Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Receta a la Vendetta (R)

Isabella se encontraba de un lado para el otro en aquel Resto-bar de mala muerte. Eran cuatro meseras en total, pero una estaba enferma y la otra se había retirado hacía dos noches con un cliente que, hasta el momento, ni señales de vida daba.

—¡Mesa tres! —avisó Isabella a la muchacha desorientada de tantas funciones ese día—. Jen... ¡Jen! Reacciona, cariño. Estamos solas hoy, no te me decaigas ahora.

La chica estiró su cuello, brazos y piernas.

—¡La mujer maravilla no tiene nada que hacer conmigo! —Jen comentó divertida, luego tomó el plato en su bandeja para entregarlo.

—Estoy segura que no...—Bella vio de reojo al mismo hombre con el que se fue Olivia, su otra compañera, dos noches antes.

Esperó a que Jen regresara con otro pedido para pedirle intercambiar de roles.

—¡Te lo agradezco! Ya no soporto un baboso más —La chica prácticamente se lanzó a la cocina. Isabella tomó libreta y pluma, dispuesta a investigar.

—Buenas noches, caballeros. ¿Qué puedo servirles?

—¿Podrías atendernos primero? Llegamos antes... —Esa voz.

Esa voz que nunca pudo olvidar desde ese horrible día. Esa voz que le provocaba innumerables escalofríos. La misma por la que luchaba en cerrar los ojos cada noche, temiendo porque regresara a quitarle algo más que su inocencia.

Bella estaba de espaldas, aún no le veía la cara y ya se sentía morir.

Un segundo. Un segundo bastó para recordarlo todo.

Bella y su mejor amiga Nuria, salían de trabajar una larga jornada en el bar. Todos se habían marchado a casa, pensaron.

No fue así.

—Odio que festejen sus cumpleaños aquí, creen que son libres de humillarnos —Se quejaba Nuria.

—Yo les cortaría el miembro y que sea su pastel —comentó Bella entre risitas.

—Seguro vomitarían...

—...O se quedarían con hambre... —agregó Isabella a carcajadas, mientras caminaban por aquel callejón.

—De hecho... me quedé con hambre...

Las chicas enredaron sus brazos e intentaron retroceder para salir corriendo, pero había un par de jóvenes esperándolas.

—¡Déjanos en paz! —exclamó Nuria. No podían hacer más que aferrarse a la otra, pues las dejaron sin escapatoria.

—¿Dónde quedó lo servicial? Por lo que sé, me debes tratar con respeto y siempre tendré la última palabra.

—¡Eso sólo aplica estando en el bar, y aun así hay ciertos límites! ¡Aquí, no eres nadie! —respondió Nuria, asqueada de tanta mente enferma.

—Soy Nicholas, pero pueden llamarme "Nick". Como todos mis amigos —Se presentó el joven, ignorando a la chica.

—¡No somos tus amigas! —gritó Bella, e intentó esquivarlo para salir corriendo junto con Nuria, pero las interceptaron.

—En eso te doy la razón, preciosa —retenía los pequeños brazos de Isabella desde atrás—. No son mis amigas, pero sí mis juguetes. ¡Feliz cumpleaños a mí!

Las arrojaron al piso del callejón. Entre dos contenedores y bolsas de basura.

Lo último que sintió Bella, fue el frío envolviendo su cuerpo al ser despojado de su ropa. Gritó, pataleó, hizo lo que pudo, pero no podía liberarse de esa bestia. Hasta que su instinto la obligó a relajarse y permanecer quieta, esperando que todo acabe.

Nuria, por otro lado, seguía luchando. Como era más fuerte, la sostenían dos hombres, y la trataban bruscamente para inmovilizarla y callarla. En un momento, observó el rostro inexpresivo de su amiga, y se enloqueció.

—¡Bella! ¡Bella!

—¡Que te quedes... quieta...! —exclamó uno de los tipos, intercalando palabras y duros golpes en la cabeza de Nuria sobre el piso—. ¡Maldita... perra...!

