12
En cuanto volvió a la cabina de control, donde el grupo la esperaba sin entender que estaba pasando, intentó cambiar un poco la expresión de su rostro, para no ser tan evidente, pero no tuvo éxito. Bianca era una mujer de cutis demasiado blanco, que en cuanto lloraba un poco, se notaba enseguida: las mejillas y la punta de su nariz enrojecida la delataban. En cuanto la vieron cruzar la puerta, la primera en preguntar fue Fanny.
—¿Qué pasó?
—Arrestaron a Bruce.
—¿Cómo? ¿Por qué? —preguntó Jim, acercándose a las mujeres.
—Confrontó al coronel Wilkins para no cumplir las órdenes de aumentar las descargas —explicó Bianca.
—Eso significa que podremos volver a casa —intervino Francis. Y al escucharlo, ella explotó. Lo miró un solo segundo, y haciendo a un lado a Jim, avanzó hacia él, dándole un empujón con ambas manos que lo hizo caer sentado en la silla giratoria frente al panel de control.
—¿Y qué pasa con Bruce? Que se pudra en un calabozo y lo sometan a un juicio marcial, ¿no? ¡Si tanto quieres volver a tu casa, te hubieras quedado allí y no hubieras venido, puto imbécil de mierda! —le gritó. —¡Haznos un favor a todos, y lárgate ya de una maldita vez!
Francis la miró como si hubiera perdido la cordura por completo, y en cuanto se apoyó de los posabrazos para ponerse de pie, Chris le asentó una mano en el hombro, como indicándole en silencio que no era una buena idea. Fanny también intervino, acercándose a Bianca para tranquilizarla.
—Ven conmigo, déjalo... —le susurró, sujetándola por los hombros con delicadeza. La condujo hacia la puerta y la sacó de la sala, rodeándola con los brazos. Una vez afuera, Bianca no pudo evitar soltar todas las tensiones acumuladas, volviendo a llorar.
—Lo siento mucho, he tenido una mala reacción —dijo, entre sollozos—. Solo que toda esta situación me supera.
—Tranquila, es entendible.
—Lo que está pasando con Bruce es demasiado injusto, él solamente quiere ser lo más humano posible, y están manipulando el proyecto sin importar las consecuencias físicas para todos.
—¿Y si hablamos con el coronel Wilkins, o quien sea que esté a cargo, y lo hacemos entrar en razón? —preguntó Fanny.
—Podríamos intentarlo, pero no creo que tengamos éxito. Por desgracia, estas personas están acostumbradas a que pueden avasallar a todo el mundo —dijo Bianca—. Hoy ya no podemos hacer nada, ni con el proyecto, ni con Bruce. Lo mejor será que vayamos...
No pudo terminar de hablar. Dos militares se acercaron a ellas y tanto Bianca como Fanny esperaron lo peor, sin embargo, los hombres ni siquiera las miraron. Se dirigieron a la puerta abierta de la cabina de control y apostándose a un lado, hicieron un gesto hacia quienes estaban dentro.
—Retírense, caballeros —dijo uno de ellos.
En cuanto todos salieron, cerraron la puerta de la sala, que volvió a trabarse con la cerradura inteligente.
—Oigan, ¿qué pasa con el proyecto? ¿Qué pasa con Bruce? —preguntó Bianca, pero los militares la ignoraron completamente, alejándose por el pasillo sin mediar una sola palabra.
—Bueno, ¿y ahora qué haremos? —preguntó Jim, con las manos en los bolsillos de su pantalón.
—No lo sé... solopodemos esperar —dijo Bianca, luego de dar un suspiro.
