VIII | El alternativo
El condado de Felas era un lugar pacífico, casi no se cometían robos o había incidentes como desapariciones u homicidios.Verónica, una mujer en los treinta, con cabello rubio y unos ojos verdes, era la Sheriff del condado. Ella se quedó hasta tarde en la jefatura de policía. La noche arrojaba un pronóstico lluvioso, sin embargo, aún no caía la lluvia. Estaba en su oficina archivando algunos casos, casos de poca monta: familias con un adolescente drogadicto o en casos algo "extremos" robos a la pastelería de la señora Harry's.
«Poca cosa»Pensó Verónica, poniendo la carpeta a un lado y tomando un respiro profundo.
Miró el reloj de su teléfono, era considerablemente (para ella) tarde, marcaban las diez y cincuenta y cinco minutos. Se sentía cansada, había trabajado sin parar tres días seguidos, archivando algunos casos y haciendo vigilancia por el día.
—Sheriff Taylor —Sonó en la radio a un lado de la mesa—, ¿está ahí?
Verónica dio un pequeño respingón cuando el oficial al otro lado hablo.
—Sí, sí —Respondió ella—. ¿Hay algún problema?
—Ehm, sí, lo hay —El oficial parecía nervioso—, ¿sabes quién es la señora Irene? Es la que vive a dos cuadras de tu casa.
—Sí, la conozco —dijo levantándose—. ¿Pasa algo con ella?
—Sí, su... hijo —El oficial dio una pausa corta y luego continuó—, le clavó un cuchillo de cocina en el cuello y le disparó tres veces en la cara, está encerrado en su cuarto.
—Está bien Carl, voy para allá.
Diez minutos bastaron para que Verónica llegara al lugar, la zona estaba acordonada por la policía. Verónica salió del auto y caminó con paso rápido a la escena.
—¡No sé qué ha pasado! —exclamó el chico en la ventana de su cuarto—, ¡pero les juro que no fui yo!
—Está drogado —dijo Verónica.
Un viento azotó el sitio, había demasiadas personas viendo el espectáculo que tenía montado el chico.
—O a lo mejor es un psicópata —añadió Carl—, el cuerpo de la mujer está en el patio trasero, tenemos francotiradores en aquella casa. Dispararán si das la orden jefa.
—¡Oigan, están entrando! —exclamó el chico—, ¡por favor, no me hagan daño!
—¿Entrar? —preguntó Verónica—, ¿diste la orden de entrar?
—No, señora, no he dado la señal de nada, no tengo ni idea de lo que está pasando ahí arriba.
La puerta se abrió lentamente, al pie del umbral estaba una figura humanoide. El pobre Johnny no podía verle la cara, media más o menos su tamaño, sin embargo, tenía los brazos demasiados largos.
Johnny estaba atemorizado.
—¡Ok, hijo! —habló por el intercomunicador Verónica—, sal ahora con las manos en la cabeza, nadie te hará daño, lo prometo.
—¡Señora Verónica, hay alguien aquí! —gritó el chico—. Oh mi Dios, es...
Verónica sintió una punzada de terror.
Entonces el chico salió volando por la ventana y estampándose contra una patrulla.
«¿Qué mierda?»
Verónica y el escuadrón táctico entraron a la casa, estaba oscura, sin luces encendidas, pasaron por el comedor y luego subieron las escaleras.
La chica iba adelante apuntando con su pistola y linterna, logró ver la puerta abierta, se asomó un instante y una persona estaba de rodillas haciendo un extraño chirrido.
—Aquí está —susurró—, a mi cuenta.
Contó hasta 3 y apuntaron a la persona que estaba ahí.
—Policía, las manos donde pueda verlas.
La persona se levantó lentamente mientras hacía un extraño chirrido, de inmediato, Verónica reconoció las prendas de vestir. La luz de las linternas dejó ver al chico.
—¿Francis?
El chico era una copia exacta de Francis, su misma ropa, cara, excepto...
—¿Qué les pasa a sus manos? —dijo uno de los oficiales.
Sus dedos se ponían elásticos, se estiraban como si fuesen plastilina.Entonces atacó. Sin moverse atacó a uno de los oficiales estirando sus dedos y cortándole el cuello con sus uñas filosas. A continuación, Verónica y el resto dispararon retrocediendo, Francis chilló de dolor, sin embargo, se movió rápido para atacarlos, Verónica estaba asustada, le disparó tres veces en el pecho y no había funcionado, el resto del escuadrón dispararon con los rifles.
Francis no dio un paso más, se quedó inmóvil mirándolos, mientras que más oficiales entraban a la casa junto con Carl.
—Sheriff, ¿está bien? —le preguntó Carl.
—Sí, dime qué tú también lo estás viendo —dijo Verónica sin apartar la mirada del otro Francis.
Francis no se movía, a la par que le regaló una sonrisa retorcida.
—Más allá del sol —susurró Francis—, me aguarda nuestro Dios...
Dio un paso.
—Esto es una advertencia de que somos peores que ustedes.
Otro paso...
—Tu mundo, atraído por pecados incontrolables, ya han sido suficientes.
Carl disparó en la cabeza y el escuadrón abrió fuego contra el otro Francis.
Este simplemente cayó...
La sangre inundó la sala, la piel de Carl empezó a votar un tipo de gas hacía que su piel se derritiera.
Minutos más tardes, la ambulancia lleva el cuerpo de Francis —el verdadero— hacia la morgue.
—Esperen —dijo Verónica deteniendo la camilla.
Miro a Francis, su cara estaba hecha un desastre por el impacto y los vidrios rotos.
Verónica dio un paso hacia atrás.
«Lo vi morir —se dijo impresionada—, mucha gente lo vio, vio...»
—Sheriff —Verónica volteó a ver a Carl—, el médico forense quiere hablar contigo.
Verónica volvió a la casa, sentía como su corazón iba a mil por hora al entrar.
«Calma.»Pensó.
—Sheriff Verónica, tenemos unos resultados bastantes extraños —dijo el hombre—, verá... la sangre que brotó no era sangre, es un líquido desconocido, lo cierto es... —Sacó una cerilla, la prendió fuego encima de una base de vidrio donde se encontraba el líquido.
El líquido se prendió en fuego y al cabo de unos segundos se apagó.
—Tendré que llevarla al laboratorio —dijo—, te avisaré mañana por la mañana.
Verónica asintió.
Aún estaba impactada, no podía creer que había pasado ¿Dos personas iguales?
«Vi volar al chico.»
En la mañana siguiente, Verónica esperaba el resultado de los exámenes sentada, escuchando la radio la noticia de la noche.
«El chico... —pensó, no había dormido en toda la noche—, traspasó la ventana de su habitación y voló hasta el auto impactándose, yo lo vi, Carl lo vio, los vecinos igual»
La puerta sonó de repente y de nuevo Verónica dio un respingón, giró su silla mientras decía:
—Adelante —dijo buscando los informes de anoche—. Carl, ¿sabes algo de...?
La puerta estaba abierta, en su oficina había entrado una mujer ensangrentada con cabello corto y una bata azul con flores blancas, sonriendo.
—¿¡Irene!? —exclamó asustada buscando su arma.
Tarde...
Irene abrió su boca que se estiró con proporciones anormales y se comió la cabeza de Verónica de raíz.El tronco de su cuello chisporroteo sangre y cayó en el piso. La boca de Irene volvió a su normalidad y caminó hacia la puerta cerrándola mientras atrás de ella dejaba una pila de cadáveres.
Archivo 2334
INCIDENTE: El alternativo
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