(Este cuento pertenece al Ciclo de La Luna de Nieve).

Tras una noche larga, las bestias aparecieron. Elián los observó, parecían tener el tamaño de un lobo y cazaban en manada.

El suelo estaba lleno de sangre, y los cadáveres estaban frente al Caballero Cazador quien portaba el filo de su espada totalmente ensangrentado. Los Sabuesos Rojos por su parte poseían el hocico manchado con sangre de sus víctimas.

Elián mirando el cuerpo de sus compañeros en el suelo, musitó con suavidad. -La noche es larga, la caza es eterna. Protégeme esta noche amada Luna, báñame de frío bajo la ardiente penumbra, préstame tu fuerza esta vez frente al abismo, que esta noche haya descanso eterno, más allá del brillo de las estrellas. Venator feram tor, domus aeterna fiat nocte. Beatus, et sanctus venator, timere siderum, maledictus fiat opulentum stellar.

El suelo estaba cubierto por la Nieve Lunar, teñido de blanco. Cuando Elián levantó la vista, sus ojos cristalizados de celeste observaron a los animales que lo rodeaban. Ellos se acercaban uno a la vez, su pelaje rojo erizado los hacía de una apariencia hostil y sus enormes colmillos se mostraban al aire.

Ellos adoptaban una postura peligrosa, apoyando sus patas para saltar. Por lo que dedujo él mirando rápidamente, ellos atacarían en grupo e intentarían reducirlo. Atacarían partes blandas para mitigar movilidad y lo acabarían con una herida mortal seguramente en su cuello.

Elián giró la cabeza, observando a su alrededor, no había donde escapar. Definitivamente sabía que lo atacarían por su punto ciego, la espalda. Seguramente atacarían las piernas primero, los colmillos eran grandes y perforarían profundo. Por la fisionomía de su hocico deducía que sería difícil que lo soltaran, debían poseer una alta tenacidad.

La forma de sus patas daba a entender que efectivamente no solo poseían la fuerza para paralizar a su objetivo debido al grosor de estas, sino también que luchaban fieramente.

El Caballero Cazador entonces caminó hacia uno de ellos con su espada, cuando sintió la brisa del viento. Sus ojos se movieron raudo, y en una fracción de segundo viendo al primero atacar sus piernas, el filo de su espada lo partió por la mitad.

La nieve se tiñó roja, el cadáver quedó estático en el suelo mientras escuchaba a los demás sabuesos rojos gruñir. Tras ello volvió la vista hacia donde miraba inicialmente, el primer animal, este no retrocedió ante su iniciativa al conflicto.

Escuchó algo, y al voltear su cuerpo reaccionó instintivamente moviendo su espada. -¡¿Cómo?! Se preguntó en voz alta. La nieve era completamente blanca, no había rastros de sangre ¿El animal se había vuelto a abalanzar sobre él? ¿No lo había matado ya? No, no había un cadáver, el nuevo cuerpo cayó al suelo.

Pronto escuchó un sonido extraño viniendo de los animales, era ¿Una especie de risa? Parecía un sonido un poco burlesco, como si se estuvieran riendo.

Escuchó entonces un gruñido de fondo, un gutural estridente que venía de callejones adentro. Los sabuesos reconocieron el sonido, Elián entonces pensó "¿Era el alfa de la manada?" Pero pensó que sonaba como algo demasiado grande comparado a los animales que acaba de ver.

Las bestias se fueron corriendo entre las calles, dejándolo por el momento. Sus ojos se quebraron mientras devolvía lo poco que tenía en el estómago. No paró de entender que había ocurrido.