El Gran Mono Rojo
(Este cuento pertenedce al Ciclo de la Bestia Transgénica).
Todo el lugar permanecía en un perpetuo silencio, y se extendía un pequeño charco de agua del cual solían beber los herbívoros, el manantial poseía un agua que para la mayoría de los animales valía la pena beber, ya que se filtraba por las rocas de las cercanías en las cuales había algunas cavernas de las que alguna vez pertenecieron a un volcán que hoy yace totalmente apagado. En la zona yacía una de las criaturas más fieras y peligrosas que la evolución había creado, uno que rara vez alguien quería hacerle frente, para la suerte de la gente ellos vivían en lugares aislados en soledad pero eran extremadamente territoriales. Cerca del manantial, en una caverna solía dormir el Docruma (Nombre Científico Duocrura vehemens), un animal que se posaba en dos patas, de un pelaje tenuemente marrón con líneas rojas que nacían de su rostro, y se extendían tanto por su espalda hasta su cola como por su pecho hasta sus brazos.
La criatura si bien era extremadamente territorial con otras grandes bestias, llevaba una alimentación a base de frutas y alguna que otra vez de insectos, representando solo el 2% de su dieta total. Gracias a que esto era de ese modo, mantenía un fino equilibrio en los ecosistemas donde él permanecía en una compleja sociedad con otros herbívoros y carnívoros pequeños que dependían de que él mantuviera resguardado de bestias invasoras. Hace mucho, los pueblos de la zona le rendían tributo y se creó la Leyenda del Gran Mono Rojo, que traía las llamas del sol para purificar la maldición de la tierra. La bestia, en su salvajismo sin precedentes, era violento con todo quien invadía su territorio y representara un peligro para el ecosistema en el que habitaba, lo que hizo que se le llegara a adorar como una deidad benévola, y si bien él llega a ver a los humanos con cierta precaución, no atacará porque sí a estos a menos de que los vea realmente como peligros. El Dios del Sol, del Fuego, de la Pureza y la Guerra dormía con la naturaleza, y bendecía la tierra con su claridad, su esperanza y benevolencia, pero también asesinaría a sus enemigos si estos alteraban la pureza del mundo, o al menos esta era la visión que la gente solía tener de ellos.
La última noticia que había pasado por los pueblos era que una criatura estaba rondando los alrededores, y los pueblerinos lo atribuían al Señor del Mal que venía para reclamar sus almas con sus ojos negros, quien cargaba con la Marca de la Bestia. Sus gritos de agonía casi rozando lunáticamente el sonido de un grito humano se habían estado meciendo entre los árboles, y danzando casi en forma de pesadilla por los altares y adoquines de los temerosos que en miedo se escondían dentro de sus casas por las noches, rezándoles a sus dioses que los salvaran de tal maldición. Sin embargo, el viaje de la criatura iba cada vez más al norte donde aguardaban criaturas que él nunca había visto.
Un pequeño herbívoro permanecía bebiendo del manantial cuando unas pisadas prontamente hicieron eco entre los árboles que apenas dejaban ver el cielo, y las piedras macizas que rodeaban el agua por donde se filtraba y descendía. La bestia le saltó encima al herbívoro, e insertó una de las garras de sus patas delanteras en el herbívoro, el filo abrió la piel dejando al descubierto rápidamente el interior del pobre animal que no le quedó más que ver como sus intestinos se desparramaban. La criatura lo miró fijamente, el conjunto de su hocico y garras agarró las vísceras meciéndose para subirse a los árboles. Las esparcía, haciendo una decoración depravada que dejaba una llovizna etérea caer, manchando el manantial de rojo. El cuerpo aún con vida fue arrastrado hacia un árbol, y la criatura dibujó con su sangre símbolos extraños. La bestia podía ver como ojos salían del árbol mirando los símbolos ¿Era parte de su imaginación, o simplemente le había dado ojos a tal ser vivo? Parecía que el árbol se retorcía abriendo una extraña boca de la corteza, cuando la escena fue interrumpida por el Docruma, quien vio al Nocthemoth con el cadáver del herbívoro.
El Nocthemoth se dio media vuelta y rugió, el halarido espantoso que escapó de sus fauces parecía más agresivo que cuando estaba acechando los pueblos. El Docruma se paró en dos patas sacando pecho, su tamaño era enorme, el Nocthemoth se sintió un poco intimidado agachándose, aunque en su postura parecía más para saltarle encima que por miedo. Las garras salieron de sus patas delanteras y le saltaron al enorme simio que con sus enormes y gruesos brazos lo golpeó azotándolo contra un árbol. El enorme animal intentó agarrar al Nocthemoth, quien lo mordió, sintiendo como los dientes perforaron su gruesa piel. Lo siguiente, las garras, el Docruma rugió de dolor y azotó contra el suelo al Nocthemoth para luego lanzarlo contra las gruesas piedras del manantial. El Nocthemoth abrió el hocico, de su interior parecían salir manos arrastrándose, por debajo de la piel. Su lengua poseía inclusive la forma de una mano humana.
La criatura le saltó encima al Gran Mono Rojo mordiéndole el hombro. El dolor punzante lo hizo reaccionar rápido, tomándolo y arrancándoselo del cuerpo con extrema brutalidad. Lo lanzó entonces hacia el exterior del bosque, a la zona donde estaba la piedra volcánica, de donde el agua descendía hacia el manantial. El Docruma saltó siguiéndolo, el Nocthemoth se preparó agachándose para acecharlo, la piel le cambió de color para camuflarse con el ambiente. El Docruma ya había notado la resistencia al daño de la bestia, esos golpes habrían matado a cualquier otro de su estatura. Se sacudió, botando pelo espeso que se elevó con el aire rodeándolo de color marrón con tenues cabellos rojizos que salían desde las líneas rojas de su cuerpo. El instante pareció quedar estático, el Gran Mono Rojo miró a su alrededor intentando observar donde estaba el Nocthemoth hasta que notó algo moverse. Antes de poder reaccionar vio al Nocthemoth saltándole encima, las garras de las patas traseras se clavaron en el brazo izquierdo del gran simio quien azotó su cola contra el suelo generando una chispa que encadenó una explosión ardiente que se prendía con el pelo que estaba en suspensión. La explosión lanzó violentamente hacia atrás al Nocthemoth quien recibió muchas quemaduras.
El Nocthemoth se levantó, su piel estaba hirviendo y todo su alrededor estaba incendiándose, el calor sofocante lo alteró. Comenzó a rascar su cabeza, y pronto crecieron agresiva y velozmente un enorme par de cuernos que parecieron generarle mucho dolor, inclusive más que las quemaduras que poseía. Estaba algo aturdido, y corrió rápidamente para dar un salto y caer de cabeza al suelo, generando un agujero y enterrándose. Había llegado el momento de escapar, sus heridas sanarían rápido pero no era momento de enfrentarse al Gran Mono Rojo aún, necesitaba más trucos bajo la manga.
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