdad? Como si nos desconectaran el cerebro por un momento, como una televisión vieja con estática, ¿recuerdan ese ejemplo?
—Sí —asintió Chris. Entonces Jim lo señaló.
—Tú tienes la telepatía, podrías hacer algo para infiltrarte en su cabeza, bloquearlo de alguna forma. Si podemos bloquearlo, no solo perderá el control de esos entes, sino que tampoco podrá hacerse intangible. Estará débil por un momento, entonces podremos matarlo —dijo—. Ned tiene la visión remota, puede ser nuestra brújula para indicarnos donde está, y que no nos tome por sorpresa. Fanny puede crear señuelos exactos de nuestra imagen con el ectoplasma que materializa a través de su cuerpo. Yo puedo mover cosas con la mente, Bianca también, podemos paralizarlo físicamente. Si trabajamos como un verdadero equipo podemos salvarnos, todos juntos.
—Es cierto, podemos intentarlo —asintió Fanny, Jim le sonrió.
—Tengo la tarjeta del ascensor, también la de la armería —dijo Bruce, volviendo a agruparse con los demás.
—¿La armería? ¿Para qué? —preguntó Bianca. —Ya hemos trazado un plan, las armas convencionales no servirán de nada.
—¿Qué pasa con las criaturas que Francis controla? Podemos matarlo a él, de acuerdo, pero nada nos garantiza que estas entidades vuelvan a su dimensión de origen. Si están hechos por partículas bosonicas, como creo que lo están, pueden saltar de un lado a otro. No solo debemos acabar con Francis, también debemos destruir también todo lo que conecte este plano con la quinta dimensión.
—Hay que destruir el recipiente que yo vi, el que contiene las primeras partículas halladas en el ochenta. ¿Es eso lo que intentas decir? —asintió Bianca.
—Exacto, pero no podemos entrar allí con simples tarjetas de acceso. La puerta es de acero blindado, y el código para acceder solamente lo sabía el coronel Wilkins. Tenemos que destruir la base por completo.
—No me jodas... —dijo Chris.
—Quieres ir a la armería porque puede haber explosivos —afirmó Ned, siguiendo su línea de pensamiento.
—Es posible, sí. Supongo que, si no hay explosivos, puede haber cualquier otra cosa, pero el gobierno nunca deja cabos sueltos por si algo sale mal. Siempre tienen un plan de contención, y lo que no pueden matar, lo pueden hacer detonar.
—Bien, manos a la obra, entonces.
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