De repente, la chica se detuvo. Ya no pataleaba, no gritaba, ni se movía.

Los tres hombres terminaron, y se fueron como llegaron; sigilosos y tranquilos.

—Nuria... —susurró Bella, hasta que el frío y el dolor la vencieron y se desmayó.

Nuria estaba muerta.

*** 

—¡Hey! ¿Estás bien?

Era Nicholas. El mismo ser despreciable, pero mejor vestido y con nuevos amigos.

Bella se obligó a girar lentamente y componerse para responderle.

—Claro. ¿Qué ordenarán? —preguntó aguantando la respiración.

Nicholas entrecerró los ojos, pensativo.

—¿Nos conocemos de algo?

El miedo que Bella sentía hace unos instantes, se convirtió en odio tras escuchar aquello.

—No lo creo, soy nueva aquí. Su pedido, por favor —pidió la chica con amabilidad, hasta donde pudo. Anotó los platos y se retiró hacia otra mesa.

Una mano en su hombro la sobresaltó.

—¡Volví! Dame eso y ve a la cocina. Jen y yo nos encargamos de las mesas, anda.

—¿No que estabas enferma? —preguntó Bella, algo calmada al ver que era otra compañera.

—Me dolían los ovarios, algunas mujeres lo padecemos como una enfermedad. ¡No molestes!

—Todo tuyo —respondió Bella levantando las manos en son de paz, y cedió la libreta con su pluma.

Cuando regresó a la cocina y se quedó sola, el aire desapareció de sus pulmones.

Cayó al piso y miró cómo le temblaban las manos. En momentos como ese, Nuria solía contarle los peores chistes sobre sexo.

Si te va a faltar la respiración...

—... que sea de risa —finalizó Bella en un susurro, recordando a su amiga.

La respiración se fue normalizando de a poco. Pero el odio no hacía más que crecer en su interior.

Se descubrió a sí misma observando a Nicholas, a través del vidrio circular en la puerta de la cocina; su atuendo, la forma de hablar, los movimientos y una mirada inquieta, como si buscara algo o alguien...

Sus ojos se encontraron con los de la chica, tomándola desprevenida. Entonces se desconoció, y le dio una sonrisa sugerente. Una que para, los de su tipo, no pasa desapercibida.

Se alejó de la puerta y siguió cocinando los pedidos. Así terminó la noche.

Isabella era un manojo de nervios, puede que no la recordase, pero eso no evitaba que esta vez sí la matase tras haberlo provocado de aquella manera.

Terminaba de lavarse las manos cuando Jen la distrajo.

—¡Amiga! El joven guapo de la seis quiere conocer las manos de la cocinera —comentó, dando un golpecito en el hombro de la chica—. Ya sabes de qué hablo... —terminó Jen moviendo las cejas.

—¿Nicholas?

—Anda, Turbo. Si hasta ya te sabes el nombre, atrevida.

—Tranquila. Lo escuché de sus amigos. Además, deja esa emoción. Yo no hago estas cosas pervertidas —dijo Bella, tocando la sien de la chica.

—Le diré que venga, te salude y se retire para que puedas cerrar. ¡Buenas noches! —saludó Jen—. Y te aconsejo que vayas dejando tu papel de aguafiestas, porque tienes que organizar mi despedida de soltera, bebé.

Bella le sonrió y guiñó un ojo. La puerta se cerró y quedó con el silencio abrumador.

—No siempre fui así. Debiste verme en mis mejores días con Nuria... —susurró Bella para sí.

*** 

La puerta comenzó a abrirse lentamente. Bella estaba de espaldas y sentía un vértigo indescriptible.

Los pasos del hombre se acercaban despacio. En el momento que rodeó su pequeña cintura, todo el cuerpo se tensó.

No sabía cómo enfrentarlo, así que siguió cortando verduras.

