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11


El sexo había sido bueno, condimentado por tantos años de abstinencia desde su separación. Podía decirse que efectivamente, había sido mucho mejor que en los mejores años de pasión con Susie, cuando todo marchaba bien entre ellos y eran dos jóvenes ardientes que recién comenzaban a vivir la vida adulta.

Nick se despertó casi a las cinco menos veinte de la mañana, con unas ganas de orinar tremendas. Se levantó de la cama con cuidado de no despertar a Jenny, que dormía a su lado aferrada a su pecho y con las sábanas cubriéndole hasta poco más encima de sus muslos. Apenas siquiera hizo un bufido en cuanto él la apartó a un lado, con suavidad, se giró de espaldas a él y siguió roncando tranquilamente.

Luego de orinar, Nick se lavó las manos y se miró en la puerta espejada del botiquín mientras el agua fría le enjuagaba las manos. Se sonrió ante su propio reflejo. Sabía que aquella había sido una noche casual, que Jenny volvería a su ciudad y seguramente ya jamás volvería a verla con la misma frecuencia. Sin embargo, un polvo era un polvo. Quedaría en su recuerdo una buena anécdota para contarle a Jhon.

Volvió al dormitorio luego de apagar la luz del baño tras de sí, y en cuanto cruzó el umbral de la puerta, escuchó una leve risa ronca. Apenas audible, pero que en el silencio de la madrugada fue suficiente para helarle la sangre por completo. Se quedó allí, de pie a la vera de la cama, agudizando el oído por si escuchaba algo más. Pero no ocurrió.

En cuanto se disponía a olvidarse de todo aquello y volver a la cama, volvió a escuchar ruidos, esta vez desde el living. Eran pasos, no cabía la menor duda. Alguien estaba deambulando por su casa en medio de la oscuridad. Y tenía la horrible sensación que era EL, su asesino.

Con los sentidos completamente alerta, caminó hacia la mesita de noche a su lado de la cama, y abrió el cajón donde tenía la pistola. Abrió la recamara con un click y comprobó que estaba cargada. Jenny entonces se despertó, al notar que demoraba en acostarse de nuevo, y al verlo en calzoncillos manipulando el arma bajo la penumbra de la habitación, se apoyó con el codo en el colchón y lo miró, somnolienta.

—¿Nick? ¿Qué haces? —le preguntó.

—Hay alguien dentro de la casa —susurró—. Quédate aquí.

—Oh, Dios mío...

Se tapó con las sábanas hasta la barbilla, en una imagen que a Nick le pareció como si de repente se hubiera convertido en una niña grande. Con el arma en alto, caminó hacia la puerta del cuarto y luego hasta el pasillo que desembocaba en el living de la cabaña. Lo vio enseguida, de pie al lado de la poltrona verde, ese maldito regalo de su ex mujer. Le acariciaba el respaldo de felpa como si fuera suyo, y lo miraba. Podía sentirlo dentro de sí mismo, aunque no pudiera verle el rostro, como la primera vez. Llevaba la misma ropa, la misma ancha capucha negra. Pero podía saber que sonreía bajo ella, saboreando el miedo del viejo policía.

—¿Qué tal estuvo tu noche, vaquero? —le preguntó, con una voz áspera y grave. Hasta no parecía natural. Nick quiso decir muchas cosas, quiso arrestarlo, quiso vaciarle el cargador en la puta cabeza, quiso preguntarle de nuevo como había entrado a su casa, aunque sabía que era una pregunta inútil. Sin embargo, no hizo nada de todo eso, solamente quedo paralizado, mientras apuntaba hacia adelante. Entonces aquel hombre siguió hablando. —Creí que no podrías tener sexo con ella por estar pensando en mí, pero sí que has podido. Entonces no estoy haciendo bien mi trabajo, no estoy matando las suficientes personas. Si no puedo ser capaz de quitarte hasta las ganas de follar, ¿qué clase de asesino soy?

—No vas a enloquecerme —murmuró Nick. La boquilla del arma temblaba ligeramente en la oscuridad—. Soy más fuerte que tú. No te lo permitiré.

—¿Y cómo vas a hacer para impedírmelo? —sonrió aquel hombre, mientras se acercaba poco a poco a él. —Soy tu némesis, ya te lo he dicho. Soy tu sombra, soy tu mesías negro, soy la mano de Dios. Te prometí el mejor caso de tu carrera, y te lo voy a dar. Voy a hacer que te jubiles con todos los éxitos, inspector Nick Jones. Voy a hacer que todo el mundo hable de ti, y el crédito será todo mío.

—En tu puta vida, loco de mierda —dijo, y sorpresivamente, disparó.