*****
Durante más de una semana, Bianca intentó visitar a Bruce en los calabozos —que solamente eran habitaciones sin ventanas y con una puerta de acero blindado— sin éxito alguno, ya que no le permitían la comunicación con él. Intentó por todos los medios posibles charlar con el coronel Wilkins, pero tampoco estaba disponible. De repente, toda la base se había envuelto en un hermetismo que no le gustaba en absoluto. Las investigaciones del proyecto también estaban suspendidas, al no tener científico a cargo que operara la sala de control, por lo que el grupo oscilaba de sus habitaciones a la cafetería, y de la cafetería a la sala recreativa todo el tiempo. Sin embargo, evitaban pasar demasiado tiempo en las salas comunes, ya que la vigilancia militar se había reforzado considerablemente, y ya no se sentían tan cómodos como hace unos días atrás.
Cuando ya casi se cumplían los diez días de confinamiento, Bianca por fin pudo visitar a Bruce. Los militares armados que custodiaban su puerta le dejaron pasar, y en cuanto él vio que ella entraba, no pudo contenerse. Se levantó de la pequeña cama de una plaza empotrada en la pared, donde estaba acostado, y la envolvió en un abrazo tan fuerte, que por un momento Bianca creyó que le rompería la espalda. La habitación no tenía ventanas, había olor a humedad y encierro aun a pesar de que el purificador de aire estaba encendido. Bruce estaba transpirado y con manchas de suciedad y polvo en el rostro.
—¡Bianca, has venido a verme! —exclamó, lleno de felicidad.
—Nunca dejé de intentarlo, pero no me dejaban pasar. Tienes un aspecto fatal —le dijo, acariciándole el cabello para peinarlo un poco.
—Lo sé. ¿Qué está sucediendo ahí afuera?
—Nada, en absoluto —respondió ella—. El proyecto está suspendido, y los militares están merodeando por todas partes, a todas horas. Cada día que pasa nos sentimos cada vez más presos.
—Normal, me imagino que nadie les ha mencionado nada acerca del hecho de volver a casa.
—Ni una palabra —negó ella con la cabeza.
—Sabía que esto pasaría, tenía que haberle hecho caso a mi propio presentimiento y nunca aceptar haber venido aquí —murmuró él.
—Si no lo hubieras hecho, no tendrías mi firma en tu libro —bromeó ella. Bruce no pudo evitar sonreír, y tomarla de las manos.
—Ni tampoco te hubiera conocido.
—Dime una cosa —dijo Bianca—, ¿qué sucedió particularmente con el proyecto Stargate? ¿Qué tipo de éxito tuvieron?
—Tú lo viste, hace tiempo.
—Sí, pero quiero que tú me lo confirmes.
Bruce suspiró, se sentó en el borde de la cama, y Bianca lo acompañó sentándose a su lado.
—No solo encontraron la visión remota, también revolucionaron la forma de ver la interacción de partículas entre dimensiones.
—¿Cómo?
—Se dieron cuenta que la potencia del cerebro humano es increíblemente alta, tanto como para manipular y controlar las partículas que interaccionan en la mecánica cuántica y la teoría de cuerdas —explicó Bruce—. En la búsqueda de crear soldados psíquicos para espionaje, hallaron por accidente la forma de inducir habilidades que ni la ciencia ficción más avanzada pudiera imaginarse. No conforme con ello, también descubrieron que la escala de energía de Planck procede del hecho de la escala de compactificación.
—En español, por favor —pidió Bianca. Adoraba cuando Bruce hablaba en términos científicos, lo hacía parecer aún más brillante y culto de lo que ella lo consideraba, pero en aquel momento solo quería entender lo que intentaba decirle.
—El tamaño de las dimensiones en la teoría de cuerdas, no es supersimetrico, ni tiene cuatro dimensiones. Hay una quinta dimensión, donde se puede lograr el mecanismo de ruptura de simetría. Todo esto hablando, evidentemente, de conseguir un impulso eléctrico en un cerebro lo suficientemente potente como para que no solo cambie drásticamente su energía, sino que modifique la realidad dimensional que tiene frente a sí.
—¿Me estás diciendo que una persona a la que se le puede inducir habilidades psíquicas potenciadas, puede convertirse en un canal de portales andante?