—¿No dirás nada? —preguntó él, mientras hundía su rostro en el cuello de la chica. Ella sintió escalofríos.

Estaba a punto de quebrarse cuando vio una pequeña foto de ella abrazada con Nuria, sobre un anotador. La tomó y la escondió debajo de otros papeles.

Ver la sonrisa que solía tener, y a la amiga que tenía tantas ganas de vivir, le dio una fuerza impensable.

No había un plan, pero planeaba hacerle saber cómo se sentía. Tomó valor y lo encaró.

—¿Te quedaste con hambre? —preguntó seductora.

—Mucha... —respondió. Tuvo la intención de besarla, pero ella lo apartó con una mano.

—Tengo curiosidad. ¿Qué pasa si me niego a estar contigo? —Se alejó de él lentamente.

—Oh, seguiré insistiendo...

—¿Por qué? —Bella lo interrumpió.

—Porque cuando una mujer dice "no", significa "sí" —respondió obvio.

—¡Pedazo de mierda...!

Bella no soportó otro segundo más con él. Se acercó y lo empujó como pudo, pero no hizo mucho. La detuvo desde las muñecas y la arrojó al piso.

—No pueden trabajar en un lugar así y pretender ser unas santas —La tomó del cabello y se posicionó detrás—. Debí suponerlo. ¿De dónde me conoces?

Bella empezó a retorcerse en sus brazos, temiendo no escapar esta vez.

—¡Suéltame!

Al tipo le divertía lo pequeña que era en comparación con su cuerpo.

—¡Contéstame! —exigió, y comenzó a practicarle una llave con la doblez de su brazo. Bella se desesperó aún más.

—Matas... Mataste a mi... amiga... —dijo como pudo.

El hombre aflojó el agarre, pero siguió sometiéndola.

—¿Todo esto por Olivia?

Los ojos de Bella se abrieron de golpe y un calor abrazó su cuerpo. Adrenalina y odio. Si antes no tenía un plan, ahora sí.

Nicholas no saldría vivo de allí.

Empezó a gritar con rabia y tristeza. No podía intimidarlo con su cuerpo, pero lo abrumaría emocionalmente.

Lo golpeaba por todos lados, hasta que dio con sus genitales y los estrujó. Nicholas se quejó del dolor y empujó fuertemente la cabeza de la chica contra el borde de la mesada. El impacto provocó un corte en la ceja de Bella, que sangró al instante, desorientándola un poco.

Permaneció en el piso unos segundos, pero cuando el tipo quiso acercarse a ella, tomó un par de cáscaras de banana en la basura y se las arrojó a los pies. Nicholas resbaló y cayó de espaldas.

Bella se acercó confiada a preguntarle por ambas amigas. Él se quedó en el piso intercalando miradas entre la chica y el techo. No se sentía amenazado para nada.

—¡¿Qué hiciste con Olivia?! —preguntó llorando.

—Toda mi vida he subestimado las caídas por cáscaras de banana. ¡Duele como la mierda!

—¡Respóndeme!

—Nos divertimos un rato, pero cuando mis amigos le pidieron lo mismo, ella se negó. Se impacientaron, y bueno. La enviaron de vacaciones... eternas, claro.

El maldito se reía de aquello como el mejor chiste del mundo.

—¡Mírame! ¿No me recuerdas? Esto no se trataba de Oli...

—Nuria. Era la favorita; de mis amigos, por lo menos. Mi favorita siempre fuiste tú... Isabella.

—¿Por qué? ¿Por qué haces estas cosas? —preguntó incrédula de tanta crueldad a conciencia. Sí, la recordaba, sólo decidió jugar con su cordura un poco.

—Porque puedo y quiero. De hecho, lo que quiero ahora es tu... —El tipo se enderezó bruscamente, quedando cara a cara con la chica.

Bella no entendía por qué paró de hablar, hasta que la sangre comenzó a salir de su boca. Él bajó la mirada y ella lo imitó. Entonces entendieron que lo había apuñalado en el abdomen.