El estampido sonó en el silencio de la casa como una pequeña bomba. En algún lado de su cerebro pudo escuchar a Jenny dar un grito de miedo, desde la habitación, pero no le importó. Aquel hombre se movió a una velocidad imposible para un ser humano, esquivando el disparo, deslizándose de costado como si fuera una sombra. Golpeó el rostro de Nick con la fuerza de un mazazo, haciéndolo trastabillar y casi caer al suelo. Por inercia del golpe, el arma se le resbaló de las manos y cayó con un golpe sordo encima de la alfombra. Aturdido por la agresión, Nick sintió como el golpe de adrenalina llegaba a su cerebro invadiendo toda razón, y cerrando los puños, se trabó en lucha con aquel sujeto. Le dio dos golpes en el rostro, y tomándolo de la solapa de su chaqueta, rodaron juntos por encima de la poltrona y luego al suelo. Sin embargo, aquel tipo era mucho más fuerte que Nick. Le dio dos veces el rostro contra el suelo, la nariz y la boca habían comenzado a sangrarle, y atontado, sintió que sus fuerzas mermaban. Dio un quejido en cuanto sintió la patada en sus costillas, y entre toses, se arrastró hacia el arma tirada bajo la mesa.

—Eres patético, inspector Jones —lo escuchó decir—. Solo un viejo patético, arruinado y solitario. Haré que pronto llegue tu fin.

En cuanto tuvo el arma en las manos, giró en el suelo y apuntó hacia arriba, pero aquel hombre ya no estaba dentro de la casa. Se había esfumado tal y como había entrado, en un santiamén. Y entonces el teléfono comenzó a sonar. Sin embargo, Nick no se puso de pie. Dejó caer los brazos a un lado, respirando agitadamente boca arriba en la alfombra, sintiendo como la sangre de su nariz resbalaba por su garganta hasta el fondo de su estómago. Sintió movimiento frente a él, y vio la silueta de Jenny recortando la oscuridad.

—¡Nick, Dios mío! —exclamó, en cuanto lo vio tirado con el arma en una mano y el rostro sucio de sangre. —¿Qué te pasó?

—Te dije que te quedaras en la habitación —dijo, mientras ella lo ayudaba a ponerse de pie.

—Ven, te ayudaré a limpiarte.

Sin embargo, Nick no se dejó guiar hacia el baño. Escupió un poco de sangre al suelo, ya limpiaría todo ese desastre después, y caminó hacia el teléfono encima de la mesa. Miró la pantalla, era Jhon.

—Dime —dijo, en cuanto atendió.

—Nick, siento despertarte a esta hora. Tenemos otro cuerpo.

—¿Qué pasó con los federales? Creí que se iban a ocupar ellos.

—Están esperando la autorización de jurisdicción. Supongo que luego de esta muerte, ya les corresponderá a ellos. Solamente es hacer el parte.

—Dame la dirección, voy para allá —Nick revisó en un estante de la biblioteca, hasta encontrar una pequeña libretita telefónica. Arrancó una página en blanco, y tomando un bolígrafo del portalápices anotó la dirección con rápidos garabatos. En cuanto cortó la comunicación, Jenny lo miró preocupada.

—¿Qué sucede?

—Tengo que ir a una escena de crimen. Este caso nos está volviendo locos —la observó un momento, mientras pensaba que parecía la mujer más frágil que había visto en su vida, con los pechos al aire y el rostro asustado. Entonces le acarició una mejilla—. Mi casa ya no es segura, casi con toda probabilidad estar a mi lado tampoco sea seguro. Creo que no vamos a poder volver a vernos por un tiempo, al menos hasta que no pongamos a este psicópata tras las rejas. Es lo más seguro para ti. ¿Lo entiendes?

—Lo entiendo... —dijo ella, temerosa.

—Gracias —agregó Nick, y le dio un beso en la frente, dejándole una mancha de sangre—. Vístete, yo iré a lavarme la cara.

Jenny asintió con la cabeza, alejándose hacia el dormitorio de nuevo. Antes de abandonar el living, se apoyó con una mano en el umbral de la puerta.

—Nick.

—Dime —respondió.

—Espero que volvamos a vernos, he disfrutado estando contigo.

Nick sonrió, mientras la vio cruzar el umbral del pasillo, una dulce figura femenina completamente desnuda que le inspiraba cosas, sentimientos y pensamientos que creía muertos en un tipo como él, luego de tantos años de soledad. Se sentía bien con ella, esa era la verdad. Seguramente volvería a verla, en cuanto aquel caos pudiera solucionarse.

Se metió al baño y abriendo el grifo del lavamanos, se enjugó la sangre de la boca y la nariz. En cuanto pudo detener la hemorragia, se secó con papel para no manchar la toalla de mano, y tiró las bolitas de papel húmedo de agua y sangre a la papelera de residuos, a un lado del wáter. Entonces volvió al cuarto, para vestirse, y en cuanto entró a la habitación vio que Jenny ya estaba vestida, sentada al borde de la cama. Lo observó vestirse con el uniforme, colocarse la chaqueta azul de piel, y el porta pistola a la cintura junto con las esposas y dos cargadores de balas. Para ella, todo era nuevo, jamás había visto un policía de una forma tan íntima, y le gustaba.

—¿Estás lista? —le preguntó, en cuanto tomó las llaves de la Ford.

—Vamos.

Ambos salieron de la habitación, cruzaron la sala de estar y salieron al porche de la cabaña, mientras Nick cerraba tras de sí. La madrugada estaba fría, y pequeños copos de nieve revoloteaban por el aire. Jenny se estremeció, de modo que se apuraron en subir a la camioneta, para que Nick prendiera la calefacción.

En cuanto el motor calentó lo suficiente, luego de encenderlo y dejarlo moderando unos minutos, Nick emprendió la marcha. Dejó a Jenny en el hotel que le pidió, cerca de las afueras de Ashland, donde se alojaría por una noche más hasta volver a su ciudad al día siguiente, y luego de allí se encaminó hacia la escena del crimen. Para cuando llegó a la modesta casa a dos aguas, el sol comenzaba a despuntar tímidamente por el horizonte, amaneciendo. El camión del equipo forense ya se había ido, luego de retirar el cuerpo, y apenas había dos coches patrulla: el de un asistente, y el de Jhon. Nick estacionó detrás, y apagó el motor.

—Creí que no vendrías —dijo Jhon, soltando humo en cada palabra que pronunciaba, al verlo acercarse. Luego miró el rostro de Nick. Uno de sus pómulos comenzaba a hincharse, y tenía restos de sangre reseca en la curva redondeada de sus fosas nasales—. ¿Qué te pasó?

—Nuestro hombre volvió a mi casa.

­—¿Cómo dices?

—Lo que oyes —aseguró Nick—. Luchamos, le disparé una vez, pero el hijo de puta esquivó mi bala como si fuera... —intentó pensar un ejemplo, pero no se le ocurrió nada. —no lo sé... tenías que haberlo visto.

—Vaya mierda...

—Olvídate de mí, estoy bien —dijo Nick—. ¿Qué tenemos aquí?

—Chris Blake, jubilado de General Motors. El homicidio es bastante común, en comparación al resto. Solamente lo apuñalaron, supongo que el asesino no tenía demasiado tiempo de acción. Le escribieron la palabra pereza en el pecho, hay un sombrero igual a las demás escenas anteriores. Es la única similitud.

—Imagino que todo está limpio, nada de huellas, nada de fibras de cabello.

—Exacto.

—Los federales van a tener bastante trabajo, ya quisiera ver sus caras cuando empiecen a investigar y vean que no hay pruebas ni pistas de nada.

—Créeme que nada me divertiría más. Estos malditos burocráticos en sus trajes costosos y sus coches caros van a patearse las pelotas cuando vean que no pueden hacer nada, igual que nosotros.

Nick lo vio arrojar la colilla de su cigarrillo a un lado, pisarla con la punta de su bota y encender un nuevo Marlboro. No le dijo nada, pero suponía que Jhon estaba fumando mucho más que antes. Quizá producto del estrés, vaya uno a saber.

—¿Me necesitas para algo aquí? —le preguntó.

—Nada. Solo haz el papeleo con los datos del muerto, ya nos veremos en la oficina. Como siempre, los de forense no encontraron nada en las escenas anteriores, pero veremos si tenemos suerte en esta. Tiene pinta de que el asesino actuó por impulso, solo para cubrir su cuota de muertos y sanseacabó. Seguro encontremos algo —hizo una pausa, para dar una pitada, y luego lo miró con gravedad—. Y ponte hielo en esa mejilla, se te está hinchando, Nick.

—Lo haré, nos vemos luego, Jhon —se despidió, y giró sobre sus talones para volver a la camioneta. Se supone que debería estar contento, había tenido una de las mejores noches de sexo de los últimos quince años. Sin embargo, no era así. Se sentía desolado, acechado por aquel tipo.

Solo faltaba una muerte para completar su lista. Y una parte de sí mismo deseaba con ansias que fuera él. Que lo eligiera a Nick, y acabara con aquella miserable vida de una vez por todas. 

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