—No precisamente, pero sí, algo muy similar a eso —dijo Bruce—. Imaginate crear un soldado que, con solo mirar a un tanque de guerra, pueda deshacerlo en partículas subatómicas de baja energía y enviarlo a una cuarta dimensión. El país que lo logre no solo sería potencia mundial indiscutible, sería literalmente el rey del mundo, sería Dios.
—Cielo santo... —murmuró Bianca, sintiendo que la piel de sus brazos se erizaba por completo.
En aquel momento, ambos sintieron el sonido a los pasos de alguien que se acercaba a la pequeña celda. En alerta, guardaron silencio, y por la puerta apareció el coronel Wilkins, custodiado por un oficial. Traía un documento en la mano, y miró a ambos como si hubieran cometido algún crimen que solo él entendía.
—Buenos días, doctor Sandoff —saludó. Bianca no pudo contenerse, había estado esperando aquel momento durante días. Se puso de pie con rapidez y se plantó frente al coronel, mirándolo de forma directa.
—Debe sacar a Bruce de aquí —le dijo, casi exigiendo. El coronel Wilkins asintió.
—Es lo que intento, si el doctor Sandoff así lo desea —rodeó a Bianca y se acercó a él, mostrando el documento con las dos manos—. ¿Sabe lo que es esto?
—No, no lo sé.
—Es el contrato de incorporación al proyecto negro del doctor Marcus Cornell, quien ingresará en su lugar. No tiene la misma moralidad ni la ética a la hora de trabajar, pero es tan rebosante en conocimiento como usted. Solo tengo que hacer una llamada y decirle cuando comenzará a trabajar.
—Pues felicítelo de mi parte, ojalá supiera en qué clase de mierda se va a meter.
—En realidad, los únicos que van a meterse en un pozo de mierda es el grupo de voluntarios —miró de reojo a Bianca—, y usted. Este científico hará lo que sea necesario para sacar el proyecto adelante.
—Será una tortura. En lugar de un proyecto exitoso, solamente va a conseguir un montón de cadáveres.
—Usted puede evitarlo, doctor Sandoff. Solo comprométase a culminar el proyecto, y no cuestione los intereses del gobierno. Si los expertos de inteligencia aseguran que puede estimular el cerebro de los voluntarios con treinta miliamperios sin consecuencias negativas, entonces hágalo. Le aseguro que va a ser mucho mejor que los cuarenta y cinco que les quiere meter el doctor Cornell —sonrió el coronel.
Bruce suspiró, al mismo tiempo que miró hacia el suelo, sin saber que hacer. No confiaba en los famosos "Expertos de inteligencia" que solo buscaban acomodar sus salarios haciéndole los trabajos sucios al gobierno, pero tampoco podía permitir que viniera cualquier científico de cuarta con delirios de doctor Jekyll y dañara a todos. No podía permitir que Bianca corriera peligro, una mente tan psíquicamente poderosa como la de ella sería la primera en ser investigada por aquel sujeto, y debía protegerla.
—De acuerdo, haré lo que diga —respondió. Bianca lo miró de reojo, y él le devolvió el gesto—. No puedo hacer otra cosa, es esto o dejarlos en las manos de un carnicero. No te expondré a ningún peligro. No a ti.
—Sabía que pasar un tiempo a solas le permitiría pensar con claridad, doctor Sandoff —dijo el coronel, rompiendo el documento—. Puede retirarse cuando quiera, mañana mismo puede volver a la investigación, tómese el resto del día para descansar —le indico, haciéndole un gesto hacia la puerta abierta.
Bruce se puso de pie, seguido de Bianca, y se alejó hacia la puerta. Una vez en el pasillo común, dio un suspiro aliviado.
—Necesito una ducha —comentó. Bianca sonrió, asintiendo.
—Nunca estuve más de acuerdo —dijo—. Ve a ponerte guapo, yo le iré a dar la noticia al grupo acerca de tu reintegro al proyecto, si quieres.
—Te lo agradecería —le sonrió, acariciándole una mejilla.
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