La chica estuvo sosteniendo el cuchillo desde que se resbaló, pero ninguno se había dado cuenta hasta ahora.

El hombre quiso decir algo, pero Bella entró en pánico y quitó el cuchillo. Cuando quiso alejarse, la tomó de la nuca, obligándola a verle los ojos oscuros de maldad. Por impulso, lo volvió a apuñalar. Una y otra vez, hasta que la soltó y su espalda volvió al piso, pero sin vida.

Bella lloraba, temblaba y gemía en miedo y angustia. Duró media hora en ese estado, hasta que una rata arrojó el cesto de basura.

El pánico volvía a dominarla, pero esta vez por no saber cómo deshacerse del cuerpo. Se puso de pie y comenzó a caminar de un lado al otro.

En un par de horas llegaría el dueño del lugar. Observó todo alrededor, buscando soluciones, pero sólo encontró platos, cuchillos y verduras.

Platos. Cuchillos. Verduras.

—¿Cuál es el menú de mañana? —susurró, y cuando se dio cuenta de lo que estaba pensando, vomitó en el cesto de basura.

***

 Un año después

Abril lloraba de tristeza y angustia, pero acababa de llegar. No complicaría su trabajo por ponerse emocional. Así que tomó un par de cebollas y comenzó a picarlas.

Bella no dejó de observarla desde el primer momento que la vio. Reconoció el miedo propio en los ojos de la chica. Un miedo que se volvía incontrolable ante la cercanía de cualquier hombre.

—¿Qué te sucede, cariño? —Le preguntó a la joven.

Abril se apresuró en limpiar las lágrimas con el dorso de su mano.

—No estoy acostumbrada a tantas cebollas...

—Mis compañeras son territoriales aquí —La interrumpió Bella—. Sé que no quieres atender las mesas. Haré que te quedes en la cocina, si me dices qué es lo que te pasa.

Abril abrió los ojos enormemente, observando alrededor. Estableciendo esas cuatro paredes como su lugar seguro.

—Yo...

—Tranquila, no dejaré que ningún hombre se te acerque, de todas maneras —dijo Bella, poniendo una mano sobre el hombro de la chica—. Pero también puedes confiar en mí.

—Mi amigo... — Abril se animó a decir.

—¿Qué hay con él?

—Se metió en problemas y... Siempre se mete en problemas y lo he ayudado a pagar sus deudas, pero esta vez...

—¿Demasiado? —preguntó Bella. La chica asintió.

—Entonces acordó con el tipo, sin consultarme, que me acostaría con él. Yo... soy virgen, Isabella. No quiero que sea de esta forma.

Bella sentía ese odio repulsivo, otra vez.

—¿Sabes lo que hice con el hombre que me arruinó la vida? —preguntó Bella sin esperar una respuesta. Tomó el lugar de la chica y comenzó a picar las cebollas. Algo agresiva, pero ordenadamente—. Lo piqué en trocitos... lo cociné y lo emplaté.

—Estamos hablando de las cebollas. ¿Verdad? —preguntó la chica, con una sonrisa nerviosa.

Bella salió del semi trance llena de asco y venganza.

—¡Claro! Son la metáfora, ¿comprendes?

—No exactamente...

—Segundo intento —Bella tomó una papa frita con queso y se la presentó cuál mago con cartas. Luego se la comió, y mostró sus manos y boca vacías, como si de magia se tratara—. ¿Qué me dices ahora?

—Pero no puedo desaparecer, tampoco a mi amigo y esa gente. Si fuera tan fácil...

—Primero. Ese infeliz no es tu amigo; dejó de serlo en cuanto te arrastró a su mierda. Segundo. Lo es, cariño. De hecho, tengo la receta justa para la ocasión.

—¿Cuál? —preguntó Abril, curiosa de que la chica se basara en la cocina para hablar "metafóricamente" de todo.

—Mi receta a la Vendetta

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro